jueves, 21 de octubre de 2010

Olocau-CastelldelReal-MasdeOlla

La Calderona. Siempre La Calderona. Y a pesar de ello por unas razones o por otras la tenemos ahí en la distancia. Recorriéndola con cuenta gotas. Me había propuesto ir poco a poco descubriendo caminos como avanzadilla al resto del grupo. Investigar la ciclabilidad de los caminos por los que luego nos aventuraríamos todos y si eso no fuera posible descartar dichos caminos y buscar otros.
Así que me puse manos a la obra y encontré un track de http://es.wikiloc.com/wikiloc/user.do?name=Javier_ . El reto para nosotros es poder realizar una ruta de sábado por la mañana y como mucho a las 15 h. en casa, pues por razones de trabajo no dispongo de más tiempo y no puedo como en otras ocasiones disponer de todo el día. Eso significa casi casi comer mientras me ducho y al sobre para levantarme e irme directo al curro. Por eso las rutas tienen que cumplir con, sobre todo, el requisito del tiempo invertido en recorrerlas. El desnivel, el IBP y la distancia son, en principio, secundarios. Con alguna modificación sobre el recorrido encontrado planteo la salida y llegada en aquella gasolinera abandonada a la entrada de Olocau. Dejo el coche en el mismo sitio y echo a faltar el remolque que transporte las bicis de los compañeros, sin ellas, lógicamente, mis compañeros no me han acompañado hoy. Estiramientos para calentar la musculatura y activar la circulación en una mañana fresquita tal y como ocurrió el sábado pasado en los primeros Km. Me pongo en marcha en bajada hacia el centro del pueblo. Olocau, cobijado a los pies de la Calderona es un pueblo tranquilo y sencillo. Uno de esos pueblos en los que aún se respira la tranquilidad de un pueblo. Mientras recorro sus calles pienso en cuando otros pueblos eran así y vendieron su alma al empuje inmobiliario y la sed de grandiosidad y explosión demográfica que les hizo perder su identidad, su tranquilidad y la buena convivencia entre sus vecinos, muchos de los cuales hoy ni se conocen ni se saludan, y lo que es peor ni se respetan. Pensamientos idílicos y utópicos con respecto a la sociedad en la que vivimos aparte, no dejo de dar pedales en busca de la calle que me saque del pueblo y que ya estoy notando en las piernas. Pica hacia arriba, pasa junto a un parque y se mete por una calle que dejará de serlo para internarse en plena montaña. Me sorprende un letrero que reza: Olocau donde se respira azahar y romero, bueno, no era exactamente esto pero lo vi cuando ya no tuve tiempo de leer todo y me quedé con esta parte en la mente. Bonita frase iba pensando, pero de momento y junto a este parque el único olor que me viene es el de meados de perro, que esta es otra de las cosas de la sociedad moderna. La plaga de perros que sufrimos por culpa de la plaga de dueños de perro maleducados y socipatas que todo les vale con tal de tener un perro, y es que muchos los educan igual que educan a sus hijos, y así les va… perdón, así nos va.

¡Uf! Necesito montaña a saco, en vena. Menos mal que el camino no ha dejado de picar hacia arriba y enseguida la rampa, como leyéndome el pensamiento viene a mi rescate poniendo desnivel y sacando de mi mente este tipo de pensamientos. Concentrado en subir me olvido de los pensamientos que, políticamente incorrectos, me han metido en alguna discusión cuando los he comentado con alguien. Pero hoy solo tengo ante mí el camino y la montaña. Nadie con quien discutir. Sigo pedaleando, me interno en la montaña y por fin. Ahora si que huele a montaña, a romeros y tomillos. A humedad de las umbrías donde el Sol naciente aún no ha llegado y de aquellos recovecos donde nunca llegará. A pinocha y hojarasca descompuesta, a musgo y compost, a vida. El camino describe una curva a derechas y me adentro en una vaguada sombría y fresca. El trino de los pájaros lo llena todo si sabes escuchar, cuando no es el crepitar de las gomas agarrándose al suelo. Con paciencia y con juego de desarrollos voy ganando altura con el camino. Llego a una bifurcación y la señal me lleva hacia el castillo del Real, el “Treki” también dice que es a la izquierda. Sigo remontando el camino aunque desde este punto ya tengo una primera impresión de la fortaleza coronando el peñasco.
Como un Km. después salgo del bosque a una explanada con algunos olivos. El camino se bifurca otra vez. A la derecha los mapas no indicaban camino pero ahí está. Se pone en lista de espera parar otro día y cojo el otro que lo seguiré solo un poco para coger distancia con la montaña del castillo y así tener una visión completa del paraje. Unas pedaladas más allá la postal llena todo mi campo visual dejándome satisfecho. Tras la contemplación es hora de volver hacia el primer cruce y seguir ruta. La bajada es más rápida de lo que había supuesto en la subida que no me había planteado ninguna dificultad. Eso me lleva a la salida de una curva a tener que exprimir frenos ya que la contra curva y la gravilla del suelo me hacen perder adherencia y estoy a punto de salirme. Me recuerdo mentalmente que tengo que explicar este incidente para que no le pase a otro si lee esto. Luego, llegado al cruce izquierda y continúa la subida. El camino se retuerce perezoso y blanquecino entre el verdor del bosque que atraviesa, aunque conforme gano altura el terreno rojizo empieza a adueñarse, lentamente, del entorno.
La pinada es preciosa y tupida. Más de lo que esperaba. Lo suficiente para llenarme de alegría y ganas de recorrer más y más Km. y caminos por esta joya que cada día, los amantes de los montes, valoramos más. Tan solo llevo 4 Km. pero ya se que esta ruta tiene que ser una de las de Roda i Pedal. Veo montañas rotas que colocan piedras de rodeno en precario equilibrio unas sobre otras. El musgo crece y tinta de un verde grisáceo la rojiza piedra. Los huecos entre las piedras y el color oscuro parecen crear cuevas inexistentes en mi imaginación. El camino llega ahora a una múltiple bifurcación, una señal que indica Tristán i La Mina será el camino a seguir. Una bajada para oxigenar las piernas y vuelta hacia arriba. Es la parte más rota de lo que llevo de rodada. Aun así el camino está en unas condiciones envidiables. Transito junto a un valle de una frondosidad digna de otras latitudes. De aparecer aquí de repente pocos dirían que esto son los montes de Valencia. Tan solo el color del camino que ha cambiado a rojo daría una pequeña pista de donde estamos ya que las vistas se pierden poco más allá de las montañas en la bruma, sin dejar identificar el horizonte.
Entro en una zona de rompe piernas, con suaves bajadas y subidas. El constante cambio de desarrollos hace que no tenga que exprimir la musculatura que en la primera subida me recordó que el dolor del cuadriceps del sábado no había desaparecido del todo, tan solo estaba en reposo. Ahora que lo pienso ya hace rato que el dolor si no ha desaparecido del todo si está muy mitigado, no me extraña con estas vista. Y es que: el deporte y la naturaleza son salud, y cuando no te matan. Para no entrar en discusión conmigo mismo decido parar a fotografiar un aljibe junto al camino. Poco después inicio un descenso que me lleva a un cruce de caminos. El camino a seguir sigue bajando pero decido girar a la izquierda en una pequeña subida de la que se ve el final. Allí arriba veo que baja un poco y creo que allí tendré una buena panorámica. Un centenar de metros más adelante paro junto al cortado y contemplo con reverencia el paisaje que se ofrece antes mis ojos. A mi izquierda una montaña en forma de cono a la cual sube este pseudo camino en avanzado estado de abandono que he cogido. Más a la derecha otro cono más pequeño con los restos del castillo arriba.
Luego un gran valle y más montañas. La basta pinada que se extiende de un lado al otro del valle trepa por las laderas de todas las montañas que se divisan. Un camino también medio abandonado discurre por abajo, junto a lo que parece el cauce de un barranco, y remonta hacia la derecha donde se pierde entre la vegetación. Justo a esa altura se ve la olvidada aldea del Mas de Olla. Un poblado morisco que todavía mantiene algunas piedras en pie en forma de casas y una torre de planta cuadrangular. Parece un esqueleto entre las montañas. Algo desubicado y perdido en el espacio y el tiempo. Presto atención al sonido del viento ululando entre las coscojas y lo romeros, intento escuchar ecos de aquel pasado cuando los primeros habitantes del poblado no tuvieran miedo de quedarse sin pilas en el GPS para saber que camino coger o no pudieran hacer la foto que corroborara que ellos habían estado allí. El progreso y la eterna discusión sobre si cualquier tiempo pasado fue mejor. Con matices sobre cualquier lado de la balanza yo pondría una x.
Vuelvo atrás para iniciar ahora sí la bajada que me llevará hasta el poblado. Antes paso junto a un gran deposito contra incendios y luego llego al lecho del barranco que había visto desde arriba. La poza de agua me confirma que es, en efecto, el curso del barranco de Olla que nace directamente a los pies de la vertiente Este del Gorgo, una preciosa arboleda se acomoda al arrullo de esta corriente y pone un pintoresco punto de interés en el camino.
 Me encuentro ahora con que el camino remonta una loma con la que no contaba. Es una rampa dura. Enseguida busco el cortado para tener panorámica sobre la poza y me encuentro con que también se ve el castillo. Magnifico. Remonto este tramo y el camino pasa entre “las costillas” del cadáver del poblado.
 Ya es hora de parar a dar un bocado. Decido continuar un poco más a ver si se abre el paisaje hacia el valle que recorre de norte a sur este lado de las montañas y que estará paralelo a la carretera y al barranc del Carraixet, que se llevó el pueblo de Marines en la riada. Rodeo un barranco por el camino que gira con la curva de nivel y llego a otro cruce. Ya está bien, aquí paro. Además, acomodado entre los pinos tengo una vista deliciosa del los muros del castillo. No tiene que faltar mucho para iniciar el descenso final hacia la carretera, así que este es el momento. Almuerzo con el pensamiento vagando en cuando podremos hacer esta ruta todo el grupo. Intentando recordar cada dificultad para poder anticipar el aviso y prevenir posibles accidentes. No es que haya ningún peligro destacable pero en algo tengo que distraerme cuando hago rutas en solitario. Claro que también me dejo llevar por los paisajes e incluso me pierdo en no se qué y no se donde porque ya he terminado el almuerzo y tengo que seguir pedaleado, pero no sé donde he estado todo este tiempo.
 Un poco más allá otro viejo aljibe y casi enseguida una zona con grandiosos alcornocales y una senda a la izquierda que aconseja que solo pasen senderista. Le hago caso y casi de inmediato comienza la bajada. La pista en perfecto estado me hace ganar velocidad rápidamente. Las curvas son, en su mayoría, de radio amplio y no presentan mayor problema, de todas formas las tomo por el lado de fuera sin intentar acortar la curva por el vértice. La caída de la montaña de enfrente con un impresionantes despliegue de verdes entre la inmensa pinada intenta captar mi atención, lo consigue pero no más de lo necesario para poder centrarme en los posibles obstáculos del camino.
 Menos mal que estaba atento porque a la salida de una curva y bajando rápido me subía un coche de frente que lo he podido esquivar gracias a la anticipación pues este subía a una velocidad nada moderada para este terreno. Tras esto llego a la carretera. Carretera. Ya sabéis que ni yendo solo ni con el grupo somos amigos de ir por carretera. Solo lo imprescindible. Este caso está, creo, justificado. Para evitar la carretera hubiera tenido que subir hasta Gátova y bajar o bien por Tristán o bien por el Collado del Lobo a no ser que haya otro camino que de momento desconozco, y por tanto desde aquí no tengo otra salida. Pero es que esta carretera tiene muy poco tráfico y además voy a ir de bajada con lo que aún reduzco más el número de coches que me puedan adelantar. Pasado Marines viejo hay un camino a la derecha que deja la carretera y se interna en la montaña hacia la base militar. Ese largo rodeo me evitaría los dos últimos Km. de esta tranquila carretera pero tiene unos desniveles dignos de pensarlo dos veces a falta de tan poco para terminar. Así que decido seguir adelante y acabar de bajar hasta Olocau. Ya estoy pensando en la crónica y en traer a todos a esta ruta corta pero intensa tanto en pedaladas como en emociones y paisajes. Hasta pronto.

Track de Olocau-CastelldelReal-MasdeOlla

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