La ruta de hoy seguía remontando el río
Palancia hasta el embalse del Regajo, desde ahí me adentro hacia la Serra
D’Espadán para llegar hasta Algimia de Almonacid, luego hacia Castellnovo y de
vuelta buscando otra vez el río. La ruta tiene un montón de lugares
interesantes que visitar pero el calor, a pesar de haber mucha agua, pesa
demasiado y se hace muy pesada. Vamos por partes.
En coche hasta Sot de Ferrer, allí dejo al
grandote esperándome en una calle hasta mi vuelta unas horas más tarde. Tras la
calle del palacio encuentro otra que se acerca al río, allí encuentro el
lavadero del Inchidor junto a la acequia que alimentaba al antiguo molino, esta
misma acequia riega los otros dos lavaderos del pueblo, el de la Rocha la
Escuela, que vi en mi anterior ruta por la zona http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2013/07/alfara-de-la-baronia-sot-de-ferrer.html
y el lavadero de la Luz que veré esta misma
tarde poco antes de terminar la ruta.
Tras la breve visita me dirijo a la
carretera que cruza el puente de salida hacia Soneja. Sobre el río veo el
caudal que este aún trae y las distintas pozas que forma entre las rocas: al
salir del pueblo el caudal del río es prácticamente nulo tras la toma de la acequia
Mayor de Sagunto. Giro a la izquierda con la carretera en leve subida. Tras la
curva a la derecha se presentan unas hermosas pozas en el fondo de una cantera
abandonada, el erosionado paisaje no volverá a ser el mismo pero el efecto del
agua y la vegetación ayudan a suavizar el terrible impacto visual de una
cantera.
Paso una rotonda y bajo hacia el P.I. de Soneja, otra rotonda y
derecha para bajar hacia el pueblo. Una zona urbanizada y parcelada espera
ladrillos a poco que se recupere esta crisis inducida por algunos para llenarse
más los bolsillos. Horribles fincas y/o adosados compartirán vecindad con las
viejas casas del interior del pueblo, casas que aunque en su conjunto ya no
guardan una estética si mantienen su propósito de calles de pueblo, de
vecindad, de armonía, de silencio, de personalidad no vendida al absurdo
crecimiento urbanístico que nos ahoga más que nos libera. Un poco más adelante
en la calle encuentro la pequeña ermita de San Francisco Javier, una pequeña
construcción enclavada en pleno pueblo.
Continúo siempre por la calle más
exterior del pueblo y paso, primero por el lavadero municipal y luego por el
museo del Yeso, mineral que representa una de las mayores fuentes económicas
del pueblo y luego por el Allenador, el sitio donde venían antiguamente los
vecinos a llenar agua de la acequia. Salgo del pueblo bajando hacia el río por
el abrevadero de Las Fuentes, mitad abrevadero y mitad lavadero. Abajo hay un
área de recreo cercana al pueblo y al río. Giro a la izquierda y tengo otra vez
las aguas del río como compañía. El frondoso bosque es una constante en casi
todo el recorrido del río y la abundancia de agua parece imposible que pueda
desaparecer en el siguiente pueblo. El rumor del agua se confunde con el suave
rozar de las hojas de los árboles y cañaverales que saturan el espacio, el río
se encajona entre laderas quemadas en la orilla opuesta. Me dirijo hacia
Villatorcas, una pequeña pedanía de Segorbe, esta se deja ver entre la
vegetación encaramada en una loma mirando la salida del sol.
Cruzar la aldea es
cuestión de segundos, aunque merece la pena detenerse a observar la fachada de
la iglesia y el lavadero. A la salida me alejo un poco del río pasando una zona
de cultivo de olivos, luego llego a una bifurcación que tomo a la izquierda
entre un pinar para ir, poco a poco, bajando hasta el río por un estrecho
pasillo entre las cañas. Me acerco hasta el puente para ver el paso del agua.
Allí mismo está el polideportivo bajo una increíble sombra con mesas para
picnic, es el paraje de la fuente de San Gil. Es una bonita área recreativa y
un pequeño paseo desde el pueblo de Geldo. Llego hasta el pueblo y me dirijo,
también por la calle más exterior hacia la fuente del Santísimo Cristo de la
Luz y al lavadero junto a ella. Están en un parque bajo una bonita arboleda que
refresca en este día de tremendo calor. Continúo por un camino ganado a la
acequia y que pasa junto a las ruinas del molino.
Pasado este giro a la
izquierda en una corta pero intensa rampa y giro otra vez a la derecha para
salir del pueblo. Esta carretera me lleva hacia Segorbe, yo abandonaré esta
carretera a la altura de un camino que baja recto hacia el río. Cruzo un puente
y tras 150 metros un camino a la derecha, este sube un poco y me deja ver en
perspectiva Segorbe que queda al frente. Llego hasta una rotonda y la zona de
expansión de un P. I. junto a la carretera de Segorbe a Castellnovo. Llego a la
rotonda sobre esa carretera y giro a la izquierda para bajar hasta el río,
cruzarlo y girar inmediatamente a la derecha por un camino entre cultivos. Es
un camino asfaltado que queda a los pies del pueblo encaramado en su atalaya y
dominado por su castillo. Giro a la derecha para cruzar el río y llegar a la
fuente de la Teja, tras refrescarme vuelvo a la otra orilla y continúo camino.
En el siguiente puente sigo recto y me enfrento a una subida monumental que me
lleva junto a las vías del tren. La rotundidad de la subida me hace agradecer
la bajada a continuación y llegado al cruce, un error, me hace cometer la
torpeza del día: la fuente de los 50 caños está allí abajo a escasos metros,
pero el cansancio de la subida y el calor no me dejan ver con claridad las
indicaciones del “Treki” que me dice obstinadamente que es para abajo, sigo de
frente y cuando me quiera dar cuenta ya será tarde para volver atrás. Que digo
yo que un cartel indicando este paraje natural no estaría de más… El camino
continúa y, llegado a una bifurcación, giro a la derecha por un camino rural
perfectamente señalizado con dos enormes carteles: uno, a mayor gloria de la
Generalitat, indicando el acondicionamiento del camino rural, otro, a modo de
señalización de una autovía o una nacional muy transitada, indicando la
limitación de velocidad y el tonelaje máximo permitido, como si viendo el
camino por donde te vas a meter no fuera suficiente. El camino irá girando
lentamente con la curva del río entre cultivos que intercalan naranjos, perales
y nísperos. Este camino me conduce sin pérdida hasta cruzar nuevamente el río,
allí a la izquierda para tomar una senda junto a una cadena. La senda salva un
pequeño desnivel en un ribazo, nada preocupante, luego unas piedras a modo de
escalones y tras esto se hace perfectamente ciclable, solo la vegetación que
ahoga el camino pone alguna dificultad. Es una zona bastante encañonada y el
sonido del agua rompiendo entre las rocas y el murmullo de la vegetación
inundan el valle. Llego a una rampa y al otro lado ya se puede ver la catarata.
Inmensa, sorprendente, magnífica. El agua se derrama en una fina lluvia
rompiendo contra las rocas del fondo y creando un musgo que llena de vida la
paciente y tranquila roca. A su lado el río tampoco se mantiene del todo quieto
y corretea entre las rocas creando pozas antes de embalsarse en una depresión
del terreno junto a un desmantelado puente que une esta orilla con la orilla de
la catarata. En aquel lado también está la fuente, pero sin puente y sin la
ropa adecuada para la ocasión lo veo todo desde la distancia mientras me siento
a almorzar en el césped a la sombra de la arboleda. Las rojas paredes derraman
restos de retorcidas estalactitas milenarias dando una enorme fuerza visual al
conjunto. Tras el almuerzo continúo camino. Enseguida me encuentro con una
fuente con múltiples caños, no es la de Segorbe pero hace su papel. Sigo el
asfalto subiendo para encontrar otra pequeña catarata que se derrama por la
pared y las escaleras que bajan desde el pueblo. Arriba de esta cuesta está la
zona de aparcamiento junto a las casas del pueblo. Callejeo un poco por el
pueblo acercándome a un mirador sobre el río, abajo un gran árbol tapona el
paso sobre un puente, por ahí abajo hay otra fuente y me pongo en marcha para
buscar la forma de llegar hasta allí. Abajo veo un camino que gira a la derecha
y por él llego hasta la fuente y el puente, también veo que el camino continúa
y deduzco que rodeará el pueblo por abajo y llegará hasta el Salto de la Novia,
pero al no saberlo con seguridad no voy a acercarme. Sigo remontando el río
tras pasar la calle por la que he bajado. Este camino asfaltado transita junto
al río y es tranquilo, en un momento dado se incorpora a la carretera de
Navajas a Gaibiel aunque la tranquilidad apenas se ve alterada por el tráfico.
Tomo el desvío a la derecha a la urbanización Fuente de los Baños, allí un
monumental puente une ambas orillas y permite bajar hasta las pozas del río que
son un lugar ideal para el baño. Una breve visita y continúo por la carretera
hacia el embalse del Regajo. La presa está coronada con una pasarela para
cruzarla, esta pasarela no está habilitada para el paso de coches así que no
presenta ningún problema. La mancha de agua se extiende como un espejo entre la
verde vegetación de las orillas y alguna conquista extra del fondo del lago. El
pequeño embalse está casi lleno y ofrece una vista de relax y tranquilidad, de
frescor en medio de este caluroso día.
A partir de aquí termina la parte
“fresca” de la ruta, me adentro hacia el interior de la Serra D’Espadán aunque
no llegaré hasta el corazón del mismo ni de sus cumbres. Vuelvo a la carretera
y giro a la izquierda siguiendo la fila de cipreses que acompañan al camino.
Junto a un frontón sale un camino de tierra a la derecha en ligera subida, lo
tomo y la ligera subida me hace subir algo más de 100 metros de desnivel.
Arriba un cruce de caminos, sigo recto por pista asfaltada para llegar a otro
camino pavimentado que baja a la izquierda. La bajada es monumental por un
camino estrecho y serpenteante. Mejor encontrarlo de bajada pues las rampas son
brutales. Este camino me lleva a la carretera de la Vall de Almonacid que tomo
a la izquierda. Poquísimo tráfico y un arcén ancho y limpio me permiten rodar
sin preocupaciones. El pueblo está casi desierto y sigo por la carretera
intentando localizar, si lo hay, el lavadero. No tengo esa suerte y se me acaba
el pueblo. A la salida encuentro un estupendo carril bici-acera alejado de la carretera
por un guarda rail, también encuentro a los habitantes del pueblo en la piscina
municipal. Casi 1Km. y medio después me desvío para entrar en Algimia de
Almonacid en busca de una fuente donde meter la cabeza y los brazos. La fuente
de Alcodorí será ese oasis que andaba buscando, luego sigo disfrutando del
acogedor estar por las calles del pueblo; calles largas y estrechas, con pocas
calles trasversales, con casas de una o de dos alturas la gran mayoría. Calles
sin tráfico, sin coches aparcados, sin ruidos, sin contaminación, calles limpias
y cuidadas en contraposición a las mierdas en las calles de las grandes
ciudades, de la peste a meados de perros con la que convivimos, y lo peor de todo, a la que nos hemos acostumbrado como si fuera normal, ciudades modernas que quisieron dejar de ser pueblos, de pueblos “que fueron gaviota por querer ser gavilán” por unas aspiraciones
totalmente fuera de lugar. Atravieso el pueblo encontrándome con gente que
saluda a sus vecinos e incluso a los que no lo somos, un buenos días o un gesto
con la cabeza o una sonrisa amable que detectan que te ha visto y reconocido,
que no eres “algo” que pasaba junto a mí y que he hecho como si no te viera o
no existieras, no sea que me vayas a pedir algo. Sigo hasta el final del
pueblo, hasta el lavadero que emana frescor con el correr del agua y la sombra
de su tejado. Más allá el polideportivo con la piscina municipal.
Sigo por la
carretera que sale del pueblo hacia Alcudia de Veo. Al poco me encuentro con la
ermita de la Cueva Santa, un poco más allá un camino a la derecha me saca de la
carretera y me lleva hasta el acueducto de la Alfándiga de origen islámico.
Tras el acueducto el camino sigue por el barranco del Agua Negra, que recibe
las aguas de la vertiente oeste del pico Espadán, luego se convertirá en la
rambla de Algimia y luego en el río Chico, para desembocar en el Palancia
pasado el puente por el que he entrado antes a Segorbe.
Al frente la imponente
silueta del castillo de Almonecir, levantado en el siglo XII por los musulmanes.
Encuentro el camino que sube hasta allí pero hoy no es el día, el sofocante
calor está machacándome de lo lindo y la subida que hay me la guardo para
tenerla luego en las piernas. Llego, por entre campos plantados de olivos,
hasta la fuente larga y la gran balsa de riego.
Es un paraje bonito y
emblemático del pueblo y recuerdo la visita que hicimos Roda i Pedal en la
ruta: http://rodaipedal.blogspot.com.es/2010/12/cronica-serra-despadan.html
continúo adelante, giro a la izquierda y
comienzo a subir la montaña, luego otro giro, esta vez a la derecha me adentra
en la colosal pinada que hay en esta zona. La subida es dura, más por el calor
que por las rampas en sí, además de que mi “redondeado” estado de forma no
acompaña demasiado; es lo que tiene la combinación de pistachos, cerdo, en casi
todas sus formas y sabores, y cerveza a gogó. En un momento dado el camino se
mete en una propiedad privada, es la masía de Matuta: tradicionalmente esta finca
era una explotación olivarera donde se elaboraba su propio aceite. Sus orígenes se remontan a la época
musulmana, en la que también se construyó una presa para el riego de la huerta,
levantada sobre los cimientos de una alquería árabe en el s. XVIII y
rehabilitada en la última década. Paso por el camino junto a
la masía donde un amable trabajador me explica la reconversión de la masía en
hotel rural, muy amablemente me ofrece agua fresca que con la que está cayendo
la recibo de mil amores. Continúo camino para adentrarme otra vez en el
impresionante bosque que rodea la masía y las cuadras donde los caballos
esperan sus paseos por el monte.
La rampa a la que me enfrento ahora es
descomunal, por un firme pavimentado que me hace esperar lo peor, y lo peor se
cumple. Es un tramo corto pero intenso, tanto que una vez he parado para hacer
la foto no puedo volver a arrancar y tengo que subir un pequeño tramo andando
hasta poder nuevamente arrancar. Justo arriba otro cartel de la propiedad
privada en sentido descendente, lo que quiere decir que ya estoy otra vez en
monte público. Pero lo reconfortante es la bajada increíble que me espera hasta
Castellnovo. Casi 3Km. de adrenalina total a una buena velocidad y con un firme
en perfectas condiciones. Llego como un tiro a la carretera, giro a la derecha
y llego hasta el pueblo después de pasar por el área recreativa de La Mina. Un
precioso y amplio lugar de esparcimiento junto al campo de futbol y bajo una no
menos impresionante pinada. Es hora de comer pero me queda por delante el reto
del día: la subida a las ermitas.
Me adentro en el pueblo hasta llegar a ver el
calvario a mi derecha y levantando más la vista las dos ermitas una en mitad de
la montaña y la otra coronando la cima, allá voy. Todo metido y todo bloqueado.
No hay más hierros ni más cadencia para mover el desarrollo. El pedalear lento
y cansino pesa como una losa bajo este caluroso día. Cada pedalada parece un
paso hacia abajo que me hunde en el líquido asfalto, y cada mirada hacia arriba
para situar las ermitas respecto a mi posición es como la teoría de los 6
grados de separación, solo que yo estoy muchos grados más allá, lejísimos. Las
pesadas piernas me dicen que no van a poder con el reto, pero tirando de… no se
qué, me planteo llegar, al menos, a la primera de ellas. Un Km. al 10% tiene la
culpa de llegar arriba y tirar la toalla. El siguiente Km. a otro 10% hasta la
ermita de San Cristóbal me lo ahorro. Veo abajo las cristalinas y azules aguas
de la piscina, yo me bañaré en la fuente dejando correr el agua mientras quede
sudor que arrastrar. El bocata y la cerveza no tardan en estar en mis manos
mientras contemplo las soberbias panorámicas que ofrece esta montaña. La
Calderona al completo como no la había visto jamás. Desde el otro lado de la
sierra desde San Miquel de Lliria es uno de los mejores puntos para observarla,
solo que el Mont Mayor, la principal altura de la cordillera, apenas es visible
cuando desde aquí es todo un coloso.
La rambla de Uñoz parece querer partir en
dos la sierra, esa división es más acentuada desde el lado valenciano, donde es
la rambla de Gátova, Olocau y finalmente el Carraixet, la encargada de exagerar
esa “partición” que acompañando a la carretera CV-25 entre Lliria y Altura hace
que para muchos La Calderona sea solo el lado oriental de la misma. Me deleito
en el espectáculo. Abajo el pueblo también aporta su imponente castillo para
mejorar el entorno visual y conseguir un pleno al 15.
El descanso de la comida
lo tomo con calma, reposando plácidamente a la sombra de los pinos el bocata
que acabo de devorar, luego una mini siesta. Es hora de ponerme en marcha y aún
sopeso la posibilidad de subir a la otra ermita. Pero lo brutal de la subida y
encima con el estomago lleno sería una locura, así que reconozco la victoria de
la montaña e hinco rodilla ante las adversidades, rezando por una nube mientras
me pertrecho con los bártulos. Sin nube y con un sol más justiciero si cabe me dejo
caer hacia el castillo. La bajada es descomunal y los frenos echan humo a la
salida de cada curva de herradura. Callejeo por el pueblo y por fin rodeo el
castillo para verlo desde todos los ángulos, aunque el mejor estaba allá
arriba. Salgo del pueblo dirección sur para cruzar el barranco de
Valdeavellanos e ir en busca del camino al corral del Negro. En la bifurcación
tomo derecha en lugar de izquierda y sigo bajando, cuando me apercibo del error
ya es tarde y no quiero volver a subir lo ya bajado. Gran error a fin de
cuentas.
Al menos me queda el consuelo de haber encontrado un lugar singular
como pocos: una pequeña capilla en una cueva, al fondo el altar y a los lados
un par de bancos, por tener tiene hasta una pila de agua bendita en la entrada.
Junto a ella otra cueva vacía. Continúo el camino pasando una zona de nogales
plantados. Tras una cadena llego hasta el final del camino con la esperanza de
ver un puente o un vado sobre el río. No solo no lo veo sino que el cañaveral
es tan denso que no hay ni bajada hasta el río. Así que llego hasta la cadena,
giro a la derecha y subo por un camino que poco a poco se va reventando un poco
más. Allá arriba está el camino que tenía que seguir. Llego hasta arriba y mi
sorpresa es que el “camino” es una senda por mitad del monte quemado que veía
esta mañana desde Villatorcas. La travesía por el desierto dura 1.5Km. y
muuuucho más tiempo del que hubiera deseado. Es lo que tiene seguir un track
sin que quien lo cuelga explique por donde se mete y lo que vas a encontrar. Pero
bueno, sin riesgo no hay emoción y aparte de jurar en arameo por la incomodidad
del tramo no ha habido ningún incidente ni nada. Cuando la senda se vuelve a
hacer ciclable subo a la máquina y continúo bajando, pronto la senda es camino
y el camino gira a la izquierda, enseguida cruzo el río y giro a la izquierda
para seguir la corriente hasta la antigua fábrica de papel de la que sobresale
su característica chimenea de ladrillo.
Allí giro a la derecha para subir en
dirección al pueblo. Tras la fábrica un camino sigue junto a la acequia que
acompaña al río. Sigo hacia arriba para girar a la izquierda por una senda.
Luego esta empeora bajo la pinada y unos escalones de piedra me obligan a bajar
de la bici para salvar este escollo. Tras esto llego a la carretera y el puente
por el que esta mañana salía de Sot de Ferrer. Ahora tomo un camino a la
derecha antes del puente y bajo otra vez hasta el río. Iré haciendo una curva
con el río alrededor de Sot para subir luego hasta el puente. Allí un camino de
tierra a la derecha me lleva en pocos metros hasta el viejo puente destruido en
la riada del año 1957.
Observo la preciosa estampa que ofrece el pueblo, con su
característico calvario encalado y visible desde muy lejos, con su puente viejo
tuerto de un ojo, con su iglesia y su palacio del Señor, con sus fuentes y
lavaderos y sus calles estrechas y su zona de ocio junto al río, ese río que
tan manso y placido se ve pero que unos metros más abajo desaparece entre
azudes y acequias para regar, como último acto, la fértil huerta del Camp de
Morvedre. Me adentro en el pueblo para girar a la derecha hacia ese lavadero
que me faltaba por localizar de los 3 que hay en el municipio. Volveré a
meterme bajo una fuente antes de subir al coche y dar por concluida la preciosa
y agotadora ruta de hoy. La lástima es que con tantos lugares a visitar muchos
se quedan en el camino o con una visita tan breve que sabe a poco, lo del calor
es otra historia y tendremos que hablar Roda i Pedal de inventar la dichosa
sombra móvil para bicicletas.
Track de la ruta:http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4926854
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