Comenzaba una ruta más desde Sant Viçent. Fresquita mañana en la que algún caminante me mira con curiosidad pues no se me ve la piel de tan tapado que voy. Cruzo bajo el puente de la CV-25 y regreso hacia Llíria por la vía de servicio al otro lado de la carretera. Giro después a la derecha para subir entre los chalets hacia El Caramello. Casi el mismo camino que en la ruta de Sant Viçent-Bodegas Casinos. En cambio al llegar al cruce que tomé a la izquierda hacia el campo de tiro voy, esta vez, a la derecha. Remontando la corriente de una acequia llegaré hasta el abandonado camping de Llíria.
Sigo este tranquilo camino que ofrece bonitas vistas sobre la parte occidental de la Calderona , pero sobre todo de los montes de Andilla, el Toro y las nevadas cumbres de Javalambre. Más adelante ya se abre la vista hacia el este y las montañas se muestran casi en su totalidad. Me meto de lleno entre los campos de cultivos, entre la rambla Primera y la urbanización Hospitalet. Las antenas de la base militar de Marines empiezan a hacerse visibles. Poco después llego a la alambrada que delimita la base. Como es lógico está cerrada, pero quería ver si había un camino paralelo a esta valla que subiera, por el camino de la Garrofera , hacia el barrio Marmolé: una pedanía de Gátova al este del Alto del Romero. Pero mi gozo en un pozo. No existe tal camino. Mejor dicho; existir existe, pero es zona militar. Después de un rato de deambular como una cabra por los pastizales que hay por allí, y no conseguir nada más que arañazos en las piernas y la suerte de no pinchar, decido abordar el problema y rodear la rambla Primera que es la que me corta el paso. Un buen rodeo más tarde, y orientándome siempre por la presencia del barranco a mi derecha llego hasta un camino que lo cruza. La rampa al otro lado es potente, pero la impotencia llegará con la valla que advierte nuevamente de que esto es zona militar. Este camino se va a resistir. Decido investigar un poco y sigo avanzando aunque llevo la bici de la mano. Oigo voces por lo que decido preguntar si es posible pasar, pero las voces están más lejos de lo que parece. Las localizo junto a la Masía Vieja. Un caserón de aspecto imponente en plena zona militar. Enseguida empiezo a oír tiros por lo que deduzco que están de maniobras o de prácticas de tiro. No es buena idea permanecer por allí. El plan B es subir junto a la rambla hacia el alto por aquel camino que ya transitamos en la ruta de Olocau al Molino de La Ceja y Tristán. Me pongo en faena subiendo junto a al Mas de Moya y admirando con la altitud el mar de naranjos de la zona. Luego la bifurcación y el camino de la derecha pegado al barranco. Encuentro a un biker en sentido contrario y paramos a cambiar impresiones. Me dice que ellos si que han bajado por el camino de la Garrofera , que efectivamente es zona militar pero que los fines de semana han cruzado sin problemas. Sigo mi camino con la sensación de que no es buena idea meterse en zona militar por muy solitario que esté el camino sin tener autorización o algo similar, pero bueno, allá cada uno. La subida es menos exigente de lo que recordaba. O será que me lo he tomado con calma después del almuerzo.
O será que me lo he tomado con calma después del almuerzo. Rampas buenas pero sin matarte. A ritmo y con todo metido, eso sí, voy subiendo mientras disfruto de las colosales panorámicas. La limpieza del día deja ver muchos paisajes salpicados de color por las olorosas flores de las amarillas aliagas. Algún pequeño pino brota aquí y allá como si ellos solos quisieran reconquistar el territorio. Pero con las escasas o nulas actuaciones para replantar estos montes creo que nunca los veré poblados de árboles. Esta crítica también, o sobre todo, es para mí, que mucho hablar pero poco coger una pala y plantar unas bellotas o un pino o algo similar. Continúo subiendo, mientras las laderas abancaladas se muestran pletóricas de la fuerza visual que contienen entre sus piedras, para llegar arriba con menos esfuerzo del que tenía previsto para este tramo.
Veo el corral a la izquierda, ya estoy arriba. El cruce de caminos hacia la derecha para buscar aquel mirador tan impresionante al que fuimos la otra vez. Me desvío del camino para llegar hasta él. Es realmente sobrecogedor. El Alto del Romero a mi izquierda, el valle a la derecha y de frente. El camino por el que he subido empequeñecido en el fondo entre las inmutables paredes de roca y tierra que modelan estas montañas.
En el siguiente cruce a la izquierda. Camino en suave bajada que me llevará hasta la fuente del Rebollo, un pequeño rincón donde descansar entre los imponentes pinos que cobijan la fuente. Continúo por la carreterita bajando hacia la fuente de La Alameda.
Este si es un paraje de singular belleza. A caballo entre las dos orillas del barranco hay una zona de recreo con un refugio de piedra, mesas, la fuente, paelleros y unos carteles a modo de centro de interpretación de la fauna y la flora autóctona.
La calma que destila este lugar se ve acrecentada por la soledad en este soleado día de invierno. El silencio solo roto por el sonido de las aves que se avisan de mi presencia. Me siento observado por ojos astutos camuflados tras la impenetrabilidad del bosque que aquí permanece intacto, surcado por los caminos que abren los animales en su diaria búsqueda de comida y cobijo. Hago las fotos de rigor e interiorizo el paisaje con el mayor sigilo que soy capaz, intentando interferir lo menos posible en la paz de este rincón de la naturaleza, tomado a la fuerza con la excusa de un día de campo por los hombres.
Sigo bajando hacia la carretera de Gátova. Cuando la vea tendré que remontar unos metros hacia ella ya que estoy por debajo de su nivel. Tengo ahora una vista impresionante del Pic del Águila. La caseta forestal y el V.G. son visibles desde aquí abajo. Este es un pico que de momento se nos resiste. Inexplicablemente aún no hemos trazado una ruta para abordarlo, pero eso tiene fácil solución. Y en ello estamos. Remonto hasta la carretera y me dejo caer hacia el pueblo. Un pueblo sin identidad de pueblo, lejos de la gran ciudad pero influenciado por ella, como casi todos, por no decir todos los pueblos de Valencia. No sé de qué me sorprendo a estas alturas y a esta distancia de Valencia. Quizá soy un nostálgico de esos pueblos que nunca he conocido, que tan solo alguna vez he transitado por el interior de Teruel y que con solo unos minutos dejaron huella en mi ideario de lo que es un pueblo, o al menos de su apariencia, de su seña de identidad, de lo que hace que años después los recuerdes.
TRACK DE LA RUTA: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=1449199
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