martes, 23 de abril de 2013

Las Moratillas-Fresnal-Río Mijares



Con la ruta de hoy se abre la lata de una serie de rutas planificadas para conocer las zonas de las Sierras de Malacara y Las Cabrillas, enclavadas, más o menos, entre la A-3 al norte, aunque el pico Tejo al otro lado de la autovía también pertenece a esta última sierra, el río Magro al oeste y al sur y el río Buñol al este. Una zona con tantos ríos tendría que tener humedad, y el hecho de haberse librado de los incendios del verano del 2012 presagiaba bosque y vegetación. Lo que no imaginaba era hasta qué punto eso era así. Lo que he visto, ese inacabable bosque mediterráneo, ha sido digno de contarlo y al mismo tiempo me ha hecho planificar algunas rutas más por la zona. Pero vamos a empezar por esta.
Me levanto a punto de día, desayunar, cargar los trastos y la bici y salir en coche hacia la estación de servicio de Las Moratillas entre Siete Aguas y El Rebollar de Requena. Allí dejo el coche que me esperará pacientemente como de costumbre. Salgo al frío día del altiplano con una temperatura no más allá de los 8 grados, lo que me obliga a ponerme una manga larga y las mallas para afrontar las primeras horas del día mientras despierta la fuerza del sol. Salgo del área girando a la izquierda por el camino de servicio de las obras de la penitenciaría. 

Una subidita y sigo el camino que ya se dirige hacia la montaña. Sigo recto cruzándome con la ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2012/09/requena-riba-roja.html y pasando junto a la valla oeste de la cárcel que sigue tan parada como entonces. Comienzo poco a poco a subir y llego enseguida a la granja Meteor. Una virgen de piedra me saluda desde la entrada. Después un desvío a la derecha me lleva hacia La Carrasca y el parque natural municipal de Villingordo. El paisaje se llena de carrascas que pueblan el camino con sus hojas puntiagudas y oscuras. 

Un par de curvas después llego a la casa Calabuig. Una cadena en mitad del camino me pone un nudo en el estómago, pero un pequeño camino a la derecha junto a la valla me da una salida. Compruebo que es el camino correcto con el GPS y sigo adelante. Los pinos son los dueños de la montaña, pero a la orilla del camino las carrascas delimitan el paso como centinelas que vigilan mi paso. Obvio un camino que sale a mi izquierda y sigo las indicaciones de Villingordo. Hasta aquí el camino es pedregoso pero con una subida tan suave que no plantea dificultad. Llego a una pequeña área de mesas sobre un magnífico mirador hacia el sur. Es el área de Villingordo aunque este parque municipal es bastante extenso y llega, en dirección norte, hasta cerca del parque de fauna ibérica como pude comprobar en la ruta antes mencionada que pasaba por otra área recreativa. 

Este mirador es una maravilla que permite adivinar por donde va a trascurrir parte de la ruta de hoy. Veo abajo la casa Codes en el valle, en el punto de confluencia de la rambla del Fresnal desde el este, el río Fresnal (que no es de caudal permanente y es más una rambla que acumula las aguas de otras muchas ramblas, entre ellas las que bajan desde la base del pico Tejo) desde el norte, y el barranco de Varas desde el oeste para formar la cabecera de la rambla Quixal, que a su vez será, al final de esta garganta, la cabecera del río Mijares. A mi izquierda los altos de Cantacucos, el pico Nevera y el Pintado con sus antenas, llenan el brumoso paisaje alimentado por el húmedo viento de levante. 

Comienzo a bajar una pista que se estropea por momentos: mucha piedra suelta que no me deja frenar ni donde quiero ni cuando quiero. Atento a no pasarme de frenada voy casi barriendo la pista y controlando la trazada en la medida de lo posible. Me adentro en la espesura del bosque junto a la casa de la Generala y el firme está tan mal que agradezco estar haciendo este tramo de bajada y no de subida. Así llego abajo, dejando atrás este pequeño calvario. Otro desvío me indica el Fresnal a la izquierda. 
Voy de frente a la entrada del barranco Quixal, una magnífica ruta senderista recorre este extraordinario paraje que se adentra en los escondidos rincones para los bikers. Junto a la casa que veía desde arriba el camino gira a la izquierda y emprendo la subida hacia fuente Umbría por la rambla del Fresnal. 
La arboleda es magnífica y el bosque atesora mil y una especies de árboles y arbustos que dan vida y color a este fenomenal bosque. Lo recorro con pausa, lo observo con cuidado, con respeto y con miedo de que sea la última vez que pueda verlo así. Precisamente el sábado hablábamos los compañeros de Roda i Pedal: http://rodaipedal.blogspot.com.es/ de los pocos bosques que nos quedan; no sabía entonces que hoy me iba a meter de lleno en uno de ellos. 

Paso junto a fuente Roser, hoy seca y sigo adentrándome en la zona del Fresnal. Allí se indica una microrreserva de flora, no es de extrañar ante el espectacular paisaje que estoy atravesando. Llego al desvío que tomo por la derecha, el que sigue recto es por donde bajaré de aquí un rato tras el almuerzo. La subida comienza a estropearse un poco y la rampa a empinarse. Todo junto pone una nota más de intensidad a la ruta. Nada insalvable pero lo justo para empezar a sufrir y a sudar de lo lindo. Un par de curvas en zigzag, un par de tramos de bosque de galería, un par de tramos de firme complicado y llego arriba, a la pista de Las Moratillas. Voy a la izquierda en bajada por una bikerpista ancha y en perfectas condiciones. 

Aquí se hace del todo patente el porqué se llama el Fresnal a esta zona. Los Fresnos se funden con los pinos y pintan de un modo más alegre e informal la falda de la montaña. No llega a ser el abrumador paisaje de la senda del Pas del Pobre en La Murta (Alzira) que recorrí la semana pasada pero es, sin duda, una extraordinaria representación de bosque de Fresnos. La senda de La Murta tuvo el “aliciente” de ir sumido bajo una legión de abejas que sobrevolaban y explotaban las blancas flores creando un envolvente murmullo que al principio daba algo de respeto pero que al poco te das cuenta que tú no eres su objetivo, con lo cual disfrutas plenamente del paisaje y del entorno. Contemplando este paisaje llego a otro desvío que, hacia la izquierda, baja hacia fuente Umbría; estoy a punto de descubrir el porqué del nombre. 

Un área de picnic con cipreses, mesas y bancos de piedra junto a la fuente y bajo una indescriptible y maravillosa arboleda de castaños de indias, un lugar que parece impropio de estas latitudes. 

El paraje, el nombre de este espacio y el banco hay que aprovecharlos, así que a pesar de que la temperatura aún no ha subido decido honrar el lugar almorzando bajo la colosal sombra que se me brinda. Tras el almuerzo cuesta abandonar tan bello lugar pero hay que continuar. Sigo el camino que rodea el barranco del Fresnal y desde el otro lado aún podré atisbar el lugar de donde vengo. Toca bajar lo que he subido por el otro camino para llegar al fondo del valle y retomar, pasada la casa y el desvío a la derecha por el que he bajado, la subida hacia el Rebollar. La subida no se hace esperar desde el fondo del barranco así que toca ponerlo todo al servicio de la larga ascensión que tengo por delante. 

El camino poco a poco se va estropeando hasta llegar a un par de rampas donde la ciclabilidad es prácticamente imposible; los pedrolos y las torrenteras, como zanjas en mitad del camino, hacen más factible empujar la bici que intentar pedalear sobre ella. Por suerte no es un tramo muy largo y la vegetación aporta un aroma a monte de lo más agradable. Llego junto a un poste de dirección y acaba este tormento. 

Recupero las pulsaciones mirando hacia atrás, el collado Umán separa las dos cumbres que tengo en la lista de rutas pendientes, hasta llegar allí veo el bosque salpicado de fresnos pintando el valle que acabo de recorrer. Aquí dejo el GR-7 y sigo por el GR-238 hacia el río Magro remontando la última parte del barranco. Un movimiento sobre una roca llama mi atención: un lagarto bastante grande se adentra en un hueco de la roca. Espero un poco a ver si sale y poco a poco va saliendo, aunque solo lo justo para poder verme él a mí también. Es un empate técnico y ante el más mínimo movimiento mío se vuelve a esconder. Sigo adelante ascendiendo, el firme mejora, pero tras una curva de herradura la pendiente alcanza su máximo en esta zona. Nada que no se pueda subir pero que me obliga a exprimir un poco más las fuerzas mientras mantengo con firmeza el manillar buscando la trazada correcta entre las piedras. 

Poco a poco llego al altiplano donde la línea de arboleda se retira detrás de un ancho perímetro que marca el cortafuego que llega hasta el alto de las antenas. Giro a la derecha en el cruce y enseguida el camino cambia hasta convertirse poco a poco en otra bikerpista. Dejo atrás otro camino que surge por la izquierda y sigo recto hasta otro cruce. Enfrente una valla, imagino que de las que cierran un coto de caza. Me ponen los nervios de punta. Al menos tengo alternativas tanto a la izquierda como a la derecha y de momento no cierran ningún camino. Me voy a la derecha equivocadamente y pronto rectifico volviendo atrás, así que es como si girase a la izquierda siguiendo el GR-238 hacia el río Magro y Fuen Vich. Tengo la cueva del Gállego señalada en el GPS pero no queda al borde del camino, está marcada hacia la izquierda adentrándose en la montaña, Tampoco hay ninguna senda ni señalización que marque su presencia, así que sigo adelante. 

La anchura del camino y del cortafuego es tremenda pero incluso así la pinada es brutal ocupando todos los valles que se ven y que se suceden unos a otros conforme avanzo, ahora en suave bajada, con rapidez. Un desdibujado camino a la derecha llega hasta el V.G. Cepos, lo veo allá arriba pero la pereza de subir este abandonado camino por el pedregal y seguro que teniendo que bajar de la bici me hace desestimar la conquista de otro punto geodésico. Lo cazaré digitalmente y me daré por satisfecho, y aunque sea con esta pequeña trampa pienso marcarlo en la columna de “conquistado”. Sigo bajando hasta una amplia curva que dibuja el camino a la izquierda, allí tengo marcada otra cueva, la de la Cocinilla, pero al igual que la otra ni se deja ver ni está señalizada ni hay senda que indique su presencia, otro hito que se me escapa, pero ponte a buscar… si está mal ubicada en el mapa puede ser como buscar una aguja en un pajar. Tras la curva el camino se acerca mucho al cortado de la montaña. Me acerco para contemplar el soberbio paisaje que, de no ser por la calima, se ofrece sobre el valle del río Magro y la sierra del Martés. 

La línea de chopera abajo indica la posición exacta por la que corre el río camino al embalse de Forata y entes de recoger las aguas del Mijares. Tras las fotos sigo bajando para llegar al desvío del camino hacia Hortunas. Este queda a la derecha pero mi camino sigue hacia la izquierda. Intentando verificar en el “Treki” que izquierda es izquierda llama mi atención un brusco movimiento frente a mí. Levanto la cabeza para ver entrar en mi camino 3 ciervos corriendo a toda velocidad, ríete tú del perro que bajaba de Rebalsadors… Siguen por el camino un centenar de metros y se meten en la pinada de la izquierda para desaparecer como fantasmas en la bruma. La imagen aún llena mis retinas. La alegría de este inesperado número aumenta el valor del espectáculo de naturaleza, del baño de vida que me estoy dando, del festín de emociones que por momentos embotan mis sentidos. Maravilloso. Luego llego a un cruce de caminos. El camino de la derecha lo tenía marcado como alternativa pero se deja ver como camino principal, el de la izquierda, que inmediatamente se bifurca y que tendría que tomar a la derecha está mucho menos transitado. Pues siendo que la alternativa existe y en mejores condiciones sigo por él. Otra bifurcación junto a un refugio de conejos. Sigo el track aunque estoy, a juzgar por el mapa en mitad del monte. Por eso decía antes lo de buscar la cueva, si todos estos caminos no existen… Junto al refugio de piedra seca giro a la izquierda y continúo el camino que me va cercando a la civilización de los caminos. Me incorporo al otro camino junto a otro refugio de conejos y veo que este baja por un cortafuego con bastante pendiente y camino semiabandonado, de ahí que este sea el camino principal sobre el terreno aunque no existe en las mapas del GPS. Un poco más adelante el susto del día: junto a otro cortafuego que estoy a punto de atravesar, un cartel indica “finca privada, camino particular” no hay ni cadena ni prohibición, pero estas son las cosas que me revientan: no te pueden permitir meterte por un camino y hacer una kilometrada para luego cerrar el camino sin otra alternativa que volver atrás. Para eso existen las señales de calle/camino/carretera sin salida. En este caso el camino no está cerrado pero la advertencia me pone un punto de intranquilidad. Unos metros después otra señal indica precaución con los niños y con los perros pues el camino pasa junto a una casa, la del Valenciano. Ni rastro de niños ni de perros, ni de la fuente que en teoría hay aquí, no me entretengo a buscarla no sea que el rastro lo esté dejando yo. A partir de aquí el camino comienza a complicarse por un firme lleno de piedras por una bajada pronunciada, lo que me hace jugar con los frenos con guante de seda, acariciándolos más que apretándolos. 

En un momento dado la arboleda se abre un poco y me deja ver el valle al que voy a bajar. Al otro lado del valle, tras la montaña, la figura del Ñoño. En esta contemplación estoy cuando un par de buitres leonados interfieren en mi campo de visión y van ganando altura en amplios círculos aprovechando invisibles corrientes ascendentes. Impresionante visión, como vuelan estos bichos !!! Aquí manda la naturaleza, en uno de estos pequeños reductos que aún no hemos invadido de forma rotunda e implacable. Uno de estos oasis naturales que aún no hemos devastado, arrasado, quemado y deforestado. Desgraciadamente todo llegará. No es que sea pesimista, soy realista; nos preocupa nuestro bienestar hoy y mañana, para el futuro aún queda mucho y si mientras tanto un pelotazo rápido deja dinero encima de la mesa siempre habrá algún empresario y/o político crápula y corrupto que dará el primer bocado… y luego ya es imparable la codicia humana que todos alimentamos comprando el último modelo de móvil, o de coche, o la casa en la sierra (que pronto dejará de ser sierra) o... Otro subidón de emociones que encajo mientras sigo bajando hacia río Mijares. El último tramo de bajada tiene mucha piedra suelta y tentado estoy de echar pie a tierra para evitar un resbalón y una caída tonta, pero esa búsqueda de la guinda de la ruta me hace buscar un poco más mis límites personales, así que un poco de riesgo que en caso de caída me dolería más en el orgullo que en la piel. Sin incidentes llego a la carretera, giro a la izquierda y llego hasta el puente sobre el río Mijares. 

Abajo unas preciosas pozas invitan al baño en días calurosos. La cristalina agua no esconde sorpresas y el agua canta entre las piedras deslizándose de poza en poza. Giro a la izquierda otra vez por el camino señalado de Las Moratillas y fuente Umbría. Un vistazo atrás para ver el bonito puente que he dejado atrás y me adentro hacia el barrio Mijares. Una pequeña aldea con más casas nuevas que viejas. 

Lo más llamativo es un viejo horno de piedras embutido entre un paellero y un tejado de madera, cañizo y tejas. Lo del tejado aún lo entiendo como un elemento decorativo, pero adosarle un paellero es un atentado contra el buen gusto y un ataque directo a la belleza. Este se levanta junto a la casa del Coronel, albergue rural cerrado desde 2009. Una lástima dejar perder este albergue de eco agroturismo como los propietarios denominaban, pero no hay problema, de aquí a unos años cuando el lugar rezume ruina las autoridades pondrán pasta de los contribuyentes para levantar este lugar histórico y salvarlo de la desaparición, por el camino lo que habrá “desaparecido” será la pasta en los bolsillos de quienes se desviven, en primera clase, por el bienestar de los ciudadanos.
Al final de la casa, arriba, salen dos caminos: a la izquierda hacia el nacimiento del río Mijares, a la derecha el de subida hacia Las Moratillas. Giro a la izquierda y me acerco hacia el río. Poco a poco el camino va entrando en la garganta de la rambla Quixal. Unos 600 metros después llego a un pequeño dique que embalsa el agua del barranco; se puede pasar por encima de él para llegar a la fuente de aguas frescas y limpias. 

A pie del dique una poza clara deja ver algún pececillo que se esconde entre los cañizos que brotan del agua. Este es, a efectos prácticos, el nacimiento del río Mijares. Retrocedo hasta la casa y tomo ahora el otro camino. Me despojo, antes de iniciar la subida, de las mallas y la camiseta larga. El calor generado en la subida será más que suficiente, aunque el día sigue sin acompañar en cuanto a la temperatura se refiere. Otra vez todo bloqueado, plato pequeño y hierro grande para buscar cadencia sin exigir demasiado a la musculatura. Poco a poco, a ritmo, voy ganando metros a la subida y altura a la montaña que me permiten tener panorámica sobre el valle que dejo atrás. Otra vez la sierra Martés comienza a ganar protagonismo al sur, hacia el este se atisba la muesca de la sierra del Ave antes de ser ocultada por las estibaciones más meridionales de la propia sierra Malacara. El río Mijares o rambla Quixal hace de frontera entre las dos sierras que hoy he transitado. Sigo subiendo y en algún punto del camino se deja ver, arriba, la casa de los guardas, o sea, las Moratillas. Aunque en los mapas pone que esto es la CV-4290 y podría pensarse que es una carretera/camino asfaltado no lo es, el estado del firme no es malo pero no es un camino cómodo que digamos para subirlo, aunque los he visto peores, mucho peores, doy fe. Llego al camino de acceso al aula de la naturaleza de Las Moratillas tras rodear el perímetro sureste del recinto. 

El largo camino de entrada, plantado de cipreses me va adentrando poco a poco en un espacio ideado para el disfrute de la naturaleza. A la derecha una enorme pinada bajo la que se instalan mesas de picnic, fregaderos, refugios y aseos. 

Lastima que el refugio está cerrado al igual que la casa, que fue construida en 1914, como centro de repoblaciones y estudios hidrológicos, y que ya presenta un avanzado estado de desgaste. Aquí pasará más de lo mismo que con el albergue del Mijares, dejarlo perder para luego, si acaso… recuperarlo, eso sí, a base de pasta de la que una parte se filtrará en algunos bolsillos. Una gran variedad de árboles y plantas dan un toque de color al lugar junto a la desvencijada y esbelta figura de la casa. También hay un helipuerto que habrá conocido el horror del fuego, sobre todo en el pavoroso incendio que vivió esta zona en 1984. Este es el lugar elegido para la parada de la comida. Busco un lugar apropiado entre sol y sombra y con buenas vistas para acomodarme, buscar el frescor de la cervecita, y escuchar ese sonido que tanto me gusta al abrirla, ¡¡ ahhh !! Tras el trago la contemplación del paisaje. La bruma no afloja y no me permite ver con claridad los cañones, a modo de vértebras, que labran la falda de la sierra Martés, como si dedos gigantes hubieran arañado la dura corteza terrestre dejando cicatrices milenarias. 

Paseo entre los árboles entre bocado y bocado, admirando el precioso madroño de 3 troncos tan nombrado por muchos de los visitantes de este lugar, pero a mí me llama especialmente la atención este espectacular ejemplar de cedro que parece esperar que le cuelguen las luces de navidad. Al final de la comida y a casi 800 metros de altitud el viento vuelve a refrescar un poco el ambiente, así que vuelvo a ponerme la camiseta larga para afrontar la bajada que me espera de aquí a un rato. Antes tendré que remontar hasta el Collado Umán y el tramo que asciende hasta el camino de subida al pico Nevera. Dejo el lugar con una última mirada atrás, llego a la pista por la que subía y continúo adelante hacia fuente Umbría, que solo está a 2Km. de aquí. Llego al camino por el que subía esta mañana, luego al desvío de la fuente por el que he bajado, ambos a mano izquierda, yo sigo de frente metido en la arboleda. 

Luego un camino llega por la derecha, es el camino que baja, o sube al Pintado, la montaña de las antenas, unos metros después, ya en el collado un camino asfaltado a la derecha baja hacia Yátova y Buñol, sigo de frente sin asfalto para iniciar la última subida de la rodada. Casi 100 metros de desnivel por la cara suroeste del pico Nevera. Veo el camino ondular por la ladera, el que yo transito ahora está en buenas condiciones y se sube fácil, pero cuando llego al desvío que sube hacia arriba veo que aquel camino está en estado lamentable, ¡¡la que me espera cuando tenga que subirlo!! 

Con este pensamiento me abandono a la bajada, rápida, fácil, segura, sin contratiempos. Lo único que me resta velocidad son las paradas fotográficas que haré por el camino. Llego a la granja Meteor para cerrar el círculo de la ruta, pasar otra vez junto a la horrible prisión y llegar hasta el área de servicio donde poder tomar un café con hielo mientras voy encajando las piezas y las sensaciones que me deja esta estupenda jornada de pedales. Muy pronto vendrán otras.


lunes, 8 de abril de 2013

Almardá-Vall de Segó


El lunes de san Vicente, festivo y primer lunes de vacaciones, lo iba a pasar a lomos de la gorda. Una nueva ruta para ir conociendo algo más del patrimonio histórico-cultural y paisajístico de nuestra comunidad. La ruta, aunque más que ruta será un paseo en bici debido a las innumerables paradas a realizar: visitas, fotos, almuerzo y comida y contemplación de los mil y un rincones que estoy dispuesto a conocer, surgió como idea con la preparación de la ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2012/12/ribaroja-almarda.html  al consultar la página de Ermitas de la Comunidad Valenciana http://www.ermitascomunidadvalenciana.com/  para ver que me iba a encontrar por la zona, así que, gracias a las fotos de Vicente, que me va metiendo el gusanillo de conocer las preciosas ermitas que tenemos por allá por donde nos movemos, aquí estoy para ampliar un poco más el conocimiento sobre ese patrimonio histórico que tenemos. En total serán 3 casas palacio, 1 torre, 5 ermitas, 6 lavaderos, 7 molinos, iglesias, fuentes, acequias, sistares y un largo etc, de monumentos civiles, militares, religiosos y paisajísticos, y también algunas curiosidades. Vamos a conocerlo juntos.



Desde Almardá salgo en dirección norte hacia la playa de Corinto. Voy a coger el mismo camino que cuando vine desde RibaRoja pero al revés. Así que la primera parte de esta ruta ya es conocida. Junto a la casa de Periya, lugar donde cerraré el círculo de esta ruta, giro, segundo camino a la izquierda, para tomar un camino asfaltado. Tras dejar atrás autopista, vía del tren y autovía, diviso a mi derecha la primera visita del día; la masía de Gurrama. 

Completamente rodeada de naranjos languidece esta vieja masía, y la más que evidente ruina que asoma por su techumbre no deja lugar a dudas sobre su futuro. Retrocedo hasta la carretera y sigo para girar a la derecha en dirección a la ermita de Benicalaf. Con este giro a la derecha transito por dos de las rutas más históricas que pasan por esta zona: la Vía Augusta y la ruta del Cid. Llego a la ermita, una antigua y soberbia construcción antaño perteneciente al extinto poblado de Benicalaf, desaparecido hacia el año 1870. Junto a la ermita la señal blanquiazul de la vía Augusta. 

Tomo el camino frente a la ermita y me adentro hacia Benavites, donde pronto resalta la torre sobre el resto del pueblo. 

Antes me acerco al lavadero, el cual desconocía su existencia pero que ha delatado el rumor del agua que incansable corre por sus piedras; uno más a la colección de estos bellos y pintorescos lugares que voy atesorando en mi memoria, tanto digital como emocional. 

Ahora sí, me acerco hasta la torre musulmana del siglo XIII, una preciosa torre defensiva en un espectacular estado de conservación, tras la foto callejeo hacia la iglesia. 

Curiosa por su forma, como si se apoyara en el campanario para permanecer en pie. Vuelvo hacia el lavadero para salir del pueblo entre campos de naranjos. Enseguida una bifurcación y giro a la izquierda, y enseguida a la derecha para ir hasta lo que queda del molí del Ratllat. Parece que la pinada es el último refugio que le queda a esta pequeña construcción de la que destaca un frontón en bastante mejor condición que el molino. Retrocedo y giro a la derecha hacia el Molí de Pedro, antes de llegar otro giro a la derecha y continúo entre naranjos hacia una gran balsa de riego. Allí a la izquierda para encarar MonteAlmenara. Una coqueta montaña propiedad privada y a medio urbanizar, digo medio porque las calles ya están hechas, los pinos esperan ser cortados para ser sustituidos por ladrillos. Al final la crisis tendrá algo de bueno, sino que le pregunten a los pinos. La empresa de seguridad que vigila la finca me dice que el permiso para subir a la montaña hay que solicitarlo a Madrid, a la sede de un gran banco, “pelotazos españoles de ayer y de hoy presentan…”. Indignado por no poder disfrutar de las magnificas vistas que se prometen de toda la Vall de Segó sigo camino para bajar hasta el molino donde antes no he llegado. Ahora paso junto a él girando a la derecha. 

Una pequeña plazoleta junto a la puerta de entrada me depara una agradable sorpresa, un pequeño lavadero descansa junto a un antiguo horno; ni el uno ni el otro volverán a recordar sus tiempos gloriosos. Sigo adelante cruzando el barranc del Arquet por un vado, que en caso de bajar mucha agua quedará anegado, para llegar a la carretera de Quartell. 

Allí mismo, en el cruce, se levanta el Molí de L’Arrap. Giro a la izquierda para llegar hasta la era y calvario de Quartell. A la derecha sale una senda que, pasando junto al Molí de Quart, llegaría hasta Quart o Quartell. Como este molino no está indicado junto a la senda pues me lo pierdo, quedará para otra visita. Retrocedo hasta el molino de antes y hago algunas fotos, allí mismo hay unos paneles interpretativos de la ruta del agua, de los sistares y los molinos. Sigo por la carretera y llego al barranc de la Font donde hay otro panel interpretativo, aquí también hay un camino por el que se podría llegar, dibujando un arco, hasta la era y el calvario de Quartell que he visitado hace un momento. Sigo para llegar, unos metros más allá al Molí de la Font. Lo rodeo y llego hasta la senda de Quart, pero no es mi intención recorrerla hoy. Otra vez hacia atrás para encarar la entrada a la Font de Quart. Son las 10.30h. y ya hay un ambiente considerable en la zona de los paelleros, donde la gente busca sitio para pasar este día festivo. 

Almuerzo en el mismo banco donde comí la otra vez, rodeado de este increíble y maravilloso oasis. Hasta aquí ya era casi todo zona conocida y la he pasado rápido. 

Ahora me pongo en marcha hacia la ermita del Santísimo Cristo de la Agonía. Una preciosa construcción a diferentes niveles, pintada de un blanco luminoso y rematada con tejas, sobresale sobre una pequeña pinada. A su lado el calvario. Lástima que la fachada principal no puede verse ya que da al patio de un colegio y la valla y algunos elementos decorativos la tapan casi por completo. Me adentro en el pueblo, paso frente a la iglesia y continúo calle abajo hasta el Llavaner. 

Otro precioso exponente de este tipo de construcciones. Desde la esquina a la derecha para seguir callejeando. Llego a la plaza donde se encuentra la capilla de nuestra señora del Pópulo. No hay mucho que ver y sin embargo transmite algo. Remonto ahora el pueblo para llegar a la zona de la prensa, la fuente y la torre de los colombaires, lugar por el que entré en la anterior visita. Sigo adelante dejando a mi derecha un parque, junto a la rotonda, con una fuente y una pequeña pinada, ya en la última calle del pueblo, por ahora, pues está proyectada una ampliación, giro a la izquierda y en la plaza de la capilla giro a la derecha dirección Quartell. La entrada del pueblo me recibe con dos de los elementos que venía buscando juntos: el Llavaner a la derecha y el Molí Nou a la izquierda. Hay que tomarse un ratito con estas dos joyitas para verlas bien. 

Una foto en la fachada muestra el lavadero en sus tiempos de gloria, cuando eran uno de los centros neurálgicos de los pueblos. 

Al otro lado de la calle el molino reconvertido en museo del agua; tras él la acequia que viene del sistar de Quartell y que a través de un derramador reparte el agua que entra en el molino. Me adentro en el pueblo por la calle principal y enseguida llego al Palacio Condal. Pocos elementos nos hacen pensar que estamos ante una casa palaciega. Luego me acerco a ver la iglesia en una calle contigua y me entretengo por las calles del casco antiguo, calles estrechas con las fachadas respetando una arquitectura tradicional y armónica, nada aburrida y con sabor añejo a pesar ser nuevas muchas de ellas. Luego salgo hacia la carretera de Benifairó, la cruzo por un paso subterráneo habilitado para ciclistas; es destacable la gran cantidad de carriles bici que hay en esta zona de Les Valls. A pesar de haber mil y un caminos agrícolas, la mayoría de ellos asfaltados, casi todas las carreteras tienen al margen su carril bici, esto si es una apuesta por el uso de la bicicleta como medio de transporte alternativo y deportivo y por un desarrollo sostenible; esto no es la chapuza de un arcén pintado de rojo como en Náquera, o un carril bici cerrado con una valla como en RibaRoja en espera de ser inaugurado con la foto de rigor de algún politicucho, y mientras los ciclistas sin poder gozar de unos metros de seguridad; a esto sí que le doy un “me gusta”. 

A la salida del paso inferior a la izquierda queda el Molí de Dalt. El edificio se conserva en buenas condiciones para lo que he visto por ahí. No hay mucho más que ver pero es una vista bonita. Después, junto al colegio, cruzo la carretera y tomo la senda que se adentra otra vez entre los campos de naranjos que saturan el aire de un penetrante aroma a azahar. Las flores estallan pintando de blanco la verde arboleda, y con las últimas naranjas aún pendiendo de las ramas, crean un contraste colorista y alegre difícil de describir, el espectáculo es estar aquí para vivirlo. En el “sky line” de Benifairó sobresale la figura del campanario junto al Palau. 

Me acerco por la senda hasta el Molí de Baix, este edificio sí que está en las últimas y las aguas de la acequia ya no mueven ninguna rueda que muela harina ni arroz, ni nada. La irrupción de la electricidad a gran escala sentenció todos estos molinos que se movían con la fuerza de un agua que hoy sigue fluyendo por los mismos lugares y que podrían seguir moliendo o proporcionando electricidad. 

Más adelante me encuentro el sistar de Faura. Por su margen izquierda una senda junto al campo de naranjos me conduce hacia Faura donde, a la entrada a mano izquierda, encuentro el Llavaner. 

Es un edificio grande, con tres pilas por las que discurre el agua, lástima que esté cerrado aunque se puede echar un vistazo a través de las puertas enrejadas. Ahora tomo la primera calle a la derecha y acabo entrando en el parque de la Canaleta. Continúo la calle arriba, y giro junto al canal del Barranco que cruza el pueblo, luego a la derecha y segunda calle a la derecha. Aquí daré una vuelta que no me conduce a ningún sitio; quería llegar a unos jardines con una balsa que hay detrás de estas casas, pero por lo visto son propiedad privada. 

Esta calle atesora el museo Guarner y la casa natal del pintor renacentista Alonso Sánchez Coello; al principio de la calle está el precioso Llavaner de Benifairó.

Solo le sobran las pintadas que, a modo de “arte” o simple gilipollez, algún idiota ha hecho, y al final de la calle nos encontramos, a la derecha, la casa Palau, hoy en bastante mal estado de conservación, y detrás la iglesia. Todo este conjunto hace que merezca la pena visitar esta calle. He omitido del track la vuelta que dí por los campos de atrás y que no conducen a nada, así que a todos los efectos giro a la izquierda. 

Después de buscar algunos buenos ángulos para las fotos de la iglesia y del Palau, giro a la izquierda para acercarme por fin a la montaña. Al final del pueblo, junto a un parque, giro a la izquierda para recorrer el pueblo de norte a sur hasta el parque de la Rodana junto al polideportivo. Este parque es una preciosidad y hoy, día festivo, la gente del pueblo sale a disfrutar de él plantando las mesas para disfrutar de un día de picnic. Disfruto un poco del entorno y del ambiente festivo, luego retrocedo para llegar hasta la ermita de Sta. Bárbara. 

Una bonita construcción enmarcada en la plaza del calvario, a su izquierda sale el camino que lleva, detrás del cementerio, a la izquierda, a los paelleros del parque de la Rodana, la zona más alta del parque con unas vistas increíbles sobre el pueblo y sobre La Vall. Vuelvo atrás hasta el cementerio, giro a la izquierda y comienzo la subida a la montaña, por fin algo de ciclismo. El nombre no le viene en vano; la otra Rodana, la reina, tiene una hermana gemela en estas tierras a caballo entre La Calderona, Espadán y el mar, no pertenece a ninguno y es de todos. Enseguida lo apuesto todo al objetivo de ganar la cumbre; desarrollo de subida, suspensiones bloqueadas, sentado en la punta del sillín y, como el camino es asfaltado y lo permite, un poco de zigzagueo para restar algo de porcentaje. Subo entre medio de una pinada enorme, magnífica y que va dejando su fresca fragancia en el aire. Me fijo en los badenes que a la bajada me pueden dar algún susto y los voy memorizando para intentar anticiparme. El poco más de un Km. de subida deja huella en las piernas que me han obligado a bajar el brutal ritmo que me había marcado desde el inicio. Como iba a ser la única subida del día quería dejar el pabellón alto, pero la montaña se encarga de ponerte en tu sitio lo quieras o no. Llego a un primer mirador con vistas hacia el sur, hacia el Alt de Romeu, el Pic del Corbs y el puerto de Sagunto detrás de las montañas. Hasta allí todo son pequeños campos de naranjos tejiendo un tapiz de verdes árboles y ocres tierras, al final todo muere en la línea de playa aplastado por la imparable maquinaria inmobiliaria puesta al servicio de la sinrazón urbanística. 

Llego hasta el mirador principal que, entre las ramas de los pinos, deja ver abajo los pueblos por los que he ido transitando esta mañana. Almenara a los pies de su montaña asomada al mar, las marjales que forman el cinturón prelitoral, la inmensa mancha de naranjales protegidos por las últimas estribaciones de la sierra de Espadan desembocando al mar. Todo un espectáculo digno de contemplar. Toca bajar. Suelto las suspensiones y me calo para ser todo uno con la bici. Pronto alcanzo el primer golpe de adrenalina con los casi 60 por hora que marco antes de la primera curva, luego ya no podré acercarme a esa marca pues los senderistas que suben y la gente que pasea a los perros me harán tirar de freno más de lo que me gustaría. Llego abajo como un tiro, dejo atrás la ermita y giro a la izquierda para encarar la calle que sube hacia la ermita del Bon Succes. No tiene pérdida; cuatro calles más allá a la izquierda una impresionante escalinata custodia la pequeña ermita encaramada a la montaña. Justo antes de la escalinata un camino a la derecha me facilita la tarea de subir, por asfalto, hasta arriba. Junto al barranco un camino arranca a la izquierda dejando el asfalto. 200 metros después llego bajo la pinada que rodea esta bonita ermita. 

Unas mesas alrededor invitan a pasar un agradable rato sumido en la calma que se respira en este lugar. 

Admiro desde aquí arriba la imponente escalinata que  desde abajo había visto con congoja antes de ver el camino. Unas fotos después me pongo en marcha para bajar al pueblo, girar a la derecha, llegar hasta la calle de Sta. Bárbara y, dejando la ermita a la espalda, adentrarme en los pueblos para cruzarlos de oeste a este, pasando de Benifairó a Faura. Desemboco en la plaza del Llavaner, allí giro a la derecha y llego a la plaza de la iglesia. Esta queda a la izquierda, justo enfrente la Casa Condal. 

Soberbia en su arquitectura y conservación, una pincelada más de buen gusto a lo largo y ancho de toda esta ruta. Enfrente la iglesia de los santos Juanes tampoco pierde el tono de la belleza de los lugares visitados y aporta un plus que sube la media. Me pongo en marcha callejeando otro poco y disfrutando de algunas calles y plazas que también aquí guardan una estética tradicional en las construcciones de las casas, no así en la parte nueva del pueblo donde las impersonales fincas y adosados no aportan ningún valor estético. Busco la salida entre los naranjos junto al trinquete por caminos agrícolas más tranquilos y libres de tráfico, aunque hoy día festivo no es el caso. Vuelvo a cruzar la autovía, la vía del tren y la autopista, y ahora también la carretera de Almenara a Canet por la rotonda. Allí tomo el camí del Mangrano, después de pasar la Masía del Pilar giro a la derecha por el camí Cantarrana. 

Este se mete de lleno en la Marjal que en algunos tramos inunda el camino. Llego a un observatorio de aves junto al molino de Casa de Perinya, una pequeña área recreativa con una rueda de noria, un área bonita si se pudiera visitar y disfrutar de ella, pues siempre que he pasado esta cerrada a cal y canto. Como llevo el bocata de la comida decido acercarme hasta la playa y comer con unas vistas diferentes a las acostumbradas. Ya solo queda llegar a casa y disfrutar de un merecido café con hielo pues aún tengo el gusto de la última cerveza en la boca. Mientras saboreo el café y recupero los recuerdos de la ruta pondré otra cerveza a refrescar.




TRACK DE LA RUTA: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4284737