miércoles, 2 de octubre de 2013

Riba Roja-Puntal dels Llops (Olocau)



Hacía tiempo que tenía prevista esta ruta, pero la “cercanía” y lo fácil del acceso hasta pie de montaña me hacía posponerla una y otra vez, hasta que por fin esta semana me he decidido a cargarla en el “Treki” y claro, cuando este se pone a seguir una pista es completamente inflexible. Las condiciones meteorológicas anunciaban un día despejado y con viento variable, que unido al ponentazo de ayer me hacía presagiar una buenísima visibilidad. El camino hasta Olocau lo haría buscando curiosidades por el camino para dejar la parte fácil para la vuelta.

Bajo hasta el río y me dirijo hacia el puente viejo, allí el camino que se adentra en la huerta. 

Llego a la Pobla de Vallbona por la huerta, pasando por el Molino de Belén y la balsa, luego en lugar de seguir el camino de Benaguacil a la izquierda sigo recto hacia la carretera. Antes de llegar a ella El Molí Nou me mira desde lejos, con la desidia de los viejos edificios condenados y cansados de esperar un final más incierto que la certeza de su ruina. Aquí tengo que tomar unos metros de carretera o dar un buen rodeo, miro a un lado y otro y con la recta despejada pongo un buen ritmo para intentar llegar al carril bici de la estación de metro de La Pobla antes que el tráfico. Atravieso el pueblo de sur a norte admirando las magníficas muestras de arquitectura tradicional en el centro del pueblo. Casitas de una y dos alturas rematadas con balaustradas o amplias fachadas con algún motivo, capiteles, ventanas de forja, puertas de madera, dinteles o escalones de piedra, vamos, toda una exposición de materiales de construcción vivos. Más o menos bonitas, según gustos, pero con personalidad. 

Destaca, entre otras, justo frente a la iglesia de San José, la Casa Bernal,  que originariamente fue una villa romana, posteriormente se convirtió en una alquería árabe, una masía cristiana, una casa señorial de recreo y finalmente un caserón, según reza en la web del ayuntamiento. 

Continúo calle adelante hasta el camino del cementerio, allí  a la derecha para encontrar la ermita de San Sebastián, un bonito edificio en “L” entre pinos y palmeras, breve visita la de hoy a esta bonita ermita que tanto me gusta. Bajo unos escalones para incorporarme a la carretera del paraje natural municipal de La Manguilla. Por un puente cruzo la CV-35 e inmediatamente a la izquierda y la segunda a la derecha. Llego a un gran caserío que sirve de desvío hacia las urbanizaciones de la zona. Sigo a la izquierda en ligera subida hasta un bar en la esquina. Sigo la carretera hasta encontrar, a la izquierda, la segunda entrada a la urbanización de Els Rincons y la casa rural. Ya en ese camino dejo el hotel a la izquierda y sigo adelante siguiendo el asfalto a la derecha. Las casas comienzan a dispersarse y el monte toma algo de protagonismo. Paso entre enormes depósitos de agua que veré a mi derecha y que marcarán el fin, momentáneo, del asfalto. Una subidita y poco después un cruce, a la izquierda y derecha enseguida bajando lo que había subido. Otro pequeño grupo de casas y tras él el monte se convierte en huerta. En la poca huerta que las urbanizaciones van dejando aquí y allá.  

La Calderona se muestra en todo su esplendor, tan cercana, tan grande, tan frágil y a la vez tan despiadada. Cruzo el camino por el que vamos, desde Llíria a Rabassadors: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2008/12/crnica-rabassadors.html 
Naranjos, alcachofas, coles y patatas engalanan los campos entre los que corre el agua de pequeñas acequias que se nutren del canal principal del Turia. Con la regadera a mi derecha me adentro en un camino, también a la derecha hacia una granja o similar. Hay actividad en la puerta así que no me acerco ni a molestar ni a que me inspeccionen como si tuviera pinta de marciano. Casi enfrente un cartel indica la granja escuela Mas del Capellá. Allá que me dirijo, es la primera parada que tenía programada. 

La granja es una autentica maravilla. 

Desde la puerta giro a la derecha para llegar a una pequeña arboleda donde se ubica la fuente y otras entradas hacia los patios interiores, la capilla y el Riurau que se ve desde el exterior a través de la enrejada puerta. 

Es un rincón entrañable que destila tranquilidad bajo los grandes plátanos que llenan de sombra la pequeña plaza. Sigo el camino entre la casa y el granero y rodeo la masía por detrás, para volver a girar a la derecha y cruzar el barranc de Olocau antes de que este cambie su denominación por Barranc del Carraixet. Poco después llego a la carretera que une Bétera con la rotonda de Olocau-Llíria. Giro a la izquierda entrando en la carretera y circulando por el arcén, con tan poco tráfico que no me obliga a saltar el quitamiedos y entrar en la vía de servicio. Llegado a la rotonda sí que tengo la opción de entrar en la vía de servicio, que luego se convertirá en carril bici, para iniciar la subida hacia Olocau. A mitad de subida está, a mano izquierda, el desvío hacia la urbanización Pla de Marco, desde el carril bici no hay salida hacia allí y tampoco la necesito pues es el siguiente camino a la izquierda, terminada la subida. Dejo este carril bici, cruzo la carretera con precaución y entro en el camino siguiendo hasta el próximo desvío a la derecha y adentrándome poco a poco en un camino por el monte. Poco después, sobre una pequeña plazoleta entre los pinos, una senda a la derecha se adentra aún más en el tupido pinar que cubre la montaña. 

Al frente una cueva se adentra en la montaña. La senda no es muy ancha pero está bastante despejada de vegetación por lo que incluso, y a la vista del despejado del camino, se podría hasta ciclar. No lo hago en espera de piedras u otras dificultades que casi no encontraré más que en un lugar en concreto, así que los más técnicos pueden pedalear toda la subida. Llego a un cruce de sendas, a la derecha es por donde bajaré, pero ahora a la izquierda y sigo subiendo. Las vistas se van abriendo hacia el Camp de Túria. Llego arriba para encontrarme un muro de piedra. 

Formidables bloques de piedra formando una primera barrera, tras ellas las murallas del poblado Ibero del Puntal dels Llops. Uno de los varios asentamientos de origen íbero entorno a la ciudad de Edeta (Tossal de Sant Miquél), posterior Leiria romana y la actual Llíria. 

El poblado se halla en un excelente estado de conservación que aún realza más, si cabe, las soberbias vistas que se disfrutan desde esta atalaya; todo el valle del Turia, desde el mar hasta las sierras de Utiel y las Peñas de Dios en Higueruelas. 

Justo debajo el pueblo de Olocau es una mancha entre las montañas, y detrás, elevándose hacia las cumbres de la sierra, el castillo de Alí Maimó. El ponentazo de ayer presagiaba que las vistas de hoy serían espectaculares pero el tremendo calor que estoy soportando no me trae tal recompensa, así que las vistas a lo lejos son una utopía más que una realidad. No es una decepción, tan solo un “me cachis” que me obligará a venir otro día con las condiciones meteorológicas adecuadas. Tras las fotos emprendo la bajada. Llego rápido al cruce de sendas y tomo la de la izquierda para cerrar el círculo. Esta bajada es más pronunciada que la subida, lo que la hace apta para bajarla pero no para subirla a lomos de la bici. 

Llegado abajo una valla de madera me obliga a bajar para sortearla y ver que esta es zona militar perteneciente al ministerio de defensa, aunque no hay ningún tipo de restricción de paso. Sobre el asfalto del camino del cementerio la señal que indica la ruta. Cruzo la carretera para entrar al carril bici y bajar hacia la rotonda. 

Allí sigo el carril bici hacia Llíria pasando por el polideportivo de Marines y desviándome hacia la plaza del ayuntamiento y la iglesia. Retorno al carril y sigo adelante en suave ascenso, un poco incomodado por el viento lateral aunque algo de frente, panorama ideal para hacerme un abanico a poco que me descuide. En la rotonda se acaba la subida, cambio al otro lado de la carretera y disfruto de la velocidad hasta el paraje de San Vicente. 

La ermita, el lago, la pinada, las ardillas, los peces y los patos, el todo es un conjunto de muchos pocos que al sumarse se multiplican. 

Nunca deja de maravillarme este precioso lugar con la poderosa sensación de paz que deja en la memoria. Junto al canal me dirijo hacia el pueblo. 

La idea es callejear por la parte vieja para descubrir, primero el santuario de Mura, de origen romano y luego subir el cerro de la sangre (Vila Vella) hacia el museo arqueológico, la iglesia de La Sangre, la de la Mare de Deu, las murallas y la ermita del Buen Pastor antes de bajar y pasar por segunda vez frente a la iglesia de la Asunción y el palacio Ducal. 

Llíria es una ciudad para conocerla con calma, para disfrutar de sus muchos rincones y detalles, para conocerla sin prisas, pero el insoportable calor aún es más plomizo sin la suave caricia del viento, así que me aventuro desde la plaza mayor hacia el oeste callejeando hacia la torre de telecomunicaciones para disfrutar desde allí de una última y única vista panorámica. 

El calor es insoportable, después de unos días en los que parecía que el fresquito ya se estaba instalando definitivamente entre nosotros, pero hoy ¡zas, en toda la boca! así que la subida al Tossal de Sant Miquèl para ver los restos de Edeta, quedarán para otro día. Vuelvo rodeando la Buitrera hasta la fallida continuación, en autovía, de la CV-50. Llego a la rotonda, carril bici y por un hueco hacia el camino que baja hacia la urbanización Vilanova, entre la carretera y la parte trasera del Montiel, una zona de “catxirulos” o refugios de pastores cuyo origen se data, aproximadamente, en el siglo XVI y que aún se conservan por esta zona. 

Cruzo la carretera de Benaguacil y entro hacia la urbanización, allí a la izquierda hacia la gran balsa de riego, el molino y monasterio cisterciense. Junto a él, la Masía de Zampa tiene un cartel que indica la ermita nuestra señora del Rosario. Siempre he sentido curiosidad por este sitio y paso hoy con intención de preguntar al respecto si veo a alguien. No es mi día de suerte, no hay nadie y la puerta está cerrada así que sigo adelante por el polvoriento camino, giro a la derecha en el camino de asfalto y lo sigo, pegado al río, con una privilegiada vista aérea. El sol es un látigo en estos últimos metros y me lo está haciendo pagar con la misma crueldad que los peores días de agosto, increíble. Llego a casa maldiciendo los casi 60Km. de sol infernal que me he comido. Una cervecita para hidratar y luego una ducha… que tampoco vendrá mal.



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