martes, 28 de diciembre de 2010

Riba Roja-Casinos (escalinata)

La ruta de hoy ha sido de lo más rara. Las circunstancias ya parecían las propias del día en el que estamos, 28 de diciembre, día de los inocentes. Había quedado con mi sobrino Salva para enseñarle una ruta por La Calderona y calibrar su fondo físico en una subida larga, más de fondo que de explosividad y así poder ir incluyéndolo en las salidas con el resto del grupo. Ya se que puede aguantar una de nuestras salidas sin problemas, pero si tengo la oportunidad de "examinarlo" primero, pues mucho mejor.
Así que con un trancazo que me hubiera mantenido en la cama y calentito de haber salido solo, me levanto, me visto de luces y desayuno. Apunto de salir de casa suena el teléfono y me imagino el percal. Efectivamente, que está malito el bandido. Por un momento pienso que la cama aún me estará guardando el calorcito y la forma, y casi caigo en la tentación. Pero no, un biker mira de frente al frío y a los resfriados, voy a ver si lo dejo atrás en alguna bajada. Salgo de casa sin una idea muy clara de a donde ir. Pienso en llegar hasta la rambla Castellana o rambla Primera y remontar un tramo a ver si puedo llegar a Casinos. Con ese pensamiento bajo hasta el río que a esta hora está precioso. Solitario, frío y envuelto en bruma. Queriendo exalar el último aliento de la gélida noche y librarse de ese frío que me traspasará a mí. El rodar rápido pero tranquilo. Sin gente que ir esquivando y/o adelantando, sin polvo que tragar porque la humedad lo asienta al camino, todo ello hacen de este camino, a primera hora, una gozada de difícil catalogación.
Me muevo rápido, más por el gélido día, que con sus 0 grados centígrados a esta hora hace imprescindible un golpe de calor, que por prisas. Los charcos congelados dan fe de la temperatura. No solo está helada la superficie, son auténticos témpanos de hielo esperando las horas centrales del  día para volver a su estado líquido. Las postales del río son impresionantes, pienso que solo hace una semana que hice este mismo recorrido hasta el puente de La Pea. El intenso frío me entumece las manos y deja insensibles las puntas de los dedos. Tal es así que ni siquiera puedo frenar. Al intentar usar los dedos el dolor es bastante intenso, pero lo peor que no tengo sensibilidad y freno, cuando puedo hacerlos funcionar, más de la cuenta, por lo que tengo que frenar con la palma de la mano haciendo una postura rara sobre el manillar. No será hasta La Pea, justo antes de la bajada, cuando pueda volver a sentir que los dedos me pertenecen y vuelvo a mandar sobre sus actos. Hasta allí sin más novedades que destacar, desde allí comenzaré la parte nueva de la ruta. Giro a la derecha por el camino dentro de la pedrera, el camino de abajo, junto al río, está encharcado y el paso de algún camión ha desecho el hielo y es todo un barrizal. El camino helado no deja elevarse nada de polvo y los montones de grava con una capa de hielo por encima convierten este feo lugar en algo novedoso que observar, incluso los sonidos quedan amortiguados y todo parece ralentizarse. Llego al final y sigo de frente para entrar por el camino que se interna en la rambla.
Camino ancho, imagino que para el paso de camiones. Por fortuna no me encuentro con ninguno. Paso bajo el puente de la carretera de Pedralba. Me sorprende la tremenda anchura que tiene aquí el barranco. Bueno no solo aquí, durante buena parte del recorrido la anchura de la rambla es digna de mención. El paisaje es una mezcla de otros paisajes: el camino, con tramos de canto rodado es el típico de zonas de agua, pero la vegetación es la típica de monte bajo, aliagas y arbustos más propios de monte intercalados entre algunos pinos de buena talla. Metido aquí dentro, encajonado por las paredes verticales del cauce, seco ahora, cuesta imaginar la brutal fuerza del agua en la riada del 57, toda la descomunal anchura de este cauce iría a rebosar de agua y con una fuerza abrumadora se llevaría por delante todo lo que encontrara.
Por fortuna no hay previsión de lluvias ni hoy ni los días precedentes así que no hay cuidado de una avalancha de este tipo. Sigo remontando, el desnivel no se deja notar y el firme va cambiando de textura por tramos. A pesar de ello no cuesta pedalear. Metido en medio de un barranco podría pensar que este estaría lleno de vertederos y de escombreras donde algún cafre se desharía de los enseres viejos, pero para mi sorpresa apenas hay algún montón de trastos en algún punto desperdigado de la ruta, nada que no se pueda ver en cualquier otro camino de este nuestro país. Cuestión cultural dirán unos, incultura, mala educación y ser un cerdo, decimos otros a ese comportamiento. Es una de las cosas que hacen que este camino, a pesar de no ser bonito, no sea, en absoluto, feo. En un momento dado, al mirar la pantalla del GPS parece que esté en medio del desierto, la anchura es tal que la pantalla está vacía, solo la flecha que indica mi posición, pero en un lugar vacío no tiene donde situarme. Continúo hacia adelante, Domeño se muestra en la parte derecha del cauce con el telón de fondo de La Calderona.
Hay diferentes caminos aquí abajo por lo que voy sin rumbo fijo cambiando un poco de derecha a izquierda o incluso por el centro, pasando de cuando en cuando por el curso de agua cuando esta baje tranquila y mansa tras las lluvias. Pasado Domeño el cauce hace un giro a la izquierda bastante pronunciado, en ese lado se alza lo que queda de una montaña devorada por la cantera que se expande en todas direcciones. Aquí en el cauce está la pedrera donde se tratan las rocas que se sacan de la montaña. Tan ensimismado estoy con la visión de la montaña y la pinada de detrás que me paso la salida hacia la rambla Artaj que es la que lleva a Casinos. Ante la falta de señales y de track sigo por dentro del cauce ajeno a mi error. Y menos mal porque a partir de aquí es donde empieza la parte más divertida y pintoresca de la rambla. Tanto la montaña de la cantera, que tiene un V.G. arriba, como las otras montañas de la zona, están por encima de los 300 metros de altitud. Es una zona que rompe la monotonía del paisaje que me venía acompañando y pone un poco de color verde al paisaje.
Bordeando estas montañas por el norte llego a un antiguo caserón que se eleva junto al barranco, es el Mas de la Vila. Aquí decido echar un vistazo general al mapa y compruebo que me he pasado de salida. Y me pregunto: ¿y si continúo y llego a las caídas de agua del canal principal del Turia?, las he visto centenares de veces desde la carretera pero llegar hasta allí debe tener su aquel. No aparecen en el mapa general del "treki" pero con un poco de orientación de hasta donde quiero llegar, me pongo a serpentear por los caminos entre los campos de cultivos. Muchos naranjos, como ya vi la semana pasada, pero ni un solo campo de mandarinas, que pueda complementar el almuerzo, por esta zona. Voy hacia las montañas que tengo a mi derecha. Pero el espectáculo visual es tremendo. La Calderona se muestra aquí infinita.
Desde su comienzo, enlazada con los montes de Andilla hasta perderse detrás de las montañas que he bordeado y que ocultan su final allá en el lejano mar. Cruzo una carretera que debe ser la de Casinos a Pedralba. Luego giro a la derecha por un caminito pegado a un torrente, esta es la partida del Pla de Calbo, dejo la carretera y sigo por caminos de tierra hacia La Escalinata. Serpenteando entre los campos llego a un camino sin salida. La carretera está al otro lado de una barrera de arbustos y del canal de riego de los que hay en esta zona; es como una media tubería sustentada por pilones. Cojo la bici y paso entre la maleza y por encima del canal, este está roto por lo que imagino que habrá algún otro modo de regar los campos. Por fin sobre la carreterita deseada sigo mi intuición y sigo bordeando las montañas hasta que pueda ver la CV-35 que es allí donde están dichas cataratas. Efectivamente, en toda esta zona el modo de riego es por goteo, las negras tuberías se pegan al suelo sobre caballones que retinen el agua y van drenando hacia el interior, hasta que la raíz bebe de esta tierra empapada. Inicio la subida hacia una montaña cuando veo que más adelante hay otra, por lo tanto esta no puede ser, continúo hasta la vista de la autopista.
Ahora es el momento de jugársela con uno de los caminos que suben la montaña. Elijo el más cercano a la carretera. La dureza inicial de la rampa no amaina en todo el recorrido de este camino que se va internando hacia el bosque, aunque sin llegar a entrar en él. Una bifurcación, sigo mi instinto y elijo derecha. Sige subiendo. Con una ruta tan llana las piernas no están muy habituadas hoy a estos esfuerzos. Por fin veo arriba unas compuertas, pero también veo la descomunal rampa que me separa de ellas. Voy subiendo a chepazos hasta que la pared casi vertical me impide seguir pedaleando, de todos modos solo me quedan unos metros para estar arriba. Si. Esto es lo que buscaba.
El canal viene de la izquierda y de repente se derrama por su pared izquierda en una serie de escalones que van bajando hasta morir en otro canal abajo de esta obra. La verdad es que no se muy bien para que sirve esto. Es como decantar el agua por unos escalones. Los 35 kilómetros de ruta hacen que el estomago esté impaciente por recibir su merecido. Almuerzo junto al canal oyendo el chorrear del agua en las distintas caídas. Las vistan son soberbias desde este lugar. La carretera de subida a Alcublas se muestra delante al otro lado del valle. También se distinguen los molinos de Alcublas y un poco más a la izquierda las antenas del Pico Bellida.  Y ahora si se ve La Calderona en toda su totalidad.
Igual que La Rodana y el Montdúver detrás de esta. El cielo nuboso, y un día que en lugar de ir clareando va adquiriendo una atmósfera opaca y blanquecina, oculta muchas de las montañas que serían visibles, aun así hay una magnifica visibilidad a estas horas, no será así de regreso, y sobre todo, cuando llegue a casa que no podré ver ni siquiera La Pobla frente a la ventana de la cocina. Almuerzo inquieto, sin detener la vista ni un instante en ningún sitio. No me puedo creer que esté cerrando el año de esta manera y con una ruta del todo inesperada. Me pongo otra vez en marcha agradeciendo poder utilizar ya los dedos para frenar. Es un descenso corto, más técnico que rápido. Llego al camino asfaltado y giro a la izquierda hasta el carril bici junto a la autopista. Sigo este carril casi hasta Casinos... hay cosas que no puedo comprender: se gastan una millonada en hacer un carril bici junto a la autovía, un carril pegado a una vía de servicio que no tiene casi tráfico y que con unos badenes aquí y allá para reducir la velocidad de los pocos coches que la utilizan, podría haber servido como carril por donde circular las bicis, incluso pintando una parte de rojo o de verde y poniendo señalización, en cambio no se es capaz de meter el carril bici dentro del pueblo, se deja a las afueras. A veces me pregunto si estos detalles son dejadez o torpeza, quizá si nos pidieran opinión a quien tenemos que usar las cosas se harían de un modo más efectivo, y quizá también más barato. Y no quiero pensar en las medallas que se colgarán los responsables de estas obras por haber hecho tal o cual cosa y en las comisiones a repartir. El caso es que cruzo el puente sobre el barranco de Artaj, que es por el que tenía que haber venido hasta Casinos. Cruzo el puente y a la derecha, por otro camino pegado al barranco, hasta el polideportivo. Este se encuentra en una zona de rocas horadadas y vaciadas como si de aquí se hubiera sacado piedra en tiempos remotos. Pegado al polideportivo, sobre una colina, se alza, entre pinos, la ermita de San Roque.
El paraje es una pequeñita joya. La arquitectura no es nada singular o espectacular pero el conjunto de la pinada y la blanca construcción si que da un toque de relevancia al lugar que, sin duda, vale la pena visitar. De ahí sigo un camino paralelo a la antigua CV-35 hasta una casona unos metros más allá. Justo enfrente un camino me aleja de la carretera y me interno hacia el cementerio en busca del camino de Llíria. Ya en él giro a la derecha y sigo de frente en ligera bajada que invita a pedalear con alegría. Frente a mí se eleva la montaña de la Monrabana a la que me acerco a toda velocidad. Justo a su altura gira un camino a la izquierda, un poco después veo que no tiene salida, vuelvo atrás y cojo otro que parece muy abandonado, efectivamente, este muere en una senda que continúa subiendo, ahora veo por debajo el otro camino que bordeando la montaña la sube por el lado norte. A la altitud que estoy ya no merece la pena bajar y continúo, con la bici a cuestas, hacia arriba. Llego a la casa que es un observatorio forestal. Es como un gran chalet ubicado en un sitio excepcional, bueno, de no ser porque está rodeado de canteras y el polvo debe ser insufrible, pero las vistas son una pasada. Un par de fotos y continúo hacia la verdadera montaña de la Monrabana, en la que se ubica el V. G. en mitad del poblado Íbero que hay en la cumbre.
Este poblado está vallado pero abierto, de todas formas no creo, en este caso, que sea el motivo del deterioro y abandono de estos restos milenarios que datan del siglo V a. C. Observo, desde aquí, la colosal muralla que representa la cercana Serra Calderona unida a los montes de Andilla, y el basto territorio que se ofrece a sus pies, campos de cultivo, casas, granjas, urbanizaciones, almacenes, fábricas, pedreras y un sinfín de construcciones tachonan el valle aquí y allá, y, como si no tuviéramos bastante con esto, nos comemos las montañas con monstruosas canteras para sacar más piedra, más material con el que seguir construyendo más casas, granjas, urbanizaciones, etc. Una sinrazón solo al alcance del ser humano. Doy la vuelta y me dejo caer ladera abajo para llegar a la carretera e ir en dirección a Llíria. La especulación dejó preparados los campos cercanos al hospital de Llíria para la construcción de un macro polígono industrial.
La alineación de las calles y las enormes parcelas esperan, con sus aceras terminadas y sus farolas instaladas, a que pase la época de vacas flacas o a que alguien le hinque el diente, como quien empieza una tarta... luego ya no hay quien lo pare. De momento el solar parece un desierto, más que eso, un cadáver, un fantasma que espera paciente su momento.
Llego a la torre de control del antiguo aeroclub de Llíria. Se alza en un extremo de este yermo paraje, la antigua pista cerrada tras una muralla que bordea el perímetro de lo que parece un gran almacén de material de construcción, el primer bocado del macro polígono industrial. Tras la breve visita continúo hacia el hospital por el carril bici, este de color rojo y con los bordillos como obstáculo, no sea que los ciclistas lo tengamos demasiado fácil. Me incorporo al carril que acompaña a la autopista. Cruzo la urbanización de Montecollado y me meto, poco después, dentro de Llíria para buscar la subida hacia Santa Bárbara y, sin desviarme, bajar hasta el carril bici hacia Benaguacil.
Ya en "casa" me acercaré a ver el Monasterio Cisterciense de Gratia Dei, pasando por la puerta y con tiempo de sobra para llegar a casa a mediodía, no quería dejar pasar la ocasión de entrar en este recinto que parece detener el tiempo dentro de sus muros. Ya solo me queda llegar al río y hacer los últimos metros de esta ruta improvisada que me ha dejado un gratísimo sabor de boca. Muchos paisajes que recordar que seguro serán incluidos en alguna otra ruta que pronto empezaré a estudiar. Ya os contaré lo que salga.



Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=1388172

martes, 14 de diciembre de 2010

Riba Roja-Calles

Suena el despertador aún de noche. Segunda parte de la trilogía que cerrará el triángulo Riba Roja-Calles-Requena. La ruta de hoy es más corta que la de ayer y con muchísimo menos desnivel, pero prefiero ir con tiempo para asegurarme de estar allí a hora de comer. Me asomo a la ventana con el desayuno en la mano y a punto está de sentarme mal. Está lloviendo. Corrijo, no está en este momento pero el suelo está mojado. Es una faena. Esto aportará un plus de peso, cansancio, frío e incomodidad, que a fuerza de kilómetros y tras las durísimas jornadas de ayer y la de hace dos días, amenazan con dejarme molido. Ayer a última hora ya no sabía donde ni como sentarme. Decido hacer un cambio de última hora e ir por el río, por el camino del parque fluvial del Turia hasta el puente que cruza el río allá por La Pea. Allí ya estaré sobre el track y evitaré algunos charcos que me incomoden el inicio de la ruta.
Hasta allí nada nuevo, solo el deleite que supone pasear a orillas del río con los preciosos paisajes otoñales que jalonan cada rincón del parque. Cruzo el río por el puente planeado y giro a la izquierda en la cantera. Unas enormes piedras cortan el paso, las supero bajando de la bicicleta, que digo yo que para que no pasen coches, con separar un poco estas moles nos facilitarían el paseo a los senderistas y ciclistas. Los naranjos son los dueños de la mayoría de campos de cultivo de la zona. Un poco más allá giraré a la derecha y comenzaré la parte nueva de la ruta. Hasta aquí era terreno conocido. Luego cruzo la carretera de Llíria a Pedralba. Compruebo con alegría como el asfalto no está demasiado mojado y apenas salpica agua y barro, de momento estoy saliendo mejor librado que ayer. El calor generado con el pedaleo me obliga a parar y quitarme el chubasquero con el que había salido de casa en previsión de peores condiciones meteorológicas. El nuboso día de momento no amenaza lluvia, y la luz solar intenta abrirse paso a través del manto de nubes, pero de momento no lo consigue. Nada destacable de esta zona intermedia de la ruta. Caminos asfaltados serpenteando entre cultivos variados y campos de naranjos principalmente. Es la parte más alta de esta zona, luego un suave descenso hasta cruzar la carretera de Pedralba a Casinos. Es una zona de regadío, de pozos, de reconversión del antiguo secano al próspero regadío, que en los últimos 30 años ha cambiado la fisonomía de estos campos del interior para anegar estas tierras de agua entre naranjo y naranjo. Por fortuna el riego por goteo sigue creciendo y está volviendo a transformar el paisaje, al menos con un consumo más moderado de agua. Pero queda mucho por hacer, tanto aquí como en otras zonas. A ver si poco a poco lo conseguimos.
Llego a una pronunciadísima bajada, corta pero muy intensa, abajo los naranjos crecen sobre un manto de césped que colorea el entorno. Subo la pendiente por el otro lado y decido que es hora de almorzar. Paro junto a una caseta de labranza, nada singular o artesanal. Una caseta cuadrada de bloques, lucida, simple y funcional. El rato del almuerzo me está dejando helado. El calor solar no logra atravesar la capa de nubes, incluso si me fijo bien veo partículas de agua de la vaporosa niebla que por momentos me acompaña a lo largo del viaje. Vuelvo a plastificarme por fuera con el chubasquero, al menos retendrá el calor corporal. Almuerzo rápido y me pongo otra vez a dar pedales. Necesito calor. Lo encontraré en la siguiente subida, esta vez saliendo del asfalto, que me lleva hacia el alto de La Cruz Quebrada.
Desde aquí la montaña de las antenas de Bugarra se ve entre la bruma en las montañas más cercanas. El camino sigue subiendo y pronto se adentra en el monte. Pierde anchura y se convierte en senda. La humedad aquí, en medio del pinar, es espectacular y los colores de las plantas mojadas elevan sus tonos hasta lo increíble. Los aromas también son abrumadores. Una mezcla de tierra mojada y plantas aromáticas se agolpan en la nariz y me sorprendo olisqueando el aire para captar las últimas esencias escondidas en los confines del monte. Luego la senda baja, un tramo corto y técnico entre piedras, a modo de escalón, y plantas invadiendo el angosto espacio para pasar. Llego a un cruce de caminos y sigo lo más recto posible, creyendo ciegamente las instrucciones de "treki". A estas alturas estoy más que despistado y, podría guiarme y seguir un rumbo aunque, realmente no se donde estoy. El camino sigue bajando hasta llegar a una carretera.
Antes de cruzarla paro a ver el aljibe que, abandonado, ve pasar a su lado los coches a la velocidad de la vida, o viceversa. Lo mismo le da a un monumento del pasado. Un fósil que más pronto que tarde molestará más que otra cosa y derribarán para hacer más ancha la carretera, o para poner una señal que no puede desplazarse unos metros más allá. Vete tú a saber, alguna molestia le encontrarán al pobre desgraciado. Ya cruzada la carretera el camino sube hacia un campo, tras un momento de vacilación consigo seguir el trazado marcado sobre la pantallita. Luego el camino se hace piedra en medio de una subida. La portentosa pendiente y el mal estado del firme me obligan a bajar de la bici. Me interno así, otra vez, en mitad del bosque, arriba pasaré junto a una madriguera artificial para conejos. Estas madrigueras o majanos, se vallan a su alrededor para evitar que los depredadores puedan acceder a ellas y facilitar así la repoblación de animales en la zona. Luego salgo a un camino asfaltado que vuelve a discurrir entre naranjos. Al final de este camino a la derecha, y luego a la izquierda en dirección a las Bodegas Vanacloig. Antes pasaré junto a un cercado de madera blanco.
Unas banderas ondeando sobre unos mástiles me llaman la atención y me acerco a curiosear. Es un pequeño campo de aterrizaje... Allí mismo me desvío de este camino a la izquierda, luego a la derecha para llegar a la pedanía. Una hilera de casas flanquean la carretera que llega desde Gestalgar y Bugarra. Luego, en el cruce lo tomo a la izquierda para pasar el resto de casas y el restaurante La Bodega, excelente restaurante que he tenido la satisfacción de probar. Un poco más adelante veo el letrero de otro restaurante que indica está a 100 metros, allá que voy a ver que pinta tiene. Llego a un aparcamiento cerrado que intuyo como el restaurante aunque no hay nada con que pueda verificarlo y además está cerrado, así que doy la vuelta y continúo camino.
Ya al final de la aldea veo una antigua casona de piedra, es lo único de este lugar digno de destacar, arquitectónicamente hablando. Es un tremendo chasco, tal como me pasó ayer en Villar de Tejas. Aldeas perdidas en mitad de la nada. Sitios que, por su lejanía o aislamiento, esperaba con un entorno más cuidado, más homogéneo en las construcciones, más rurales, más piedra y menos paredes de cemento. Pero no, de aquellos pueblos cada vez quedan menos, sobre todo en la zona en la que estamos. A partir de aquí se hará cada vez más visible el tipo de canal que sirve de regadío en esta zona. A diferencia de las acequias de la zona de Manises y Riba Roja, aquí son medias tuberías casi aéreas en algunos tramos y que surcan los campos en todas direcciones. Luego, casi de repente, los naranjos dejan de ser el cultivo principal y las oliveras se adueñan momentáneamente del paisaje. También los algarrobos tienen su cuota de protagonismo, al menos en el interior de una finca con caballos en libertad. Una finca grande donde los animales pueden moverse con soltura y correr a sus anchas sin tener que estar dando vueltas a una pista. Ya desde aquí, la mole montañosa de la muela de Chulilla se va agrandando con la cercanía.
Me dirijo hacia ella. Pasaré justo por debajo junto a las canteras en el alto del Salobrar. Las pozas en las zonas abandonadas de las canteras se llenan de agua con las lluvias y aportan un plus de color y exotismo junto a la pinada cercana.
Cruzo la carretera de Losa a Chulilla y bajo hacia el barranco donde se juntan el de La Cava y el Tarragón. El camino desaparece bajo las aguas. Y es que en este punto el camino y el barranco comparten el mismo espacio. Cuando no baja agua gana el camino, pero si trae agua...
Como el agua no ocupa todo el ancho del camino me muevo por un lateral enganchándome en las zarzas que bordean el camino-barranco. La alternativa a este camino acuático sería coger la carretera hacia la izquierda, hacia Chulilla y luego a la derecha por el camino del eco parque para llegar hasta la carretera del embalse. Es un pequeño rodeo pero te aseguras el paso sin depender de si hay o no hay agua en este camino ni preocuparte por el caudal. En cuanto a la carretera; tampoco es mucho el tramo a recorrer y la carretera no tiene mucho tráfico. Hoy ha habido suerte y he podido pasar, pero siempre está bien tener una alternativa a mano. Además, mejor esta carretera que no la CV 35, todo el rato de subida desde Losa hasta el empalme con la carretera del embalse. Con la bici por dentro del agua, me apoyo en ella para poder sortear las ramas que se adentran aún más en el camino. Por suerte son unos 50 metros hasta que el barranco encuentra una escapatoria a la izquierda y se dirige hacia el Turia después que este deja las aguas del embalse de Loriguilla. Luego remonto el camino y llego a un mirador sobre el meandro y cañón del río, entre el embalse y la entrada a Chulilla.
Es un encajonamiento espectacular. La muela de enfrente se inclina hacia el paso del agua como si no quisiera perderse este soberbio paisaje. Tras esta visita ya entro en la zona conocida pedaleada otras veces. Sigo ascendiendo hasta la CV 35 y ya en ella de bajada hasta la cabecera del pantano allá en Domeño. Como voy muy bien de hora hago un alto en las ruinas de La Venta de Mariano.
Muros de piedra, de esos que reclamaba antes se desmoronan en soledad, con la tristeza de ser olvidados e inútiles testigos del pasado. Ya cerca del final de la ruta me deleito en pasear por este rincón que, como tantos otros, perderemos para siempre a no tardar muchos años. Desde aquí hay unas vistas privilegiadas sobre la cabecera del embalse y la conjunción de los dos ríos que lo alimentan.
También del mutilado castillo de Domeño que agoniza encaramado en su altozano al otro lado de los ríos. Por fin vuelvo a ver el Pico del Remedio; ayer entre la bruma cuando me alejaba, hoy bajo un sol que alegra el día conforme me acerco. Ya solo me queda rematar la ruta paseando junto al río Tuejar, remontando su corriente hacia Calles y deleitarme bajo el otoño que cubre de hojas el camino aunque estemos en invierno.
Una pequeña rozadura en el trasero harán más que insoportables los últimos kilómetros de esta segunda jornada que estoy deseando terminar. La trilogía la cerraré pasadas las fiestas navideñas, al volver a casa. El tren me llevará en sentido contrario al de ayer y bajaré desde Requena a Riba Roja. Aquella historia también os la contaré.




Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=1388115

lunes, 13 de diciembre de 2010

Calles-Requena (por Mas del Caballero)

Tiempo de vacaciones, tiempo de pedaladas. Eso creía yo hasta que la cosa se torció un poco por problemas de salud de mi padre. Al final todo solucionado y a terminar las vacaciones sobre la bicicleta. Pero antes de esto las crónicas se acumulaban en mi cabeza ya que estaba sin ordenador donde escribir ni ver las fotos, ni los mapas que me recordaran y me aportaran datos para plasmar lo más fielmente posible el camino.
Tras la batalla de Espadán del sábado, hoy lunes me tocaba una ruta a la que le tenía muchas ganas. Se trata de un triangulo en el que unir Calles, Requena y Riba Roja. En esta primera etapa iba a salir desde Calles y llegar a Requena, desde allí en tren hasta Loriguilla y rematar unos pocos kilómetros hasta Riba Roja. La ruta la tenía planeada, originalmente, por Chera y el Reatillo hasta subir cerca del pico Tejo y llegar a Requena. La información que me facilitó Eva M. al consultarle por Internet una duda sobre la zona, me hizo cambiar la ruta y llevarla por el Mas del Caballero para ver así aquella preciosa zona de interior que me describía. Ese cambio me hizo trastocar también la segunda etapa, la ruta en bicicleta desde Requena hasta Riba Roja, y tocar así parte de la ruta original de la primera etapa pero en sentido inverso, pero eso será otro día. Para ello tendré que subir en tren hasta Requena y luego volver en bici hasta casa para cerrar el triangulo que hoy iniciaba y que tendría mañana el segundo lado.

Así que me ponía en marcha con las primeras luces del Alba en un día fresquito pero que prometía un sol radiante a lo largo de la jornada. Cruzo el pueblo de Calles aún entre sombras que no dejan ver a nadie por la calle, voy subiendo hacia el radio faro y la bruma se empeña en ocultar los rostros de las montañas cercanas y conocidas. Se que están pero casi no las distingo.
Abro un poco la chaqueta para refrigerar el calentón que me estoy pegando en esta subida, no es nada nuevo y además aún me quedan muchos kilómetros de subida por delante. Pero primero disfrutaré en una bajada colosal que me lleva por asfalto hasta Lapuente Alta. Inicio el descenso de este portillo con el Sol intentando superar la altura de las montañas e iluminar el Turia.
No lo conseguirá, o al menos no veré como lo hace pues lo dejaré a mi espalda para seguir subiendo por el camino que lleva a Jórgola. El camino en perfecto estado, casi como los caminos de Espadán. La última vez que subí esto no estaba tan bien el camino. Voy sin cebarme pero a buen ritmo, controlando las pulsaciones y la respiración. La peor rampa de este tramo conocido está justo después del área de Jórgola. La supero sin mayor dificultad y voy llegando al desvío de Las Marianetas.
Es el alto de toda esta muela al sur del Turia y a los pies del Pico Ropé. Luego llego al desvío de fuente Mascán. En estas curvas sombrías el sol no ha secado del todo las lluvias de la semana pasada y hay tramos embarrados que intento evitar cargando con la bici. La kilometrada de la ruta no invita a ir lleno de barro en los piñones, frenos y cambios. Cuando no hay más remedio, paso despacio buscando la parte con menos barro. Pero esto durará poco. Llego a la parte de arriba y a los cruces de caminos. El primero a la derecha lleva a Benageber y fuente Chelva, lo dejo atrás y continúo hasta el siguiente cruce. Izquierda a Chera, Pico Ropé y Reatillo. Este es el que tenía planeado al principio. Pero el cambio de planes me lleva a la derecha, hacia Villar de Tejas.

El camino se mete por una densa pinada a ambos lados de la pista. Algunos muros de piedra, o mejor restos de muros indican donde los pastores levantaron casonas y refugios en tiempos pasados. El sol apenas se filtra entre la maraña de ramas que se elevan muy por encima de mi posición. Gotas de agua cuelgan de las hojas como lágrimas apunto de derramarse. El suelo húmedo compacta la tierra y permite un rodar suave. Y llega el problema. Una señal indica el Mas del Pinar por esta perfecta y preciosa pista, pero el track dibujado por mí me saca de esta estupenda pista y me mete por un camino estrecho en bajada. Poco después llego a un barrizal descomunal y una charca delante de un cable que corta el paso por el camino.
Esquivo lo uno y lo otro y continúo. Aquí, las huellas de los jabalís son patentes en todo momento recorriendo el camino arriba y abajo. La espesa mata de monte bajo impide que los animales se puedan mover entre el monte con libertad, no lo harán a menos que sea imprescindible para evitarnos, así que cuando pueden utilizan el camino. Es una zona que deja una impresión de preocupación en la cara. El sombrío bosque, la humedad y la neblina jugando con los árboles, el silencio que cae como una pesada manta, el camino cortado, la presencia de animales… es un todo que crea una aparente alarma. El mayor problema es que pueda haber un guarda forestal o algo así por la zona, los animales no son peligrosos en campo abierto. Al menos así lo creo. Poco a poco empiezo a encontrarme con un camino que hace mucho tiempo que no se transita; la vegetación va ganando terreno sobre la pista, la estrecha e incluso crece en la parte central. Pendientes muy pronunciadas y con piedra suelta dificultan aún más el avance. Esto unido a las torrenteras que se crean por las lluvias y al fango, me hacen bajar varias veces de la bicicleta. Es un tramo de constantes subidas y bajadas de la bici que me machacan mentalmente. Por fin llego hasta otro cable que corta el camino, esto es la salida de esta zona cerrada. Veo que es una zona completamente vallada, y para colmo pone que el cable está electrificado. No lo creo posible pero por si acaso paso la bici por encima con todo el cuidado del mundo y luego me meto entre los huecos de los alambres hasta sentirme seguro al otro lado. Giro a la izquierda y empiezo a subir la cuesta por un camino abandonado y en ruinoso estado. Ni que decir tiene que este trayecto lo hago a pie y arrastrando la bici.
Un centenar de metros después, pero que en subida parecen una eternidad, llego a otra bifurcación. A la derecha esta vez. El estado del camino no mejora y la pendiente sigue a lo suyo, subiendo sin tregua. Otro centenar de metros largos y ya veo el final de este suplicio. Este tramo de ir a pie cargado con la bici me ha machacado las fuerzas y me ha hecho perder muchísimo tiempo. Al final intuyo que el camino que veo más abajo tiene que ser el que viene desde fuente Chelva. Por lo que sigo elucubrando y pienso que estos terrenos cercanos tendrán que ser los de La Casa de La Capitana. Esta es una explotación ganadera con vacas y puede que con toros, esos sí dan miedo, así que habrá que tener en cuenta las otras alternativas para no tener que entrar por este camino cortado. Tanto por fuente Chelva como siguiendo el camino hacia el Mas del Pinar y que lamentablemente dejé atrás, aunque este debe de tener otro desvío, nos llevarán al punto de confluencia de los tres caminos en el alto, junto a los corrales de Ricardo.
Desde aquí las vistas son impresionantes. Hacia el norte el collado Nieva y el Cerro Alonso se muestran próximos, más allá los molinos eólicos de la zona de Villar del Arzobispo y las primeras estribaciones de Javalambre. Pero hacia el sur el paisaje se magnifica. Abajo del Collado aparece una extenso terreno de cultivo salpicado por islas de frondoso pinar. El color rojizo del terreno y de los cultivos se filtra entre el oscuro verdor de los pequeños bosques que delimitan los campos. Los caminos ondulan entre los campos y se alejan en todas direcciones hasta las aldeas que se distribuyen por este extenso territorio. Villar de Tejas o Estenas se dejan ver en la lejanía.
También diviso, casi escondido entre los árboles mi siguiente destino: El Mas del Caballero. Pero primero pararé a almorzar y reponer algo de fuerzas después de casi 25 Km. de ascensión y un buen tramo a pie cargado con la bici y sorteando obstáculos. Lastima no haber venido por el otro camino que, aunque hubiera tenido más longitud y desnivel, al menos hubiera sido todo pedaleado. Pero ya es tarde para lamentos. Paro junto a los restos esparcidos del corral. A casi mil metros de altitud las condiciones climáticas no tienen que ser fáciles aquí arriba, pero el deterioro que veo de este estupendo paraje no corresponde a la acción de la naturaleza: hay una naturaleza mucho más siniestra en este derribo malintencionado y perverso que ha sufrido este lugar. Por suerte, la naturaleza intenta absorber las piedras que un día fueron suyas y devolverlas al lugar del que nunca hubieron de salir. Esta fusión de naturalezas en un lugar tan solitario crea un clima de sosegado bienestar. Tras el almuerzo y una miríada de fotos continuo camino. Me espera una bajada intensa. Rápida pero no vertiginosa. Además, es un camino desconocido que transito por primera vez, y a parte de los inconvenientes que puedan surgir estoy atento al excepcional paisaje. Ya abajo, en el valle, el camino me lleva hacia el oeste por una planicie. El collado que he descendido se vuelve abrupto a mi derecha mientras los campos se extienden a mi alrededor.
Luego llego al desvío del Mas del Caballero. Una torre aislada da la bienvenida al poblado. Una serie de casas cerradas esperan, en la soledad de estas tierras, un futuro incierto. Despoblado y carente de vida el conjunto de casas se aprieta en torno a la plaza de la Virgen, a los pies de la iglesia, como para darse calor. Una preciosa melancolía se agita en el ambiente, me contagio de una tranquilidad que invita a un prolongado descanso junto al muro que mira la iglesia bañado por el sol. Pero el tiempo no se para tampoco por este precioso rincón y tengo que continuar.
Atravieso toda la aldea para meterme por otro camino abandonado que al final se interna en un campo recientemente arado. Para no tener que atravesar el campo lo mejor es volver atrás y tomar el camino a la derecha dentro del poblado y que nos llevaría a la carretera de Utiel a Requena pasando por Villar de Tejas y Villar de Olmos. En este tramo entre el campo tendré el susto del día: un pinchazo en la rueda trasera obligará al líquido blanco dentro de la rueda a emplearse a fondo. Es mi primera experiencia con los Tubeless y un pinchazo, por lo que no sé como va a reaccionar. Simplemente me pone la bici perdida del liquido blanco y en pocos segundos me olvido del tema, asunto zanjado. Llego a la carretera y giro a la izquierda, me lleva en pronunciado descenso hacia el primer Villar. Esta aldea si está habitada y además no tiene ningún encanto. Las casas no guardan ningún concierto arquitectónico, ni en color ni en materiales ni en estructura. Nada guarda una uniformidad que de encanto al conjunto, todo lo contrario del anterior asentamiento.
Tiene la fealdad de las ciudades pero en pequeño, solo llama la atención, aunque lejos de ser interesante, la plaza de la iglesia con la tasca de la esquina y el gran parchís dibujado en el suelo, por lo que paso rápidamente por el pueblo y sigo las instrucciones en pantalla. Primero el camino sube por un pedregal que a fuerza de potencia y molinillo se puede subir.
Luego este camino me lleva a la aldea de Estenas pasando cerca del Pico Negrete, inconfundible con sus gigantescas antenas afeando la altiva montaña, es el precio de la tecnología. Más tarde el valle se abre y deja ver el camino de bajada. Intuyo Utiel al fondo, quizás algo tapado por la montaña, pero la bruma que cubre el horizonte no permitiría ver nada. El calor que me ha acompañado todo el día no ha sido por la presencia del sol, que, velado por la bruma, se mantenía en un discreto plano. Inicio otra bajada rápida y divertida que me llevará a Estenas pasando por la zona de recreo de Los Mancebones.
Otra aldea en el camino. Me interno en ella para llegar a la plaza de la iglesia, pasar por delante del Olmo centenario y ver la singular decoración de una casa allí mismo. Poco más que aportar tienen estas cuatro casas, pero en la salida hacia Las Nogueras encuentro la fuente, lavadero y área recreativa que aportan un toque paisajístico digno de mencionar.
El paso por Estenillas es superfluo, aquí además, encadeno una serie de caminos sin salida definida, por lo que, al final doy la vuelta y decido continuar por la carretera dado el inexistente tráfico que soporta. Las Nogueras es casi otro pueblo fantasma. Cuatro casas al pie de la Sierra de Juan Navarro donde nace el barranco de los Tornajos que entregará sus aguas al río Magro. Inicio lo que será la última ascensión de la jornada. El camino asfaltado se empina suave pero progresivamente y se mantiene, tozudo, pese a mis deseos para que deje ya de subir. En cada curva quiero adivinar el final, pero tendré que seguir al menos hasta la siguiente curva. Por fin veo un tramo llano y sé que es el final. Este pequeño llano ofrece unas vistas impresionantes hacia el norte y hacia el este. El Pico Tejo, como techo de las cercanas montañas muestra orgulloso su cima junto a colosales montañas que empequeñecen a su lado. El gigante del Cinco Pinos no lo parece tanto al otro lado del barranco del Reatillo. Observo con detenimiento la colosal vuelta que he dado. Veo, completamente al norte el collado donde he almorzado. La caída de esas montañas es el inicio de los numerosos barrancos que conformarán, después, el río Reatillo.
Justo debajo de mi posición está la casa de La Pedriza, esta es una finca de caza ubicada en este entorno privilegiado. Adopto ya la posición de descenso. Los pedales en las calas, de pie y firmemente cogido al manillar. El dedo corazón apoyado en la maneta de freno para una rápida intervención. La posición aerodinámica con el cuerpo vencido hacia adelante sobre el manillar, y la velocidad golpeándome en la cara en forma de viento. Los frenos mordiendo los discos a la entrada de las curvas y las gomas arañando el asfalto como un gato que baja de un árbol buscando el mejor agarre. El golpe de adrenalina es brutal, como la bajada. Ya al final y antes de cruzar la carretera, la vista de la casa de Villar de Salas y su coqueta pinada, son un regalo para los ojos.
Luego el camino se estrecha y discurre junto al barranco de La Casa Nueva. Este tramo de camino en suave descenso invita a dar pedales para adquirir velocidad. La estrechez del camino y algunos tramos con escalones de piedras ponen un toque técnico a la ruta. Pero el paisaje a lo largo de este tramo es precioso.
La interminable sucesión de campos de cultivo enlazandose con solitarias islas de pinos a un lado y otro del barranco son una vendición para las retinas que se recrean en la contemplación del apabullante paisaje. Y como colofón, ya hacia el final del camino una visión salida de otros tiempos ocupa todo el plano a mi derecha.
Una casona señorial de principios del siglo XX se alza como un majestuoso monumento al buen gusto arquitectónico. Quizás algo fuera de lugar por sus singulares, incluso algo excéntricas formas, más propias de los palacios de los zares rusos o algo así que de esta zona a caballo entre la meseta castellana y la planicie costera.
Doy un pequeño rodeo para llegar hasta allí, y es que la visita de esta casona vale la pena. Anexada a ella hay una bodega que puede ser visitada. La vista y las imágenes de la casa son realmente indescriptibles, lo mejor es dejarse llevar por su belleza.
Después de las fotos continúo para llegar hasta Requena, de camino a la estación de tren pasaré por el antiguo convento de San Francisco, que se convirtió en hospital a finales del siglo XIX. Hoy esta en proceso de rehabilitación pero aún queda mucho trabajo por hacer.
Tras callejear un poco llego a la estación del tren. Sentado en un banco daré cuenta de la comida mientras espero al tren que me llevará hasta Loriguilla para terminar la ruta de hoy, ya allí y con las últimas luces diurnas me pondré en camino hacia Riba Roja. Desde el tren veo un paisaje no desconocido pero olvidado muchos años atrás.
Ya en Loriguilla me pongo a pedalear con el ocaso echándose encima a pasos agigantados. Con las luces de la bicicleta encendidas iré viendo como estas ganan protagonismo en cada pedalada ante la creciente oscuridad. Llego a casa completamente de noche, una buena ducha y a dormir tempranito que mañana queda otra ruta memorable. La segunda parte de esta trilogía pedalística.





Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=1388112