Esta ruta está basada en la ruta de los monasterios desde
Alzira hasta Gandía. La ruta de los
monasterios pasa por los monasterios de La Murta, Aigües Vives, Santa María de
la Valldigna, Corpus Christi y Sant Jeroni. Como siempre yo voy adaptando las rutas a mi
conveniencia, a veces no tan conveniente porque en este caso había partido la
ruta original en varias rutas debido a la dificultad de tener que enlazar el
final con el principio o bien en tren o bien con dos coches. Al final hice un
cortar-dibujar-pegar y listo…, cuatro rutas para conocer estos cinco monasterios.
foto tomada de http://vaigapeu.blogspot.com.es/2013/06/el-circo-de-la-safor.html
Llegaba a Montichelvo, lugar elegido para iniciar la ruta.
Iniciaba la casa por el tejado pues es la ruta más lejana del tríptico de los
monasterios y además iba a quedar sin enlazar con las otras dos, que están por
llegar. Se queda en tríptico pues el monasterio de la Murta no lo llegué a
completar en la ruta Cullera-Alzira por una avería, como además no se puede entrar al recinto con la bici pues solo veré los otros cuatro. Cuando me pongo a diseñar
las rutas veo mil sitios que quiero conocer, por los que quiero pasar. A veces
son simples caprichos: un camino que me gusta cómo zigzaguea por el mapa, una
arboleda que parece que tiene buena pinta, una bonita foto que he visto en
algún sitio, en fin. Otras veces responde el capricho a algo más elaborado en
mi mente y que lo dota de mayor peso. Un monasterio, ermita, lavadero, catarata,
río, montaña mítica o vete tú a saber qué.
El caso es que el monasterio de Sant
Jeroni era el punto de ignición para esta ruta, que además iba a aportar muchos
y muy interesantes objetivos extras a esta ruta. Y hacia allí me dirijo tras
poner a la Zesty en el suelo y ver esa sonrisa que se le pone cuando se sabe la
protagonista de lo que queda del día. Cruzo la carretera y me adentro entre
campos de cultivos en un camino de bajada que me lleva rápido hacia Terrateig.
Llego
a un punto donde, a la derecha, remonto y llego al pueblo para visitar el
lavadero. La subida me trae remotos recuerdos de Agres: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2010/04/cronica-de-serra-mariola.html
nada tiene que ver la subida con aquella pero algunos detalles evocan aquel día
en mi mente.
Vuelvo a bajar al cruce y
giro a la derecha, enseguida la ermita. Un lindo lugar junto a sus cipreses. El
camino presenta un carril bici a todas luces innecesario en este tramo de
camino secundario sin excesivo tráfico, pero si además el carril está dejado de
la mano de Dios y de los hombres, y no tiene ningún mantenimiento, resulta que
las zarzas se adueñan del lugar y resulta imposible ciclar por allí sin riesgo
a pinchar y a engancharse la ropa, además sin posibilidad de salir de allí si
no saltamos el muro que nos han puesto, ya que no hay ninguna escapatoria de
principio a fin.
Paso junto a la presa de la rambla Vernissa. Es
una presa de nueva construcción que no está diseñada para almacenar agua sino
para retener durante unas horas las avenidas del río Vernissa y evitar, así,
los efectos catastróficos cuando coinciden con las avenidas del río Serpis,
donde desembocan sus aguas.
Desde aquí estoy a un paso de Lloc Nou de Sant Jeroni. Un par de
rotondas que traen algo más de tráfico desde la CV-60 que me acompañaba a mi
derecha desde Terrateig. Pronto me encuentro con el lavadero a la izquierda
pero primero sigo adelante para ver la iglesia,
con un campanario algo futurista que bien podría inspirar alguna
película sobre el género.
Llego, ahora sí, al lavadero junto a un singular
reloj solar; las dos piezas flanqueando el camino hacia Almiserat.
Cruzo la
rambla Vernissa y llego al pequeño pueblo buscando el lavadero a espaldas de la
iglesia. Un viejo gato me mira con la misma curiosidad que demuestro yo por el
viejo lavadero, aunque yo me llevaré una foto de recuerdo y el gato no, supongo
que él no la necesita, su vida es más simple que todos estos rollos que nos montamos
los humanos para intentar ser felices: fotos, móviles, redes sociales,
bicicletas, subir montañas..., lo conseguimos? Sigo mi camino junto a la rambla
que vuelvo a cruzar.
Sin caudal pero con algún charco en el fondo asomando
entre las desgastadas piedras que forman su lecho.
Luego una forma conocida
asoma entre el cañaveral y no me resisto a recoger el testigo que pasaré a los
miembros del observatorio Manises J98. Llego así hasta el cartel que indica la
senda al acueducto.
El pequeño acueducto, que abastecía de agua al monasterio, salva
un pequeño barranco, y un camino empedrado se adentra en la montaña hacia Les
Fonts. Yo retrocedo hasta la carretera y continúo adelante hacia mi objetivo.
Llego a Rótova y dibujo, en su trazado urbanístico, el contorno del meandro del
río que volveré a cruzar ya fuera del pueblo. La aproximación al monasterio
está siendo más larga de lo que esperaba pero al fin veo las torres asomando
entre los naranjos que me regalan su aroma de azahar entre coloridas naranjas
que ya pronto estarán maduras.
Un
túnel arbóreo que enlentece el tiempo. Sobre la puerta la imagen de San
Jerónimo y el blasón del duque de Gandía; luego la torre almenada y el recinto
amurallado.
Llego a la plaza donde se encuentra la entrada a la iglesia. El
monasterio cerrado no da opción a ninguna visita y decido aprovechar un banco
junto a las mesas del bar para almorzar y disfrutar de la tranquilidad que
destila el lugar con su fuente y su inmenso árbol.
Tras el ágape sigo camino y me vuelvo a maravillar con la
arboleda, ahora de salida, del recinto. Fuera de ella todo es bullicio junto a
la carretera. Más allá las montañas que pronto subiré y hacia las que me dirijo
por este laberinto de carreteras, caminos y calles que me esperan desde aquí hasta
la salida de Villalonga. Primero junto a la CV-60, luego cruzo por última vez
el río Vernissa antes de que, no lejos de aquí, este entregue sus aguas al
Serpis. Atravieso Palma de Gandía y Ador y luego me desvío a la izquierda entre
cultivos, huyendo de la carretera. Pero el Serpis me obligará a volver a la
carretera antes de entrar en el pueblo y cruzarlo para llegar al camino que ya
recorrimos todo el grupo Roda i Pedal en la ruta: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2008/11/crnica-de-la-va-verde-del-serpis.html
otra ruta enlazada. Llegado a la fuente
de la Reprimala la carretera entra en una rampa brutal, no la recordaba ni tan
pronunciada ni tan larga. A los datos me remito: http://www.altimetrias.net/aspbk/verPerfilusu.asp?id=528
A ritmo llego arriba al
desvío. Aquí una monstruosa cantera, por fortuna abandonada, que rompe el
paisaje y un lugar de altísimo valor en la geografía valenciana. El Circo de la Safor se muestra grandioso.
A la derecha
el camino desciende y continúa la vía verde, yo giro a la izquierda para
continuar la subida que ha encontrado aquí el primer descansillo. Primero una
breve parada en la fuente de Azafor para ver las vistas que presenta la montaña
pues aún voy bien provisto de agua en la camel. … Y comienza la subida… en
realidad ya la había comenzado en la fuente de la Reprimala pero los siguientes
5Km. son de una brutalidad y una constancia terribles. El descansillo pasado el
3er Km. apenas sabe a nada de lo cansado que llego y de ver lo que
aún me queda por delante.
Tan solo las vistas que se van abriendo a la
izquierda sobre el Circ y algún vistazo hacia el mar ponen un puntito de sabor
a esta cruel subida. Pero la estoy disfrutando. Cada pisotón al pedal es una
confirmación de que esta subida no va a poder conmigo… y así me retuerzo en el
sillín y ahora soy yo quien pongo esa sonrisilla de “otra subida a la saca”,
“otra muesca”. En mitad de la subida agradezco estas nubes que cubren un sol
que de otro modo me estaría machacando. Pero la luz y la bruma no son un buen
aliado para las fotos. Es lo que hay. La casa Tarsán despierta un puntito de
envidia ante su estupenda ubicación y el deleite de las vistas que debe tener.
Y lo mejor para el final, un rampón del 21% después de una curva de zigzag
hormigonada. ¿Qué más se puede pedir? … una cervecita, fría por favor. Aquí arriba
encuentro la senda de subida a la cima del Circ, por desgracia no es ciclable
ni mucho menos. Con el Benicadell al fondo la sierra que tendré que subir en breve se alza amenazante en mitad de mi camino.
Por fin se abre arriba un descansillo que me lleva por una
especie de pasillo paralelo al Serpis que se intuye abajo. Tramo rápido de
bajada y acometo otra subida que nada tiene que ver con lo sufrido hasta ahora,
esta subida está finiquitada aunque siempre, en bicicleta de montaña, quede
otro repecho. Luego la senda, esta vez a la derecha hacia la fuente de la Serquera.
Un poco más adelante otro desvío, ahora toca a la izquierda, hacia la Font dels
Olbits. Ojo porque esta fuente no está señalizada desde el camino y el lugar
merece la pena visitarlo, tan solo esta a 800metros y apenas hay desnivel.
De
paso hacia allí encuentro una pared de roca negra y completamente lisa, pulida,
suave. Se ven, perfectamente alineados, los anclajes para la escalada a lo
largo de la pared. Sigo adelante para llegar a un coqueto lugar donde está la
fuente, unas mesas, paellero y lo que parece un refugio.
Este rincón ofrece unas
bonitas vistas del valle hacia L’Orxa. La pena es que con el sol poniente de la
tarde se enturbian los paisajes, aun así disfruto el panorama que se me ofrece
antes de ponerme en marcha. Retrocedo hasta la pista de asfalto y giro a la
izquierda siguiendo el camino que venía haciendo antes de esta pausa. Comienza
la bajada. La pendiente no es ni mucho menos lo que estaba subiendo pero la
velocidad es vertiginosa. Retengo la bici un poco antes de que la velocidad…y
la gravedad, se adueñen de la situación, luego sería tarde para parar la bici
en las curvas.
Los paisajes me llaman y me hacen parar un par de veces a
disfrutarlos. Uno de ellos es un mirador a la derecha hacia el río Serpis que
serpentea abajo. Enfrente la montaña que tengo que subir hacia Montichelvo que
queda detrás de la montaña. Continúo la bajada dejando atrás crestas y picos y
el valle de Beniarrés se va adueñando, poco a poco, del paisaje. No es que el
embalse sea visible pero la presencia del omnipresente Benicadell delata la
ubicación del mismo. El puntiagudo pico ya es visible desde hace un buen rato.
El valle cobra protagonismo con sus otoñales amarillos que alegran el paisaje.
Lorcha, o L’Orxa, es el guardián del final del valle, a partir de aquí el río
se encajona entre montañas y solo la vía verde del Serpis es capaz de seguirlo.
Bajo hasta el pueblo, atravieso el barranco y voy a la derecha buscando la
carretera que sale del pueblo, fijándome en el castillo de Perpuixent como
referencia a seguir. Justo allí abajo se enlaza con la vía verde, junto a la
antigua estación de L’Orxa. La vía comunicaba Alcoy con Gandía pero quedó
abandonada a finales de los 60 del siglo pasado. Ya en el camino de la vía
verde giro a la derecha siguiendo el curso del río que pronto veré a mi
derecha. Este primer tramo está bastante roto y con mucha piedra por lo que no
se hace cómodo de rodar, aunque de aquí poco, y esto aún no lo sabía cuando
estaba pedaleando esta ruta, bendeciría este camino.
Llego hasta el meandro del
río que veía desde arriba de la montaña.
Un mirador invisible desde esta perspectiva. Paso un pequeño túnel y al poco el
camino a la izquierda que me indica el “treki”. Es el paso entre las sierras
del Benicadell a la izquierda y la sierra d’Ador a la derecha. Allá que voy. Unos
primeros metros de potencia salvando algunas piedras y el desnivel que ya se
deja notar. Equivoco la trazada, tropiezo con una piedra y pie a tierra. No pasa
nada, eso pasa en las mejores familias, vuelvo a subir, otra ver potencia, otra
piedra, una rodera, esquivo, zigzagueo, más potencia, más pendiente, más
roderas, ramas que se adentran en el camino y también hay que esquivarlas,
piedras, pendiente, pulsaciones que se disparan, … no doy abasto a tomar
oxigeno, pedalear y mantener la verticalidad encima de la bici.
Otra ver pie a
tierra, dejaremos pasar esta rampa y cuando mejore el camino ya volveré a
pedalear. Tras la curva no mejora el camino, tras la rodera aquella sí, pero
demasiado poco como para que valga la pena pedalear, ahora sí, pero otra
sucesión de piedras, esquivar baches, roderas, pendiente, cansancio, me hacen
volver a bajar. Y así hasta arriba. Casi 3 insufribles Km. de un no valer la
pena el esfuerzo de pedalear o de pedalear solo unos metros para acabar
volviendo a bajar y encontrar más frustración y rabia que si sigues andando y
empujando. Respiro, dejo la frustración y el enfado. Me vuelvo en el paisaje y
en los recuerdos de los momentos vividos en la ruta, los malos también. También
forman parte de esta ruta, también los disfrutaré cuando hayan pasado. Voy llegando
arriba pues el alt de la Cova, a mi izquierda, va dejando de ser la mole
amenazadora que se alzaba sobre mí en toda la subida. Cuando el camino se
vuelve a hacer ciclable sé que estoy arriba. Enseguida un corral, lo rodeo y
empiezo a bajar de forma suave. Esto es la cabecera de un enorme barranco que
ahueca la sierra en dirección al mar, hoy demasiado brumoso para ser visible.
Apenas veo la cima del Circ de la Safor y el camino que he recorrido hace
apenas unas horas al otro lado del río. Llego a un cruce de caminos, izquierda
remontando y llego a una caseta. Un cartel indica Peñas Albas y las vistas
hacia la Vall d’Albaida se abren en todo su esplendor.
Otra cosa es que el
tiempo y la visibilidad no acompañen demasiado, pero con el sol de espaldas el
paisaje crece y algo se deja ver. Por fin la bajada final. La pista está en muy
buenas condiciones aunque es de grava y eso siempre lleva a pequeños patinazos,
pero nada insalvable si estas acostumbrado a la btt. La velocidad crece de
forma increíble pues a priori no parece que haya tanta pendiente, solo se nota
el desnivel al llegar a las curvas de herradura y ver donde estaba hace apenas
unos segundos. Los frenos y las suspensiones haciendo, perfectamente, su parte
del trato. Después entro en la frondosidad del bosque y apunto estoy de pasarme
el giro a la izquierda de la velocidad que llevo. Consigo evitar el error y
sigo con la bajada. Paso junto a una fuente metida en un frondoso barranco, veo
el cartel que la indica pero no me acerco a verla.
Y así entro en Aielo de
Rugat para ver el lavadero, seguir por el camino del cementerio y llegar a otro
lavadero junto al molino. Vuelvo al pueblo por este nuevo camino, salgo hacia
la fábrica de ladrillos que pinta de arcilla roja los límites de la carretera. Junto
a ella giro a la derecha en busca del Montichelvo, solo me queda remontar el
pueblo para llegar al coche y comerme el bocata con el refresco que aún estará
fresquito. La cerveza me espera al llegar a casa que ahora toca conducir. 60Km.
y más de 1400 metros de desnivel después, por fin acabo esta ruta que por momentos
se ha hecho eterna, pero haberle hincado el diente, por fin, a aquella subida junto
al Circ de la Safor ha merecido la pena. Ya tengo el primero de los 4
monasterios.
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