Las vacaciones iban a tener su continuidad en una
ruta por la sierra de Gúdar. Toda vez que en la sierra de Javalambre ya
habíamos hecho un par de incursiones todo el grupo Roda i Pedal, esta vez me
tocaba a mí solo enfrentarme al coloso del Peñarroya, la cumbre más alta de la
sierra turolense.
Nos marcamos Teba y yo un par de días en La
Virgen de la Vega para poder afrontar esta ruta y luego continuar hacia
Montanejos con otra ruta fin de vacaciones. No están mal 3 rutones en una
semana de vacaciones, esto es aprovechar el tiempo.
La ruta comenzaba temprano aunque sin exagerar.
Las nueve y media como hora de inicio en un día híper claro después de la tarde
a ayer lloviendo en la que creía que se iba a truncar la ruta de hoy. En Riba
Roja con un calor del 7 y yo me vengo de veranito a afrontar una ruta por
encima de los 2000 en Teruel… hay las cabezas! Pues normal, frio a primera
hora. Menos mal que en un dechado de locura se me ocurrió coger una camiseta de
manga larga. Al final un chubasquero amarillo chillón que hay, de emergencia,
por el maletero del coche y una mallas de Teba, que me llevo para la bajada, me
apañarán el día.
Pongo rumbo sur por la carretera que cruza el
pueblo y por la que vinimos ayer. Paso frente al Santuario de la Virgen de la
Vega que da nombre a la pedanía en la que vamos a pasar estos días y que
pertenece al cercano municipio de Alcalá de la Selva, por el que pasaré al
final de la ruta. Tras el santuario un desvío a la izquierda indicando campo de
golf. Al final de la calle otro desvío en “v” que deja el camino del campo de
golf a mi derecha, sigo hacia la izquierda viendo un peirón en la bifurcación.
El camino se pone inmediatamente a picar hacia arriba de una forma suaaaave y
constante que prácticamente no se nota, pero ahí está acumulando desnivel
positivo en las piernas.
Llego a una horrorosa urbanización que dejo a mi
derecha. Horrorosa porque no había ninguna necesidad de hacer edificios altos
en una zona de bosque rompiendo toda el “glamour” y toda la magia que podría
tener un lugar así de privilegiado para vivir, no una copia de un vulgar edificio
de cualquier vulgar ciudad en pleno monte. Aunque peor me parece la
urbanización que hay enfrente del campo de golf en la carretera de entrada al
pueblo. Y es que hasta en los pequeños pueblos los pelotazos inmobiliarios
tienen su cabida. Algún caciquillo ha trincado pasta, la oposición no ha
opositado mucho pues tarde o temprano les tocará a ellos, y otros, viendo el
percal se quieren subir al carro de la política. Y mientras los ciudadanos
mejor miramos para otro sitio que si no nos tocará hacer algo o pagar por ello.
Tenemos lo que nos merecemos y/o lo que consentimos, no nos podemos quejar.
Como alguien dijo: al loro, que no estamos tan mal.
Me voy del tema. Pedaleo entre sol y sombras pues
las grandes zonas arboladas refrescan el asfalto ya seco de la tormenta de
ayer. Paso un primer prado donde las vacas, mis compañeras de la ruta de hoy,
campan a sus anchas en la placidez de este clima entre tiempo. El último tramo
de asfalto es una rampa interesante que se deja notar y me obliga a parar a
quitarme la camiseta de manga larga. En lo alto del repecho el camino se
bifurca y tomo el camino del medio en el que tendré que quitar unos travesaños
que cierran el camino para que no se salgan las vacas que veía pastando. Tengo
la precaución de cerrar a mi paso y dejar el entorno tal y como lo encontré.
Antes de esto admiro la pequeña ermita de San Miguel sin nada que destacar de
ella. El camino encuentra tierra y una primera bajada rápida y recta, sin
curvas y con pequeños toboganes que la hacen divertida. Menos divertido es el
airecito fresco que se pega a mi camiseta empapada de sudor y que a su vez se
pega a mi piel. No me merece la pena volver a ponerme la camiseta larga pues
veo la siguiente subida. Y así entre sube y baja, los próximos 10Km. Pasaré por
un par de barrancos que, entre el agua al fondo y la vegetación cerrada que
oculta el sol, harán descender un poco la temperatura, pero es que al sol y
subiendo la temperatura también sube y luego, para la bajada final, prefiero tener
la ropa para entonces.
Así pasaré por la cruz de las Barracas, en lo alto de
una loma, y el más de Simón, dos de los
sitios emblemáticos en la romería de Linares de Mora al santuario de la Virgen
de la Vega. Tras la masía el camino desciende de forma pronunciada hacia el
barranco Hondo.
Allí vadeo la escasa corriente que más tarde se convertirá en
el río Villahermosa y verterá sus aguas al Mijares, que visitaré pasado mañana
en una ruta por el embalse de Arenoso y más tarde continúa hasta el embalse de Sitjar
que ya recorrí en la ruta: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2016/05/ribesalbes-embalse-sitjar-ribesalbes.html
Ahora me adentro en un bosque espeso de pinares majestuosos. Aquí un cartel
avisa de ganado suelto. Un amago de preocupación asoma en algún rincón dentro
de mí pues ganado no sé si se refiere a las vacas que pastaban o si habrá toros
que siempre parecen más agresivos y veloces que las vacas lecheras. En fin,
quién dijo miedo habiendo montañas que subir… y que bajar.
Salgo de la arboleda cerca del más de Paulejas.
Allí una vaca se planta en medio del camino con su becerro y me impide el paso.
Así nos pasamos, mirándonos, un par de minutos, ella sin intención de moverse y
yo con prisa por pasar. Eso me hace adentrarme, a la izquierda del camino, en
un campo en el que otras vacas pastan a relativa distancia. Rodeo a la vaca con
su ternero y vuelvo al camino para admirar el magnífico paisaje que gobierna
esta masía. Luego otra valla en el camino que tendré que abrir y cerrar a mi
paso.
Se salpica este tramo de masías en mejor o peor estado de conservación y
uso.
Paso junto al más de los Endrinales y poco después me uno a la pista de
los Monegros, que tomo a la izquierda. Aquí prácticamente comienza la subida
ininterrumpida hasta las pistas de esquí de Valdelinares. Otros 10km. al casi
6% de media con alguna rampita más fuerte y algún que otro descansillo. Por
fortuna el camino esta impecable. Tierra compacta que permite buen agarre y un
rodar cómodo sin tener que preocuparme por la trazada a elegir. La altitud
empieza a permitirme vislumbrar en la distancia el pueblo de Linares de Mora
entre dos montañas.
La carretera que sube hasta Valdelinares también es visible,
y abajo, junto al camino por el que acabo de pasar, el más de los Endrinales.
La sorpresa llega cuando veo algo moverse por un prado abajo, junto a la casa.
No podía distinguir lo que era pero le he hecho un par de fotos rápidas a ver
si salía algo, y si, ha salido, cazado. Sigo el camino. En esta parte más
aérea, mas montañosa y alejada de los valles y prados, no proliferan tanto las
masías. Aun así restos de antiguos asentamientos se dejan ver en algún punto
del camino, casas que siempre me hacen preguntarme por sus habitantes, por cómo
y porqué pudieron hacer una casa en casi mitad de la nada.
qué sabe nadie
si ni yo mismo muchas veces se que quiero
qué sabe nadie
por lo que vibra de emoción mi corazón, de mis placeres y mis íntimos deseos
qué sabe nadie
lo que me gusta o no me gusta de este mundo…
si ni yo mismo muchas veces se que quiero
qué sabe nadie
por lo que vibra de emoción mi corazón, de mis placeres y mis íntimos deseos
qué sabe nadie
lo que me gusta o no me gusta de este mundo…
Raphael
Tras
cada descansillo creo adivinar el final de esta subida que se me está haciendo
eterna. Con la altitud el camino corre al sur de la montaña y entre los árboles
voy tomando rayos de sol cuando las nubes, que han ido creciendo de forma
paulatina pero constante, lo permiten.
A mi derecha cada vez queda menos
montaña y eso adivina el final de la subida. Llego al refugio forestal y un
largo camino recto me conduce hasta la carretera. Derecha dirección
Valdelinares y tras la rotonda me dispongo a cruzar el parking de las pistas de
esquí. Una carretera, que parece haber vivido tiempos mejores y que tiene pinta
de ser una vía de servicio de las pistas, recorta el camino hacia el pico
Peñarroya. Llego a la carretera, que he rodeado cruzando el parking, y
encuentro la señal y el desvío de la máxima altitud de Teruel como dice el
cartel. Aunque también es cierto que a esa altitud habría que descontar el
inmenso pilar sobre el que se asienta el V.G. por tanto hay quien afirma que la
altura del pico son 2017 metros y por lo tanto Javalambre es el punto más alto
de Teruel.
En todo caso, y en cuestión de minutos, voy a tener en la saca las
dos altitudes con sus correspondientes muescas en el sillín, que debatan entre
ellas quien es más grande, que para mí seré yo, jeje. Inicio la ascensión
viendo que me queda una Rodana por subir. Por fortuna no tengo que enfrentar aquellas rampas. Admiro un paisaje en el que los pastos amarillean fundidos por un verano que aquí en la sierra ya se acaba.
Llegando arriba, al final de la rampa, veo el monumento
dedicado a los forestales y entre los pinos la senda que se acerca al V.G.
Encaramado éste sobre una plataforma y sobre ésta un pilar cuadrado coronado
por el monolito cilíndrico.
Bueno, estoy sobre la base de la discordia de las
altitudes, qué más me da unos metros más arriba o más abajo del Javalambre si
lo puedo ver allí al fondo, pequeñito, en la distancia, un poco a la derecha de
La Virgen de la Vega que veo abajo de la montaña.
Mucho más a la izquierda sobresale el pico del Penyagolosa, sobre la planicie de la montaña que acabo de subir. Entre ellos otros picos conocidos para mí como el Pina o el Peñascabia, aunque irreconocibles si no fuera por el panel interpretativo. Busco cerca del Peñascabia la cumbre de La Salada pero no está indicada en este panel, es poco probable que algún otro pico la tape debido a la posición desde aquí, pero ahora no lo sé cierto.
También veo, y esto me preocupa más, un frente de nubes
compactas y oscuras que vuela a toda velocidad hacia aquí. Me tendré que dar
prisa en comerme el bocata pues las fuerzas ya flaquean y pretendo llevarle
ventaja a la tormenta. Difícil acomodarme. Al sol hace demasiado calor, pero a
la sombra el fresquito y el viento incomodan demasiado, así que ni me siento,
voy paseando entre los pinos, refugiándome del sol y del viento pero
utilizándolos para combatir al otro. Devoro el bocata y la cerveza más rápido
de lo habitual en mí y en un sitio como este.
No hay tiempo que perder pues las
nubes ya están aquí y una niebla un tanto preocupante cubre buena parte del
camino, de hecho, el monumento de hace un rato ya no se ve, y no creo que se lo
hayan llevado. La situación es muy parecida a la que sufrimos en la base
militar de La Salada, en la sierra del Toro: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2012/05/alcublas-la-salada-sacanet-la-lidia-del.html Maldiciendo mi falta de previsión en
cuanto a ropa de abrigo, aprovecho para ponerme el chubasquero amarillo tipo
Carlos en el Caroche: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2008/01/el-caroig.html
Por encima me pongo la camiseta de
manga larga para hacerme más aerodinámico en la bajada y por disimular un poco
lo ridículo del momento, también lo reconoceré. También me pongo las mallas y me
tiro para abajo.
A los pocos metros dejo el camino por el que he subido y tomo
un camino algo desdibujado de guijarros, que se adentra en el bosque. Enseguida
otra cancela que abro y cierro tras mi paso. Más terreno de vacas. La pendiente
se envalentona y voy ganando velocidad, mal asunto pues la velocidad, las
nubes, el descenso de temperatura, tanto ambiental como la mía propia tras la
parada, se están juntando en un coctel explosivo. Poco después las manos ya
están a punto de congelación… o casi, apenas tengo tacto para frenar y ya no se
trata de la velocidad, es que la pendiente es endiablada y los guijarros cimbrean
la bici de un lado a otro dificultando la trazada, el agarre y la dirección que
le doy a la bici. Si además me paso de apretar el freno por lo insensibles que
tengo los dedos puedo acabar rodando montaña abajo hasta las aguas del río Blanco,
después denominado Alfambra. Éste, tras un deambular hacia el norte girará al
sur uniendo sus aguas, en Teruel, al río Guadalaviar que pasará a denominarse a
partir de aquí Turia, y acabando así en casa. Pero no es mi intención rodar y
nadar hasta casa. En cambio un sistema para enfriar así de rápido las cervezas
sería genial si además fuera portátil. La sensación de frío es tremenda y en un
momento dado me veo tiritando encima de la bici. “Esto no me parece ni medio
normal” y tengo que poner toda mi atención en cada movimiento. Pararme tampoco
es una opción o acabaré por enfriarme aún más. Con plena conciencia en mis
dedos intento buscar el último hilito de calor para que se sientan arropados.
Si, ya sé que es una estrategia mental y que no me van a crecer los guantes
para darles calor, pero los placebos y la fuerza de voluntad han existido
siempre, así que los pondré a trabajar para mí en este momento. No sé si es por
eso o porque con la bajada pierdo altitud y la temperatura se recupera un poco,
o porque ya no me cabe más frío en las manos, pero el caso es que poco a poco
voy recuperando sensaciones y tacto en los dedos y también se va pasando la
tiritona. Con ello llego al final de este camino complicado y me uno a una
pista que llega por mi derecha, es la pista a Gúdar que poco después se desvía
a la izquierda en una rápida bajada hacia Alcalá de la Selva. Me paro en la
intersección y me pienso seriamente acortar la ruta, pero el haberme recuperado
de esa sensación de frio extremo, jamás en mi vida había pasado tanto frío, me
anima a seguir con mi plan inicial. Además no tengo marcado ese camino y vete a
saber si me encuentro con alguna sorpresa, ahora, mientras escribo la crónica
veo en los mapas que no había sorpresa que valga. Sobre el terreno tomo el
camino a la derecha y me adentro en el valle, casi en la cabecera del Río
Blanco. El camino recorre la vera del río y un poco más adelante encuentro un
rebaño de vacas que vienen a mi encuentro.
Con sus andares lentos y
parsimoniosos, con sus paradas esporádicas eligiendo la yerba, el pasto más
sabroso. La estampa es bonita… si mirara los toros desde la barrera, pero
resulta que estoy en mitad del camino, de su camino… o ellas del mío. Me paro a
ver qué pasa. Ellas, enfrente, también se paran. Y ahí nos quedamos,
mirándonos, ellas sin comprender lo que pasa y yo sin saber qué hacer. Tras un rato
de parón y de timbrar a ver si se apartan y de recibir miradas de ¿este qué
carajo hace? me decido a intentar la táctica de antes subiendo por un bancal y
pasando por arriba del camino.
Mi movimiento las pone en marcha y algunas
saltan a la otra orilla del río. Otras las siguen o se arriman al agua
despejándome el camino, aprovecho para ponerme en marcha, despacio y mirando de
reojo, el movimiento de las primeras es como una estela pues todas las demás,
van abriéndome camino.
Paso el rebaño respirando por lo apretado de la
situación, pero unos metros más adelante me encuentro con una que no se aparta
del camino ni a la de tres. Ella en una orilla del camino y yo todo lo apartado
de ella que puedo estar. Pasar a un metro escaso de este animal es… abrumador.
No porque me vaya a envestir con los cuernos, que los tiene, sino porque un
golpe con el hocico o la cabeza o con el cuerpo, teniendo en cuenta su peso y
tamaño y que están con los terneros, puede ser todo un problema. Por fortuna no
hay nada que lamentar más que el tiempo perdido y la anécdota que quedará para
contar. Abejas, perros, burros, vacas… me voy a montar un zoo con mis rutas. Pasada
la masía de la Sunsida, que me he pasado sin verla pendiente de las vacas,
encuentro una subida más larga de lo que creía. Sin más dificultad pero a estas
alturas de la ruta y con lo que llevo encima desde la comida no estoy para
esto. Además el cielo sigue cerrándose y yo solo quiero empezar a bajar a una
buena velocidad para llegar al hotel cuanto antes.
Enlazo con la carretera que
baja hacia Gúdar y sobre el asfalto empiezo a ganar algo de velocidad. Digo
algo porque el viento en contra me frena. A la vista tengo Gúdar encaramado
sobre el peñasco.
Acabo de hacer la foto y las primeras gotas empiezan a caerme
encima. Con la velocidad, la sensación de lluvia aún es mayor y los aguijonazos
en la cara dan la sensación de que esté cayendo la mundial. No es para tanto
pues el suelo aún no está ni mojado. En cambio un aroma dulce y poderoso
impregna el ambiente, la petricor lo llena todo y sería muy agradable si no
tuviera aún por delante los más de 10km. que me quedan de ruta. Ahora que venía
la bajada. Paso el pueblo otra vez lloviendo, como ayer por la tarde cuando
Teba y yo vinimos a dar una vuelta y subir al castillo, también nos llovió. De
hecho, si digo Gúdar llueve. Salgo del pueblo y la carretera ya está empapada. Éste
tramo es bastante recto y luego, al incorporarme a la A228, tengo otro largo
tramo recto y en ligerísima subida hasta el puerto de Gúdar a 1532 msnm. Paso
el camino por el que hubiera bajado de haber tomado aquél desvío. Ya hace rato
que hubiera estado aquí y me hubiera ahorrado la lluvia y seguir enfriándome.
Pero es lo que hay. Por suerte no hay tráfico en esta carretera así que bajo
todo lo rápido que permite el asfalto mojado y la visión que dejan las gotas y
la aspersión de la rueda delantera sobre las gafas. Este tramo en seco debe de
ser una auténtica gozada. En un suspiro estoy abajo tomando el desvío a la
derecha que entra a Alcalá de la Selva. Caladito como voy no voy a perderme las
ermitas que hay a la entrada del pueblo, ya no puedo esquivar la lluvia y solo
estoy a 2km. del hotel.
A la derecha, sobre un murete, están las peculiares
ermitas de San Roque y del Loreto, también conocidas como Los Mártires. La
curiosidad reside en que son dos ermitas casi gemelas unidas por la cabecera y
con dos pórticos de entrada separados. Tras ellas, en lo alto del cerro, la
ermita de San Antón.
Hacia el interior del pueblo, una preciosa panorámica del
castillo que domina el pueblo. La subida al castillo no es ciclable por lo que
tampoco sufriré este contratiempo. Bajo el castillo, ya en el pueblo, destaca
el campanario de la iglesia y los múltiples tejados que dan ese toque tan
auténtico a los pueblos de interior.
Aún bajo una suave lluvia me dirijo hacia
La Virgen de la Vega pasando por el monumental Humilladero, unos de los pocos
monumentos de este tipo en la península. Llego al hotel empapado y con el frío
calado. Intentaré reponer calor en la piscina y el hidromasaje, pero el agua
está más fría que yo, así que tras la ducha intento calentarme con lo que nunca
falla, una buena cerveza fresquita. A descansar.
Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=15028392
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