miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cheste-Fuente Umbría (Fuentes de Chiva I)

Por el camino venía pensando en titular esta ruta como la ruta de las fuentes sin fuentes. No sería del todo junto ya que he pasado, o mejor dicho localizado, 6 fuentes. De las 14 que tenía marcadas me he perdido 8, de ahí el título pensado. No digo que las fuentes no existan, quizá estén algo desviadas de las que tengo marcadas en el mapa del GPS. Al calibrar los mapas puede pasar que la fuente se lleve unos metros más allá como ya me ha sucedido en alguna ocasión, incluso hoy con la fuente de Corrachán. Pero si la fuente no está señalizada en el camino, el encontrarla se convierte en misión imposible pues no sabes si existe o si está en otro sitio.
Hoy no había empezado la ruta con la mejor disposición. Salgo de casa con el humor algo torcido. Espero que al empezar a dar pedales se me pase. Llego en coche hasta el polideportivo de Cheste, que me ve iniciar una nueva ruta, enseguida cruzo sobre de los dos barrancos que me van a ir acompañando a lo largo de la ruta de hoy en el momento que se unen y justo antes de ir a desembocar en el barranc del Poll o rambla de Chiva. Voy hacia Chiva por el camino de siempre, pasando por el cementerio. Después de pasarlo llego a la carretera y giro a la derecha, unos metros más adelante a la izquierda para cruzar la vía. Primer obstáculo y pie a tierra. Dejo atrás los raíles y empieza a subir el terreno. Por aquí debería de estar la fuente Arquillo, pero lo dicho o no está o no está señalizada. Continuo en ligera subida, al final este será uno de los peores tramos de camino que encontraré, y eso que no está del todo mal. Algo más allá llego a una bifurcación, un cartel con el nombre de Puente del Arco Iris me deja algo intrigado. Sigo a la derecha y enseguida a la izquierda. El camino pasa por entre unas casas algo peculiares, ya el nombre, Madre Tierra no deja indiferente, dos nombres peculiares muy cerca uno del otro, no creo que sea casualidad o competencia de un vecino con otro por rivalizar en el mejor nombre. Ahora, mientras plasmo la crónica de la ruta he buscado información y me encuentro con que es una eco aldea, casas autoconstruidas y ecológicas. Me parece un bonito proyecto aunque desgraciadamente no veo un cambio de tendencia en la sociedad como para hacerlo viable a gran escala, dudo que lo sea incluso a escala personal para mantenerlo de forma permanente. El monstruo de la economía de mercado en que vivimos acaba engulléndolo todo y no es tan fácil salir de este círculo. Sigo bajando hacia el barranco, ya veo hacia donde voy y espero que pueda pasar. Pues vana esperanza la mía. El camino muere en unos guijarros junto al curso del barranco, apenas hay un hilo de agua pero el angosto paso entre la vegetación y la subida por un terraplén hacia el otro lado me obligan a bajar de la bici. Vuelvo a encontrar el camino y llego a la carretera, giro a la derecha ya que de frente una explotación ganadera me cierra el paso. Así llego al lugar indicado como La Cueva Morica. No estaba previsto pero habrá que ver el lugar. Bajo hasta el lecho del barranco por una senda sombría y empinada.
Abajo, unos enormes árboles se alinean a la orilla del curso del barranco. Sus ramas desnudas parecen dedos queriendo arañar el cielo. La cueva tampoco la veo por aquí cerca así que con más fallos que aciertos hasta el momento me pongo otra vez en marcha. Giro a la izquierda para bordear el campo en el que descansan las reses. Llego a la casa y busco la fuente del Pájaro, tampoco está ni se la espera, tal vez solo sea el abrevadero o una balsa repleta de patos que hay a la sombra de la casa. El camino asfaltado continúa hacia la fuente Del Piojo, ídem que la anterior. Vale, pues al final voy a encontrar fuentes si o si. Ya es una cuestión de orgullo. La siguiente es fuente Incóllar. Esta ya la conozco y estar está, así que me apuntaré un tanto. Llego a la indicación de la fuente y giro a la derecha abandonando el asfalto, enseguida llego a la fuente, unos metros más adelante giro a la izquierda para comenzar la bajada hacia el barranco Grande. Este tramo ya lo conocía pero realmente me había olvidado de él. Lo hicimos en sentido contrario en la ruta http://rodaipedal.blogspot.com/2007/12/ruta-pedralba-chiva-cheste.html Subo por el otro lado por un firme en muy mal estado por la acumulación de piedras sueltas, pero aun así se puede subir tirando de potencia y encontrando la trazada buena que no te haga tropezar con algún pedrusco. Ya empiezo a dudar de si encontraré o no las fuentes, al menos fuente Viñas se que también está en su sitio. Las otras dos que hay entre medias, la fuente Del Estrecho y la Del Fraile no hay pistas sobre ellas.
Ya muy metido en la falda de la montaña la ubicación de fuente Viñas se hace visible a lo lejos. Los últimos campos de cultivos antes de la vegetación de monte dejan una pincelada otoñal en la retina. Llego a la fuente y paro un momento a fotografiarla y gozar de esta bonita y tranquila ubicación.
Cargado con las fotos me dejo caer por el camino hacia fuente Rosemblanc. Poco a poco el camino se inclina hacia el barranco Grande otra vez, luego entra en una pendiente muy pronunciada pero en la que no te puedes dejar llevar ya que hay muchas curvas y los tramos son muy cortos, atando en corto los arranques de la bici, llego abajo para encontrar el curso de la rambla y los penachos de las cañas que se nutren de las aguas en las zonas bajas de los barrancos.
Voy rodando por el fondo del barranco metido entre los cañones de las montañas. Con lluvias o incluso días después de fuertes lluvias no será un camino aconsejable ya que imagino los pasos estarán inundados y con fuertes corrientes. Así llego a fuente Rosemblanc y sigo por el camino que cruza numerosas veces el curso del o de los barrancos, ya que aquí se juntan las laderas de varias montañas creando diferentes cursos de agua. Según en que mapas mires estos reciben diferentes nombres por lo que unos los conocerán por un nombre y otros con otro. Remonto por una zona de arboleda hacia la carretera asfaltada que tomaré a la derecha para dirigirme al cruce de caminos que suben hacia el Enebro, la Nevera o Ballesteros. Tomo el primero a la izquierda. Los cultivos son los propios de zonas poco irrigadas.
Las vides esperan la poda mientras sus ramas se estiran sin fin, las hojas pintan de amarillo sobre un suelo rojizo y el sol las quema tornándolas de un ocre mortecino, preludio de su pronta caída antes del invierno. Los algarrobos ya están siendo podados en algunos campos, las ramas caídas se van apilando en pequeños montones que serán el calor de muchos días en los próximos meses. Hace unos años, con las boyante economía sustentada en el ladrillo, este cultivo era poco rentable; ahora, los campos descuidados por la inactividad en los últimos años y el robo de las algarrobas por los amigos de lo ajeno hacen que el futuro de este cultivo esté muy amenazado. Veo como este tradicional cultivo en tierras valencianas va desapareciendo poco a poco. Los olivos son los últimos que esperan turno para recolectar su fruto. Aceitunas verdes y negras se arraciman en las puntas de las ramas descolgando estas por el peso que soportan. Aunque no llegan a tener que ser apuntaladas como los naranjos, también sufren el peso de su fruto que ha ido engordando en los últimos meses. Y con estas imágenes y los pensamientos que evocan me voy metiendo casi sin darme cuenta en pleno monte.
El camino se adentra en zonas más boscosas. Al menos lo fueron antes de los brutales incendios que calcinaron estos bosques. Son curiosos los grupos de pinos que se libraron de la quema y crecen sobre un paisaje de monte bajo. Alguna vieja construcción ve el paso del tiempo con la resignación de ser un fósil olvidado. Las Veredas o Cañadas Reales, casi reducidas a reivindicar legalmente su derecho de paso, son caminos olvidados que dejan tras de sí muchas de las construcciones que encontramos por la montaña.
Sin el transito de los ganados los corrales y refugios se desmoronan por falta de mantenimiento, los caminos desaparecen bajo la invasión de arbustos y árboles que también reivindican su propiedad sobre el terreno. Y al final nos quedamos sin una cosa y sin la otra. Sin caminos y sin plantas, sin ganados trashumantes que regeneraban los pastos y sin tradiciones ancestrales que nos mantienen con una forma de vida natural, sin aditivos, sin conservantes ni colorantes. Y cuando algún político se quiere acordar de estos caminos olvidados es para ponerle una capa de cemento encima y hacer una carretera que acorte el camino entre dos puntos por medio de la montaña, así que es mejor que sigan en el olvido. El paso por el barranco de Ballesteros no es fácil. La pendiente de bajada es muy pronunciada, pero la subida me hará sacar el mejor repertorio de la ruta de hoy. Una subida brutal en la que la rueda trasera pierde tracción constantemente. Ya arriba giro a la derecha y llego a otro cruce. Me paro a mirar el panel interpretativo y al ponerme en marcha me confundo al mirar el track. Tenía que continuar recto y luego volver por ese mismo camino para girar a la derecha y emprender el regreso. Cuando me quiero dar cuenta estoy en pleno camino de regreso sin haber visitado fuente Umbría que es el punto más alejado de la ruta y como aquel que dice el plato fuerte de la jornada. Viendo como el camino se dirije hacia Chiva empiezo a pensar que esto no es muy normal, así que paro a mirar el track con detenimiento. Total he hecho 3 Km. de nada por el morro con una buena bajada que ahora, al volver atrás, se convertirá en subida. Esta parte la he suprimido del track para no liar a nadie que quiera seguirlo. Llego otra vez hasta el cruce y miro al panel como reprochándole mi equivocación; no se digna ni en devolverme la mirada desafiante. Me interno en el camino aéreo sobre el barranco.
Por todas partes los restos de árboles caídos siembran el paisaje de troncos mutilados, tocones pudriéndose al sol, a la intemperie cruel y salvaje, a la agresión sin tregua de animales y plantas en busca de refugio o de comida. Igual que ellos mismos hicieron en su día con otras plantas, con otros animales, ley de vida. La diferencia es que estos árboles encontraron la muerte por causa injustificada. Incendios forestales que rara vez, y menos con los pocos bosques que quedan, tienen un origen natural. Montañas peladas como dirían mis compañeros. Montañas al fin y al cabo. Me llenan los ojos de imágenes tanto como el alma de paz. Respiro tranquilidad en medio de estos paisajes. Ya no tanto por que tengan árboles o no. Tiene más que ver con la soledad. Con estar lejos de las ciudades, del ruido, del atroz y atronador ritmo de vida que llevamos. Montañas. A mi me vale.

Giro con el plegamiento de la montaña. Con la “s” que hace el camino esquivando la curva de nivel que se despeña hacia el barranco. Llego hasta la entrada de una casa bajo una increíble arboleda.
El camino gira a izquierda y sube una portentosa rampa que marcará su buen 15% de desnivel. Por suerte el firme está en buenas condiciones y aunque con algún derrape voy subiendo más o menos bien. Las excelentes cualidades escaladoras de la bici me facilitan mucho el trabajo. Pienso esto para insuflarle ánimos a la bici pero quien más los necesita soy yo. Llego a otro cruce. A la izquierda está cerrado con una cadena y no tengo que continuar subiendo, menos mal, ya que ese tramo está asfaltado y sé lo que eso significa. Me quedaré con las ganas de llegar a la casa que hay arriba y que promete unas vistas inmejorables.
Voy a la derecha pegado al barranco, viendo al otro lado el juego de sombras chinescas que se traen entre árboles el Sol con las nubes. Enseguida veo la fuente.
Ya sé el porqué de su nombre. La montaña de detrás no permite ni un rayito de sol. Sumida en la sombra, el frío invierno se cobijará aquí hasta el próximo verano. Me acomodo en el banquito que la rodea y saco el bocata y la cervecita.
El imposible, de reproducir, ruidillo del chorro de agua sobre la poza, amenizará mi estancia en el lugar mientras algún pájaro parece multiplicarse por el sonido amplificado de su canto en el profundo valle. Me estoy quedando helado una vez parado aquí. Me pongo el chubasquero para mantener un poco el calor pero aun así decido comer rápido y ponerme otra vez en marcha. Antes gozaré de un estar placido y tranquilo que si no fuera por el frío me invitaría a una siestecilla. Continúo el camino que según los mapas no tiene salida. Enseguida un camino baja a la derecha hacia el barranco y lo veo llegar a unas casas al otro lado. Este camino de bajada tampoco existe en los mapas y en cambio sí uno al otro lado. Pero la realidad dice todo lo contrario, y una vez allí no hay forma de encontrar el camino a seguir. Doy varias vueltas, e incluso me adentro en una senda que sube la montaña con la esperanza que algo más adelante esté el enlace con el camino. Nada. Tan desaparecido como las fuentes.
Bajo por unos bancales y me meto entre la maleza, los arbustos me clavan sus pinchos sin piedad recordándome que este no es mi sitio. Los campos recién labrados no me dan pistas de la dirección a seguir. Pero el track se mete por allí. Sigo moviéndome para afinar más mi posición y dar con el “camino”. Por fin bajo otro bancal y veo una senda oculta desde la parte de arriba. Al final veo que desde la casa estaba a escasos metros de la senda, aunque el campo labrado me ocultaba la ruta a seguir. Al otro lado de los 50 metros de senda llego a otra casa, y una especie de paseo arbolado me lleva al camino principal.
Una cadena corta el paso, por lo que veo que este track solo es factible si vas hasta la fuente y vuelves por el mismo camino, o bien si continuas desde la fuente hasta enlazar arriba de la montaña con el camino de la Nevera. Bueno, superado el obstáculo voy bajando hasta alcanzar el fondo del barranco y remonto para ir a parar a la casa donde giraba el camino. Parece una casa particular y no un refugio o algo parecido, esto sería una gozada por lo bonito del enclave. Ahora si que toca la parte de regreso. Por la equivocación de antes ya conozco un tramo de vuelta. El camino, en muy buenas condiciones, me hace rodar rápido por caminos entre cultivos con el marco de las montañas de fondo.
Vuelvo a entrar en una zona de sube y baja por el continuo paso entre los barrancos que bajan de las montañas y parecen zarpazos en la piel de la tierra. Fuente Salinas, desaparecida del mapa, no será visible. Ya dudo de desviarme hacia fuente Corrachán pero si no voy dejaré la ruta demasiado corta, además esté o no la fuente, el camino quiero recorrerlo, a eso he venido. Bajo hacia el barranco por un camino algo descarnado.
Luego el GPS me indica que la fuente está en el fondo del barranco, cruzo un pequeño reguero de agua y subo por el indicado como PR. Ni rastro de la fuente. Menos mal que continué el camino y no me volví atrás porque la fuente está en la siguiente curva. Todas estas fuentes tienen la particularidad de tener el caño a escasos centímetros de la poza donde cae el pequeño hilo de agua, que digo yo que una vez acondicionadas, se podría haber dejado algo más de espacio para poder llenar una botella o beber directamente del hilo de agua que cae, así se hace muy complicado. Remonto el barranco por una pendiente más larga de lo habitual y con un firme muy roto. Llego a una cuadra y un letrero que indica la fuente Alamillo pero no la tengo marcada en la ruta, así que giro a la derecha y cojo enseguida otro camino a la derecha, éste pasa por fuente Moreno, tampoco la localizo. Mientras tanto el camino encuentra un desnivel y empieza a bajar progresivamente. A poco que doy pedales la velocidad se incrementa a marchas forzosas. La bondad del firme me hace volar por este tramo que disfruto de manera inesperada hasta volver a cruzar el barranco por enésima vez. Ya al otro lado iré pasando junto a cuidados campos de algarrobos y olivos; alguna viña romperá la hegemonía de los dos cultivos anteriores.
Rápidamente llego al cruce donde un antiguo refugio de cazadores también se desvanece en el olvido. Luego sigo de frente por un camino asfaltado y en ligera subida. Los muchos dientes de sierra de esta ruta ya imponen la fatiga a la que han sometido a mis piernas, y estas se toman con calma el pequeño desnivel. Luego la bajada pone otra vez velocidad a la parte final de la ruta que me llevará hacia Chiva, no sin antes pasar por fuente Forraje.
Esta si está señalizada en el camino a pesar de no estar visible desde allí y tener que desviarse unos 70 metros. Así que me pregunto qué es lo que habrá pasado con las otras fuentes. Desde aquí al coche sin más incidencias por un camino más que conocido que no presenta dificultad alguna. La segunda parte de esta ruta ya está medio planeada para seguir conociendo más fuentes en las montañas de Chiva. Como no podrá ser de otra manera ya os contaré como transcurre, mientras tanto irán llegando otras rutas que ya están completamente planeadas.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Manises-Ermita Santa Ana (Albal)

A estas horas creía que estaría contando que la ruta no era para tanto. Que la había hecho porque quería conocer la ermita pero que el resto me había dejado frío. Bueno, frío si que me he quedado con la chopada que me he pegado, pero de verdad que la ruta ha sido la sorpresa de la temporada. De todas las otras rutas ya esperaba vistas bonitas, lugares increíbles, dureza en las subidas y bajadas espectaculares, paisajes grandiosos y emociones a raudales.
En cambio en esta esperaba una ruta muy urbanita que pasaba por mil y un polígonos, por pueblos, calles, entre coches y tráfico, urbanizaciones, la ermita y poco más. Pues si, ha sido todo eso, además de un chaparrón que no estaba previsto, o al menos no anunciado en la previsión meteorológica de ayer, pero sobre todo me ha desmontado los prejuicios que tenía de antemano sobre los lugares por los que iba a rodar. Y es que, quizá por esperar poco de la ruta esta se ha revelado y me ha parecido mucho más de lo que esperaba. Ni siquiera el mal tiempo y el barro acumulado me ha tumbado el entusiasmo al terminar.

Salía desde Manises para acortar algo la ruta y de paso si esta era apta ya estaba trazada para todo el grupo. Así que a toque de despertador y con un cielo con alguna nube pero limpio, desayuno y me cargo la Zesty en el grandote. Aparco junto al instituto y me pongo en marcha por el “carril bici” que no está señalizado como tal en la calle Rosas, por donde antes transitaba el tren que ahora, convertido en metro, se hunde bajo tierra. Giro a la derecha hacia el barrio San Jerónimo y busco la pasarela para cruzar la A-3. unos metros de arcén y giro a la derecha paralelo a la carretera Quart-Aldaia que cogeré unos metros más adelante por el carril bici. Todo este tramo ya lo conozco de cuando hicimos la ruta de Calicanto por Aldaia. A la entrada de Aldaia giro a la izquierda y voy por el carril bici del parque de la ronda de Alaquas que es hacia adonde me dirijo.
Este parque es una pequeña joya, una preciosa y tranquila arboleda con zonas diferenciadas para diversas actividades y que constituye un pequeño pulmón para el pueblo. Al final llego a la vía del tren que separa los dos pueblos. Cruzo por la pasarela y giro a izquierdas hasta alcanzar el carril bici junto al instituto. Luego toca callejear por una zona de casas antiguas, de las de antes, de cuando los pueblos eran más pequeños y las economías domesticas más modestas, las de antes de la especulación y la barbarie inmobiliaria que fue uno de los motores principales, aunque no el único, de la tremenda crisis que padecemos. Esas casitas que me recuerdan al barrio de Manises donde nací y pasé mi infancia, aquellos tiempos en los que jugábamos en la calle de sol a sol cuando las vacaciones lo permitían o desde después del colegio hasta que se hacía de noche en época escolar. De cuando el tráfico no era el dueño absoluto de las ciudades y no representaba el peligro inminente que es hoy en día. Cuando las consolas y ordenadores no existían y jugábamos a las chapas o a las tellas ¿alguien se acuerda de estos juegos?, al churro va, a las canicas en las calles sin asfaltar para poder hacer el “gua”. Pienso todo eso mientras veo estas casas cuando de pronto llego a una plaza con una fuente y frente a ella el castillo de Alaquas.
Recorro la plaza buscando el mejor ángulo para hacer una foto y casi me meto en la cola del paro. Esa misma cola que hace unos meses me tenía entre sus ocupantes, esa cola ante la que me siento algo culpable de estar aquí haciendo una foto ante la preocupación y la angustia de los que la engrosan. Rodeo el castillo para gozar de esta obra arquitectónica que data de entre los siglos XV-XVI más información: http://castell.alaquas.org/esp/monumento.php incluso entro en el vestíbulo para obtener una imagen del precioso claustro.
Ante la mirada un tanto crítica del conserje por haber entrado con la bici me voy rápidamente antes de que me pueda llamar la atención.

Sigo en la misma dirección que llevaba callejeando hacia la salida del pueblo para topar con otro carril bici que se ciñe a una carretera. Me ha sorprendido la cantidad de carriles bici que hay por estas poblaciones, por otra parte es lógico ya que están ahogadas por vías de tren y autopistas. Aunque no siempre por ese motivo los gestores municipales acometen estos carriles como vías de escape, en este caso sí lo han hecho y con bastante buen criterio. Llego a una rotonda y giro a la izquierda por un camino pegado a la faraónica obra del Ave. Otro impedimento que no tenía en los mapas y que hay que superar. Y mientras decido por donde cruzo la vía comienza la lluvia. Con una intensidad moderada pero constante me hará buscar refugio en el polideportivo de Picanya. Antes habré tenido que cruzar por un paso inferior junto a la masía del Pollastre. Lo curioso de este paso es que al otro lado hay una acequia y tienes que bajar de la bici para salvar los escasos 4 metros que faltan hasta el camino, ¿a nadie se la ha ocurrido eliminar este pequeño obstáculo? Está visto que no. La masía es una ruina o casi, el cartel que luce su nombre, en cambio, es una llamada a aquellos tiempos a los que hacía referencia. Llego a cubierto bajo la terraza del polideportivo y me decido a esperar a que escampe.
La espera me tendrá retenido casi 2 horas en las que almorzaré para ganar ese tiempo que si no me hubiera faltado a la postre. La pinada que rodea el bar es una maravilla que parece no inmutarse ante el aguacero. Ya que otras veces he tenido que criticar la actitud de ciertos personajes hoy quería agradecer la amabilidad y el comportamiento de Amparo, la encargada del bar que me ha servido un café calentito cuando estaba helado y empapado como un pollo y me ha tenido que aguantar allí todo el rato que ha durado la lluvia. Al final y viendo que no paraba del todo me he puesto el chubasquero y “he salido a la lluvia” como Manolo García, para llegar, entre campos de naranjos, a Picanya. Otro carril bici que lleva del polideportivo al pueblo y cruza la autopista CV 36. Luego cruzo el barranco de Torrente o barranc del Poll y llego hasta la vía del metro.
Paralelo a ella me muevo por un parque, otra preciosa arboleda que pinta de color el otoño bajo los árboles y que junto a la resbaladiza pintura verde, por efecto de la lluvia, del carril bici –otro más- observo los letreros que ponen nombre a los árboles. Por suerte a partir de aquí iré de espaldas a la lluvia y el rodar será algo más cómodo. Cruzo el paso a nivel y unos metros más allá el enésimo carril bici me saca del pueblo. Giro a la izquierda para dirigirme a una zona semi industrial con algunos almacenes pero sobre todo a un laberinto entre naranjos. Caminos asfaltados que se bifurcan como arterias entre campos de verdes hojas pintadas con el llamativo color de la fruta. Las villas y masías no tardan en llegar. Preciosas casas antiguas casi todas ellas restauradas y rezumando tranquilidad en medio de este mar de frutales.
Casas que, vistas desde otro carril bici, dan envidia de no poder ser el afortunado inquilino, pero que vistas desde dentro tendrán el portentoso trabajo que requiere la vida en el campo. Hoy me quedo con la parte externa y hago unas fotos que me muestren esa tranquilidad que más de una vez echaré de menos allá en la ajetreada vida del “no biker”. El caminito se cierra y se estira bajo los alargados cipreses que lo aprisionan y me llevan hacia la autopista.
Junto a ella me dirijo hacia la torre de comunicaciones de Catarroja que se eleva como un faro y que se puede ver desde una distanacia grandiosa. Junto a su alargada figura cruzo la autopista por un puente desde el que veo ya la pinada donde está la ermita.
Algunos coches, o mejor dicho ninguno de los que me encuentro en este tramo tendrán la consideración de aminorar la velocidad para no salpicarme con los charcos del camino, incluso alguno me pitará para que me aparte o vaya más rápido, no sea que los 5 segundos de retraso que le pueda ocasionar sean fundamentales en su vida. Igual si. Bueno, por fin llego a la ermita. Al premio de la jordana, al plato fuerte de esta ruta.
Como por ensalmo la fina lluvia que me acompañaba para. El lugar está cuidado al máximo. El suelo está barrido de las afiladas hojas que sueltan los pinos y solo se ve el blanco de la arenilla del suelo. Una fuente, bancos y la fachada del edificio entre los árboles invitan a pasear por el recinto y disfrutar de las panorámicas que se ofrecen para capturar la mejor foto.
El ambiente lluvioso a dejado una atmosfera cargada y pesada que parece ralentizar los movimientos y apaciguar los sonidos. Veo que el lugar no tiene pérdida posible pues justo al lado se eleva otra portentosa torre como un embudo o como una flecha que indica hacia abajo “aquí aquí está la ermita” y que es visible desde muy lejos. La iglesia está cerrada, pero una rápida visita al pequeño altar de piedra que hay detrás de la ermita pondrá punto final a este agradable estar que me tendría que haber soportado durante el almuerzo pero que la lluvia a aplazado para otra ocasión.

Me pongo en marcha buscando los caminos secundarios. Por fortuna aún han aguantado el envite del cemento muchos campos que alternan una gran variedad de cultivos. El olor de algunas plantaciones recién cosechadas impregnan el ambiente.
A lo lejos veo el otro punto caliente de la ruta. El monte Vedat se eleva tímido entre la masa de chalets que han ido creciendo no solo a sus pies sino en pleno corazón de la montaña. Antes de llegar allí llegaré al canal del transvase Júcar-Turia. Esta es otra ruta que tengo pendiente, salir desde el inicio del canal allá en el pantano de Tous y llegar hasta Manises pegado al canal. La idea es llegar en metro a Massalaves, llegar hasta el canal y bajar siguiendo sus aguas. Hoy llego hasta él por caminos asfaltados pero menos transitados de lo que imaginaba, lo que representa una agradable sorpresa que no me esperaba.
Lo sigo hasta verlo desaparecer bajo la montaña, la cruzará por debajo en oblicuo para salir a la cara noroeste del monte. Yo mientras tanto callejeo por asfalto vertido sobre la piel natural de la montaña, una montaña que se resiste a desaparecer y que incluso le han permitido mantener parte de su antiguo aspecto, en otras zonas la montaña llena de exhuberancia las parcelas de quienes viven en medio de un vergel.
La urbanización de esta montaña junto con Perenxiza, La Vallesa de Mandor y El Saler, son, a bote pronto y que se me ocurran ahora, de las actuaciones más sórdidas, aberrantes y desalmadas que se han acometido por los alrededores de Valencia. Pero lejos de aprender de estos errores se siguen buscando sitios “vírgenes” para construir más chalets, más carreteras, más asfalto y menos naturaleza. Parece ser que con Porxinos y nuestra querida Rodana quieren hacer más de lo mismo y que hasta ahora solo se lo ha impedido la crisis, mira tú si la crisis aún va a traer "algo" de bueno. Aunque claro ¿quien se puede resistir a vivir en un sitio así?
Voy subiendo hacia la cumbre ocupada por la ruina de lo que un día fue uno de los hoteles emblemáticos de Valencia. El Lido se desintegra bajo el pillaje y la barbarie. Ya no se trata de robar lo que se necesita para uso propio o para venderlo y sacar un dinerillo, se trata de destrozar para que nadie lo pueda utilizar, de crear fealdad ruina y escombro por un “placer” tan oculto que cuesta encontrar un calificativo.
Buscaba el vértice geodésico de monte Vedat que está por aquí, pero ante tanto derribo me da mal rollo ponerme a buscarlo. Igual hasta se lo han llevado. Salgo de allí raudo a la vista de dos “caza oportunidades” no sea que me tomen por un objeto valioso.
Paseo por las calles admirando algunas casas o restos de ellas, que bien podrían haber sido palacetes de familias bien. La bajada la hago tranquilo por una carretera mojada y peligrosa que muestra entre los árboles los paisajes lejanos de La Calderona o Perenxiza.
Entre medio las poblaciones se extienden sin fin. Ya abajo me reencuentro con las aguas que deje entrando en la oscuridad de la montaña. Amanecen a la luz mortecina del día nublado y lluvioso que dejaron minutos antes. Sigo el canal hacia el norte y este me dará a elegir entre la estrechez de una cornisa sobre sus aguas o un badén con rampas más que considerables.
Poco después llego al polígono industrial de Masía del Juez, cruzo la carretera junto a la fábrica de salchichas y sigo el canal. A partir de aquí entro en la zona más fea de la ruta.
Una barraca desubicada agoniza entre rastrojos bajo la atenta mirada de la montaña que aún aguanta los envites tecnológicos y el peso del cemento. Los caminos encharcados no ayudan a mejorar la situación y la fealdad del tramo. El barranc del Poll con sus aguas sucias y malolientes en esta zona invita a pedalear deprisa para llegar así pronto a la planta de tratamiento de residuos sólidos urbanos, o sea, un basurero.
Como si de la película “los pájaros” se tratara, las aves, en este caso gaviotas principalmente, sobrevuelan en círculos en busca del manjar que nosotros desechamos. En esta sociedad tan solidaria, en otras partes del mundo el trabajo de las gaviotas lo hacen personas, niños que rebuscan entre la basura, la putrefacción y el olor inmundo para obtener algo que comer o algo con que vestirse o parchear el sitio donde mal viven. Aquí les damos de comer a los pájaros para ponerlos a la altura de las personas. Pero a pocos nos importa todo esto, seguimos escribiendo la crónica de la ruta, o leyendola, o haciendo fotos y paseando en bicicleta o con un Porche ajenos a la miseria y la inmundicia. Este era el momento protesta que de nada o poco servirá, o que quizá haga conciencia.

No hay otro sitio por donde pasar a no ser que des un rodeo increíble. Me sorprende que el olor no es tan fuerte como yo esperaba. Huele mal desde luego, pero no mucho peor que la fosa séptica del barranc del Poll que tan bien conocemos de la ruta de Perenxiza, así que el puñetazo en la pituitaria es mejor pasarlo con los ojos cerrados que son los que más sufren en este tramo. Después llego al P.I. y cruzo la A-3 para dirigirme entre los naranjos y con vistas a la Muntanyeta hacia el P.I. de Manises. Ya solo me queda pasar a lavar la bici antes de meterla en el coche y dar por concluida una ruta que espera decir que no haría más y que ahora la pondré en rutas pendientes del grupo.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

Pla Lluc-Molino Ceja

Es difícil ante la página en blanco explicar lo que son las rutas en bicicleta por la montaña. La de hoy no es una excepción. Además, el haber rodado por un par de sendas con continuo subir y bajar de la bici me deja una sensación amarga aunque la ruta haya sido una pasada.

Ayer por la tarde miraba La Calderona desde la cocina de casa. La tarde estaba esplendida, con una luz y una claridad excepcionales. Solo deseaba que hoy el día estuviera igual. De hecho ha estado mejor. Suena el despertador y me levanto con más oscuridad de la prevista. Cuando llego a la cocina y veo el reloj caigo en la cuenta que el despertador aún no está cambiado de hora, son las 06.50 y ya estoy en pie, valee. Desayuno y me pongo en marcha hacia el Pla de Lluc, tal y como la semana pasada y presumiblemente como el próximo sábado. Tras los estiramientos en el solitario parking me pongo en marcha para realizar una subida nueva: no es que el camino sea nuevo, pero siempre lo hemos hecho de bajada. De hecho hace pocas semanas que nos marcamos por aquí mismo una bajada de vértigo.

Remonto por la carretera de Porta Coeli. El silencio es casi absoluto. Solo se oye el canto de los pájaros, quizá avisándose de la extraña presencia que sube hacia la montaña, y el gruñido sordo, casi gutural de las ruedas arañando sobre el asfalto. Paso junto al monasterio, después de la puerta el muro queda a mi derecha y me acompañará un rato. Paso el arco del acueducto y el asfalto desaparece bajo las ruedas. Ahora el sonido es como el crepitar de una hoguera mientras las ruedas se agarran al camino. Remonto junto al barranco por un sombreado valle y una fresca umbría bajo los árboles.
Enseguida La Pobleta queda a mi derecha al otro lado del barranco. Las rampas del camino empiezan a dejarse sentir y con todo puesto voy buscando la trazada correcta entre tanta piedra. El rodeno meteorizado cubre el camino incluso allí donde las roderas ya lo complican por si solas. La quietud y la soledad son totales. El Sol va ganando altura y ayuda a que la sudada empiece a ser importante. Hoy también he salido de largo, como ya dije prefiero un punto de calor que de frío. Pero esto es demasiado y con lo que queda de subida voy a quemar el termostato, así que paro a quitarme la chaqueta y continuo subiendo a buen ritmo. Me encuentro bien, con fuerzas, con ganas. Subo con menos esfuerzo del que preveía y con las pulsaciones controladas. Los paisajes no dejan de sorprenderme a pesar de conocerlos con detalle: la luz de primera hora de la mañana juega con las sombras que proyectan las propias montañas y los contrastes que crean me seducen.
El camino serpentea de un valle a otro y se pega a los barrancos remontando curvas de nivel al mismo ritmo que la pantalla del “Treki”. Veo al otro lado del valle la subida del camino del Campillo, un poco más adelante se juntarán estos dos caminos para acabar de remontar hasta el Collado de La Morería. Antes me encontraré con una recta larga que deja ver la crueldad de la subida.
No puedo subir más piñones porque no me quedan, ni bajar más platos, la suspensión bloqueada aunque tampoco me influye tanto en la pedalada, pero por si acaso; me vuelco un poco sobre el manillar pero la bicicleta la verdad es que no se ha encabritado ni una sola vez, así que puedo pedalear tranquilo en la posición más cómoda.

Una vez se juntan los caminos hay como un mirador hacia el mar y una curva de 180º que lleva hacia el Collado. Antes tomaré, hoy que voy bien de tiempo, el camino de la derecha sin salida a ver a donde lleva. Es un tramo corto de unos 300 metros que me da la sorpresa del día. El paraje al que llega es un delicioso mirador recogido entre una pinada y al refugio del viento.
El estar se hace tan agradable que de no ser por lo que me queda aún por subir almorzaría aquí mismo. Las vistas son increíbles. Lógicamente desde la torre vigía o desde las antenas junto al ventisquero son mejores por la altura, pero el recogimiento de este lugar justo encima de La Pobleta y La Cartuja no tiene desperdicio.
Regreso al camino y sigo subiendo. Me uno al otro camino de subida, el que subí la semana pasada y juntos afrontamos el tramo que pasa por las casas de Falaguera hacia la font del Poll. Descarto el camino a derechas que volveré a subir el sábado y por delante de la fuente sigo subiendo con Peñas Altas al frente. Justo antes de llegar la vista norte de La Calderona se abre para dejarme ver “el mar del norte”, es nuestro mismo mediterráneo pero en la parte norte, ya en aguas de Castellón donde, perdidas en medio de las aguas, trepan desde el fondo marino las Islas Columbretes.
Tan solo son una mancha más oscura en medio del mar que alcanza una altura respecto a este. Esta vista solo es posible un centenar de metros ya que arriba del collado la montaña norte volverá a tapar las vistas. Antes me giro para ver el desnivel que estoy acumulando en mi musculatura. La cima de este tramo de camino está junto a la subida a izquierdas hacia Peñas Altas, luego el camino pierde altura hacia Tristán por un firme roto y bacheado de solemnidad.
Surge a mi izquierda, alimentado por las escorrentías de la montaña el barranco de La Vigueta ensombrecido por Peñas Altas. Otro camino roto, tanto es así que desde la ruta de la olivera Morruda no hemos vuelto a pasar por él. Llego al cruce de caminos y sigo de frente mi marcha, en el siguiente cruce, que es el sube de La Vigueta por mi izquierda lo descarto también y continúo de frente.
Ya veo la arboleda, la fuente, la zona recreativa y la casa del Mas de Tristán. Por desgracia algún cerdo impresentable ha dejado la zona de las mesas toda llena de basura desperdigada por todos lados a pesar de que los contenedores no están a más de 15 metros. Esto me reafirma más aún en llegar hasta la otra zona recreativa al poco de pasar el Mas. Comienza el descenso pero enseguida surge un caminito cubierto por la pinocha a la derecha. Cubierta por los pinos hay una mesa y unos asientos y unos metros más arriba, al descubierto, un gran bloque de hormigón a modo de banco donde sentarse de cara al Pico del Águila y la sierra de Espadan.
Por detrás de esta asoma la cumbre del Penyagolosa. Almuerzo paseando de un lado a otro y observando estas panorámicas poco vistas. Absorbiendo detalles que ahora intento plasmar en estas líneas. Se oye el ulular del viento peinando las hojas de los pinos, filtrando su etérea presencia entre la delicada hojarasca, arrancando miles y miles de puntiagudas y finas hojas que cubren el suelo y crujen a mi paso. Oigo ese sonido monótono y cambiante con las rachas de viento. Ese sonido cautivador y evocador de mil y una pesadillas. Ese sonido relajante que invita en su suavidad a tumbarse bajo los pinos y dejarse mecer hasta un profundo y reparador sueño. Ese sonido que en soledad y sin la luz tranquilizadora del día pondría los pelos como escarpias, como las hojas de esos pinos a los que ahora tan ricamente acaricia.
Me pongo en marcha otra vez dejándome caer por el camino de Gátova pero sabiendo que enseguida tendré que girar a la izquierda y remontar una pequeña loma. El camino se ve sin problemas, consulto a “Treki” y empiezo a remontar, luego en bajada por un camino completamente nuevo para mí.
Me dejará a los pies del Gorgo, techo de La Calderona oriental, pues el verdadero techo de esta sierra es el monte Mayor cerca de La Cueva Santa. Algunos destellos de que esta sierra estuvo habitada o al menos con una fuerte presencia humana en otros tiempos son las antiguas construcciones en piedra que en estado ruinoso se asoman aquí y allá a lo largo de estos caminos. Un poco más adelante el susto del día. En una bajada se me cruza un perrillo que sale de detrás de un coche. Intento frenar para no atropellarlo e irme al suelo, pero con la inercia que llevaba de la bajada salgo despedido por delante de la bicicleta, por suerte ya sin velocidad y casi parada, en un primer momento es más el susto de la caída que otra cosa. Un poco de dolor en el gemelo que el susto y el lanzar la mente a volar en direcciones negativas agrandan más de lo que realmente es. Después de tranquilizarme un poco veo que no es para tanto pero el golpe fuerte se lo ha llevado de lleno el GPS que al voltearse la bici le ha caído encima. El pobre hombre está más asustado que yo, al perro… gtrasxpwzeir por lo menos pero hoy no… mañana. Le tomo los datos al hombre por si acaso hay algún desperfecto que ahora no veo y sigo mi camino. El Gorgo queda a mi izquierda y el camino sigue subiendo. Llego a la parte alta de este camino justo en el desvío a la izquierda que sube a esta cumbre. Se que no es ciclable pero me interno por él a ver hasta donde puedo subir.
El camino se convierte en senda a los dos metros. Esta está bastante rota desde el inicio y pronto se ve en peores condiciones, así que decido que no voy a seguir sufriendo por esta senda impracticable y deshago el camino andado. Comienzo ahora una bajada tan pronunciada como peligrosa. Tanto que en un tramo me bajo de la bici para no volver a salir volando. A este tramo se unirán otros un uno por ciento en mejor estado, esos si que los bajaré poniendo toda mi confianza en el equipamiento de la bici y en mi fortalecida confianza en mi técnica/destreza adquirida en los últimos tiempos.
Voy dejando el pico a mi espalda mientras sigo bajando hacia el barranco del Cardaire. Allí volveré a remontar hasta el camino de Gátova otra vez y ahora en descenso hasta el Molino de La Ceja. Unas fotos después me pongo en marcha por el camino junto enfrente del molino, recién asfaltado.
La bajada tiene un desnivel importante, por fortuna las peores pendientes las estoy encontrando hoy de bajada, es más fácil pero también más peligroso. Vuelve el terreno rojo y casi con él se acaba el camino. Encuentro una subida rota que me obliga a tirar pie a tierra, luego lo que ya es una senda me permite rodar un poco sobre la máquina aunque sea a costa de arañarme brazos y piernas con la vegetación que encauza la senda. Más subidas. Tan estrechas y con tanta vegetación que si no subes recto como el palo de una escoba estás listo.
Otra vez abajo y a empujar la bici, hacia arriba. Y así sus buenos 800 metros, los últimos de bajada hacia el inicio del camino por el otro lado y que ya empalma con el camino de bajada hacia la carretera de Gátova a Olocau. Al llegar al camino giro a la izquierda en subida. Remonto hasta el prado donde sale la senda que baja hasta Marines Viejo y que acoge una bonita representación de enormes y tupidas carrascas.
Ahora en suave descenso dejaré atrás el poblado morisco de Olla, bajaré al arroyo del barranco de Olla y volveré a remontar por un camino en zigzag hasta lo alto de este cerro. Aquí está la divisoria municipal y comenzaré a bajar por el lado de Olocau. Todo este tramo lo tengo reciente en la memoria auque en sentido inverso. Esta zona es de continuos cambios y rompe piernas por lo que los grif shif se tendrán que ganar el sueldo. Continuos cambios para adecuar la pedalada y velocidad a las exigencias del terreno. Luego veré los letreros que indican en el sentido del que vengo la fuente del Sentig y Tristán, en ese cruce tomaré a la izquierda en subida. Enseguida se me pone detrás un coche del servicio forestal de La Generalitat. Sabiendo que suben más rápido que nosotros también podían mantenerse a una distancia ya que la primera reacción del ciclista al oír un coche es, por si acaso, apartarse. En estas subidas si te paras estás muerto para volver a arrancar, y si no estás muerto de todo el polvo que vas a tragar. Amén de que luego te adelantan y a los pocos metros se paran o bien reducen en una bajada que nosotros hacemos mucho más rápido. Un poco de sensibilidad si les falta. Como personas privadas entiendo la prisa aunque no la comparta, pero como trabajadores de un parque natural que deberían estar ahí para ayudar a las personas que disfrutan del parque no. Al final consigue adelantarme en un desdoblamiento del camino y efectivamente unos 200 metros más adelante se para al final del camino. Para eso tanta prisa. Allí mismo arranca otra senda no ciclable. A ver: igual que la otra habrá quien tenga … arrestos para hacer todo el camino sin bajar de la bici, fuerza, técnica, habilidad, suerte y hasta un punto de locura para arriesgar más de la cuenta. Esta senda va toda de bajada pero hay tramos con tal pendiente y con tantas piedras que una caída es lo más seguro. Así que otra vez a bajar de la burra. Hay que decir que en ninguna de esta sendas está prohibido circular en bici, pero con el estado del firme, las frenadas que realizan la mayoría de bikers, con derrapadas y saltos no hacen mas que degradar el terreno y empeorar la poca ciclabilidad que hay.

Que una cosa es circular, usar un determinado paso para ir de un sitio a otro y otra cosa muy distinta es usar estos pasos para senderistas como pistas de pruebas a ver quien hace más el loco. De ahí que en muchas sendas nos hayan prohibido el paso. Y luego nos quejamos cuando coches, motos o quads destrozan los caminos que nosotros ciclamos. Por otra parte estas dos sendas son la única alternativa para poder moverse entre Pedralvilla-Olocau-Gátova sin tocar carretera, o bien hacer la kilometrada de ir por Tristán o por el cerro del Lobo. Mi opinión: en este caso, veo totalmente justificado el tránsito de bicis por estos terrenos, pero ojo, tránsito. La lastima es que no esté en mejor estado para no tener que bajar tanto de la bici, es más, con pendientes más tendidas no sería necesario blocar rueda y arrastrar tanto el terreno. Esta senda tiene unos 1100 metros de bajada aunque en su mayoría son ciclables con un poco de riesgo, pero cada cual tiene que saber sus límites y lo que está dispuesto a arriesgar. A veces cuando vamos con otros compañeros casi todos arriesgamos más de lo que nos sentimos capaces de superar, al final el más valiente siempre es aquel que está dispuesto a reconocer sus limitaciones. Llego al camino de Olocau. Pronto quedará entre el barranco de Pedralvilla y las montañas serpenteando entre chalets dispersos aquí y allá. Por fortuna no todo lo que está listo para urbanizar está construido. Las acometidas de agua se ven por todas partes a ambos lados del camino. El día que le metan el diente a esta zona se van a cargar media montaña con cemento y la otra mitad con la presión demográfica que tendrá que soportar un lugar tan frágil como la montaña, tan adaptable como lenta en hacerlo, justo lo contrario que el “deshumanizado” ser humano.
El terreno se va asemejando a aquella parte que baja de Rabassadors hacia el Pla de Lluc. Las montañas vuelven a mostrarme su lado Sur y vuelvo a ver “caras” conocidas. Poco después dejo atrás los últimos chalets para adentrarme de nuevo en la espesa pinada e ir acercándome al camino que me llevará al lugar de inicio de la ruta de hoy. El grandote vuelve a está donde lo dejé y me espera para llevarnos a casa a recoger el premio de hoy, una buena cerveza. Hoy la zesty también ha tenido premio y el lavado de máquina a presión le ha sentado de maravilla. Ya está preguntándose dónde la llevaré el próximo miércoles.