jueves, 5 de mayo de 2016

Ribesalbes (Embalse Sitjar-Ribesalbes-Fanzara-Vallat-Argelita-Cabeço Blanc)


Esta semana de vacaciones prometía, así que aquí estaba la segunda ruta antes de que las lluvias arruinasen lo que queda de semana y por tanto la tercera ruta prevista, pero de momento vamos a la que nos ocupa.
Salimos de casa hacia el embalse de Sitjar, junto a Ribesalbes, lugar donde montaremos el campamento y Teba me esperará enfrascada en sus estudios y algún paseo junto al embalse mientras yo pedaleo las montañas. Llegando desde Onda bordeamos la parte sureste del embalse hasta llegar al área de recreo, cosa que me sirve para descartar, como tenía previsto en un principio, darle la vuelta al pantano ya que incluso en algunos tramos este se pierde de vista tras la densa pinada que cubre casi todo el perímetro del mismo.
Poco antes de las 10 de la mañana me pongo a pedalear siguiendo la carretera que acabo de dejar en dirección al pueblo de Ribesalbes. Antes del pueblo una bonita subida que me deja bonitas vistas del embalse, vistas que volveré a disfrutar al final de la ruta descendiendo este camino hacia el campamento. Arriba de la cuesta una urbanizada zona industrial le come terreno al monte aunque la crisis le ha parado los pies de momento, pero el melón ya está abierto y el diploma de pelotazo inmobiliario lo tendrá alguien enmarcado y colgado de la pared. Cruzo el pueblo sin detenerme en este primer paso, ya lo haré después. Cruzo el puente sobre el río Mijares y continúo por la carretera hasta encontrar, a la derecha, las indicaciones del camí de Fanzara, este me vuelve a hacer cruzar el río y llegar a una pequeña central eléctrica. Sigo la señal que hay de frente y el camino se estrecha y empina. El asfalto pasa a ser un camino de cemento y alguna rampa más exigente se asoma frente a mí. Concluida la subida junto a una explanada de tierra, es momento de quitarse la camiseta de manga larga y darse un respiro ante la sofoquina que estoy cogiendo. Una nueva vuelta de tuerca lleva al camino a convertirse en senda. 
Al poco esta empieza a presentar escalones de piedra y pasos estrechos que obligan a bajarse de la bici y continuar a pie. Será poco más de 1Km. pero es la forma de ahorrase los 15Km. por carretera llegando casi hasta Onda y volviendo luego hasta la carretera a la que voy a llegar por aquí. En cambio este tramo andando me permite vistas sobre el río Mijares encañonado entre las laderas de las montañas y formando meandros hasta embalsarse en Ribesalbes. También me dejará la postal del día. 
Tras esta inesperada y alegre visita sigo “bikendando” más contento que unas castañuelas. Al final de la senda aparece el canal de la cota 220, remonto esta corriente de agua y luego tomo el camino a la derecha siguiendo el camino principal. 
Tramo junto a campos de cultivo y con el pueblo de Fanzara asomando entre la vegetación. La senda de Ribesalbes surge a mi derecha y se adentra en la montaña, no la seguiré y en su lugar me adentraré en el pueblo. 
Me da la bienvenida el lavadero. Bonito, cuidado, coqueto y decorado. A lo largo del pueblo encuentro pinturas y grafitis decorando las fachadas de las casas. Al fin veo en qué consiste esto del MIAU: http://miau32.wix.com/miaufanzara-2016
Cruzo el pueblo con calma y disfrutando de algunas de las obras que voy encontrando. Ya saliendo encuentro, situada en lo alto de un cerro, la ermita del santo sepulcro, no queda lejos pero voy más justo de tiempo de lo que pensaba y aún tengo que parar a almorzar, así que dejo la visita, le hago una foto desde el camino y sigo adelante. Enlazo con la carretera CV-194, culminando así el tramo que me he ahorrado de carretera, esta apenas tiene tráfico. Tramo sin dificultad y sin más mérito que poder ganarle algunos segundos al tiempo que ya corre en mi contra. Paso junto al pequeño embalse de Vallat, que aprovecha las aguas del Mijares para la producción de energía hidroeléctrica. 
Este río Mijares no es el mismo Mijares de Buñol: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2013/05/las-moratillas-fresnal-rio-mijares.html  aquel nace en la sierra de Malacara y es un pequeño río afluente del río Magro, a su vez afluente del Júcar.
Sigo hasta llegar a Vallat. Justo a la entrada el lavadero a mano izquierda, qué digo, el doble lavadero. A la derecha de la carretera la fuente…. Por cual me decanto como lugar para almorzar? Pues eso, al lavadero que voy. El rumor del agua corriendo, la sombra fresquita, la cerveza no tanto y el bocata de jamón con tomate y aceite son una combinación que deja pocas ganas para seguir pedaleando, lo que apetece es calzarse el bocata y dormir una siesta junto al chapoteo hipnótico y el ruido del agua corriendo. Pero no, hay que seguir adelante con ganas y con la fuerza extra que brinda el bocata. Terminado el rato de relax cruzo la carretera y tomo el camino justo enfrente en fuerte desnivel. Es una subida corta pero intensa. Ya arriba afloja y sigue junto a un campo de naranjos. Más allá de ellos el camino se abre al valle del río Villahermosa afluente del Mijares poco antes de llegar a Vallat. 
Desde aquí no se aprecia el lugar donde se unen ambos ríos pero se intuye allá abajo poco después del puente y con el pueblo de Espadilla como testigo de excepción para firmar el encuentro de las dos corrientes que traen sus aguas desde las sierras del Penyagolosa y Valdelinares. El camino entra en terreno más agreste, de momento sigue el asfalto pero poco después de llegar a lo que parece una cuadra se torna camino de tierra, aunque sin ninguna dificultad. Recorro este tramo metido en el valle del río hasta iniciar la bajada hacia Argelita. Allí cruzo el río por un pequeño puente a ras de la corriente. 
Desde aquí tengo una magnífica panorámica del pueblo que me brinda todos sus monumentos de una sola vez, casi me puedo ahorrar la visita. Justo al cruzar el río, junto al frontón y bajo unos enormes árboles, encuentro un antiguo lavadero que se está dejando perder sin ningún tipo de mantenimiento. Está tan cerca del río que es muy posible que ante crecidas quede anegado y lleno de tierra y piedras una y otra vez. 
La subida al pueblo me lleva al encuentro del lavadero “oficial”, este sí que está cuidado, rehabilitado y limpio. Justo debajo de la torre cuadrada. Otra pequeña rampa y llego a la plaza. Las dos torres almenadas y el campanario rivalizan en altura y grandiosidad. Es un conjunto perfectamente equilibrado, una clase de geometría viva y otra de historia en el mismo sitio. Las dos torres son los únicos restos que quedan del palacio de Zeyt Abu Zeyt, son de origen islámico y datan del siglo XIII. Viendo cómo han llegado hasta nuestros días cuesta creer que la ciudad de las ciencias de Valencia se esté desmoronando. 
Paseo un poco por esta plaza para observarla y vivirla desde todos los rincones y llevarme así algunas imágenes en la memoria, la digital también. Luego cruzo el pueblo buscando una nueva panorámica de las torres que no lograré. 
Llego a la carretera y giro a la derecha volviendo a pasar junto al conjunto histórico. Salgo del pueblo y empiezo a fijarme en la montaña a mi derecha, al otro lado del río y voy siguiendo con la vista el camino que sube y que pronto estaré subiendo. A no tardar llego al puente, lo cruzo y la carretera comienza a empinarse. Esta misma carretera que venía siguiendo desde Fanzara, se bifurca antes del puente, ahora  al cruzar aún tiene menos tráfico conforme se adentra en las montañas hacia Lucena del Cid. Me esperan por delante 8Km. de continua subida al 6.5% de media. 
Una subida casi constante sin más desniveles ni descansillos que los que invente yo para ir haciendo fotos y disfrutar del paisaje, que en definitiva a eso he venido. Pongo una marcha de “seda” y subo sin esfuerzo, más pendiente de encontrar una buena panorámica sobre el pueblo que de la dificultad que supone la subida. Subo además amparado del sol por las nubes que van creciendo conforme avanza el día, tanto que casi a punto de coronar alguna gotita me dejará pensando que llegaré al coche mojado. A mitad de la subida un giro de 180 grados me hace adentrarme en la montaña cambiando por completo el paisaje. Este es más agreste, más salvaje. 
Las pinadas dejan paso a una vegetación rala, de arbustos y pocos árboles y un paisaje más cerrado. 
Aunque ya casi a punto de coronar la silueta del Penyagolosa irrumpe por sorpresa en todo el horizonte visual. Será solo un momento, luego las laderas próximas vuelven a cobrar protagonismo. Enseguida un camino de tierra a la derecha en giro de 180 grados. Dejo la carretera y tomo el camino que me lleva hacia Ribesalbes. Antes una desvío a la izquierda y subo a coronar esta montaña. Llego hasta el puesto de vigilancia forestal del Cabeço Blanc. Allí, a 785 metros de altitud encuentro el V.G. y unas magníficas vistas sobre el embalse de Sitjar al sur y el Penyagolosa al norte. 
Foto conmemorativa para “compartir” con los compañeros, jeje, y a seguir. Solo queda bajar, pero antes me tomo una pausa y respiro en este lugar en conexión con la naturaleza más primaria: inspiro… exhalo, una, dos, tres veces, Ahhhhh!!!
Ahora ya puedo seguir. Primer tramo de bajada hasta enlazar con el camino, rápido… después, una vez en el camino principal, ya a la izquierda, más rápido aún. La bajada es una gozada. Tramos muy rápidos por un camino ancho y sin dificultades, con algún que otro tobogán y curvas amplias que permiten dejarse llevar. Hay poco margen para decirle a la bici que no se deje llevar, así que la sigo y ella va trazando casi más que yo el camino. Aquí ya empiezo a escribir mentalmente la ruta, ¿cómo describo esta bajada de la que tanto estoy disfrutando? ¿y la subida de antes? ¿y aquel tramo…? Y entonces viene a mi cabeza otra canción del último disco de Love of Lesbiasn que tanto estoy escuchando estos días, vaya gozada de disco, de tema y de colaboración con Don Joan Manuel Serrat, pero antes de que llegue “JoanMa” canta el bueno de Santi:

Por eso, estoy por aquí otra vez 
Rebuscando en mi almacén esa palabra cónsul de mi timidez 
Ojalá encuentre la forma, más me vale, tengo un tema que acabar 

Si no aparece nunca o entiendo que no di con la palabra justa 
Y cuando al fin la encuentro 
Llega aquel mar de dudas 

Si cuando me decido tú me detienes 
Siempre 
Me aprietas justo aquí 
Dices no, mi leal traidora inspiración…


Los pelos como escarpias y la cantinela saliendo a todo pulmón de mi boca aunque cante, como me dice Teba, mal, muy mal, aquí no hay nadie que me pueda oír o en su caso me voy a alejar muy rápido mientras la bici dibuja el camino a más de 50 por hora. Son casi 12 Km. de bajada, pero la salsa de verdad está en los primeros 4 Km. Luego un descansillo y vuelve a descender el camino, que ya hacia el final pasa por zonas algo urbanizadas que restan emoción y paisaje y hace presagiar que se puede cruzar algún coche, perro o alguien que salga de un chalet. En fin, que la emoción decae. Pero ya ha estado bien. 
Salgo a la carretera y enseguida un camino a la derecha para llegar a la ermita del Calvario. Preciosa ermita en lo alto del pueblo y desde la que bajaré por el calvario hasta encontrar el lavadero de Ribesalbes. 
Callejeo pasando por la rambla para ver el acueducto y desde allí al parque junto al río que ya es embalse, tomar la carretera por la que bajé hace unas horas, remontar y llegar al P.I. Desde allí ya es todo para abajo. 
Ahora el paisaje me brinda una vista mucho más clara que esta mañana y no puedo dejar de parar para repetir la foto. Aunque me digo que esta es la última parada, pues ya oigo la llamada de la cerveza fresquita que me espera en el campamento junto a la orilla del embalse donde hemos puesto las sillas a la sombra de la pinada. Llego allí en un salto y al frenar las palabras me atropellan, los recuerdos, las sensaciones, las vistas, los paisajes. ¿Qué pongo? ¿qué descarto en la crónica mi leal traidora inspiración? Dejaré que las cervezas marquen los tiempos y yo los seguiré.








Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=13656472 

martes, 3 de mayo de 2016

Jarafuel




Volvía a poner La Zesty a rodar. Desde noviembre del 2014, con la excepción del finde biker de Camarena de la Sierra con el grupo, esta era la primera ruta desde hacía más de un año. Muchas, muchas cosas han pasado desde entonces… pero,  centrémonos en la ruta, en las sensaciones que ha dejado, en las fotos recogidas, en este texto que intentará explicar lo vivido en esta jornada irrepetible.



Esta era una de esas rutas que estaban por ahí, por mi cajón desastre de rutas preparadas para realizar y que nunca se había llevado a cabo, luego en una de esas veces que petó el ordenador pues se perdió como otras tantas que me toca ir rehaciendo de vez en cuando. Hablando recientemente del próximo finde biker surgió la idea del valle de Ayora y ya está tenía que recuperar este trazado. Intuía una ruta bonita pero la realidad supera a la ficción infinitamente.
Así que salimos de casa con el Ibiza cargando a la Zesty que desde el techo tiene un lugar privilegiado para ir oteando el paisaje. Teba me acompaña y esperará en el campamento base estudiando y dando un paseo a que yo vuelva para comer juntos. A las 10 en punto me pongo me marcha desde el área de recreo de Tollo Pillete. Me dirijo hacia el sur, como si volviese buscando la carretera que unos minutos antes dejaba atrás dirección Carcelén. Ligero ascenso en estos metros iniciales que sirven para calentarme ante el fresquito que, a pesar del intenso sol, luce esta mañana. Llego hasta el cruce y veo la rambla de la Espadilla a mi izquierda, seca, como si nunca hubiera conocido el agua. Giro a la derecha y sigo el camino asfaltado con la muela a mi derecha y el pequeño valle de la rambla a mi izquierda. Al otro lado la carretera de Carcelén que de vez en cuando se deja oír con algún coche que pasa atronando este paisaje calmo y silencioso. 

Los trigos crecen con parsimonia custodiados por alegres amapolas que pintan de alegría los monótonos verdes del joven cereal. Un escarabajo cruza la carretera con paso bamboleante pero decidido. 

Sigo adelante y llego a la Finca Peris. La casona parece haber vivido mejores momentos, aun así el lugar ocupa un espacio privilegiado en este tranquilo paraje. Desde el cruce voy llaneando pero parece que no avanzo pues voy disfrutando tanto de la experiencia, casi nueva para mí de estar metido de lleno en una ruta, que la miro “con ojos de principiante” cosa que intentaré aplicar al resto de la ruta. 

El alto de la montaña ha sido tomado al asalto por los enormes molinos eólicos que pueblan las cumbres de nuestras montañas. Pocas son las sierras que aún se ven libre de está “planta invasora” cosa que lejos de lo que pudiera parecer no ha servido para bajar el coste de la electricidad que consumimos en nuestros hogares, más bien al contrario. Energía de producción gratuita que pagamos a precios astronómicos. Pero en fin, ese es otro tema.

En la Cañadilla dejo el asfalto tomando el camino a la izquierda en suave bajada hacia el P.E. Villanueva II. La bajada es un espejismo y pronto comienza la subida. Los molinos que veía a mi derecha antes de dejar la carretera son mi destino. El camino es ancho y no presenta ninguna dificultad, aparte de la gravilla gruesa que impide un rodar más suave y uniforme. Ni siquiera la subida pone una dificultad especial. Subo a tren, con calma y disfrutando del paisaje entre pinos, jaras y tomillos que inundan el paisaje con un aroma encantador. Llego al desvío a la derecha hacia el mirador en lo alto de la muela. Esta muela mira hacia el norte y preveo unas vistas abiertas sobre el cañón del Júcar. Ese es el motivo por el cual me decanto por esta subida y no por la del Castillico unos metros más adelante a la izquierda con magnificas vistas, intuyo, al valle que hace poco veía a mi izquierda. Pero en esta primera ruta no estoy aún para forzar y tuve que decantarme por unas u otras.

Poco a poco, a cada pedalada, voy entrando en los dominios de esos gigantes de acero. El leve viento los mueve un poco y dibujan la sombra de su lento movimiento cortando el camino que transito. Una espada de oscuridad se mueve como un espejismo sobre las plantas que bordean el camino y el efecto crea un extraño magnetismo, un movimiento que las retinas casi no pueden comprender y que avanza como las olas hacia mí. Divertido e inquietante al mismo tiempo. Sigo adelante hasta el último de ellos, el que queda más lejos y más arriba. 

Allí un mirador de madera a modo de balcón se asoma, no tanto como yo querría hasta los cañones del Júcar. Las vistas son impresionantes. Los murallones rocosos muestran su colorida geología y parecen indicar un hundimiento del terreno más que una erosión a lo largo de los años. Más cerca, justo debajo de la montaña se muestran diversos caminos que cruzan la sierra y se adentran en territorio manchego. También el aula de la naturaleza de Moragete y la casa Los Seros son visibles desde aquí arriba. Almuerzo alternando la sombra del enorme molino con el solecito del mirador disfrutando de las vistas y de la enorme sensación de quietud que se respira aquí arriba. El tiempo parece detenerse; el paisaje es ajeno a todo problema y uno se pregunta si podría ser paisaje, quedarse aquí una eternidad… o dos. Me viene a la memoria una estrofa del último disco de Love of Lesbians:

La vida es más fácil si andas despacio, 
¿no ves que nadie llega al fin? 
que fuera epitafio de el hombre más sabio un 
“yo sólo pasé por aquí”… 

Con esta musiquilla en la cabeza ataco el bocata regado con la cerveza que aún está fresquita. 
Calma chicha rodeado del extasiante aroma de los tomillos. Respira aquí y ahora.

Me pongo en marcha para completar los dos segundos tercios de la ruta. La bajada imponente va cobrando velocidad en esta larga recta hasta el camino. Giro a la derecha en subida, encuentro el camino del Castillico y lo dejo atrás con pena, pero hoy no toca. Sigo bajando entre pinares, tomillos, ramblas y barrancos. Los molinos van quedando cada vez más arriba, tan cerca y tan lejos ante este sinuoso abrazo del camino con la montaña. Bajada rápida, divertida y sin grandes obstáculos.

Paso junto a la fuente de Moragete sin agua que fluya. Poco después encuentro el camino de asfalto que dejé allí en la Cañadilla, este baja hacia el aula de la naturaleza. 

El refugio cerrado deja poco sitio donde refugiarse en caso de que te pille una tormenta o la noche en plena montaña. Sigo bajando ya de manera menos pronunciada hacia la casa Los Oseros. Es el último tramo de bajada de este segundo tercio. 

Ante mí el camino sube acurrucado en las paredes de la montaña y los abrigos y cuevas se hacen visibles también a este lado del río. 

En plena subida me acerco hasta la entrada de la Cueva de Don Juan. Un lugar espectacular que visitamos hace unos años en la excursión del domingo de la ruta: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2010/09/cronica-de-los-embarcaderos-de.html

Tras este pequeño desvío sigo subiendo hasta otro desvío a la izquierda hacia el  mirador Los cañones del Júcar. 

Impresionante lugar al pie de los cortados. Desde aquí se hace más evidente el camino que circula a media altura del cortado en la vertiente norte del río. Solo queda una breve subida hasta el altiplano de la muela ya por asfalto. Allí arriba llanearé hacia el oeste buscando la bajada hacia Jalance. Nada más iniciar esta espectacular bajada llego al mirador de Jalance. Otro lugar espectacular. 

El castillo de Jalance aparece empequeñecido y casi ninguneado ante el acaparador protagonismo de las enormes chimeneas de la central nuclear de Cofrentes. Sigo con la bajada apurando frenos en cada curva y volviendo loco al GPS que casi no le da tiempo de actualizarse ante los contantes cambios de dirección. 

Llego muy pronto al desvío que tomaré a la derecha en plena bajada. No tiene pérdida pues indica hacia la fuente del Tobarro que fue el primer lugar que tomé de referencia para hacer esta ruta. Desde allí solo es seguir hasta cerrar el círculo. Ya no abandonaré el asfalto y la carretera bordea los recovecos que dibuja el barranco del agua conforme lo voy remontando. El paisaje es bonito pero se me hace largo este tramo con subidas algo más duras de lo que esperaba en esta zona. 

El área del Tobarro es una preciosidad metida en la umbría de un espeso bosque. Fuentes, agua, humedad, sombra, un pequeño refugio abierto y ¡¡¡ LIMPIO!!!

Sigo adelante encarando el último tramo de subida y como si se tratase de una venganza resulta ser la rampa más dura, o casi, de toda la ruta. 

Ya poco importa, el frescor de la cerveza que me espera unos metros más allá, en el campamento que hemos improvisado, ya me empuja en este final de subida hasta llegar al área de recreo donde hace casi 5 horas comencé la ruta. Llego eufórico de paisajes y sensaciones, de reencuentro con las montañas y las rutas que tanto me reconfortan y me fortalecen.


Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=13642067