jueves, 26 de abril de 2012

Embalse Loriguilla-Embalse Buseo (Transpantanaica 2)

Ya hacía tiempo que quería hacer esta ruta. Cuando allá por febrero de 2008 todo el grupo de Roda i Pedal hicimos la ruta http://rodaipedal.blogspot.com.es/2008/04/transpantanaica-loriguilla-benagber.html  se gestó el germen de esta ruta, y de otra que será la Transpantanaica 3 y que unirá los embalses de Benageber y Buseo, pero eso ya llegará. Iba de ruta de día completo, así que no me toca madrugar mucho. Estando en Calles llego hasta la presa de Loriguilla en unos minutos así que tranquilo. A las 10 en punto me pongo a pedalear después de haber hecho los estiramientos con vistas al embalse y al pico del Alto que domina las alturas en la orilla opuesta. Cruzo la presa y empiezo a subir el camino que de inicio pone unas rampas terribles. Paso la entrada a la casa del pantano y un poco después el camino suaviza. La gruesa grava que cubre el firme me hace dar bandazos por el camino, sigo subiendo pero de forma más suave que las primeras rampas. Estaré atento a estas piedras cuando vuelva e inicie la bajada, no quiero sustos de última hora. Ya sobre el camino de Loriguilla a Sot de Chera y flanqueando el barranco de los Moros a la derecha y la montaña que me separa de Chulilla a mi izquierda, empiezo a ganar altura poco a poco sobre la mancha de agua que va quedando a mis espaldas. Tengo que parar un par de veces a repetir la foto que tengo de salvapantallas en el móvil.
No puedo resistirme a esta imagen que me dejó tan profunda huella en aquella ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2009/08/calles-agosto09.html   Hoy voy en dirección contraria. Así llego al desvío a la izquierda hacia las pinturas rupestres y Chulilla. Enseguida encontraré una bajada que me lleva a una bifurcación, no está señalada así que sigo el track, de haber ido a la izquierda, es el camino de las pinturas y Chulilla, pero ya no hay más señales, tampoco indica nada por donde yo sigo, pero el “Treki” sabe que por ahí se llega a fuente Fetge.
Acompaño al barranco al barranco de Vallfigueras remontando su curso y cruzando su seco cauce en esta primavera seca. El camino deja bonitos paisajes hasta llegar al lugar elegido para almorzar. Fuente Fetge es un hermoso paraje al que llegan las aguas de varios barrancos. Una gran balsa y unos paelleros y mesas a cubierto dan un encanto especial a este lugar.
La fuente tiene una agua fresca y rica. Almuerzo a cubierto del Sol que ya empieza a picar a esta hora, y del viento que no ha dejado de acompañarme desde la primera pedalada, suave pero constante. Así seguirá todo el día. El trino de los pájaros en lo alto de los árboles que rodean este lugar dan una vida especial a esta zona recreativa recientemente restaurada. Tras el ágape sigo camino hacia Sot de Chera por el PR-CV 414. Este camino pronto inicia una suave bajada que se acrecentará conforme más cerca del precipicio que se asoma a Sot de Chera.
Momentos después el camino casi se precipita en una bajada descomunal. Antes me acerco al mirador del Morrón para observar el brutal desnivel que voy a salvar en pocos metros. Sot queda enterrado bajo de mí.
Es una vista zenital sin parangón. La herida que deja en la tierra el caminar del río Reatillo llegando desde el embalse de Buseo es tan profunda como hipnótica.
Tras abrazar al pueblo y dejar la artificial playa fluvial el río toma el nombre del pueblo hasta su desembocadura en el Turia. Hoy remontaré hasta el embalse. Primero bajo esta empinada cuesta, tirando de frenos hasta que casi me duelen las manos y con el alma a flor de piel por si estos fallan en este preciso momento, no lo hacen, en cambio me susurran su “brrrrrrrrr” como una nana y me tranquilizan diciéndome que al menos ellos sí están trabajando. Llego a la carretera que sube hacia Chera y Requena girando a la derecha. El río queda a mi izquierda formando las pozas a la entrada del pueblo. Me quedan unos 6 Km. de tedioso y aburrido asfalto por delante. Carretera. Ya sé que últimamente estoy haciendo más carretera de la que me gustaría y debiera, pero… siempre hay un pero que justifique las decisiones, esta es otra de esas carreteras poco transitadas y que permiten un rodar bastante solitario. De hecho, en este trayecto solo me encontraré con 4 coches. Está claro que cualquiera de ellos puede suponer un riesgo, pero, otro pero, por algunas pistas forestales y caminos también encontramos algún que otro coche, y estos no dejan de ser igual de peligrosos. Además, aquí no hay ningún camino alternativo. La carretera deja algunas panorámicas soberbias.
El encajonamiento del río, las paredes verticales a uno u otro lado, los cortados de vértigo que se asoman al mismísimo precipicio, las vistas sobre el pico Ropé que se muestra como un coloso entre las montañas más cercanas. Los paneles interpretativos del parque geológico de Chera nos cuentan la historia gráfica de estas sorprendentes montañas. Luego un par de miradores para acabar de deleitarse en estas vistas sobre las montañas y los cortados. Y un poco más adelante la bajada hacia el pantano. Casi en la siguiente curva ya tendremos la primera vista sobre el otro gran azul de hoy. Buseo es el menor de los tres pantanos de la cuenca del Turia, en razón no está sobre el cauce del Turia pero pertenece a su cuenca, al igual que el Turia a la cuenca hidrográfica del Júcar. La bajada es corta, pero rápida y divertida. Llego a la señal que indica la bajada a la derecha hacia el embarcadero. No voy a bajar hasta allí pero sí unos cuantos metros hasta otro mirador un pelín más abajo.
Merece la pena estos pequeños metros. La visión es mucho más clara permite mayor detalle sobre la pequeña isla que caracteriza al embalse. Continúo bajando para pasar por delante de la casa del pantano. Allí dentro una fuente, aquí afuera otra, junto a una mesa de madera bajo un joven almendro y una gran olivera que dan la sombra necesaria para hacer de este un coqueto lugar donde descansar un rato. El camino se torna senda y los coches ya no pueden pasar para bajar hasta la presa, que es la más antigua de la cuenca del Turia.
Ya en el otro lado me interno directamente en el bosque por una senda que, pegada a las azules aguas, se dirige hacia el barranco de la Hoz. Este espectacular barranco recoge las aguas de lluvia de las sierras de Enmedio, Burgal y pico Santa María. El paso del barranco se hace a pie, ya que el camino a desaparecido, o quizá nunca ha existido, bajo la avalancha de piedras que surgen del estrecho barranco. Las postales se suceden una tras otra haciendo difícil centrar la atención en algo durante mucho rato. Sigo bordeando el embalse por su lado este, enfrente no existe camino que le de la vuelta al lago. Poco después llego a un desvío y tomo el camino que se aleja del agua y sube la montaña. La subida, tan solo es de 1.5 Km. pero de una grandiosa dureza. La rampa es persistente y de un porcentaje importante. Otra vez tiro de molinillo pero enseguida empiezo a arrastrar el desarrollo en cada pedalada hasta quedar al borde de perder la verticalidad de tan despacio que avanzo. Lo tomo con calma.
Voy ganando altura sobre la pinada que me separa del pantano y las vistas se magnifican. Hacia arriba veo la casa en el camino que sirve de bifurcación para ir a Siete Aguas o Sot de Chera. En aquel desvío nos quedamos en la ruta: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2008/02/sot-de-chera-embalse-de-buseo.html  Hoy no llegaré tan arriba aunque yo creía que sí.
Para mi sorpresa el track me lleva a un camino de bajada hacia la derecha. El camino está bastante deteriorado por el escaso uso y el arrastre de las aguas y el poco mantenimiento se encargan del resto. Vuelvo a poner a trabajar los frenos y las suspensiones, todos juntos a la vez. La bajada es más larga de lo que creía, técnica en algunos tramos pero sin problemas. La malo de tanto bajar es que luego hay que volver a subirlo. Aún podré ver como el pantano retrocede sobre sí mismo alejándose del río que cada vez recorre más distancia para embalsarse.
Así llego hasta pie de río, a la entrada de la zona recreativa del embalse, que dejo a mi derecha. Tomo a la izquierda, cruzo el río por un puente y encaro la subida hacia Chera pegado al barranco del agua por el camino de la Hocecilla. Un pequeño chorrero me da idea del nombre del barranco. La subida será la última del día, pero me quedan casi 400 metros de desnivel hasta el Plano, justo a los pies del Ropé.
Antes tengo que llegar a Chera, cruzar por la fuente del Barrio y salir por el camino de Chelva hacia arriba de la montaña. Llego a la parte más alta de este camino y veo allí abajo la fuente de El Saltillo, lugar por el que pasamos en la ruta: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2010/01/cronica-embalse-loriguilla-pico-rope-la.html  luego llego al desvío que a la derecha me bajará hasta el embalse de Loriguilla. Sabiendo que ya no tengo más subidas decido parar a comer. Solo queda encontrar un lugar agradable. Bajo la sombra de un imponente pino y con todo un mundo al alcance de mis ojos hago un merecido descanso para comer y dar una pequeña cabezadita. Esta será interrumpida por el despiadado ataque de las hormigas que deambulan por la roca plana y cómoda que había encontrado para tal efecto. Salgo de allí pitando, menos mal que me han dejado comer. Continúo bajando hacia el refugio de El Plano, sigo para dejar a mi derecha un camino que se adentra en la montaña y llega hasta la fuente del Fetge, pero ahora continúo recto hacia fuente Borregas. Luego otra bifurcación que tomo a la derecha, al otro lado del barranco quedan los restos de las casas de Dorce, por ese camino se llega a la fuente de Juan Gijón y luego se puede subir hacia las Marianetas y llegar a Jórgola y la PuenteAlta. Me pego al barranco de la Almoralla y subo un repecho, luego sigo bajando. A mi derecha las montañas son alfombras de pinos, a la izquierda, los montes están desolados de árboles, queda la vegetación de monte bajo, los eternos romeros y tomillos y las aliagas que embriagan los sentidos con sus aromas recalentados en la primavera. La vista se dirige hacia donde sé que en algún momento veré las aguas del pantano.
Esta vista se hace de rogar, pero cuando llega lo llena todo. Tras un giro del camino hacia la izquierda llego al cruce donde esta mañana tomé dirección hacia las pinturas rupestres y Chulilla, he completado otro círculo y solo me queda llegar a pie de presa para terminar la ruta. Recordando las piedras del camino tomo las precauciones adecuadas y disfruto más del paisaje que de la bajada a toda velocidad que me gustaría. Aun así una buena punta de velocidad dibuja una bonita sonrisa en mi cara a juzgar por la tensión de los músculos faciales. Llego al desvío que anuncia la bajada a pie de presa y me digo que ya que estoy aquí… bajo para cruzar un puente sobre el río que acaba de abandonar la presa. Un camino cortado con una cadena se adentra en el estrecho cañón que forma el río y que se adentra hacia el pronunciado giro que hace el Turia antes de llegar, al otro lado de estas montañas, a Chulilla. El camino llega hasta la estación de aforos.
Las vistas de los cortados de las montañas encaramadas directamente sobre mí son sobrecogedoras. Allá arriba hay zonas de escalada debidamente señalizadas en un panel junto al puente. Retrocedo para llegar a la cadena y hacer la pequeña subida que me deje junto al grandote que sigue pacientemente esperando mi llegada.








Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=2782187








martes, 17 de abril de 2012

Tartalona-Zagra-Los Felipes

Hoy tocaba la última de las tres rutas previstas por la parte noreste del pantano de Benageber. En mis anteriores rutas: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2012/03/calles-vado-de-moya-embalse-benageber.html y http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2011/12/calles-tartalona-ftecabera-embalse.html  
ya llegué hasta el Collado del Moro. En aquellas ocasiones tomé los caminos de la izquierda del barranco. Hoy tomaré la parte derecha, el camino de la Pasadera.
La ruta la empiezo en la fuente de La Tartalona. Llegar hasta Zagra desde Calles, con los desniveles acumulados en la ruta de hoy, no es una buena idea, así que voy en coche hasta la fuente y aquí comienzo la ruta. El viento se atenúa considerablemente metido en el barranco ya que las montañas lo desvían hacia arriba, aun así hay rachas que llegan y se dejan notar mientras hago los estiramientos de rigor. El viento irá rolando a lo largo de toda la ruta, pero ahora es del noroeste y trae un biruji impropio de estas fechas, ¡qué poca vergüenza! Acorto los ejercicios y me pongo a pedalear o me volveré a casa. De inicio subida. Esto no es más que la tarjeta de presentación de la ruta. En el cartel de La Tartalona giro a la izquierda y continúo hacia arriba por asfalto. Un poquito después comienza la bajada hacia el refugio de la Perdiz, izquierda y sigo hacia el desvío del Vado de Moya y Collado del Moro. Allí paso al otro lado del barranco y sigo en descenso. Esta alegría no durara mucho ya que enseguida el camino comienza con sus toboganes. Continuos repechos intercalados entre cortas bajadas que, con el estado del pedregoso firme, no permite lanzarse a gran velocidad. Las suspensiones las llevo locas, ahora las abro ora las cierro. Cuando los árboles cercanos lo permiten veo el bosque, un bosque que parece inacabable.
Una manta de pinos, un oleaje de pequeñas ramitas verdes batidas por la fuerza del viento, una marejada que trae consigo los aromas del bosque mediterráneo. Este paisaje me acompañará durante toda la ruta, es la seña de identidad de esta parte de las montañas valencianas. Veremos lo que duran estos bosques. Por fortuna la conservación en esta zona es bastante buena y los bosques están perdurando en buena forma. El camino va girando a la derecha y comienzo una subida bastante rota pero que permite rodarla, no sin dificultad, con continuos arreones de potencia para salvar algunas zonas complicadas en medio de la importante subida. Tras esta subida llego a un cruce, por la derecha viene un camino que va a parar al terraplén que he visto antes en la subida, y que me ha recordado demasiado al camino de la Hortichuela de la semana pasada.
Por fortuna el camino no es ese. Giro a la izquierda, luego otro giro pronunciado del camino también a la izquierda. Otro camino llega por la derecha, por este es por donde volveré luego, pero ahora otra vez izquierda para quedarme en la zona más próxima al barranco y al embalse que queda allá abajo, oculto por la impenetrabilidad del bosque. El camino comienza a tomar rumbo norte hacia fuente del Olmo y la Sazadilla. El giro me permite una vista más amplia ya que ahora el curso del río abre otro panorama entre las montañas y los barrancos que desaguan en él. Adivino el río allá abajo, bajo el Cerro Campana, la única montaña de la zona desnuda de árboles, tras ella el Picarcho, allá por Talayuelas, domina las alturas. Acurrucada a los pies del Cerro Campana, la conocida aldea de La Olmedilla y, a este lado del río, mi objetivo de hoy, la aldea de Los Felipes. Continúo girando y puedo ver la muela de santa Catalina allá en Aras. Luego la bajada hacia la Sazadilla. La bajada no es muy pronunciada pero las piernas lo agradecen enormemente. Antes paso por fuente del Olmo. Una cantidad ingente de abejas se dejan ver y oír arremolinadas en el abrevadero buscando su porción de agua diaria. No es aconsejable una parada aquí, así que continúo hacia el área de recreo de Sazadilla.
 
Esta llega enseguida. Una balsa, unas mesas y un paellero junto a una bonita fuente bajo la arboleda. Me recojo en el interior del paellero para resguardarme del molesto y frío viento. Unas fotos, bocata y cerveza después continúo en bajada para llegar al camino de Zafra. Esta bajada si es importante. Son unos tres Km. de bajada con un desnivel interesante que lanza la bici antes de que te des cuenta. Pero las curvas cerradas y la gravilla obligan a retener los caballos si no quiero tener problemas. Lo que temo es la subida que hay a mitad de bajada hacia Zagra. Un Km. y medio de subida al 10% corta toda posibilidad de disfrutar plenamente de esta bajada. No me pilla de sorpresa ya que conocía el camino de haberlo recorrido en coche para iniciar en Zagra la ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2011/05/cronica-zagra-charco-negro-laguna.html  
Las piernas se resienten de este repentino esfuerzo por más que las tuviera ya avisadas. Luego otra bajada me lleva hasta el primer desvío a la zona recreativa de Zagra. El cartel lo indica siguiendo el camino principal, pero abajo hay un refugio y una explanada bajo la imponente chopera. Otro repecho llega al desvío que a la derecha sube hacia Titaguas en una subida colosal: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2011/04/titaguas-aras-zagra.html
Sigo de frente en bajada hacia el río y llego al puente que cruza hacia La Olmedilla.
Llego hasta la estación de aforos del Turia en Zagra. Siguiendo de frente se llega hasta un par de fuentes y la piscifactoría, pero hoy no llegaré hasta allí. Bajo por una senda a la chopera para recorrerla a pie entre el denso follaje que cubre el suelo, no hay ni rastro de camino o senda. La hojarasca cubre todo el suelo formando un mullido tapiz de hojas muertas que crujen bajo mi paso al abrirme camino.
Nuevas hojas comienzan a poblar los árboles que pronto harán de este paraje una galería cubierta a la fuerza del Sol y comenzarán un nuevo ciclo que alimentará el suelo del bosque. Salgo del bosque junto al puente y retomo la subida. El Sol castiga a estas alturas de abril, pero el insistente viento no me permite quitarme la chaqueta que voy abriendo para refrigerar el cuerpo en los tramos de subida. Llego al desvío hacia Los Felipes que había dejado a la izquierda en la bajada. Ahora lo tomo y comienzo a descender de forma muy pronunciada. El camino está muy deteriorado, más conforme más abajo, debido al efecto de arrastre de las lluvias.
Poco antes del final de la bajada, la visión de la cola del embalse golpea como un ciclón con su potente color azulado entre la verde vegetación de ribera y la pinada. Es una imagen única. Poco más hay que ver aquí. La aldea queda encaramada a una loma detrás de un barranco. No hay camino visible por el que acceder a ella y en la bajada tampoco he visto ningún camino. El inexorable abandono de la aldea ha debido borrar el rastro del camino que algún día llegó hasta allí. Tan solo unos muros derruidos asoman tímidamente detrás de los árboles. El río llega desde La Olmedilla por lo que parece un canal.
El talud de tierra seca y resquebrajada permite ver la sed que tiene esta tierra de la lluvia que no llega. El embalse poco a poco se pierde en la distancia río abajo. Inicio la subida, la primera rampa a pie debido al portentoso porcentaje y el mal estado del firme. No quiero poner las pulsaciones a 1000 justo en la primera pedalada, tiempo habrá de eso más adelante. Poco a poco gano la altura del camino principal y giro a la derecha para iniciar el descenso que me ponga ante la subida principal del día. 5 Km. al 5% de media, pero con alguna rampa de notable consideración. La paciencia será mi mejor aliada. Todo cerrado y todos los hierros de subida puestos a mi disposición. El viento dando por… quiero decir que siempre da de cara, otro elemento contra el que luchar en cada pedalada. El implacable Sol se une a la fiesta y calienta que da gusto pero no puedo quitarme ropa de abrigo por el viento, es un círculo vicioso sin solución.
Sigo subiendo acompañado a mi izquierda por la cantarina corriente del barranco de Canales que crea pequeñas pozas entre las rocas y la vegetación. Ni empujo ni estiro, solo doy zapatazos y riñonadas a ver si consigo avanzar algo. Voy llegando arriba y la Zazadilla, como también se conoce la fuente es otra vez visible. Ya queda poco. Allí está la cima de la montaña. Paso la fuente e inicio un descenso, dejo atrás el camino a la derecha del Costa Hondo y sigo bajando hacia la casa Campana y la carretera CV-35. Antes de llegar, a la derecha, el camino que tengo que tomar, pero, ¿dónde está el camino? Metido entre la montaña se intuye, parece adivinarse, lo que algún día, vete tú a saber, fue un camino. Hoy no lo es, así que recalculo la ruta y vuelvo hasta el camino de antes. Ahora a la izquierda después de haber tenido que remontar la cuesta. Paso por un caserío abandonado y sigo descendiendo para encontrarme con el camino de la Pasadera. Ahora confirmo la impresión que me ha dado antes.
Es un camino pestoso. Piedras, grava, continuos repechos, curvas y contra curvas, más subidas que bajadas entre la ida y la vuelta, ya sé que esto es imposible, pero esa es la sensación que deja este camino. Quizá el cansancio tenga algo que ver, pero el camino tiene su miga aunque estés entero de fuerzas. Voy remontando repechos como si estuviera loco y hubiera entrado en un bucle. Esto no se acaba nunca por mucho que vea el collado del Moro allá delante. Cuando ya es indudable que voy a llegar me acuerdo de la subida hacia el refugio de la Perdiz. Pero eso ya es lo de menos, ese será el último esfuerzo.
Ya solo queda bajar hasta la fuente de La Tartalona donde hace 5 horas que comencé a pedalear. Llego destrozado. La sensación de haber estado todo el rato subiendo y no haber disfrutado de ninguna bajada es la sensación que me queda en el cuerpo. Pero gran parte de la culpa es por el viento. Es una lucha silenciosa, invisible, constante y que te mina las fuerzas mentales más rápido que las fuerzas físicas. El bocata me lo comeré junto a la fuente, y luego una pequeña siesta dentro del grandote me repondrá antes de volver a casa para poder contar esta aventura y recordar entonces todos los momentos buenos de cada una de las miles de pedaladas de la ruta.



lunes, 9 de abril de 2012

Tuejar-Buena Leche-Alpuente-Arquela

Hoy iba a remontar, por el barranco de los Frailes, hasta la caseta de vigilancia forestal y vértice geodésico de Buena Leche, bajar hasta Campo de Abajo y subir luego hasta Alpuente, el acueducto de los Arcos, y bajar por Arquela hasta completar la ruta, pero vamos desde el principio.


Ayer recorrí el río Tuejar al completo con esa denominación. Hoy quería conocer algo más de las ramblas y barrancos que alimentan y crean este pequeño río. Así que llego a Tuejar y aparco el coche a la entrada del pueblo. Solo tengo que cruzar la carretera y llegar a la zona del azud.
A primera hora de la mañana está vacía, ni sombra de lo que será después, igual que ayer. Voy a buen ritmo por este camino que poco a poco va elevándose, de forma tan progresiva que casi no se nota. Las montañas se elevan a uno y otro lado del camino dejando una garganta por la que se adentra el camino y baja el curso del río. Hoy solo algunas pozas sobreviven, gracias a las lluvias de la semana pasada que me hicieron posponer esta ruta. Recuerdo como remontamos este camino helado todo el grupo en la ruta: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2009/01/crnica-por-el-tuejar-al-remedio.html  
Llego hasta las pinturas rupestres y los corrales de Silla, luego al refugio Andariel. Poco después llega un desvío de caminos, a la izquierda en suave descenso el camino del barranco de los Frailes, a la derecha por el que volveré. Inicio la parte nueva de la ruta. De momento sigo pegado a la rambla Arquela a mi izquierda. Enseguida la cruzaré y el camino hace un giro de 180º a la izquierda, este es el lugar donde se junta con el barranco de los Frailes y donde quizá tenga lugar el nacimiento del río, pero esto es más una conclusión mía que otra cosa. En cualquier caso tan solo un pequeño hilo de agua baja por Arquela. Comienza la subida de verdad. Veo ante mí una enorme montaña con una calva rematando la cumbre. Es como si los árboles no quisieran subir tan alto, yo en cambio voy hasta arriba del todo. En los siguientes 4Km. subiré unos 400 metros. El camino presenta algunas zonas de grava gruesa que dificulta encontrar la trazada buena ante la persistencia de una rampa cruel y despiadada que no afloja en casi ningún momento. Todo lo contrario, a veces el desnivel es tan brutal que dan ganas de bajarse de la bici, pero la guerra con la montaña no ha hecho más que comenzar. Subo como siempre lo hago, las suspensiones cerradas y el cuerpo vencido sobre el manillar para tirar de riñones e imprimir fuerza a cada pedalada. Cuando esto se agota canto, como si de un mantra se tratara, aquello de “empuja-estira”. Al final solo me queda la paciencia, la obstinación de que ella no podrá conmigo. No tengo demasiadas panorámicas en las que apoyarme ya que, como dice la famosa cita, la cerrada pinada impide ver el bosque. Busco la calva de la montaña para orientarme y ver cuanto me queda. Poco a poco voy ganándole altura a la montaña, espero que no sea una mala referencia esta que he elegido. Una rampa brutal se interpone en mi camino y me animo pensando que es el último cartucho de la montaña antes de dejarse coronar. Efectivamente, estoy en lo cierto.
Ya veo la verde figura de la caseta y su fiel escudero blanco de hormigón armado. Estoy ante el V.G. de Buena Leche a 1018 msnm. Prueba superada, ya puedo volverme a casa.
Las vistas son magníficas, el viento de poniente deja una visibilidad tremendamente limpia y engullo más que observo el paisaje. La pena es que esta montaña es muy redondeada y no tiene un pico que gane una altura para permitir mejores vistas. Pero no me voy a quejar de eso, tan solo constato un hecho. Buscando un poco, por aquí y por allá entre los árboles, se puede ver todo.
Tanto que es inacabable el paisaje que se presenta ante mí. Almuerzo mientras hago fotos de todo a mí alrededor. Luego decido acercarme al alto del Gamonal, un par de lomas más allá por si presenta mejores vistas. El par de lomas se multiplica conforme me voy acercando a él, y los pequeños desniveles que voy sumando me hacen desistir y dar media vuelta para volver hasta aquí. Acabo el almuerzo y tomo el camino de bajada. He subido por el este y ahora bajo hacia el norte, con Titaguas y la muela de Aras al frente. En todas direcciones las montañas presentan heridas de parques eólicos. Es curioso que cuanta más energía tenemos más pagamos por ella. Tanto estropear el paisaje para que luego el recibo de la luz no deje de subir. Yo en cambio ya he dejado de subir de momento. La bajada es un camino que nada tiene que ver con el de subida.
A ambos lados del camino un ancho corta fuego permite una visión muy clara de las curvas y del paisaje. De todas formas la pendiente no es ninguna barbaridad y aunque permite una buena velocidad no hay ese golpe de adrenalina que tanto me gusta. Llego a un cruce de caminos. Recto hacia la Montalbana y la CV-35, a la derecha giro hacia Campos de Abajo y Alpuente. Sigo bajando inmerso en un enorme y precioso bosque de pino. Saldré de él abajo para tener visión directa de los campos de cultivo y las granjas entre Titaguas y Alpuente. Me vuelvo a meter en el bosque por un camino a la derecha que me hace subir y pasar junto a varios corrales abandonados.
Cuando vuelvo a salir del bosque tengo las casas de Campo de Benacacira frente a mí en un altozano. Más piedras viejas, de esas que tanto me gustan, formando antiguas casas. Más memoria histórica, más cuentos y leyendas que no nos contarán. Giro a la derecha y me adentro en los campos dirección Campo de Abajo. A mi derecha las montañas forman una inmensa garganta; una más de las muchas que hay a mí alrededor en este paisaje increíble. Al otro lado de ella la rambla Arquela recogerá todas estas crecidas que al final alimentarán el Turia. Me adentro en la aldea, visito la ermita de san Isidro y el único coche aparcado en el pueblo, que no tenía otro sitio que la mismísima puerta de la ermita.
Luego llego hasta el lavadero a las afueras del pueblo. Continúo con Alpuente llenando mis retinas a cada pedalada. Otra vez me desvío a la derecha buscando la aldea de la Hortichuela. Más ruinas, otras viejas piedras oxidadas por el Sol, la lluvia y el viento, desvencijadas y asomadas al barranco del Reguero a los pies de Alpuente. El camino está tan desdibujado que es imposible ciclarlo y me obliga a tirar pie a tierra.
Paso entre los muros que formaban las cuatro casas de la aldea y retorno al camino, ahora a la derecha, y comienzo una tortuosa subida hacia Alpuente. Un kilómetro al 10% tiene la culpa. Ya arriba me adentro en el pueblo. Las casas de piedra, las calles de piedra. Todo guarda una armonía, una simetría con el buen gusto, con el patrimonio, con lo que hace que un pueblo tenga historia y origen, no como los pueblos en la que cada casa despersonaliza más a la que tiene al lado, con una arquitectura, materiales y colores, simplista y desafortunada. Está claro que este tipo de construcción requiere dinero que no todo el que se construye una casa tiene. Pero estos pueblos atraen visitantes, atraen turismo y riqueza, contagian armonía, belleza y serenidad, incluso nostalgia, por eso creo que los ayuntamientos deberían obligar a una normativa de construcción con ayudas y facilidades. Pero esta visto que esto no es lo que queremos para vivir. 

Recorro el pueblo callejeando, dando vueltas sin rumbo fijo, empapándome de esta atmósfera singular… ahora subo por una calle y bajo por la siguiente. Pero por mil caminos que cojas hay que subir al castillo, o cuanto menos asomarse a ver la imponente atalaya sobre la que se eleva. Luego llego a la iglesia, al ayuntamiento y a lo que parece la puerta de las mazmorras, un lugar que me transporta a las películas de los sábados por la tarde de hace mil años, cuando era pequeño. Veo desde arriba el lavadero, desde la placita del museo etnológico. Los lavaderos son ese vestigio de historia que aún queda, por lo menos, en algunos pueblos, por eso me gusta visitarlos. El fluir del agua y su cantinela, siempre igual y siempre diferente, sus tejados de tejas y su entramado de madera en muchos de ellos. Preciosos.
La visita es corta, queda mucho que hacer aún en la ruta. Estoy tentado de subir a la ermita de san Cristóbal y obtener una vista de pájaro del pueblo. De todas formas se que la tendré desde el otro lado del barranco tal como discurre la ruta, pero la tentación es grande. Solo me frena el desnivel. Pegado a la montaña conforme salgo del pueblo, esta parece un coloso, y con lo que llevo en el cuerpo, y lo que me espera y desconozco, prefiero dejarlo para otro día y planear una ruta por la parte norte del pueblo. Ahora guardo algunas fuerzas para el resto de la ruta. Llego a la ermita de la Purísima, a la salida del pueblo y cerca de la fuente, antes he pasado por la ermita del Calvario, cercada dentro de un parque.
Solo queda de ellas la estructura, bastante deteriorada en el caso de la primera. Casi sin solución de continuidad llego a la aldea de Obispo Hernández ó Eras. Justo a la entrada a la aldea se puede llegar, girando a la derecha, hasta un camino que bordea el barranco, pero el desconocimiento me hace perderme esta entrada y llegar al barranco justo a la salida del pueblo junto a un pequeño puente de piedra para cruzar la rambla.
Justo de frente veo, tras una chopera, el acueducto de los Arcos. Llegaré allí dando un rodeo para verlo desde todos los ángulos.
Un camino pasa bajo él y permite llegar junto a sus piedras para admirar esta preciosa obra de ingeniería. Atravieso los arcos y sigo por el camino hasta la carretera, me desvío para acortar y llegar al puente de antes, pero me meto en una suerte de laberinto entre campos de cultivos que tendré que salvar, por unos metros, a pie. Vuelvo a cruzar el puente y subo hacia el mirador indicado en una señal de madera. La subida, con bastante piedra suelta es dura, pero me animo pensando que es la última subida de verdad del día. Voy ganando altura sobre el barranco y este me regala unas vistas preciosas. Unas curvas de zigzag después se abre ante mí el colosal barranco a su paso por Alpuente. La mordida del barranco sobre la piedra es impresionante y crea cortados de vértigo.
La ubicación del castillo sobre la muela, el pueblo a su espalda sobre la otra ladera y, tras todo esto, la peña de la ermita que cierra y protege al pueblo. Es una estampa alucinante. Todo ello rematado y acentuado por el tremendo cañón que se abre a mis pies. Las vistas son infinitas. La sensación de lo pequeños que somos lo es aún más. Tras intentar absorber el paisaje me pongo en marcha otra vez aunque con ganas de quedarme mucho más tiempo absorto en la contemplación de este enorme paisaje. Sigo subiendo pero de forma muy moderada. Llego a un desvío del camino que indica la fuente de los Gamellones. Hago la pequeña subida para llegar a una pinada con un abrevadero sobre el que cae un fino chorro de agua.
Un nogal ocupa el centro de la explanada y a sus pies unas piedras dispuestas a modo de mesa redonda. Hago la parada para comer en este tranquilo lugar, nada que ver con las incomparables vistas de antes pero media hora después. La zona está replantada de pinos jóvenes, y bajando la montaña la arboleda es una espesa manta de pinos. Después de comer y comprobar que no me dejo nada, que he pasado desapercibido para el entorno, sigo el camino bajo la inmensa montaña de material que dejó a su paso la cantera de arriba, creo que en desuso.
Otro desvío me lleva, a la derecha, hacia la fuente del Cabezo, metida en un recodo de la ladera que sigue subiendo hasta la cima de este coloso de casi 1300 metros de altitud. Sigo por el camino principal con unas panorámicas esquisitas sobre el valle que he recorrido esta mañana.
Tras una pequeña pero empinada subida llego a un triple desvío, la inercia me hace tomar el camino de bajada, pero el equivocado. Es completamente a la derecha, tan desdibujado está el camino que no lo vi y tuve que retroceder unos metros volviendo a ascender. El camino es una locura.
La pendiente es de más de un 30% y el camino es un alud de piedras desprendidas de la cantera de arriba, otra más. A todas luces esto no es ciclable, me pregunto incluso si podré bajar con la bici a cuestas. No hay alternativa ya que el camino que sigue recto desde arriba rodea la montaña y se pierde hacia La Yesa. Me tengo que aventurar en esta peripecia. Despacito, apoyando bien los pies y dejando el cuerpo vencido hacia atrás, voy bajado ayudado de los frenos de la bici que me hacen arrastrar las ruedas más que dejarlas rodar. Allá abajo, cuando la cuesta permite volver a ciclarla, se incorpora un camino por la derecha que intuyo llega desde fuente Cabezo. En todo caso, camino o no, será mejor que esta locura. Pero es que ese camino no aparece en los mapas y en cambio “este camino” es el de la Hortichuela, perfectamente referenciado en los mapas. Esta es una de esas sorpresas que dan las rutas, hasta que no estás sobre el terreno no sabes lo que te encontrarás. Bueno, al menos sirve como anécdota a contar y ha llenado un buen puñado de líneas de esta bitácora.
Abajo del todo estoy muy cerca de la aldea de la Hortichuela, en el punto de unión del barranco del Requejo con la rambla Arquela. La rambla se adentra entre las montañas, mejor dicho, parte en dos la Peña Rubia. El camino no se encajona tanto y rodea la montaña para volver a encontrarse a sus pies tras la garganta. Después todo será un plácido paseo junto a la corriente que aquí si que baja con agua, pero que poco a poco se pierde, se filtra o se la bebe la vegetación para llegar al azud de Tuejar completamente seca. Los paisajes junto al riachuelo son de ensueño. Pozas y vegetación de ribera que cubren los márgenes del río.
Las montañas del margen derecho son más abruptas y retorcidas y sostienen cavidades y abrigos, aparentemente de imposible acceso.
A la izquierda las montañas se alejan y no encajonan tanto el río, hasta llegar a la rambla de Ahillas. Antes pasaré por las casas de Arquela y la zona recreativa. A lo largo del cauce se suceden diferentes grupos de caseríos y corrales abandonados. Llego por fin al camino conocido de la ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2012/03/calles-ahillas-rambla-arquela.html  La rambla se adentra en la tremenda garganta de la zona de Arquela. El camino se agarra a la montaña y dibuja el perfil de la caprichosa corriente que orado estas montañas. Dejo atrás el nevero y llego al camino del barranco de los Frailes, he cerrado otro círculo en las montañas.
Ahora, a favor de la corriente, bajo a buen ritmo dando pedales por el ancho camino hacia el azud y Tuejar, donde daré por concluida esta ruta apasionante, digna de mis mejores recuerdos.