Me
visto de largo entre dos luces recién llegado del trabajo. A diferencia de días
atrás hoy no hace frío pero tampoco es para ir de corto. La niebla matutina me
va a tapar gran parte del sol y con un poco de humedad y el viento generado por
la velocidad de movimiento no arriesgo y voy de largo, al menos parece que voy
a esquivar la lluvia que me persigue cada día libre desde hace un par de meses.
Estiramientos, coger todos los trastos y toca ponerse en marcha. Voy a la
gasolinera a hinchar ruedas y bajo hasta el río. Enseguida me encuentro con la
primera postal del día: una garza real posada en mitad del río que se muestra
tan furtiva como siempre lo hacen estas majestuosas aves.
Sigo con una pequeña
sonrisa en mi interior pensando que esto no podía empezar mejor. Empiezo a dar
pedales a buen ritmo, a ver si voy dejando atrás los malos rollos y nubes
negras que últimamente rondan en mi cabeza. Ahora solo queda subir hacia
L’Eliana, cruzar la vía del metro y adentrarme en las urbanizaciones para
llegar hasta el paso sobre la CV-35. Antes
llego al motor de aguas y riegos de L’Eliana, allí a la izquierda en busca del
caótico paso del carril bici que hay en la rotonda. Este desaparece sobre el
puente para luego aparecer junto al decatlón. Pero allí es innecesario ya que
me muevo por calles poco transitadas. Es la zona de la Conarda ya en término de
Bétera. Las lluvias han dejado aquí algunos caminos encharcados que tengo que
bordear para no llenarme de barro a la primera de cambios e ir todo el camino salpicándome
barro. Enlazo con la vereda de Llíria y por este camino, que pronto se torna
asfalto, llegaré hasta el parque a la entrada de Bétera. Este es el lugar
elegido para almorzar. Solo son 15Km. desde casa pero así relleno el depósito
de energías antes de comenzar la parte montañosa de la ruta.
Este lugar es un
pequeño bosque, un maravilloso arbolario en el que cuento, a bote pronto, unas
8 ó 9 especies diferentes de árboles, a poco que entiendas del tema hay aquí
una gran variedad de árboles que admirar y estudiar, yo me conformo con su
compañía, ningún sitio mejor donde degustar el bocata y la cervecita. Unas
fotos, un vistazo para comprobar que no he dejado nada tirado ni olvidado y
continúo ruta. Cruzo la carretera de Bétera a la base militar y me adentro en
la urbanización la Masía. Enseguida
cruzo el barranco de Porta Coeli y giro a la derecha. Los campos están en plena
ebullición, por un lado se recogen las naranjas mientras en los campos de
alrededor se plantan de lechugas y otros muestras las coles recién plantadas. Todo
un espectáculo de duro trabajo agrícola hecho a mano. Algunos trabajadores me
miran como diciendo, que bien estaría yo pasando el rato sin tener que
trabajar, lo que no saben es que enlazo este esfuerzo tras una larga noche de
trabajo y con casi 24 horas sin dormir, pero eso no tienen porqué saberlo. Giro
a la izquierda para encarar una subida por un camino algo roto que me llevará
hasta una cantera. Tras ella asoma el V.G. de Les Llomes. Me quedo a escasos
metros de él, pero como estoy a solo 20Km. de casa lo incluiré en una futura
ruta por la zona. Toca bajar hacia la carretera, girar a la izquierda y enfilar
la entrada a Náquera. Por la carretera circulo por el carril bici. Bueno,
especifico. Se trata de la ingeniosa idea del politiquillo de turno para pintar
el arcén de rojo y así hacernos creer a los ciclistas que nos han hecho un
carril bici. Si encima pones unas señales grandes y llamativas diciendo que hay
tráfico ciclista seguro que convences a los automovilistas de que reduzcan la
velocidad, guarden la distancia de seguridad en los adelantamientos y que se
conciencien de que también tenemos derecho a desplazarnos, aunque lo hagamos a
mucha menos velocidad e impulsados por nuestro propio esfuerzo. Vamos que la
idea es redonda y cojonuda, sino mirar porqué me paré a hacer la foto y no me
metí por el hueco que dejó el autobús.
Bote de pintura roja para “hacer un
carril bici” pocos euros, material, maquinaria y mano de obra para pintarlo, un
poco más, el pastizal que se ahorra y que igual “se pierde” en el camino no
tiene precio. Después vendrán las desgracias de atropellos y cosas así, vendrá
el hacer las comisiones de investigación donde se gastará más dinero en dietas
y en elaborar informes para nada que otra cosa, pero como no se atropelle a 5
ciclistas a la vez no saltará a los medios de comunicación ni se hará eco
social ni nadie se concienciará de nada. Como suelo decir, se legisla muy bien
desde detrás de una mesa de despacho sin salir a la calle a ver los problemas
reales de la gente, y no me refiero solo a los ciclistas.
Pero
vamos a lo que estamos. Sigo, tras cruzar el pueblo, por la carretera hacia
Serra. Aquí encuentro una gran variedad de impresionantes casas señoriales.
Luego tomo un camino a la derecha, cruzando el puente sobre el barranco de
L’Horta, hacia la urbanización el Pecual. Me adentro poco a poco en el bosque a
través de una importante rampa y las casas antiguas se mezclan con las más
modernistas. Por fin solo queda la montaña y su pinada allí donde los incendios
que han asolado esta parte de La
Calderona han respetado. Empieza la subida del día. Casi 6Km.
con una pendiente media del 7%, por fortuna el firme está en buenas condiciones
y no representa ningún problema añadido. Solo me queda bloquear las
suspensiones y tomarlo con calma.
El castillo de Serra y el Alt del Pí serán
durante un buen rato la referencia visual justo delante de mí. Voy ganando
altura y empieza a abrirse la perspectiva de lo que voy dejando atrás. Náquera
queda tapado por las lomas más cercanas. Luego el valle del Turia y tras él las
sierras del Ave, Martés y Chiva fundiéndose en la distancia. Voy dejando a mi
derecha las referencias visuales que tenía cuando empecé la subida, eso
significa que voy llegando arriba. Llego al asfalto y giro a la derecha para
acabar de coronar la subida y hacer una corta pero trepidante bajada hacia el
Garbí. Dejo a la derecha la carretera que baja a Segart y enfilo la recta del
Garbí. Antes que el camino se ponga para arriba llega el giro a la izquierda
que me obliga a frenar y perderme los últimos metros de esta bajada, pero esto
no ha hecho más que empezar; la bajada es una bendita locura. Casi 5Km. al 10%
de desnivel. La trampa está en el firme. El asfalto esconde una fina capa de
gravilla que se amontona más aún en los márgenes pero que no deja de estar
presente en toda la superficie. Eso hace que cada curva sea una lotería si no
atas en corto los caballos que la bicicleta desata a poco que piensas en soltar
frenos. Una pequeña inclinada en una curva y el tortazo puede ser de escándalo.
Aun así llego a marcar picos de más de 60 por hora y unas apuradas de frenada
dignas de motogp. Un par de obligadas paradas fotográficas rompen la brutal
inyección de endorfinas que me estoy metiendo a saco.
A la izquierda el
precipicio se asoma sobre la pequeña población de Beselga, donde destacan los
restos del castillo del siglo XII. Un poco más a la derecha se extiende
Estivella donde sobresale la torre de la iglesia. Luego el valle del Palancia
se extiende hasta La Serra
d’Espadan con el Mediterráneo a su derecha.
Al otro lado de la carretera el
alto del Garbí muestra sus formas imposibles en sus paredes de rodeno y los
taludes creados por la erosión de estas montañas. Continúo la bajada
exprimiendo frenos y maldiciendo la inseguridad que da la maldita gravilla.
Llego hasta la valla que me separa de la autovía A-23 y giro a la izquierda
para subir hasta la aldea de Beselga. La subida es interesante, más de lo que
esperaba y me obliga a bloquear las suspensiones para economizar esfuerzos,
aunque no presenta ninguna dificultad y el tráfico es casi inexistente. La
aldea se visita de paso.
Solo una parada junto a la iglesia para hacer dos
fotos, una a la ermita de San Roque y otra hacia arriba, al castillo. Ya que estoy
me asomo al interior de la iglesia para descubrir un curioso y bonito retablo
que me recuerda mucho los lienzos de felicitación de las navidades de mi
hermano Juanvi. Junto a la ermita giro a la izquierda para coger una calle
asfaltada de bajada. La bajada del Garbí es de risa comparada con esta. Menos
mal que voy de bajada y no tengo que subirla. Al final acaba el asfalto y hay
una bajada campo a través hasta un camino. Ya en él tomo a la izquierda y sigo
bajando unos metros por una torrentera en mal estado que me obliga a estar bien
atento. Así voy bordeando la muela sobre la que se asienta el castillo y luego
cruzo la autovía por un puente. Después bajo hacia el cauce del barranc de
Linares justo a su encuentro con el puente del tren. Tras la subida entro a
Estivella por el oeste. Paso junto al edificio de las colonias de la
protectora, del cual no he encontrado información alguna y me dirijo hacia el
centro de la población donde la torre de la iglesia guarda su tesoro en forma
de reloj solar.
Este elemento data del año 1739 y es junto con la torre toda
una joya arquitectónica con sus múltiples figuras decorativas. Me trae
recuerdos de otro precioso y antiguo campanario, el de Chelva. Tras la visita
callejeo hacia la salida del pueblo, antes me empaparé en el aroma que deja en
las calles del casco antiguo el cocido que alguien está haciendo y por el que
mi olfato suspira y mis papilas gustativas matarían. Bajo hacia el barranco de
Linares y me uno al camino que transita junto al río Palancia. Lo seguiré hasta
Albalat dels Tarongers donde subiré para cruzar la población. Antes un par de
buenas vistas con el campanario y la cúpula de la iglesia reflejadas en las
someras aguas del casi extinguido Palancia. También destaca la casa palacio de
Albalat. Giro a la derecha para subir al puente que cruza el río y encarar la
población.
Allí tengo la fachada principal del palacio afeada por la
antiestética arquitectura de un parking, tampoco ayuda el buzón de correos
pegado a la pared del palacio del siglo XVI, ni las farolas y los cables de la
luz paseándose por la fachada ni la antena de TV. pero es lo que hay, sería
demasiado pedir que los edificios históricos tuvieran un perímetro de
protección antiestética y pudiéramos verlos y fotografiarlos en su estado más
natural, pero bueno, para eso está el “fotochop”.
Frente a esta fachada está el
lavadero, decorado con una pintura de la iglesia y dando un colorido ambiente a
este coqueto lugar. Cruzo el pueblo hacia el norte y salgo a una amplia zona de
cultivo de naranjos, supongo que de hay el nombre del pueblo. El colorido fruto
contrasta con las oscuras hojas verdes y algunos campos perlan sus árboles de
fragantes flores saturando el aire en algunos lugares. Sigo por el camí del
corral de Ribera. Casi enseguida encuentro una cúpula en lo alto de un chalet,
otro “loco” al que le gusta esto de la astronomía. Sigo para ir acercándome a
las montañas del Povitxol. Veo el letrero a la derecha que indica la fuente de
Ribera, 7 minutos andando son la mitad en bici, allá que voy. Pero tras cruzar
el barranco llego a una carretera donde no hay ni rastro de qué dirección
tomar, giro a la izquierda y llego hasta el final de este camino donde hay una
bifurcación y más señales, esta vez hacia el Povitxol-Codoval, pero de la
fuente ni rastro de ella o de más señalización. Vuelvo atrás y ya sobre el
camino continúo para encarar una subida terrible con los naranjos a la derecha
y la pinada a la izquierda. Subida corta pero dura, de tal intensidad que me
dispara las pulsaciones y las sienes me laten como tambores. Ya arriba tomo un
poco de oxígeno antes de iniciar una divertida bajada hacia la fuente de
Povitxol. Paso por una zona de chalets y luego llego a una encrucijada de
caminos. Otro letrero indica que el área recreativa del Povitxol está a 22
minutos. Según el GPS la fuente tendría que estar aquí pero tampoco hay ni
rastro ni cartel ni nada, si después de seguir esta indicación resulta que
tampoco encuentro la susodicha fuente voy a tener un cabreo considerable y no
tengo ganas de ponerme de mal humor, ya no. Así que tras un segundo de
vacilación decido ignorar los carteles que te dirigen hacia un sitio pero que
no suelen rematar la faena. Giro a la derecha y tras una pequeña subida llego a
una bajada rápida y divertida por un firme rojizo de tierra perfectamente
compactada.
La bajada es una maravilla y la velocidad vuelve a ser muy alta
entre la preciosa pinada. Voy pegado al barranco del Codoval que baja a mi
izquierda. Así llego al final de la pinada que se abre al Vall de Segó. Quart,
Quartell, Benavites, Benifairo y Faura forman un frente de edificaciones ante
la casi soledad que se presenta después hasta la costa. Esta zona de Les Valls
ya la visitaré con más detenimiento en otra ruta que tengo planeada desde
Almardá para visitar las ermitas, hoy cruzaré Quart para llegar hasta el
precioso paraje de la Font
de Quart.
Una pinada centenaria rodea este estanque. El parecido y el recuerdo
con San Viçent de Llíria son considerables e inmediatos. Recorro el lugar
disfrutando de haber descubierto este pequeño tesoro.
Elijo un banco donde
disfrutar de la merecida comida antes de emprender la última parte de la etapa.
Salgo hacia Benavites siguiendo el curso de la acequia. Al poco llego a la era
y calvario de Quartell. Rápida visita y continúo para llegar al pueblo y buscar
la portentosa e imponente torre.
Un soberbio conjunto al que le dedicaré más
tiempo en mi próxima ruta por la zona, hoy solo se trataba de verla ya que
estoy de paso. Continúo mi camino y salgo del pueblo por el camino que indica a
la iglesia de Benicalaf. La encuentro al poco de salir de la población. Esta
iglesia abandonada se presenta como un fantasma en mitad de la nada hoy en día,
pero en su tiempo aquí estuvo el pueblo de Benicalaf.
Las iglesias abandonadas
suelen tener un halo de misterio, casi siempre inspirado en las imágenes de
tantas y tantas películas que han apostado por ese encanto y que a poco que nos
dejemos llevar por la imaginación nos hacen mirar hacia los lados cuando
estamos en estos lugares. Sigo camino, cruzo una carretera y giro a la
izquierda en la siguiente. Luego cruzo la nacional, un polígono industrial, la
vía del tren y finalmente la AP-7. Desde
aquí ya solo me acompañará la Marjal. Las
numerosas acequias que aquí desaguan han aumentado el nivel hasta casi la
carretera y muestran un reluciente color verde debido a la concentración de
algas y nutrientes que transportan.
Es hora de buscar la garza que vi esta
mañana en Riba Roja, puede que sea una de estas que siguen volando majestuosas
pero lejos de mí y del águila que merodea por la zona. Me acerco hasta la playa
para ver el agua del mar antes de llegar a casa y cerrar una ruta que me ha
dejado, tras 66Km. un agradable sensación, mucho mejor de lo esperado. Miro
atrás y no veo indicios de que me hayan seguido aquellas nubes negras del
principio, por si acaso queda alguna voy a ahogarla con una cerveza, o dos.
Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=3678599
Es normal que te recuerde al campanario de Chelva pues todos los campanarios barrocos valencianos se hicieron imitando al de Chelva (que fue el "primogénito" de ese género).
ResponderEliminarHola Vicente, gracias por la aclaración, viendo uno y el otro la verdad es que no sé cuál es más bonito. Menos mal que no hay que elegir.
ResponderEliminar