martes, 26 de julio de 2011

RibaRoja-Bugarra-Fuente la Zorra

Ya hace tiempo que iba buscando una fuente llamada fuente la Zorra, por Pedralba o quizá ya termino de Bugarra, pero no es eso lo importante. Es una de aquellas fuentes que íbamos a recoger agua con el 850. Allí tuve una de esas desagradables experiencias que avergüenzan a un niño pequeño, cuando, jugando con mi hermano me caí al río en pleno invierno: las burlas me acompañaron durante una buena temporada, pero lo peor es que venía un vecino de aquellos que llevan la guasa por bandera y que no me caía demasiado bien.
A parte de aquel trágico, en aquel entonces, incidente, era un sitio del que guardaba un buen recuerdo, pues era uno de aquellos lugares de peregrinaje que nos sacaban un tanto de la rutina y suponían una aventura, pues había que cruzar Pedralba, el pueblo de los canales en las calles. Había buscado el lugar varias veces sin éxito y le había preguntado a mi hermano y a mi padre que al final fue quien me dio pistas de por donde podría estar. Hoy no iba a dejar ningún camino sin recorrer hasta encontrarla.

A las 8 de la mañana salgo de casa con unas ligeras nubes cubriendo la fuerza del Sol a estas horas. Bajo hasta el río ya que entre semana y a estas horas está de un tranquilo impresionante, no así por la tarde y los fines de semana.
Pedaleo rápido y solo hasta el final del Parc fluvial del Turia, subo a la carretera de la Pea y llego hasta el desvío que me baja hasta el puente sobre el río.
La acumulación de cañas y suciedad tapona los ojos y el agua salta el camino, como no tiene mucha profundidad lo cruzo con la precaución del que ya se ha caído en similares circunstancias. Al otro lado la gravera sigue parada y no se levanta polvo, de todas formas giro pronto a la izquierda y llego hasta el asfalto que me llevará hacia los campos de naranjos al otro lado de la carretera de Lliria. Es el mismo camino que seguí en la ruta hacia Calles http://bikepedalvalencia.blogspot.com/2010/12/riba-roja-calles.html  

Hoy, a diferencia de aquel día, no hay llovizna ni frío. El calor ya se ha apoderado del día y el Sol castiga con fuerza. Los campos y el bosque que atravesaré están resecos y sedientos. El aroma de los pinos recalentados y el bajo monte, con las hojas agostadas por el calor, se apoderan del olfato, flotando en bolsas inmóviles en el aire que esperan mi llegada.
Al salir de la senda veo, al otro lado del valle, la montaña a la que me dirijo. Las antenas de Bugarra siguen en su sitio, aquel paraje que me despistó la otra vez que estuve por aquí. Ahora ya sé lo que es aquella montaña, es mi primer objetivo de la ruta. Al salir de la senda giro a la izquierda y paso junto a la fuente Marjuela en la que recogen agua con decenas de garrafas, poco después el desvío para subir al alto me espera a la derecha, pero antes me acerco a fuente Pino que está a escasos 50 metros. Me acerco a comprobar si tambien tiene agua, está caliente pero no deja de ser agua. Emprendo la subida por un camino que pronto se descarna y del que asoman piedras como aristas junto a una pronunciada pendiente. Giro a la izquierda otra vez y el camino entra en un pequeño bosque. Cargo todo el desarrollo y bloqueo las suspensiones: la trasera para evitar el balanceo que contamina la pedalada, la delantera para evitar que una posible rampa o piedra me encabrite la bici, así mando yo sobre ella en todo momento. El problema es que a veces me olvido de desbloquear y en las bajadas las paso canutas.
Al salir de la arboleda la vista se recrea en la inmensa Sierra de los Bosques que ocupa todo el horizonte. Gestalgar es una mancha delante de las inmensas montañas. Continuo subiendo esta cuesta que es más corta y por tanto más dura de lo que esperaba encontrar. Ya arriba me acurruco a la sombra contra la verja que protege las casetas de las antenas. Detrás de ella la sorpresa de encontrar un V.G. que no sabía que estaba aquí arriba. Otro mojón conquistado junto con otra cima, otra montaña, otra muesca en el sillín y en mi memoria. Otra sonrisa desafiante hacia las montañas que me miran desde todos lados. Desde el lejano mar hasta el pico Ropé busco alguna nueva cumbre que subir para dejarme conquistar. Almuerzo en la sombra, envuelto en silencio y calma y acompañado por las hormigas que se afanan en recoger las migas que caen a mi lado. Las observo fascinado de su fuerza, de su incansable trabajo, de su solidaridad, de su falta de envidia… no se comen los restos a escondidas, lo llevan a su “ciudad” para compartirlo entre todos y crecer juntos... vamos igual que hacemos nosotros, la raza más “evolucionada” del planeta. Tras el almuerzo hago algunas fotos y contemplo el cortado que cae hacia Bugarra y hacia el río. Quiero explorar algunos caminos que veo junto al río así que inicio la bajada acordándome de soltar las suspensiones y poniendo ojo a los baches que adornaban el camino.
En el cruce, que ahora tomo a la izquierda me llevara a rodear por completo la montaña, pero antes haré una parada en la fuente de la Hortezuela, un precioso paraje que no hay que perderse, y sobre todo hay que disfrutar de su fresca y abundante agua. Luego por asfalto llego al pueblo, al viejo lavadero que es de los edificios más encantadores del pueblo.
El camino llega hasta el mismo río, pero no hay ninguna zona definida de baño y el agua baja con fuerza, la zona junto al camping es mucho mejor. Luego sigo el cartel del aula de pesca, un camino que llega a lo que parece ningún lado, al menos aparentemente; allí nace una senda que es la que llega al azud del canal de la central eléctrica de Pedralba. Lo tardío de la hora y el empeño de buscar la fuente de la Zorra me hace plantearme cambiar la vuelta y no ir hasta Pedralba subiendo por el Aliagar. Así que tendré que ir por la carretera. Ya sé que no soy amigo de eso pero conozco el poco tráfico que hay en esta vía y además es casi todo para abajo, y desde que la arreglaron hace un par de años le han hecho un buen arcén. En fin, que me doy más y más excusas para justificar la decisión que he tomado. Un pequeño repecho me deja en la parte de bajada hacia Pedralba. Tan solo un par de coches me adelantan en la parte de subida, en la bajada voy tan rápido que no les doy opción, o eso quiero pensar. Comienzo la busqueda después de haber preguntado en el pueblo, pero nadie parece conocer exactamente la ubicación exacta aquella fuente, solo vagas aproximaciones. Me desvío de la carretera y entro por el camino junto a la cantera y pronto emprendo un frenético descenso, un desnivel brutal por un camino empedrado que se mete en un valle entre lomas y que llega casi a la orilla del río, solo obstaculizado por el canal.
Retorno a la carretera y empiezo el descenso. Llego a la central eléctrica y giro a la derecha dejando momentáneamente la carretera. El camino discurre paralelo al canal que alimenta la central y que luego se convertirá en acequia hasta entrar en la calle principal del pueblo donde tantas imágenes de decadente nostalgia siguen asaltando mi memoria. Exploro todos los caminos que surgen de este camino principal y llego hasta el final, un camino junto a la valla izquierda de un chalet. El camino está en perfecto estado de abandono por lo que la maleza impide el paso. Con ganas y tiempo, y sin importarte los rasguños en las piernas se podría avanzar hasta la arboleda que se ve abajo y que es, según me han dicho, lo que queda de esta fuente, o del paraje. No bajaré a comprobarlo y me doy por vencido a la vista de las dificultades. Vuelvo hasta la carretera y sigo bajando hasta el polideportivo, allí giro a la izquierda y llego a unos escalones de traviesas del tren a modo de escaleras que baja hasta la chopera del río. Es, en esencia, la continuación del camino del Parc fluvial del Turia que teóricamente llegará hasta aquí. Continúo hasta la pasarela de hierro y allí cojo el camino que sube al pueblo. Bonitas vistas de Pedralba antes de llegar a la entrada del canal.
Luego retorno hacia atrás para cruza la pasarela y girar, al otro lado del río, a la izquierda en dirección a la Pea. Con la senda ya perfectamente marcada entre la pinada no tengo los problemas de las primeras veces cuando aún tenía que bajar de la bici y arrastrarla entre los romeros y demás arbustos. Enlazo con el camino viejo de la Pea y descubro que el caminito que presentaba roderas y bastante piedra suelta está perfectamente compactado con tierra y ensanchado.
Subo la rampa a tren, a buen ritmo, con una cadencia alta que abre todos los poros para que el sudor refresque mi piel al contacto con el aire. La bajada también está arregladita y bajo seguro hasta el cruce donde girar a la izquierda y emprender el tramo de asfalto que me lleve de nuevo al camino del río. Este tramo me permite rodar con soltura aunque a estas alturas de la jornada de pedaleo el cansancio comienza a notarse, sobre todo por el tremendo calor que ha ido creciendo con el día. Antes de llegar a Vilamarxant veo una acequia que baja con agua y decido parar a refrescarme los pies y darme un pequeño respiro. Ya solo queda el tramo de riíto ese hasta casa. Un tramo plano y sin rampas que me permite subir la media, no tanto por las ganas de pedalear o fuerzas que me quedan como por las ganas de terminar y calzarme una cerveza fresquita. La próxima aventura ya en tierras serranas, os la contaré.



TRACK DE LA RUTA: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=1901575



sábado, 16 de julio de 2011

Calles-Benageber (rodeando la Atalaya)


Volvía a iniciar otra ruta desde Calles. El verano traía una disgregación del grupo por unos u otros motivos y eso me dejaba en la serranía con mil y un caminos que explorar. Tenia en la cabeza el run-run de no haber seguido aquel camino que conducía hacia el Mas del Pinar y que, por tener trazado otro en el GPS, no seguí en la ruta hasta Requena. Tuve entonces que pasar un pequeño cercado y no me había dejado la impresión de una ruta “terminada”, así que hoy quería buscar una alternativa a aquel camino. Ya puestos iba a llegar hasta Benageber rodeando la cordillera del Alto de la Atalaya. Vamos a la historia.

Me despierto temprano y remoloneo un poco en la cama, aún no son las 7 y la ruta, planeada para todo el día, me ofrece tiempo más que suficiente. Unos minutos después decido levantarme y evitar así unos minutos de calor en el cuerpo bajo el ardiente ecuador de julio. Desayuno, estiramientos y me pertrecho con la mochila cargada hasta los topes y el alma llena de ilusión. Bajo hasta el puente en el único descanso que tendré en los próximos Km. pues una vez paso el río todo hacia arriba hasta el radiofaro.
Ya conozco la subida y me la tomo con calma aunque me parece llevar un buen ritmo de subida, o tal vez es que controlo muy bien las pulsaciones y subo sin un esfuerzo excesivo. La pendiente tendida y por asfalto permite bloquear todo y llevar una buena cadencia. Enseguida veo lo que me espera y una sonrisa se forma en mis labios. El día diáfano, el calor intenso, el esfuerzo continuado y ni una gota de sudor, fantástico. Un buen día de poniente. Para mí no son ningún problema estos días de ambiente reseco y temperaturas elevadas, los prefiero a los días húmedos y pegajosos que sufrimos aunque con algo menos de temperatura. Bueno, eso es lo que hay y el camino es el camino, iba a salir igual con cualquier otra temperatura. Cobro altura y las vistas sobre el valle sur del Pico Remedio se engrandecen, la carretera curvea en este lado del valle y sigue ascendiendo hasta el radiofaro.
Desde allí la colosal bajada hacia La Puente Alta y sin tregua, o sin solución de continuidad que queda muy literario, inicio el ascenso por camino de tierra para dejar atrás, primero fuente Jórgola, luego el desvío de Las Marianetas y llegar en una ascensión interminable hasta el desvío de Benageber, que no está indicado como tal, aunque no recuerdo lo que pone en el letrero. Enseguida llego al segundo desvío. Tomo a la derecha hacia Villar de Tejas. Hoy el camino no está encharcado como en aquella ocasión. Pronto llego al desvío que tomé aquel día y hoy, con la lección aprendida, sigo la señal del Mas del Pinar por el camino principal hacia arriba.
Un par de fuertes rampas después llego a la zona alta del camino, o casi, aquí el camino dibuja una cerrada curva sobre la ladera de la montaña y visto desde arriba casi cierra un circulo sobre sí mismo. Allí mismo las vistas hacia el norte son esplendidas y hago una parada contemplativa para ubicar cumbres y montañas conocidas.
Continúo camino buscando a la derecha aquel infernal tramo de subida por un camino desdibujado que se muestra en la ladera de delante. Sigo este placido camino acercándome hacia la cumbre, hacia aquella masía abandonada y ruinosa en el cruce del camino. Hoy no llegaré hasta allí ya que he comprobado que este camino es factible, hoy bajaré hacia la izquierda siguiendo un nuevo cartel indicativo del Mas del Pinar. En este desvío nace un caminito que se adentra en la montaña casi campo a través. Como desconozco exactamente su ubicación dejo pasar el V. G. del Mas del Pinar que roza, a falta de escasos centímetros, los mil metros de altitud. Inicio la bajada hacia el valle donde se ubica Villar de Tejas.
Los pinos forman pequeñas islas entre la roja y fértil tierra que acoge, aquí y allá, pequeños huertos o cereales o árboles frutales. Paso junto a las ruinas de la masía. Un pequeño conjunto de casas, mejor dicho; de lo que fueron casas, destartaladas, ruinosas, abandonadas. Una larga lista de muros derruidos a lo largo del camino es el mudo testigo de un pasado ganadero y agrícola que interactuaba con el medio, no lo explotaba sin reabastecerlo, no lo minaba hasta secarlo y dejarlo inútil. Un profundo sentimiento de pena me invade ante la visión de estos muros, no solo de estos, es la letanía que me ha ido contando el camino, todos los caminos de esta zona y sus abandonadas aldeas. Sigo descendiendo hacia el valle. La bajada no permite demasiadas alegrías puesto que hay mucha piedra suelta, pero sobre todo quiero disfrutar del paisaje. Bajo una de estas islas arbóreas paro a almorzar y descansar del implacable sol que castiga con mayor dureza a cada minuto que pasa. Dos horas y media en estos casi veinte Km. subiendo, no esta mal, me he ganado una buena cerveza. Tras el almuerzo continuo en dirección a Benageber. Voy por el camino que pasa junto al Mas de Caballero y que ya visité camino de Requena.
Dejaré esta aldea a mi izquierda mientras contemplo la mole de la Atalaya surcada por caminos que, por los desniveles, no parecen ciclables. Así llegaré a la parte semiencañonada del barranco del agua, con el Mas de Sancho a mis pies y la mole del Negrete en la otra orilla. Las altas lomas tapan, por la perspectiva más cercana, la mayor altitud de esta cima que casi siempre es localizable por las antenas que coronan la montaña. El camino gira ligeramente a la derecha ciñéndose a la base de la Atalaya. Inicio un suave pero rápido y divertido descenso, camino perfecto y curvas suaves y con buena visibilidad. Algunos badenes en el camino que viéndolos venir los aprovecho para volar a ras de suelo e incrementar un poco más la velocidad.
Tan entusiasmado estoy que me paso el camino a la derecha, llego al cruce con unos pinos en medio, en una isleta. Un letrero indica a fuente Cortes, no será hoy cuando llegue hasta allí.
Retrocedo unos metros hasta el camino ahora a la izquierda y sigo un camino bordeado de árboles y matorrales, monte bajo que se afana en verdear el terreno; a lo lejos parece una alfombra de suave césped, de cerca es otra cosa, pequeñas y tiernas coscojas que crecen poblando el suelo, más a lo ancho que a lo alto y que parecen transportarme mentalmente a otro lugar. Poco después un suave descenso me llevará hasta el campamento y luego a la ermita de San Isidro a las afueras de Benageber.
Esta parte del camino la recorrimos en aquella lejana ruta de Sinarcas al embalse de Benageber http://rodaipedal.blogspot.com/2007/11/sinarcas-benageber.html pero en sentido contrario. Tras la visita a la ermita y un breve descanso en la sombreada fuente giro a la derecha para iniciar un tramo llano que pasa por un viejo pozo junto a la casilla de arriba, a partir de aquí el camino empieza a subir y me dejará en el collado Nieva: en el cruce que recto sigue hacia la Capitana y que a izquierdas sigue subiendo hacia los Visos, subo y enseguida dejo a mi izquierda la bajada hacia los Visos y después el Collado de Alonso. Desde aquí arriba una mirada hacia atrás me mostrará la cumbre de la Atalaya y los caminos que surcan sus laderas. La cima parece tan inalcanzable en bicicleta como dulce sería el sabor de coronar esta cumbre.
Con este pensamiento enredado en mi mente me dejo llevar por el ondulado camino entre las colinas que suponen un verdadero rompe piernas, aunque en el sentido de mi marcha de hoy es mucho más llevadero, pues al final siempre pica hacia abajo. Hacia el Tiñoso y más allá. La cruel subida hoy se torna bajada y el calor asfixiante en los valles entre las laderas no me permite parar a comer.
Tampoco es que haya muchas sombras en las que refugiarse del tórrido sol estival. Solo de pensar en el caldito de cerveza de me tomaría me hace seguir con ganas hacia casa. Me queda una hora de camino para disfrutar de una refrescante cerveza, ¡Umm cerveza…!




 TRACK DE LA RUTA: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=1995492