jueves, 3 de junio de 2010

RibaRoja-CastilloBenissano-LagoVallesa

Las rutas cerca de la base suelen ser por caminos muy repetidos, lo que las hace, a veces, algo monótonas por lo conocido del paisaje. En esta ocasión y aprovechado el estreno de “Treki”, el flamante nuevo miembro de R&P, había dibujado una ruta sobre el mapa buscando nuevos caminos y así aprovechar para ir familiarizándome con el funcionamiento del GPS que tanto juego espero me de a partir de ahora. No voy a perderme por las inmediaciones de casa pero lo pondré a prueba en caminos que no he recorrido muchas veces y que voy a ir enlazando.



Salgo de casa y bajo hacia el río. Empezamos mal dirían mis compañeros, pero un miércoles por la mañana el camino del río es una bendición comparado con lo de los últimos sábados que nos hemos internado en territorio “river” o “terriver” como lo llamo últimamente.

Me desvío en masía de Traver a la izquierda para subir hacia L’Eliana. Caminito de asfalto hacia la rotonda y de allí por la urbanización Monte Alcedo en una larga calle recta y picando hacia arriba. Callejeo un poco buscando la salida hacia la carretera Riba Roja-L’Eliana, la cruzo y giro a la izquierda para bajar primero por asfalto y luego coger un camino que cruza, esta vez, la carretera de La Pobla. Continuo de frente por el camino y llegado a unos chalets a la izquierda. El camino se estrecha por la vegetación que desde las orillas invade poco a poco este camino poco transitado. Siguiendo por él iré a parar a la carreterita que va hacia Benaguacil entre las huertas. La masía de la Trinidad y su balsa de riego serán el punto de referencia para girar a la derecha. Ahora avanzo de frente a la Calderona y San Miquèl. Paso el Molí de Baix y subo a la carretera por el siguiente camino. Podría callejear por el pueblo pero esta vez prefiero llegar hasta la rotonda dado el escaso tráfico de esta carretera. A la derecha dejo el puente que cruza por debajo las vías del metro y que va hacia La Pobla. Cuando las obras en la carretera estén acabadas será mejor meterse por dentro del pueblo. Rotonda a la izquierda y primera calle a la derecha hasta que se acaba y tengo que hacer un campo a través, luego izquierda y otra vez derecha. Que mareo con tanto giro. Encima de la bici es más fácil. Llego a la carretera de Benissanó y voy hacia la vía. De allí a la izquierda hacia el polideportivo; tanto da cruzar la vía ahora como después. Una vez pasado el poli, veremos el paso elevado de la CV 50, allí mismo, en la rotonda, un camino cruza por debajo de la autopista. Al salir a la derecha y enseguida izquierda, otra vez entre huertas hasta el camino asfaltado que tomaremos a la derecha, y atentos en el segundo camino de la izquierda a las señales amarillas y blancas del PR. Este nos conducirá hacia Benissanó, no tienen perdida pues lo tenemos de frente. Desembocamos en la avenida y hacia la izquierda encontraremos a unos 100 metros el Castillo aupado en un pequeño montículo. La arboleda nos servirá para encontrar un buen lugar a la sombra donde dar un bocado y descansar un poco. Hasta aquí el aparatito se porta de maravilla. Aunque aún me tengo que acostumbrar a ir mirándolo más a menudo. El conocimiento de los caminos ha hecho que lo consulte menos de lo que sería necesario de no conocer el camino. Como estoy muy habituado a guiarme por la orientación y los recuerdos de por donde va el camino, en rutas nuevas veremos si no me toca volver atrás más de una vez por no haber mirado el mapa en pantalla. La pinada que he encontrado junto al barranco es una gozada para aliviar la solana que está cayendo. Tras el bocata me pongo en marcha otra vez. Esto de ir solo hace que los descansos sean más breves de lo acostumbrado pero, como no tengo con quien hablar, no hay necesidad de demorar más la parada. Rodeo todo el castillo para verlo desde todos los ángulos.

Estéticamente es una autentica maravilla. Con torreones y almenas al más puro estilo de las películas, pero este es real y está a un tiro de piedra. Lástima que muchas veces valoremos más aquello que tenemos lejos y no demos más importancia a nuestro cercano e imponente patrimonio. Llego hasta la puerta principal y con ello a la plaza de la iglesia.


Foto de postal y me dirijo por esa calle recto hacia el portal de Valencia. Este pequeño pueblo fue en otros tiempos amurallado y hoy en día quedan 3 de las puertas de la ciudad. Cuidado porque la calle es contra dirección. No hay tráfico pero es una zona casi peatonal y si circulamos con precaución y cuidado no tendremos problemas, espero. Todo recto se sale del pueblo hacia la zona industrial marcada por la presencia de una fábrica de materiales de construcción, fácilmente identificable por el polvo blanco que decora esta parte del pueblo. Todo recto llegaremos a orilla de la autopista nuevamente, esta vez la cruzamos por arriba y bajamos hacia la fábrica de ladrillos, giro de 180º y bajamos pegados a la autopista. Enseguida giro a la izquierda junto a la acequia y luego a la derecha hasta una balsa de riego. Estamos en el camí fondo, un camino agrícola que por las obras de la CV 375 tiene ahora algo más de tráfico. Voy hacia la izquierda, hacia La Pobla. En las rotondas a la derecha por el carril bici y luego por la senda que va hacia la parada de metro de La Pobla. Allí giro a la izquierda por el camino de la depuradora, justo al pasarla derecha y cruzamos la vía. Toda esta zona no es bonita pero tampoco es tan fea como parece. Discurre entre campos de cultivos y huerta aunque cada vez esté más asfixiada por la creciente expansión de los pueblos que encierran este pequeño gran oasis de huerta entre el río y la CV 35 y CV 50. Una mirada a la pantalla me hará ver que no tengo track que seguir, lo dejo para que al menos vaya grabando el camino que hago, pero no sé como conseguiré borrar la última parte del track de hoy; hasta que aprenda a utilizar el aparatito las voy a pasar moradas, ¡¡¡LUISSSSSS, ayuda!!! Debido a este incidente, una parte del track es editada aunque está perfectamente contrastada y los caminos son fiables. Ahora es momento de adentrarse en las urbanizaciones de L’Eliana. Paso junto al colegio Iale; hay niños practicando deporte en las canchas y algunos me miran como deseando cambiar de modalidad deportiva. Las urbanizaciones suelen estar menos transitadas que los pueblos, en cambio, los coches suelen ir algo más rápido también, por lo que conviene estar atentos a los coches con los que nos encontremos. Voy buscando la aproximación a la estación de metro del pueblo. De allí giro a la izquierda junto a la masía del Pilar y pegado a la vía. Cuando la calle nos aleje de esta seguiremos la curva natural de la calle e iremos intuyendo el barranco a nuestra izquierda, al otro lado de los chalets. La calle Serra, trayéndome el recuerdo de la Calderona, será el giro por el que cruzaré el barranco de la Granolera y también la vía. Subo a su nivel y continúo de frente pegado a ella. Un par de tramos de senda junto a bonitas arboledas hasta la estación de el Clot. Enseguida cruzo la carretera para meterme en el bosque de La Vallesa. Entro por un portalón de hierro que marca el inicio de una nueva zona urbanizada comida al bosque a golpe de excavadora, y quien sabe si de talonario. Unos 5 campos de futbol menos de bosque más allá me interno, ahora sí, en el fantástico bosque de la Vallesa. El penúltimo pulmón de la zona metropolitana de Valencia junto con Les Rodanes, El Saler y poco más. Estas actuaciones, o las de Porxinos, o … nos hacen un flaco favor a (casi) todos; pero como los bosques tienen polen en primavera, para que no nos moleste respiraremos humo de tubo de escape que es más sano.
Bueno sigo pedaleando que es el asunto por el que estamos aquí. Este bosque es un autentico laberinto de caminos y sendas. Todos los caminos conducen a todas partes, solo hay que seguir una dirección e ir orientado en ese sentido con los giros del camino, e ir cambiando de camino para corregir la desviación. Ni rampas ni subidas ni cuestas en prácticamente la totalidad de esta ruta. En este bosque tampoco hay nada destacable en ese sentido. Eso sí, hay ciertos caminos muy machacados y en piedra viva, por lo que se hace algo incómodo rodar por ellos, pero es que estamos haciendo btt no un castillo de naipes, por lo que esos caminos, después de rodar por asfalto los abrazo a manos llenas, ya está bien de un poco baches y de diversión. De vez en cuando me salgo del camino marcado para introducirme en lo profundo de la arboleda y rodar por pequeñas sendas cubiertas de pinocha y descubrir magnificas umbrías en el corazón de la masa boscosa. Incluso pasaré junto a trincheras y Bunkers de la guerra civil. Hoy, en lugar de recorrer aquel camino más directo hacia el río junto a la vía, voy a dar un rodeo por el bosque para llegar junto a una propiedad vallada y con un portalón de hierro salido de la película “el señor de los anillos” en las puertas de Mordor. Es enorme y precioso, de hierro forjado y con filigranas y escudo heráldico y todo. Luego sigo hacia una zona que baja, en ligera pendiente entre Colinas de San Antonio y La Cañada hacia la CV 35 y el centro de rehabilitación. Este tramo de senda es, no sé porqué, una autentica delicia. La primera vez que lo hice me sorprendió por lo inesperado de bajar una senda técnica sin dar pedales entre pequeñas plantas que acariciaban las piernas. Era a comienzos de la primavera, ahora, ya metidos en el verano, esas plantas agostadas arañan más que acarician, así que habrá que posponer este tramo hasta pasado el verano para volver a recorrerlo. Lo malo de este tramo es que escondidas tras las altas hierbas hay quien pone unos pedruscos tremendos en medio de la senda para que no podemos ciclarlos, yo me pregunto si es que unos tienen más derecho que otros a pasear por aquí, o si es que su forma de pasear es mejor que la nuestra. Otra cosa sería que con las bicis degradáramos el terreno o fuéramos como locos, o algo así, pero si no es el caso no entiendo esa actitud de ciertos caminantes que vienen a pasear a su perro. Bueno, terminado el tramo junto a una casa en ruinas, giro a la derecha para enfilar hacia La Cañada y entrar por la primera calle, es inconfundible por sus torres de alta tensión. Todo hacia arriba en la rampa más dura de la jornada. Ya al final se acaba el asfalto y continúa el camino de frente hacia la vía. Bajo un tramo de muchas piedras y entro hacia la derecha en un camino estrecho entre la arboleda hacia el paso a nivel, lo cruzo y me dirijo hacia el camino del río, que lo habíamos subido todo el grupo varias veces pero que es la primera vez en sentido inverso. Sigo hasta dejar atrás el desvío a la izquierda y continúo hasta la entrada hacia el lago. Me interno en la frondosidad de este tramo que hasta hace poco, o quizá aún lo sea, era propiedad privada, como aquí no hay valla paso “al otro lado” y sigo en bajada hacia el lago. Este es un sitio mágico. El tupido verde del techo arbóreo oscurece la fuerza de los rayos del Sol amortiguando tanto su calor como su luz. Hay que quitarse las gafas de sol para poder ver bien todos los matices y colores de la vegetación. Los aromas. Los sonidos. El intenso olor a pino recalentado en la parte de arriba, y fresco y húmedo aquí abajo; la pinocha sirviendo de manto, y, atesorando la humedad y nutrientes de su, en este caso, nada asquerosa putrefacción. Ese penetrante olor de savia que sabe a vida. Todo este conjunto golpea con fuerza los sentidos.

Y entonces la visión del lago. A diferencia de hace año y medio que vinimos por aquí, hoy es todo una mancha verde. Una espesa capa de hojas cubre el lago y no deja ver el agua que, a buen seguro, hay debajo de la vegetación. Parece una mullida capa de musgo luminiscente, una nube de algodón verde reflejada en el estanque.

Me quedo fascinado de la visión y el aroma. Y para completar todo el conjunto los sonidos. Mil y una especies de pájaros cantan a mí alrededor trasportando el sonido bajo la bóveda arbórea en ecos inacabables que rebotan sin cesar en cada rincón de este santuario. Tras un breve descanso para desconectar del mundo exterior me pongo en marcha para seguir el camino un poco más abajo. Llego hasta el acueducto que canaliza el agua del lago hacia el otro lado del barranco de Mandor. Un acueducto de dos ojos, viejo, desvencijado, dejado de la mano de Dios y del hombre, atacado por la intemperie y el olvido.

Se me empieza a hacer tarde así que me pongo en marcha. Llegaré hasta el camino y bajaré hasta el río. Desde allí cruzo el Turia por el puente junto a la acequia de Moncada y subo hacia la parte de atrás de la potabilizadora de La Presa. Podría haber vuelto por el río pero como estoy cerca del otro camino decido hacerlo y no “enharinarme” con tanto polvo como tiene el camino del “riíto ese”. Vuelvo por el antiguo camino para sumergirme en la densa chopera de masía de Traver y recorrer este paraje junto al río, viendo al otro lado como se aleja el camino que tomé hace unas horas cuando comencé la ruta. Llego al P.I. y de allí a casa a reponer líquidos en forma de cerveza fresquita que tanto y tan bien quita la sed y repone los minerales perdidos por el camino en este precioso día de calor y paisajes a lomos de mi infatigable compañera de viajes.


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