lunes, 10 de diciembre de 2012

Clot de les Tortugues-Besori-Monserrat



Cerca del trabajo tengo una pequeña joya que no podía ni quería dejar escapar. Ya la tenía localizada desde hace tiempo, así que había preparado algunas visitas más que sirvieran de mezcla para “ataconar” la ruta y tener una visión de conjunto de la zona. 10 minutos en coche desde el trabajo para llegar al Clot de les Tortugues que será punto de inicio y final de la ruta. Aún no son las 8 de la mañana y circulo entre dos luces, me encuentro con algunos ciclistas que van por la carretera con sus débiles luces rojas traseras que apenas alcanzo a ver si viene un coche de frente con las luces puestas, pues esas luces ahogan por completo y durante un momento el parpadeo rojo del ciclista. Paso con precaución aminorando la velocidad y dejando todo el espacio que puedo. Paso la gasolinera y llego al cruce de la urbanización el Pinar a la izquierda, ya en el cruce a la derecha hacia unos viveros, cruzo el puente sobre el barranco y llego a una pinadita a la izquierda donde aparco y hago los estiramientos de rigor. La mañana está fría pero confío en que subirá la temperatura a lo largo del día. Al otro lado de la carretera la pinada del Clot. Hago bien en no entrar cruzando la carretera ya que unos metros más arriba tendré la imagen del día. 

El sol naciendo entre los árboles a mi espalda ilumina poco a poco la pinada y van dejando pinceladas anaranjadas sobre el apagado verde de la masa forestal. La estampa es preciosa. El bosque aún adormecido y sumido en la calma de la fría noche, se despereza con esos primeros rayos de sol que un poco después elevarán volutas de vapor de la escarcha que aún cubre la hierba. Otra ruta que ya promete de inicio. Ahora sí que me interno en el bosque y sigo las sendas que se adentran en él. 

Llego hasta la balsa del motor y allí comienzo a subir un poco. Algunos pasos complicados me obligan a bajar de la bici para salvarlos. Continúo junto a la cantera para volver a entrar enseguida en el bosque hacia la derecha. Subo hasta la zona de las mesas y los paelleros, giro a la derecha y sigo por sendas hacia el barranco. Una trialera me hace poner pie a tierra otra vez, solo un par de metros y sigo bajando ya en la bici hasta la balsa. 

Llego a las sendas de entrada y vuelvo otra vez a la carretera, ahora ya empiezo la ruta, pero es que no me quería perder este espectáculo después de esa increíble pincelada de color. Aquí también he tenido la parte fea de la ruta: una señora con dos perros sueltos, uno de ellos, poco más que un cachorro de boxer pero ya de un tamaño considerable, juguetón y revoltoso se para delante de la bici y cuando paso con cuidado para no hacerle daño, va y me muerde el pie. Tan solo marcar como cuando están jugando, me quedo a cuadros, paro y me quedo mirándolo a él y a la mujer, y esta sigue como si nada, cuando le digo que a los perros hay que llevarlos atados por lo que me ha hecho dice que el perro estaba jugando, que si me había hecho sangre para que le diga eso… Al final resulta que si no te ha hecho sangre no te puedes quejar y casi tienes tú la culpa por no dejar que el perro juegue a gusto contigo. Ni amago de cogerlos, ni correa, ni posibilidad de razonar con ella, por consiguiente la mando a hacer puñetas y doy gracias por haber venido solo, si esto nos pasa al grupo tenemos montado el día. Ya en el asfalto a la derecha y sigo la carretera que luego de bajar un barranco hace un giro a la izquierda pasando junto a la urbanización del Pinar. 

Sigo recto hasta acabar el asfalto y allí a la izquierda para encarar el mas del Carme. A estas alturas ya se me ha pasado el frío de los dedos de las manos con los guantes cortos y agradezco no haberme puesto los de invierno. La masía está algo abandonada, no como otras que veré al final de esta ruta. Giro a la derecha y luego otra vez derecha. Otra vez asfalto para ir por detrás de la urbanización pegado al barranco de La Cova Fumada que cruzaré un par de veces. Luego un desvío a la derecha me hace abandonar el asfalto y comenzar una subida dura en zig zag por camino de tierra con bastante grava. Bloqueo las suspensiones y pongo el plato pequeño. Arriba ya tengo la primera vista del mar a lo lejos. Valencia parece estar a un tiro de piedra. Una bajada me lleva al fondo del barranco que acabo de subir pero por la parte de atrás. Y desde aquí ya es todo “pa rriba”. Vuelvo a cerrar las suspensiones, pongo todos los hierros y ajusto el programa de pedaleo “calma y tranquilidad” el camino tiene mucha piedra y dificulta mucho tanto la pedalada como la trazada. Un par de derrapes me harán poner pie a tierra en alguna ocasión y el sol ya pegando de lleno me hace empezar a sudar de lo lindo, así que abro un poco la chaqueta para ir refrigerando. Más adelante me interno en un pequeño bosque y el camino deja de estar tachonado de piedras para convertirse en una pista de tierra roja, suave y húmeda por las lluvias de las últimas semanas. 

Acabada esta pequeña arboleda comienzan a abrirse las vistas sobre el interior de la sierra a la derecha y por extensión a todo lo que queda más allá. La sierra del Caballón, el Ave, el Martés, Nevera y Sierra de los Bosques se van fundiendo una tras otra en la distancia. Pueblos y urbanizaciones salpican el paisaje haciendo imposible un paisaje limpio y virgen. Una ligera bajada y sigo subiendo, primero hacia una parcela vallada que algo tiene que ver con el gas, luego, en giro a la izquierda, la subida hacia el Besori. Vuelvo a entrar en terreno boscoso. Algunas sendas salen aquí y allá pero la subida a la derecha con rampa de cemento no deja lugar a dudas. Eso también me indica lo que me espera. La última subida es dura como preveía y al final consigue sacarme de punto. Llego arriba jadeando y buscando aire con las pulsaciones disparadas y un tremendo cansancio en las piernas. Una pequeña plazoleta se abre entre los árboles junto a una valla con antenas. Tapado por los árboles el V.G. Ni siquiera encaramado a él tengo una buena visión de los alrededores que quedan bajo la línea del bosque. 

Atisbo algunas pinceladas de las vistas aquí y allá y me acomodo para almorzar bajo un pino. El tránsito de bikers y senderistas durante mi parada para el almuerzo es constante. Muchos de ellos hacen el mismo ascenso que he hecho yo pero bajan por la trialera que queda a la izquierda, tras unas grandes rocas. Comentan que es una bajada complicada y de hecho uno de ellos vuelve al poco rato de intentar bajarla. Yo pregunto por mi siguiente objetivo, el Castell de Alcalans, pero nadie lo conoce. Recojo todos mis trastos y desperdicios del almuerzo y dejo el mínimo impacto de mi paso por la zona. La huella la llevo ya conmigo, otra cumbre marcada para siempre en mi recuerdo y esta alma biker que se pasea por los caminos. Suelto suspensiones y me dejo guiar por el “Treki”. La bajada es rápida por asfalto hasta el cruce, luego izquierda, se acaba el asfalto y otra vez izquierda por un camino de tierra en buenas condiciones. La precaución la marca la cantidad de bikers que suben y a los que hay que dar preferencia de subida sobre la bajada más cómoda y menos exigente físicamente. Aquí las vistas sí que son abiertas hacia las montañas. Un poco después encuentro un mirador sobre Alfarp y el río Magro. 

Más allá el Montduver dibuja su perfil sobre las montañas algo empañadas por la bruma. Sigo bajando y paso una zona complicada con mucha grava gruesa en una pendiente considerable, aplico sintonía fina al tacto sobre los frenos para no blocar y dejar que las ruedas se deslicen lo suficiente para no derrapar pero que conserven inercia. Es un tramo corto, así que sin problemas. Luego un cruce, descarto las opciones y sigo recto en subida. Corta, exigente, con piedras. De haber elegido el camino de la izquierda hubiera bajado hacia el río, en su lugar voy a hacer una diagonal que me llevará hasta el puente sobre el río Magro. Me mantengo en esta margen y sigo el camino ahora asfaltado. Esta pequeña carretera se adentra otra vez en la montaña con un giro a la derecha para dejar atrás el río. El camino se va estrechado y pasa junto a una zona de chalets. Cruzo el barranco del Castellar y desaparece el asfalto, a la vez que empiezo a subir ligeramente. Luego otra urbanización y allí encuentro, justo donde marca la pantalla del GPS el giro a la izquierda, una señal indicando el camino al castillo. Enseguida surge un camino despellejado, un pedregal a la derecha con fuerte subida, pie a tierra y arrastro la bici unos 200 metros hacia arriba, luego suaviza tanto la pendiente como el terreno y permite volver a rodar. Pronto llego al cartel informativo del Castillo de Alcalans del siglo XI. Este queda al otro lado del pequeño barranco sobre una loma en la que se ven los restos de la fortaleza amurallada. 

Una senda llega hasta allí pero este es un buen lugar de observación yendo cargado con la bici como es el caso. Tras el bastión la imponente figura del Pico del Ave surca el cielo. Tras las fotos vuelvo hasta la urbanización y giro a la izquierda para continuar el camino por el que venía. Un poco más adelante llego a una cantera o escombrera, giro a la izquierda y luego un cruce también a la izquierda y enseguida derecha. Empieza una bajada que abandono para salir a la derecha y luego a la izquierda antes que se acabe el camino en un chalet. El camino está inclinado a la izquierda, así que eso supone un problema ya que si no nivelo bien una derrapada lateral podría hacerme acabar por los suelos. Ya tengo de frente el siguiente hito de la jornada. La cantera de arcilla de Monserrat. 

La roja tierra deja ver los regueros que deja la lluvia a su paso abriéndose camino hacia el fondo de la cantera. Allí un pequeño lago inunda el fondo de la cantera creando un hermoso contraste. Monserrat queda al fondo y es mi siguiente parada. 

Continúo para entrar al pueblo y encontrarme con un curioso reloj de sol, tras él el Castellet de Monserrat. En la rotonda tomo la carretera de Turís, antes de la curva a izquierda tomo el camino recto que me encara a la montaña que pretendo subir. Mi gozo en un pozo pues es camino está destrozado y tiene una pendiente imponente, así que pie a tierra y subo andando. Estoy en el cortado de las dos montañas que veía desde la cantera. Ya en la base de la montaña me fijo en la de la parte derecha, la más alargada y que alberga el V.G. No hay camino de subida, es una senda por la que tendré que ir cargado con la bici. Al final, tras unos 5 minutos de marcha llego a una explanadita justo en el corte que también tiene esta montaña. 

Hasta arriba tendría que escalar pero las calas de las zapatillas bikers no son lo mejor para esa tarea así que decido que ya he hecho bastantes locuras por hoy y vuelvo para abajo. Al entrar otra vez al pueblo giro a la izquierda y voy paralelo a la carretera hasta que puedo cruzarla. Lo hago junto a una zona industrial y un supermercado. Me adentro en el camino de Niñerola que me llevará hasta la misma masía justo al otro lado del Clot de les Tortugues. Este camino pasa por una amplia zona de chalets. Luego el asfalto muere en un camino reventado de piedras que baja con suavidad en una larga recta. Lo único bueno de este pedregal es que no hay que dar pedales y solo hay que preocuparse de la trazada, que con el estado del terreno ya es bastante. Más adelante enlaza con otro camino en mejores condiciones poco antes de la primera de las masías, la de la Trinidad. 

Precioso conjunto junto a la pinada y los naranjos. Coronada con una espadaña con campana y unos azulejos en la pared junto al nombre de la masía. Un poco más adelante un camino entre palmeras me lleva junto a la masía de Niñerola, una alargada construcción que sirve de sede a una empresa de naranjas. Allí mismo giro a la derecha para bajar hasta el barranco, cruzarlo y llegar a la balsa donde esta mañana comencé la ruta. 

Giro a la derecha para llegar otra vez a la zona de paelleros y comer en una de las mesas bajo la pinada. Tortugas no he visto ninguna pero la zona es una bendición digna de visitar y conservar. Retorno hasta el coche para dar con concluida esta magnifica ruta que sin duda tiene mucho más que ofrecer.


Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=3715755 

domingo, 2 de diciembre de 2012

RibaRoja-Almardá



Me visto de largo entre dos luces recién llegado del trabajo. A diferencia de días atrás hoy no hace frío pero tampoco es para ir de corto. La niebla matutina me va a tapar gran parte del sol y con un poco de humedad y el viento generado por la velocidad de movimiento no arriesgo y voy de largo, al menos parece que voy a esquivar la lluvia que me persigue cada día libre desde hace un par de meses. Estiramientos, coger todos los trastos y toca ponerse en marcha. Voy a la gasolinera a hinchar ruedas y bajo hasta el río. Enseguida me encuentro con la primera postal del día: una garza real posada en mitad del río que se muestra tan furtiva como siempre lo hacen estas majestuosas aves. 

Sigo con una pequeña sonrisa en mi interior pensando que esto no podía empezar mejor. Empiezo a dar pedales a buen ritmo, a ver si voy dejando atrás los malos rollos y nubes negras que últimamente rondan en mi cabeza. Ahora solo queda subir hacia L’Eliana, cruzar la vía del metro y adentrarme en las urbanizaciones para llegar hasta el paso sobre la CV-35. Antes llego al motor de aguas y riegos de L’Eliana, allí a la izquierda en busca del caótico paso del carril bici que hay en la rotonda. Este desaparece sobre el puente para luego aparecer junto al decatlón. Pero allí es innecesario ya que me muevo por calles poco transitadas. Es la zona de la Conarda ya en término de Bétera. Las lluvias han dejado aquí algunos caminos encharcados que tengo que bordear para no llenarme de barro a la primera de cambios e ir todo el camino salpicándome barro. Enlazo con la vereda de Llíria y por este camino, que pronto se torna asfalto, llegaré hasta el parque a la entrada de Bétera. Este es el lugar elegido para almorzar. Solo son 15Km. desde casa pero así relleno el depósito de energías antes de comenzar la parte montañosa de la ruta. 

Este lugar es un pequeño bosque, un maravilloso arbolario en el que cuento, a bote pronto, unas 8 ó 9 especies diferentes de árboles, a poco que entiendas del tema hay aquí una gran variedad de árboles que admirar y estudiar, yo me conformo con su compañía, ningún sitio mejor donde degustar el bocata y la cervecita. Unas fotos, un vistazo para comprobar que no he dejado nada tirado ni olvidado y continúo ruta. Cruzo la carretera de Bétera a la base militar y me adentro en la urbanización la Masía. Enseguida cruzo el barranco de Porta Coeli y giro a la derecha. Los campos están en plena ebullición, por un lado se recogen las naranjas mientras en los campos de alrededor se plantan de lechugas y otros muestras las coles recién plantadas. Todo un espectáculo de duro trabajo agrícola hecho a mano. Algunos trabajadores me miran como diciendo, que bien estaría yo pasando el rato sin tener que trabajar, lo que no saben es que enlazo este esfuerzo tras una larga noche de trabajo y con casi 24 horas sin dormir, pero eso no tienen porqué saberlo. Giro a la izquierda para encarar una subida por un camino algo roto que me llevará hasta una cantera. Tras ella asoma el V.G. de Les Llomes. Me quedo a escasos metros de él, pero como estoy a solo 20Km. de casa lo incluiré en una futura ruta por la zona. Toca bajar hacia la carretera, girar a la izquierda y enfilar la entrada a Náquera. Por la carretera circulo por el carril bici. Bueno, especifico. Se trata de la ingeniosa idea del politiquillo de turno para pintar el arcén de rojo y así hacernos creer a los ciclistas que nos han hecho un carril bici. Si encima pones unas señales grandes y llamativas diciendo que hay tráfico ciclista seguro que convences a los automovilistas de que reduzcan la velocidad, guarden la distancia de seguridad en los adelantamientos y que se conciencien de que también tenemos derecho a desplazarnos, aunque lo hagamos a mucha menos velocidad e impulsados por nuestro propio esfuerzo. Vamos que la idea es redonda y cojonuda, sino mirar porqué me paré a hacer la foto y no me metí por el hueco que dejó el autobús. 

Bote de pintura roja para “hacer un carril bici” pocos euros, material, maquinaria y mano de obra para pintarlo, un poco más, el pastizal que se ahorra y que igual “se pierde” en el camino no tiene precio. Después vendrán las desgracias de atropellos y cosas así, vendrá el hacer las comisiones de investigación donde se gastará más dinero en dietas y en elaborar informes para nada que otra cosa, pero como no se atropelle a 5 ciclistas a la vez no saltará a los medios de comunicación ni se hará eco social ni nadie se concienciará de nada. Como suelo decir, se legisla muy bien desde detrás de una mesa de despacho sin salir a la calle a ver los problemas reales de la gente, y no me refiero solo a los ciclistas.
Pero vamos a lo que estamos. Sigo, tras cruzar el pueblo, por la carretera hacia Serra. Aquí encuentro una gran variedad de impresionantes casas señoriales. Luego tomo un camino a la derecha, cruzando el puente sobre el barranco de L’Horta, hacia la urbanización el Pecual. Me adentro poco a poco en el bosque a través de una importante rampa y las casas antiguas se mezclan con las más modernistas. Por fin solo queda la montaña y su pinada allí donde los incendios que han asolado esta parte de La Calderona han respetado. Empieza la subida del día. Casi 6Km. con una pendiente media del 7%, por fortuna el firme está en buenas condiciones y no representa ningún problema añadido. Solo me queda bloquear las suspensiones y tomarlo con calma. 

El castillo de Serra y el Alt del Pí serán durante un buen rato la referencia visual justo delante de mí. Voy ganando altura y empieza a abrirse la perspectiva de lo que voy dejando atrás. Náquera queda tapado por las lomas más cercanas. Luego el valle del Turia y tras él las sierras del Ave, Martés y Chiva fundiéndose en la distancia. Voy dejando a mi derecha las referencias visuales que tenía cuando empecé la subida, eso significa que voy llegando arriba. Llego al asfalto y giro a la derecha para acabar de coronar la subida y hacer una corta pero trepidante bajada hacia el Garbí. Dejo a la derecha la carretera que baja a Segart y enfilo la recta del Garbí. Antes que el camino se ponga para arriba llega el giro a la izquierda que me obliga a frenar y perderme los últimos metros de esta bajada, pero esto no ha hecho más que empezar; la bajada es una bendita locura. Casi 5Km. al 10% de desnivel. La trampa está en el firme. El asfalto esconde una fina capa de gravilla que se amontona más aún en los márgenes pero que no deja de estar presente en toda la superficie. Eso hace que cada curva sea una lotería si no atas en corto los caballos que la bicicleta desata a poco que piensas en soltar frenos. Una pequeña inclinada en una curva y el tortazo puede ser de escándalo. Aun así llego a marcar picos de más de 60 por hora y unas apuradas de frenada dignas de motogp. Un par de obligadas paradas fotográficas rompen la brutal inyección de endorfinas que me estoy metiendo a saco. 

A la izquierda el precipicio se asoma sobre la pequeña población de Beselga, donde destacan los restos del castillo del siglo XII. Un poco más a la derecha se extiende Estivella donde sobresale la torre de la iglesia. Luego el valle del Palancia se extiende hasta La Serra d’Espadan con el Mediterráneo a su derecha. 

Al otro lado de la carretera el alto del Garbí muestra sus formas imposibles en sus paredes de rodeno y los taludes creados por la erosión de estas montañas. Continúo la bajada exprimiendo frenos y maldiciendo la inseguridad que da la maldita gravilla. Llego hasta la valla que me separa de la autovía A-23 y giro a la izquierda para subir hasta la aldea de Beselga. La subida es interesante, más de lo que esperaba y me obliga a bloquear las suspensiones para economizar esfuerzos, aunque no presenta ninguna dificultad y el tráfico es casi inexistente. La aldea se visita de paso. 


Solo una parada junto a la iglesia para hacer dos fotos, una a la ermita de San Roque y otra hacia arriba, al castillo. Ya que estoy me asomo al interior de la iglesia para descubrir un curioso y bonito retablo que me recuerda mucho los lienzos de felicitación de las navidades de mi hermano Juanvi. Junto a la ermita giro a la izquierda para coger una calle asfaltada de bajada. La bajada del Garbí es de risa comparada con esta. Menos mal que voy de bajada y no tengo que subirla. Al final acaba el asfalto y hay una bajada campo a través hasta un camino. Ya en él tomo a la izquierda y sigo bajando unos metros por una torrentera en mal estado que me obliga a estar bien atento. Así voy bordeando la muela sobre la que se asienta el castillo y luego cruzo la autovía por un puente. Después bajo hacia el cauce del barranc de Linares justo a su encuentro con el puente del tren. Tras la subida entro a Estivella por el oeste. Paso junto al edificio de las colonias de la protectora, del cual no he encontrado información alguna y me dirijo hacia el centro de la población donde la torre de la iglesia guarda su tesoro en forma de reloj solar. 


Este elemento data del año 1739 y es junto con la torre toda una joya arquitectónica con sus múltiples figuras decorativas. Me trae recuerdos de otro precioso y antiguo campanario, el de Chelva. Tras la visita callejeo hacia la salida del pueblo, antes me empaparé en el aroma que deja en las calles del casco antiguo el cocido que alguien está haciendo y por el que mi olfato suspira y mis papilas gustativas matarían. Bajo hacia el barranco de Linares y me uno al camino que transita junto al río Palancia. Lo seguiré hasta Albalat dels Tarongers donde subiré para cruzar la población. Antes un par de buenas vistas con el campanario y la cúpula de la iglesia reflejadas en las someras aguas del casi extinguido Palancia. También destaca la casa palacio de Albalat. Giro a la derecha para subir al puente que cruza el río y encarar la población. 

Allí tengo la fachada principal del palacio afeada por la antiestética arquitectura de un parking, tampoco ayuda el buzón de correos pegado a la pared del palacio del siglo XVI, ni las farolas y los cables de la luz paseándose por la fachada ni la antena de TV. pero es lo que hay, sería demasiado pedir que los edificios históricos tuvieran un perímetro de protección antiestética y pudiéramos verlos y fotografiarlos en su estado más natural, pero bueno, para eso está el “fotochop”. 

Frente a esta fachada está el lavadero, decorado con una pintura de la iglesia y dando un colorido ambiente a este coqueto lugar. Cruzo el pueblo hacia el norte y salgo a una amplia zona de cultivo de naranjos, supongo que de hay el nombre del pueblo. El colorido fruto contrasta con las oscuras hojas verdes y algunos campos perlan sus árboles de fragantes flores saturando el aire en algunos lugares. Sigo por el camí del corral de Ribera. Casi enseguida encuentro una cúpula en lo alto de un chalet, otro “loco” al que le gusta esto de la astronomía. Sigo para ir acercándome a las montañas del Povitxol. Veo el letrero a la derecha que indica la fuente de Ribera, 7 minutos andando son la mitad en bici, allá que voy. Pero tras cruzar el barranco llego a una carretera donde no hay ni rastro de qué dirección tomar, giro a la izquierda y llego hasta el final de este camino donde hay una bifurcación y más señales, esta vez hacia el Povitxol-Codoval, pero de la fuente ni rastro de ella o de más señalización. Vuelvo atrás y ya sobre el camino continúo para encarar una subida terrible con los naranjos a la derecha y la pinada a la izquierda. Subida corta pero dura, de tal intensidad que me dispara las pulsaciones y las sienes me laten como tambores. Ya arriba tomo un poco de oxígeno antes de iniciar una divertida bajada hacia la fuente de Povitxol. Paso por una zona de chalets y luego llego a una encrucijada de caminos. Otro letrero indica que el área recreativa del Povitxol está a 22 minutos. Según el GPS la fuente tendría que estar aquí pero tampoco hay ni rastro ni cartel ni nada, si después de seguir esta indicación resulta que tampoco encuentro la susodicha fuente voy a tener un cabreo considerable y no tengo ganas de ponerme de mal humor, ya no. Así que tras un segundo de vacilación decido ignorar los carteles que te dirigen hacia un sitio pero que no suelen rematar la faena. Giro a la derecha y tras una pequeña subida llego a una bajada rápida y divertida por un firme rojizo de tierra perfectamente compactada. 

La bajada es una maravilla y la velocidad vuelve a ser muy alta entre la preciosa pinada. Voy pegado al barranco del Codoval que baja a mi izquierda. Así llego al final de la pinada que se abre al Vall de Segó. Quart, Quartell, Benavites, Benifairo y Faura forman un frente de edificaciones ante la casi soledad que se presenta después hasta la costa. Esta zona de Les Valls ya la visitaré con más detenimiento en otra ruta que tengo planeada desde Almardá para visitar las ermitas, hoy cruzaré Quart para llegar hasta el precioso paraje de la Font de Quart. 

Una pinada centenaria rodea este estanque. El parecido y el recuerdo con San Viçent de Llíria son considerables e inmediatos. Recorro el lugar disfrutando de haber descubierto este pequeño tesoro. 

Elijo un banco donde disfrutar de la merecida comida antes de emprender la última parte de la etapa. Salgo hacia Benavites siguiendo el curso de la acequia. Al poco llego a la era y calvario de Quartell. Rápida visita y continúo para llegar al pueblo y buscar la portentosa e imponente torre. 

Un soberbio conjunto al que le dedicaré más tiempo en mi próxima ruta por la zona, hoy solo se trataba de verla ya que estoy de paso. Continúo mi camino y salgo del pueblo por el camino que indica a la iglesia de Benicalaf. La encuentro al poco de salir de la población. Esta iglesia abandonada se presenta como un fantasma en mitad de la nada hoy en día, pero en su tiempo aquí estuvo el pueblo de Benicalaf. 

Las iglesias abandonadas suelen tener un halo de misterio, casi siempre inspirado en las imágenes de tantas y tantas películas que han apostado por ese encanto y que a poco que nos dejemos llevar por la imaginación nos hacen mirar hacia los lados cuando estamos en estos lugares. Sigo camino, cruzo una carretera y giro a la izquierda en la siguiente. Luego cruzo la nacional, un polígono industrial, la vía del tren y finalmente la AP-7. Desde aquí ya solo me acompañará la Marjal. Las numerosas acequias que aquí desaguan han aumentado el nivel hasta casi la carretera y muestran un reluciente color verde debido a la concentración de algas y nutrientes que transportan. 

Es hora de buscar la garza que vi esta mañana en Riba Roja, puede que sea una de estas que siguen volando majestuosas pero lejos de mí y del águila que merodea por la zona. Me acerco hasta la playa para ver el agua del mar antes de llegar a casa y cerrar una ruta que me ha dejado, tras 66Km. un agradable sensación, mucho mejor de lo esperado. Miro atrás y no veo indicios de que me hayan seguido aquellas nubes negras del principio, por si acaso queda alguna voy a ahogarla con una cerveza, o dos.


Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=3678599 

martes, 9 de octubre de 2012

L'Eliana-Gestalgar



Aún a riesgo de tener un conflicto con la “Zesty” la ruta de hoy iba a ser con una bicicleta de carretera y por carretera. Si, ya sé que siempre digo que no me gusta meterme por carretera. Esa máxima es válida para las rutas con la gorda, pero por motivos evidentes hoy no valía; por eso diseñé una ruta de carretera a mi medida, es decir: poco tráfico. Además estaba el aliciente de salir con un futuro campeón del Tour, y cuando alguien me llame visionario, yo enseñaré con orgullo las fotos de esta ruta con mi sobrino Salva. Pero vamos a desgranar la ruta.

Me calzaba las zapatillas prestadas para comprobar lo difícil que resulta andar con ellas, los resbalones constantes antes de subir a la bici no presagiaban nada bueno, subido en la bici menos aún. La suela lisa y también el pedal hacen que solo tenga apoyo en la propia cala, así que al sacar el pie e intentar apoyarlo en el pedal los resbalones casi me descabalgan de la bici. Luego la posición, la distancia a un manillar hundido más allá de la potencia para complicar la direccionalidad de la bicicleta, la posición de los frenos que se empeñan en no estar en su sitio sino en el último extremo de la cabra del manillar. Y el cambio. Ese cambio de palanca en el cuadro. Buscarlo con la vista y ya de paso comprobar que elijo el desarrollo deseado es arto difícil, para colmo tener que soltar una mano para cambiar y otra para controlar la dirección se complica al ejercer fuerza sobre los pedales que tienden a desestabilizar la bicicleta. En fin, toda una odisea en los primeros 400 metros. Salva, tira para casa que ya se ha acabado la ruta, estaba a punto de decirle si le hubiera hecho caso al pensamiento que cruzaba en ese momento por mi cabeza. En vez de eso pedaleo el siguiente metro de los más de 85.000 que aún me quedan por delante. Para salvaguardar un último atisbo a mis raíces bikers llevo a la espalda la nada cómoda y antiestética mochila con mi bocata, cervecita y un largo etc. de “trastos” varios. Salimos de L’Eliana por la carretera de La Pobla, de allí a Benaguacil donde atravesamos el pueblo dejando La Montieleta a la izquierda y el carril bici que normalmente tomamos hacia Llíria a la derecha. Seguimos la carretera para llegar a la rotonda y tomar la tercera salida en busca de Pedralba. Un alto en el camino para regular la altura del sillín a ver si me permite pedalear más redondo y por tanto menos saltarín sobre el sillín. Ya en esta carretera minimizamos los peligros del tráfico. Ya hemos entrado en el terreno “tranquilo”. La bajada trasera de Santa Bárbara la dejamos pronto atrás así como aquella senda que le enseñé en su día en aquella primera salida. 

El terreno empieza a picar por primera vez hacia arriba y veo las limitaciones de desarrollos que tiene esta bici. Pronto me quedo sin más hierros y la potencia suplirá a la maña, no queda otra. Llegamos a la carretera de Llíria a Pedralba y vamos a la izquierda hacia este último. Otro repecho y luego la bajada. Al frente comenzamos a ver el inenarrable desastre del incendio de Chulilla que llegó hasta la entrada de Pedralba. La bajada me impide fijarme con más detalle. Tras el stop izquierda y seguimos bajando para entrar y cruzar el pueblo en dirección a Bugarra. Pasamos junto a polideportivo para ver que la enorme arboleda junto al río también se ha visto seriamente tocada por el fuego. Incluso aquel paraje de fuente la zorra al que veníamos cuando yo era pequeño ha sido consumido por el fuego a la vista de cómo está el barranco. Comenzamos la subida mientras al otro lado del río el Aliagar muestra la tierra desnuda y ennegrecida por la ceniza filtrada en la misma piel de la montaña. Conforme nos acercamos a Bugarra la magnitud del desastre se multiplica de forma exponencial. Tras subir ahora toca bajar este tobogán hacia Bugarra, uno más de los varios que ya llevamos y de los muchos que aún nos quedan. Pasamos junto al pueblo, apenas rozándolo por la parte de arriba y buscamos la carretera de Gestalgar un poco después. Solo la vegetación de ribera en el cauce del río parece haberse salvado del desastre, las montañas a ambos lados están arrasadas, calcinadas hasta los cimientos; heridas de muerte que no las afectan a ellas sino a nosotros. A las montañas al fin y al cabo les da igual tener un aspecto que otro, oler a romeros o a ceniza, un paisaje exuberante de vegetación y que nos aporte oxígeno y aire limpio o todo lo contrario, a nosotros no nos da igual, por más tontos que seamos y pensemos que sí. A la salida del pueblo dejamos a la derecha la carretera que va hacia la CV-35 y nosotros seguimos hacia Gestalgar entrando en otro tramo de toboganes que me obliga a constantes e incómodos cambios de desarrollo o bien a arrastrar desarrollo desgastando la musculatura, en cualquier caso cansancio acumulado. 

Pegados a la montaña el olor a quemado se instala en la nariz, el panorama es dantesco. Por fortuna la ruta de hoy tiene otro carácter y me obliga a seguir dando pedales, es lo que tiene la bicicleta de carretera, así que me obligo a dar pedales y dejo la observación del panorama en un seguidísimo lugar pues los tramos de bajada me obligan a estar más atento a la trazada que a otra cosa, la posición es tan diferente en esta bicicleta a la de montaña que voy un poco descolocado, a estas alturas ya tengo más que claras las bondades de la “gorda”. Giramos a la izquierda para cruzar el Turia y comenzar la subida fuerte del día. A la izquierda queda el conocido camino a Bugarra de la ruta: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2007/12/pedralba-bugarra-gestalgar.html 

Todos los paisajes de esta ruta están hoy arrasados por el fuego, nada queda (excepto la parte del río de Bugarra) de aquellas arboledas ni de la vegetación de monte bajo. Un poco más adelante queda a la derecha el camino de la Peña María también de la ruta mencionada. Al iniciar la subida puedo comprobar con alegría que en esta zona el fuego no llego a entrar, es una zona de bosque y parece ser que se ha salvado esta vez. Otra vez todo metido y Salva esperándome en la subida. El desarrollo de esta bici es muy corto en comparación a la btt, eso me obliga a redistribuir toda la fuerza y tirar más de potencia que de cadencia, aunque es cierto que esa suele ser mi forma de pedalear, es distinto verte en esa tesitura por obligación a que sea esa tu elección. En fin, no queda otra y ya veo que no subiré hasta el Campillo, no quiero forzar más los caballos ya que aún queda toda la vuelta y otra buena subida camino de Cheste.

Poco a poco llegamos al final de esta subida y el desvío hacia el Campillo. Este es mi cuarto paso por este camino y tengo un lugar privilegiado en el que almorzaré mientras Salva hace la subida. Las vistas que presenta aquel trono que sigue presidiendo el bosque y que apuntalé en mi primera visita no son tan espectaculares como lo fueron en las ocasiones anteriores, el espeluznante viaje del fuego por el bosque no tiene nada de bonito y los esqueletos de árboles calcinados infundes escenas de terror ya en vísperas de Halloween. 


Intento ver más allá del desastre, intento pensar que este verdor de este lado de la montaña no tardará en poblar las laderas ahora desoladas al otro lado del río. La naturaleza una vez más ganará la partida, hasta que uno de los rivales decida romper el juego con un órdago a la grande. Miro la línea del camino para ver si Salva ya llega arriba y me sorprendo de ver un puntito que sube y sube y sube. Ya está casi arriba el tío, está tan lejos que la cámara ni lo capta. Cuando vuelvo a mirar en vivo ya está bajando, ni se ha parado a mirar el paisaje, no es eso a lo que ha venido, no es ese el rollo de la bicicleta de carretera. Voy a acercarme a la carretera o no me va a ver, ya que estoy unos metros metido en la montaña. Mientras recojo los trastos del almuerzo y me acerco lo veo que ya está esperándome en la carretera, impresionante como ha bajado el tío. 

Nos hacemos la foto de grupo de toda ruta y ya tengo mi foto con el campeón, uno de estos días le diré que me la firme. Volvemos hacia la carretera, giramos a la derecha e iniciamos el descenso hacia el barranco. Es un tramo corto pero divertido por la pendiente que hay en las últimas curvas. Nada más cruzar el barranco comienza la última subida importante de la jornada, aunque aún quedarán varios repechos y toboganes. La subida me pone a pagar con un dolor en la rodilla izquierda la parada del almuerzo. Volver a encontrar la posición no ha sido tan fácil y al haber enfriado la musculatura esta lo empieza a pagar ahora. Le voy explicando a Salva algunas anécdotas de las rutas por la zona, tanto mías en solitario como con el grupo. 

Y así vamos llegando al final de esta subida, coronamos para encontrar un largo y suave descenso hacia Cheste, un tramo que invita a dar pedales para mantener una buena velocidad de crucero. Encontramos la carretera de Chiva y casi enseguida a la izquierda, junto al barranco Grande, encaramos Cheste. En las rotondas buscamos Vilamarxant y a la salida del pueblo tomamos la carretera de Pedralba. Otra carretera con poco tráfico que nos permite rodar tranquilos sin estar todo el rato pendientes del tráfico. Es la última zona de toboganes, luego vendrá el desvío a la derecha hacia Vilamarxant por la carretera del Mas de Teulada. Encaramos la larga y conocida recta de la caseta mientras comentamos el tiempo que hace que no vamos. Yo sigo sufriendo con mi rodilla mientras él juega a hacer sprints y caballitos para no aburrirse demasiado. Atravesamos Vilamarxant, cruzamos el puente sobre el río y giro a la derecha hacia Benaguacil. Desde aquí ya huelo el final de la ruta y me obligo a pensar que esto se acaba por el mismo camino por el que hemos venido esta mañana. En definitiva constato que la adaptación a la bicicleta de carretera es más complicada de lo que creía y que no cambio mi gorda por una flaca. Ya en casa tocará darle a la Zesty” las explicaciones oportunas y buscarle una ruta para la próxima semana que compense este desaire y buscar así el perdón a través de la redención.