viernes, 16 de septiembre de 2016

Montanejos-FuentesdeRubielos-EmbalseArenós



Última de las tres rutas de la semana de vacaciones. El colofón será una ruta dándole la vuelta al embalse de Arenós. Casi la mitad de la ruta, desde Fuentes de Rubielos hasta Montanejos, repetía por la carretera y ya lo conocía de ayer cuando vinimos en coche desde La Virgen de la Vega, pero es que tampoco hay muchas más opciones si quería ver, al menos,  una parte del embalse. La ruta no presenta ninguna dificultad técnica pues es absolutamente todo asfalto. Por no faltar a la verdad sólo el desvío a la Mateba y los últimos metros del río antes de subir a Montanejos son camino de tierra. 99% asfalto. Aunque eso sí, son más de 1300 metros de desnivel positivo.

A las nueve y media, después del desayuno, me pongo a pedalear en una mañana fresquita aunque ni mucho menos de lo antes de ayer en la sierra de Gúdar. Día soleado aunque con muchas nubes que irán tapando y destapando este magnífico cielo azul que con ellas aún resalta más. Bajo hacia el pueblo, hacia el puente sobre el río Mijares. Cruzo al otro lado por la carretera de Zucaina y llego a un mirador. 

Vista del rio con el puente y la pasarela a ras del agua. Bella estampa para desperezar el día. Sigo por la carretera, que tras el puente ya empieza a picar hacia arriba, solo unos metros más para llegar a fuente Cerrada. Esta área, con un pequeño merendero es un sitio agradable pero sin vistas al quedar “cerrada” entre los árboles. Cargo aquí el agua que me acompañará toda la ruta y vuelvo a la carretera. Poquísimo tráfico del que preocuparme, la pendiente ya es otra cosa. En menos de 1Km. tomo una carreterita a la izquierda, también asfaltada y con una primera rampa diabólica. Es el camino de Montán a Cortes de Arenoso. Este camino discurre paralelo a la carretera pero unos metros por encima, que son los que gano en esta primera rampa. Este paralelismo se rompe cuando el camino empieza a girar al noroeste. Metido en un espeso pinar el sol no llega a calentar, para eso ya está la rampa que se mantendrá  constante entorno al 7% durante los siguientes 7Km. El camino perfecto, sin un solo bache prácticamente. 

La pinada impresionante. El aroma extraordinario: pinos, algo de la humedad que conserva el suelo cubierto de pinocha, la vegetación típica de monte bajo con el predominio de plantas aromáticas; en fin, todo un placer y un lujo poder estar gozando de este espectáculo de naturaleza viva. 

Otra de las constantes que me acompañarán en esta ruta es la dispersión de ruinas de antiguas masías. Como el otro día subiendo hacia Valdelinares. Cuánta historia encierran esos viejos y derruidos muros. Unas curvas de zigzag marcan, prácticamente, el final de la primera subida. Ya con unas vistas un poco más abiertas empiezo a obtener destellos de paisajes sobre el embalse, lejano pero refulgiendo de azul entre el verde pinar.  

Al fondo, sobre todo ello, el pico Pina, de tragitriste recuerdo para mí pero con la alegre nostalgia que dejó aquel rutón impresionante: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2014/11/caudiel-pina-de-montalgrao.html  
Volvió a la Tierra y habló de Marte 

pero la historia nadie creyó 
sólo quedaba el recuerdo de alguien 
que murió al sol


El vuelo de Ícaro - La Unión

Estos próximos 10Km. son un continuo subir y bajar para al final conseguir un balance casi perfecto de desniveles positivo y negativo, pero el acumulado positivo pesará en las piernas. 

Proliferan aquí, en este tramo, las viejas masías abandonadas. Muros desvencijados que siguen enmudeciendo al paso de los días, al un ritmo que es distinto para ellos.

Una de ellas incluso con una especie de hornacina, que me da que pensar que quizá hubiera  sido una antigua ermita o iglesia. A partir de aquí el protagonista absoluto del paisaje es el Penyagolosa.  

Domina el entorno. Atrae la mirada como un faro en la oscuridad. Es casi hipnótico. Es una espada hendiendo el cielo. El más de la Atalaya puede que le deba su nombre. Qué magnífico emplazamiento.

El camino llega al desvío del mas de Mateba; sin duda he de ir hasta allí. 

Esta masía, reconvertida en refugio-casa rural, tiene una curiosa escultura en su puerta de libre interpretación. Retrocedo hasta el camino, giro a la izquierda siguiendo el rumbo que antes llevaba y pasando junto a otro asentamiento en ruinas. Poco después me llama la atención un curioso letrero: rápida asociación de ideas que, como una llamada al infierno, me trae a la imaginación la película Dante’s Inferno. 

Acabo este tramo del camino junto al roble el Rebollo. Un magnífico ejemplar de más de 700 años de antigüedad y más de 15 metros de altura, ríete de las masías de antes. Acabada la primera parte de subida de la ruta, aprovecho este monumental árbol para acurrucarme a su vera, en un hueco de su áspero y reseco tronco, como si de un falso abrazo se tratara pero que para nada es así. Aquí abajo noto su calor, su ternura, su suavidad y casi un incomprensible susurrar de palabras que me reconfortan. Es mi película, es lo que yo quiero y deseo escuchar, y es lo que yo quiero sentir, el contacto con la naturaleza más pura. Para eso, sobre todo, subo a la montaña. 

Con su inmenso tronco me protege de un viento que llega del interior, de la tormenta que dejé atrás en la sierra turolense y que me persigue en estas estribaciones más orientales del sistema ibérico. Almuerzo bajo esta vieja piel que cuenta sus historias. Historias que difícilmente puedo comprender bajo el prisma de un mundo que corre demasiado rápido. Si apenas podemos recordar e imaginar nuestra vida hace 30 años sin internet, ¿cómo voy a poder comprender la forma de actuar del mundo de hace 700 años?, sin luz, sin nada que funcionara con electricidad, pilas o baterías. Sin gasolina. Sin relojes. Sin tiempo que medir salvo el final y comienzo del día, salvo la hora de comer que marca el rugido del estomago. Sin prisas. O al menos con una prisa contenida, medida, una prisa sana y no esta locura no que tiene fin. Sigo mis elucubraciones pensando que me tengo que ir, que yo vivo en este tiempo. Apuro el bocata y la cerveza mientras le doy palmadas a este tronco e intento atrapar esa energía, ese saber estar, ese fluir. Me despido. 
Apenas a unos metros está la carretera de Cortes de Arenoso a Fuentes de Mora.  

Giro a la izquierda y comienza una bajada larga, no excesivamente pronunciada pero en la que el fácil rodar por buen asfalto eleva la velocidad de forma considerable. Un par de curvas de herradura me harán desempolvar los frenos y ponerlos a prueba. Abajo el paso sobre el río del Morrón marcará el cambio de provincia y el cambio de plano, pues esto empieza otra vez a subir. Otros 5Km. al 5% de desnivel. Con las nubes que no han acabado de asentarse en todo el día y ahora, en lo más profundo del mediodía, se abre un inmenso claro que ya me acompañará todo el resto de la ruta, pero justamente ahora en la subida… Pedaleo para arriba con lo que hay, o sea, con todos los hierros metidos y las suspensiones bloqueadas, como siempre, que novedad. Me adelantan un par de camiones y poco más, pues no hay mucho tráfico. Sigo mi ritmo cansino e inconstante ante las muchas paradas para hacer fotos y admirar paisajes de pinares interminables, qué gozada.  

En una curva del camino se asoma, en lo alto de la loma de enfrente, el caserío Las Clochas, tan mimetizado con la montaña que apenas se sabe dónde termina uno y dónde termina la otra. Sigo subiendo y dejo atrás el camino, a la izquierda que se dirige al caserío. Casi a esa altura, pero a la derecha, hacia el fondo del barranco que me acompaña, una fuente y unas escaleritas para bajar hasta ella. No bajo pues estoy muy cerca del pueblo. La parte final de la subida coincide con la entrada de viento del oeste en este pequeño valle. Cuestión que aún ralentiza más mi ritmo pero que no llega a enfriarme debido al calentón que llevo desde que dejé la provincia de Castellón. La carretera pasa por la parte norte del pueblo y se distancia poco a poco de él. Yo tomo la primera entrada a la izquierda y entro en el primer núcleo de población de las tres que tiene este pueblo. Allí encuentro una fuente, un peirón y un camino-senda que conecta con el barrio central. Recorro este camino para encontrar el lavadero. 

Un bonito y vetusto ejemplar de estos encantadores lugares. El camino sigue por detrás del lavadero para entrar al núcleo central del pueblo y posiblemente el más antiguo puesto que alberga la iglesia. Entro junto a otra infraestructura de gran interés: una fuente, otro lavadero, un refugio con un banco y una balsa.

Todo unido y correlativo. Todo encantador. Me adentro en el pueblo de una estética exquisita. Combinando perfectamente la piedra con la madera y algunas fachadas pintadas en blanco. Todo dando un cuidado aspecto rústico y nuevo, añejo pero cuidado. Encantador. Manteniendo su esencia y personalidad. Con carácter. Dejo atrás la plaza de la iglesia para bajar hacia el barranco que me separa del tercer núcleo, aparentemente el más nuevo. En la subidita encuentro a mano izquierda un pequeño parque con un peirón, a mano derecha la fuente de los hornos; poco atractiva con ese grifo recién sacado de una ferretería. Al final de la calle enlazo con la carretera que ya recorrí ayer y por lo tanto ya conozco lo que me espera casi hasta el final. Tomo la carretera a la izquierda en una curva que me permite un último vistazo al pueblo. Luego empieza la bajada. Casi 5Km. al 7% de media.  Carretera ancha, con arcén, sin tráfico, bien asfaltada. Vamos, lo que yo quería en la bajada de Gúdar con la lluvia, lo tengo aquí en seco. Así que me lanzo para abajo empujando con el plato grande para coger toda la velocidad posible, luego será cuestión de gestionarla con la aerodinámica e inclinadas en las curvas que prácticamente me sacan de la trazada. Vigilando no tener ningún coche detrás para poder ocupar todo el ancho del carril y así mantener la velocidad.  

Frente a mí aparece el pico Pina intentando distraerme, pero ya lo he visto antes y sigo a lo mío, marcando puntas de velocidad por encima de 60Km/h. Es una gozada. Es puro vértigo. Llego muy rápido a la entrada de Olba. Me recibe la escalera que sube al cementerio, no habrá que entrar ni al cementerio ni al pueblo. Allí un giro pronunciado a la izquierda y sigo bajando. Hago una rápida parada para tener una panorámica del pueblo, que ahora queda a mi derecha y de Los Dines o Ibáñez Bajos al frente, una de las muchas pedanías que encontraré de camino a Puebla de Arenoso. Estas aldeas salpican la orilla del río Mijares que transita a mi derecha, oculto por la muralla arbórea que lo flanquea. Sigo bajando pero cada vez con menos inercia, lo que me hace dar pedales con un ritmo alegre, sin apenas desgaste. 

Cruzo la divisoria provincial y poco después el puente sobre el río Mijares; y pensar que anteayer lo vi nacer… sus aguas apenas una corriente que se derrama desde las altas cumbres de la sierra de Monegros. A esta altura, entre las pedanías de La Monzona y Los Cantos, se acaba la bajada. Queda una ligerísima subida hacia Puebla de Arenoso. Antes de esto ya tendré visión directa de la cola del embalse. Luego, a la entrada del pueblo, la fuente de la salud, un coqueto rincón junto a una pequeña arboleda. 

También tiene este rincón su particular peirón o humilladero, aunque no tan monumental como el de Alcalá de la Selva. Pruebo el agua de la fuente… por si acaso. Al menos está fresca, no como el caldo que llevo en la camel. Me adentro en el pueblo buscando un mirador sobre el pantano. 

No hay tal mirador pero sí una calle junto al cortado que deja divisar la pasarela y la cola del embalse con un caudal de agua preocupantemente bajo, como todos los embalses de la Comunidad Valenciana. Paso por la plaza de la iglesia y salgo nuevamente a la carretera después de recorre las estrechas calles también con una cuidada estética. Giro a la izquierda para seguir subiendo hacia el mirador.

Desde allí manejaré unas excelentes vistas del pueblo y de la parte del embalse que guarda bajo sus aguas el pueblo de Campos de Arenoso así como algunas aldeas. También, mirando hacia arriba la cruz del Viso, casi invisible en la distancia y que confundo, a bote pronto, con los restos del castillo de la Vinaza, que oculto por esta peñasco no es visible desde aquí.
En este vídeo de JORGE ARTETOROS TORCAS: https://www.youtube.com/watch?v=_l-jcbb2nNI se muestra un interesante paseo por el mismo así como una maqueta del mismo de la que me hago eco.

Excelente trabajo y sorprendente el tamaño que mostraba dicho castillo. Continúo, en esta parte de la ruta, dibujando la ladera de la montaña con las curvas de nivel que hace el camino, bordeando el embalse y acercándome a la presa, justo en la base del pico Morrón. 

Al otro lado de las aguas los cinglos que bordean el lado norte. Ya desde aquí y tras leer el cartel que indica la situación del extinto pueblo de Campos, me dejo caer hacia Montanejos. 


Rápidamente llego, pasando antes por las zonas de escalada y los estrechos, así como algún mirador recóndito que permite una vista algo distinta y peculiar del espectacular paraje, al parking que da acceso a la fuente de los Baños y su cuidada zona de baño. Bajo por la senda hacia el lugar.  

Mediados de septiembre y las tormentas de esta semana, que han refrescado y mucho las temperaturas, no son el mejor momento para un baño, pero el sol de mediodía ayuda a mitigar el frescor y encuentro aún algunos bañistas. Recorro el camino que acompaña al río. Es un camino asfaltado y de fácil acceso y recorrido. Bonito, cuidado y un atractivo reclamo turístico que trae ingentes cantidades de turistas a lo largo del año. También acompaña y mucho el tener un balneario en el pueblo. Pero lo cuidado del entorno  y las infraestructuras influyen. 

En Riba Roja tenemos un río que pasa a los pies del pueblo, una zona del pueblo cercana al río recién remodelada y con un muy buen aspecto como reclamo turístico, pero la zona de baño del río está dejada de la mano de dios, un poquito de cuidado y tendríamos, aparte de un reclamo que ofrecer, una buena y bonita zona de expansión y disfrute para los ciudadanos del pueblo, que seríamos los principales beneficiados. Pero quién se va a preocupar de los ciudadanos, que se vaya a Montanejos, o a Sot de Chera.  

Llego a puente que crucé esta mañana en el inicio de la ruta. Paso ahora por la pasarela que veía antes a vista de pájaro y continúo hacia la parte más cercana al pueblo y curiosamente la menos atractiva y cuidada. Incomprensible. Un poco más adelante acaba el camino asfaltado y este sigue por camino más propio de camino fluvial, con cantos rodados y tierra. Dejo atrás el molino, que queda a mi derecha y hago la curva del río para encontrar el puente de la carretera hacia Arañuel, Cirat, Onda… tras él otro puente, éste peatonal, cruza el barranco del río Montán. 

Me adentro en el pueblo por empinadas calles para llegar al puente, cruzarlo y así verlo desde los dos lados, puesto que este camino sigue y se adentra en la montaña hacia lo alto del Castillo y la sierra de los Tajos. 

Retrocedo por el puente y busco orientación hacia la carretera cerca de la bajada al molino. Allí, junto a la carretera está el lavadero, descubierto y acondicionado sobre la acequia que pasa junto a la carretera. El último vistazo es para la villa Diez hermanos, antigua casa palacio de origen árabe que dejará la última huella de esta ruta imborrable.




Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=15140210 


miércoles, 14 de septiembre de 2016

La Virgen de la Vega-Peñarroya-Gúdar


Las vacaciones iban a tener su continuidad en una ruta por la sierra de Gúdar. Toda vez que en la sierra de Javalambre ya habíamos hecho un par de incursiones todo el grupo Roda i Pedal, esta vez me tocaba a mí solo enfrentarme al coloso del Peñarroya, la cumbre más alta de la sierra turolense.
Nos marcamos Teba y yo un par de días en La Virgen de la Vega para poder afrontar esta ruta y luego continuar hacia Montanejos con otra ruta fin de vacaciones. No están mal 3 rutones en una semana de vacaciones, esto es aprovechar el tiempo.
La ruta comenzaba temprano aunque sin exagerar. Las nueve y media como hora de inicio en un día híper claro después de la tarde a ayer lloviendo en la que creía que se iba a truncar la ruta de hoy. En Riba Roja con un calor del 7 y yo me vengo de veranito a afrontar una ruta por encima de los 2000 en Teruel… hay las cabezas! Pues normal, frio a primera hora. Menos mal que en un dechado de locura se me ocurrió coger una camiseta de manga larga. Al final un chubasquero amarillo chillón que hay, de emergencia, por el maletero del coche y una mallas de Teba, que me llevo para la bajada, me apañarán el día.

Pongo rumbo sur por la carretera que cruza el pueblo y por la que vinimos ayer. Paso frente al Santuario de la Virgen de la Vega que da nombre a la pedanía en la que vamos a pasar estos días y que pertenece al cercano municipio de Alcalá de la Selva, por el que pasaré al final de la ruta. Tras el santuario un desvío a la izquierda indicando campo de golf. Al final de la calle otro desvío en “v” que deja el camino del campo de golf a mi derecha, sigo hacia la izquierda viendo un peirón en la bifurcación. El camino se pone inmediatamente a picar hacia arriba de una forma suaaaave y constante que prácticamente no se nota, pero ahí está acumulando desnivel positivo en las piernas. 

Llego a una horrorosa urbanización que dejo a mi derecha. Horrorosa porque no había ninguna necesidad de hacer edificios altos en una zona de bosque rompiendo toda el “glamour” y toda la magia que podría tener un lugar así de privilegiado para vivir, no una copia de un vulgar edificio de cualquier vulgar ciudad en pleno monte. Aunque peor me parece la urbanización que hay enfrente del campo de golf en la carretera de entrada al pueblo. Y es que hasta en los pequeños pueblos los pelotazos inmobiliarios tienen su cabida. Algún caciquillo ha trincado pasta, la oposición no ha opositado mucho pues tarde o temprano les tocará a ellos, y otros, viendo el percal se quieren subir al carro de la política. Y mientras los ciudadanos mejor miramos para otro sitio que si no nos tocará hacer algo o pagar por ello. Tenemos lo que nos merecemos y/o lo que consentimos, no nos podemos quejar. Como alguien dijo: al loro, que no estamos tan mal.
Me voy del tema. Pedaleo entre sol y sombras pues las grandes zonas arboladas refrescan el asfalto ya seco de la tormenta de ayer. Paso un primer prado donde las vacas, mis compañeras de la ruta de hoy, campan a sus anchas en la placidez de este clima entre tiempo. El último tramo de asfalto es una rampa interesante que se deja notar y me obliga a parar a quitarme la camiseta de manga larga. En lo alto del repecho el camino se bifurca y tomo el camino del medio en el que tendré que quitar unos travesaños que cierran el camino para que no se salgan las vacas que veía pastando. Tengo la precaución de cerrar a mi paso y dejar el entorno tal y como lo encontré. 

Antes de esto admiro la pequeña ermita de San Miguel sin nada que destacar de ella. El camino encuentra tierra y una primera bajada rápida y recta, sin curvas y con pequeños toboganes que la hacen divertida. Menos divertido es el airecito fresco que se pega a mi camiseta empapada de sudor y que a su vez se pega a mi piel. No me merece la pena volver a ponerme la camiseta larga pues veo la siguiente subida. Y así entre sube y baja, los próximos 10Km. Pasaré por un par de barrancos que, entre el agua al fondo y la vegetación cerrada que oculta el sol, harán descender un poco la temperatura, pero es que al sol y subiendo la temperatura también sube y luego, para la bajada final, prefiero tener la ropa para entonces. 

Así pasaré por la cruz de las Barracas, en lo alto de una loma,  y el más de Simón, dos de los sitios emblemáticos en la romería de Linares de Mora al santuario de la Virgen de la Vega. Tras la masía el camino desciende de forma pronunciada hacia el barranco Hondo. 

Allí vadeo la escasa corriente que más tarde se convertirá en el río Villahermosa y verterá sus aguas al Mijares, que visitaré pasado mañana en una ruta por el embalse de Arenoso y más tarde continúa hasta el embalse de Sitjar que ya recorrí en la ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2016/05/ribesalbes-embalse-sitjar-ribesalbes.html Ahora me adentro en un bosque espeso de pinares majestuosos. Aquí un cartel avisa de ganado suelto. Un amago de preocupación asoma en algún rincón dentro de mí pues ganado no sé si se refiere a las vacas que pastaban o si habrá toros que siempre parecen más agresivos y veloces que las vacas lecheras. En fin, quién dijo miedo habiendo montañas que subir… y que bajar.

Salgo de la arboleda cerca del más de Paulejas. Allí una vaca se planta en medio del camino con su becerro y me impide el paso. Así nos pasamos, mirándonos, un par de minutos, ella sin intención de moverse y yo con prisa por pasar. Eso me hace adentrarme, a la izquierda del camino, en un campo en el que otras vacas pastan a relativa distancia. Rodeo a la vaca con su ternero y vuelvo al camino para admirar el magnífico paisaje que gobierna esta masía. Luego otra valla en el camino que tendré que abrir y cerrar a mi paso. 

Se salpica este tramo de masías en mejor o peor estado de conservación y uso. 

Paso junto al más de los Endrinales y poco después me uno a la pista de los Monegros, que tomo a la izquierda. Aquí prácticamente comienza la subida ininterrumpida hasta las pistas de esquí de Valdelinares. Otros 10km. al casi 6% de media con alguna rampita más fuerte y algún que otro descansillo. Por fortuna el camino esta impecable. Tierra compacta que permite buen agarre y un rodar cómodo sin tener que preocuparme por la trazada a elegir. La altitud empieza a permitirme vislumbrar en la distancia el pueblo de Linares de Mora entre dos montañas. 

La carretera que sube hasta Valdelinares también es visible, y abajo, junto al camino por el que acabo de pasar, el más de los Endrinales. La sorpresa llega cuando veo algo moverse por un prado abajo, junto a la casa. 

No podía distinguir lo que era pero le he hecho un par de fotos rápidas a ver si salía algo, y si, ha salido, cazado. Sigo el camino. En esta parte más aérea, mas montañosa y alejada de los valles y prados, no proliferan tanto las masías. Aun así restos de antiguos asentamientos se dejan ver en algún punto del camino, casas que siempre me hacen preguntarme por sus habitantes, por cómo y porqué pudieron hacer una casa en casi mitad de la nada.
qué sabe nadie 
si ni yo mismo muchas veces se que quiero 
qué sabe nadie 
por lo que vibra de emoción mi corazón, de mis placeres y mis íntimos deseos 
qué sabe nadie 
lo que me gusta o no me gusta de este mundo…
Raphael

Tras cada descansillo creo adivinar el final de esta subida que se me está haciendo eterna. Con la altitud el camino corre al sur de la montaña y entre los árboles voy tomando rayos de sol cuando las nubes, que han ido creciendo de forma paulatina pero constante, lo permiten.

A mi derecha cada vez queda menos montaña y eso adivina el final de la subida. Llego al refugio forestal y un largo camino recto me conduce hasta la carretera. Derecha dirección Valdelinares y tras la rotonda me dispongo a cruzar el parking de las pistas de esquí. Una carretera, que parece haber vivido tiempos mejores y que tiene pinta de ser una vía de servicio de las pistas, recorta el camino hacia el pico Peñarroya. Llego a la carretera, que he rodeado cruzando el parking, y encuentro la señal y el desvío de la máxima altitud de Teruel como dice el cartel. Aunque también es cierto que a esa altitud habría que descontar el inmenso pilar sobre el que se asienta el V.G. por tanto hay quien afirma que la altura del pico son 2017 metros y por lo tanto Javalambre es el punto más alto de Teruel. 

En todo caso, y en cuestión de minutos, voy a tener en la saca las dos altitudes con sus correspondientes muescas en el sillín, que debatan entre ellas quien es más grande, que para mí seré yo, jeje. Inicio la ascensión viendo que me queda una Rodana por subir. Por fortuna no tengo que enfrentar aquellas rampas. Admiro un paisaje en el que los pastos amarillean fundidos por un verano que aquí en la sierra ya se acaba.

Llegando arriba, al final de la rampa, veo el monumento dedicado a los forestales y entre los pinos la senda que se acerca al V.G. 

Encaramado éste sobre una plataforma y sobre ésta un pilar cuadrado coronado por el monolito cilíndrico. 

Bueno, estoy sobre la base de la discordia de las altitudes, qué más me da unos metros más arriba o más abajo del Javalambre si lo puedo ver allí al fondo, pequeñito, en la distancia, un poco a la derecha de La Virgen de la Vega que veo abajo de la montaña.  

Mucho más a la izquierda sobresale el pico del Penyagolosa, sobre la planicie de la montaña que acabo de subir. Entre ellos otros picos conocidos para mí como el Pina o el Peñascabia, aunque irreconocibles si no fuera por el panel interpretativo. Busco cerca del Peñascabia la cumbre de La Salada pero no está indicada en este panel, es poco probable que algún otro pico la tape debido a la posición desde aquí, pero ahora no lo sé cierto.

También veo, y esto me preocupa más, un frente de nubes compactas y oscuras que vuela a toda velocidad hacia aquí. Me tendré que dar prisa en comerme el bocata pues las fuerzas ya flaquean y pretendo llevarle ventaja a la tormenta. Difícil acomodarme. Al sol hace demasiado calor, pero a la sombra el fresquito y el viento incomodan demasiado, así que ni me siento, voy paseando entre los pinos, refugiándome del sol y del viento pero utilizándolos para combatir al otro. Devoro el bocata y la cerveza más rápido de lo habitual en mí y en un sitio como este. 

No hay tiempo que perder pues las nubes ya están aquí y una niebla un tanto preocupante cubre buena parte del camino, de hecho, el monumento de hace un rato ya no se ve, y no creo que se lo hayan llevado. La situación es muy parecida a la que sufrimos en la base militar de La Salada, en la sierra del Toro: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2012/05/alcublas-la-salada-sacanet-la-lidia-del.html Maldiciendo mi falta de previsión en cuanto a ropa de abrigo, aprovecho para ponerme el chubasquero amarillo tipo Carlos en el Caroche: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2008/01/el-caroig.html 
Por encima me pongo la camiseta de manga larga para hacerme más aerodinámico en la bajada y por disimular un poco lo ridículo del momento, también lo reconoceré. También me pongo las mallas y me tiro para abajo. 

A los pocos metros dejo el camino por el que he subido y tomo un camino algo desdibujado de guijarros, que se adentra en el bosque. Enseguida otra cancela que abro y cierro tras mi paso. Más terreno de vacas. La pendiente se envalentona y voy ganando velocidad, mal asunto pues la velocidad, las nubes, el descenso de temperatura, tanto ambiental como la mía propia tras la parada, se están juntando en un coctel explosivo. Poco después las manos ya están a punto de congelación… o casi, apenas tengo tacto para frenar y ya no se trata de la velocidad, es que la pendiente es endiablada y los guijarros cimbrean la bici de un lado a otro dificultando la trazada, el agarre y la dirección que le doy a la bici. Si además me paso de apretar el freno por lo insensibles que tengo los dedos puedo acabar rodando montaña abajo hasta las aguas del río Blanco, después denominado Alfambra. Éste, tras un deambular hacia el norte girará al sur uniendo sus aguas, en Teruel, al río Guadalaviar que pasará a denominarse a partir de aquí Turia, y acabando así en casa. Pero no es mi intención rodar y nadar hasta casa. En cambio un sistema para enfriar así de rápido las cervezas sería genial si además fuera portátil. La sensación de frío es tremenda y en un momento dado me veo tiritando encima de la bici. “Esto no me parece ni medio normal” y tengo que poner toda mi atención en cada movimiento. Pararme tampoco es una opción o acabaré por enfriarme aún más. Con plena conciencia en mis dedos intento buscar el último hilito de calor para que se sientan arropados. Si, ya sé que es una estrategia mental y que no me van a crecer los guantes para darles calor, pero los placebos y la fuerza de voluntad han existido siempre, así que los pondré a trabajar para mí en este momento. No sé si es por eso o porque con la bajada pierdo altitud y la temperatura se recupera un poco, o porque ya no me cabe más frío en las manos, pero el caso es que poco a poco voy recuperando sensaciones y tacto en los dedos y también se va pasando la tiritona. Con ello llego al final de este camino complicado y me uno a una pista que llega por mi derecha, es la pista a Gúdar que poco después se desvía a la izquierda en una rápida bajada hacia Alcalá de la Selva. Me paro en la intersección y me pienso seriamente acortar la ruta, pero el haberme recuperado de esa sensación de frio extremo, jamás en mi vida había pasado tanto frío, me anima a seguir con mi plan inicial. Además no tengo marcado ese camino y vete a saber si me encuentro con alguna sorpresa, ahora, mientras escribo la crónica veo en los mapas que no había sorpresa que valga. Sobre el terreno tomo el camino a la derecha y me adentro en el valle, casi en la cabecera del Río Blanco. El camino recorre la vera del río y un poco más adelante encuentro un rebaño de vacas que vienen a mi encuentro.   

Con sus andares lentos y parsimoniosos, con sus paradas esporádicas eligiendo la yerba, el pasto más sabroso. La estampa es bonita… si mirara los toros desde la barrera, pero resulta que estoy en mitad del camino, de su camino… o ellas del mío. Me paro a ver qué pasa. Ellas, enfrente, también se paran. Y ahí nos quedamos, mirándonos, ellas sin comprender lo que pasa y yo sin saber qué hacer. Tras un rato de parón y de timbrar a ver si se apartan y de recibir miradas de ¿este qué carajo hace? me decido a intentar la táctica de antes subiendo por un bancal y pasando por arriba del camino. 

Mi movimiento las pone en marcha y algunas saltan a la otra orilla del río. Otras las siguen o se arriman al agua despejándome el camino, aprovecho para ponerme en marcha, despacio y mirando de reojo, el movimiento de las primeras es como una estela pues todas las demás, van abriéndome camino. 

Paso el rebaño respirando por lo apretado de la situación, pero unos metros más adelante me encuentro con una que no se aparta del camino ni a la de tres. Ella en una orilla del camino y yo todo lo apartado de ella que puedo estar. Pasar a un metro escaso de este animal es… abrumador. No porque me vaya a envestir con los cuernos, que los tiene, sino porque un golpe con el hocico o la cabeza o con el cuerpo, teniendo en cuenta su peso y tamaño y que están con los terneros, puede ser todo un problema. Por fortuna no hay nada que lamentar más que el tiempo perdido y la anécdota que quedará para contar. Abejas, perros, burros, vacas… me voy a montar un zoo con mis rutas. Pasada la masía de la Sunsida, que me he pasado sin verla pendiente de las vacas, encuentro una subida más larga de lo que creía. Sin más dificultad pero a estas alturas de la ruta y con lo que llevo encima desde la comida no estoy para esto. Además el cielo sigue cerrándose y yo solo quiero empezar a bajar a una buena velocidad para llegar al hotel cuanto antes.  

Enlazo con la carretera que baja hacia Gúdar y sobre el asfalto empiezo a ganar algo de velocidad. Digo algo porque el viento en contra me frena. A la vista tengo Gúdar encaramado sobre el peñasco. 

Acabo de hacer la foto y las primeras gotas empiezan a caerme encima. Con la velocidad, la sensación de lluvia aún es mayor y los aguijonazos en la cara dan la sensación de que esté cayendo la mundial. No es para tanto pues el suelo aún no está ni mojado. En cambio un aroma dulce y poderoso impregna el ambiente, la petricor lo llena todo y sería muy agradable si no tuviera aún por delante los más de 10km. que me quedan de ruta. Ahora que venía la bajada. Paso el pueblo otra vez lloviendo, como ayer por la tarde cuando Teba y yo vinimos a dar una vuelta y subir al castillo, también nos llovió. De hecho, si digo Gúdar llueve. Salgo del pueblo y la carretera ya está empapada. Éste tramo es bastante recto y luego, al incorporarme a la A228, tengo otro largo tramo recto y en ligerísima subida hasta el puerto de Gúdar a 1532 msnm. Paso el camino por el que hubiera bajado de haber tomado aquél desvío. Ya hace rato que hubiera estado aquí y me hubiera ahorrado la lluvia y seguir enfriándome. Pero es lo que hay. Por suerte no hay tráfico en esta carretera así que bajo todo lo rápido que permite el asfalto mojado y la visión que dejan las gotas y la aspersión de la rueda delantera sobre las gafas. Este tramo en seco debe de ser una auténtica gozada. En un suspiro estoy abajo tomando el desvío a la derecha que entra a Alcalá de la Selva. Caladito como voy no voy a perderme las ermitas que hay a la entrada del pueblo, ya no puedo esquivar la lluvia y solo estoy a 2km. del hotel.  

A la derecha, sobre un murete, están las peculiares ermitas de San Roque y del Loreto, también conocidas como Los Mártires. La curiosidad reside en que son dos ermitas casi gemelas unidas por la cabecera y con dos pórticos de entrada separados. Tras ellas, en lo alto del cerro, la ermita de San Antón. 

Hacia el interior del pueblo, una preciosa panorámica del castillo que domina el pueblo. La subida al castillo no es ciclable por lo que tampoco sufriré este contratiempo. Bajo el castillo, ya en el pueblo, destaca el campanario de la iglesia y los múltiples tejados que dan ese toque tan auténtico a los pueblos de interior. 

Aún bajo una suave lluvia me dirijo hacia La Virgen de la Vega pasando por el monumental Humilladero, unos de los pocos monumentos de este tipo en la península. Llego al hotel empapado y con el frío calado. Intentaré reponer calor en la piscina y el hidromasaje, pero el agua está más fría que yo, así que tras la ducha intento calentarme con lo que nunca falla, una buena cerveza fresquita. A descansar.




Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=15028392