viernes, 3 de mayo de 2013

Almardá-Alfondeguilla-Vall d'Uixó


Segundo día en Almardá y segunda ruta. Hoy me esperan otros 60Km. pero con algo más de desnivel que ayer que fueron completamente llanos. La ruta de hoy me llevará a adentrarme en los primeros contrafuertes de la Serra d’Espadan allá en Alfondeguilla para luego visitar la Vall d’Uixo y acercarme hasta la playa para volver a casa por un paisaje similar al de ayer, aunque intentaré encontrar nuevos alicientes. Vamos a verlo.
Salgo hacia la avenida Europa, pero hoy, junto al restaurante, cruzo la carretera para tomar un camino que se adentra en la marjal. Un paisaje de campos de cultivos y chalets desperdigados por este inacabable paisaje que en algunos puntos está por debajo del nivel del mar, por lo que solo se ve a lo lejos las montañas hacia las que me dirijo, con la cruz blanca pintada como referencia. 

Pero la primera referencia es el depósito amarillo que como un faro se erige junto a la rotonda por la que tengo que pasar. Serpenteando entre campos llego a la rotonda, cruzo al otro lado, aunque no habría necesidad, y giro a la izquierda para tomar la vía de servicio junto a la carretera. También podría ir por el carril bici, bueno “arcenbici” que aquí  es bastante ancho. Paso junto a la Alquería Nova, que queda al otro lado de la carretera y que por eso he venido a este lado, para tener mejor perspectiva. No es que sea un edificio espectacular ni singular pero tiene su aquel toda restaurada y pintada. Llegado a la siguiente rotonda se acaba lo bueno, tanto la vía de servicio como el “arcenbici”; no queda otra que entrar en la carretera para cruzar los puentes sobre la autopista y la vía del tren y llegar a la estación de los Valles donde, después de la segunda rotonda, dirección a Faura, me encuentro con el sueño de los carriles bici: la carretera, con su arcén, queda separada por un muro de hormigón, y la acera tiene su propio espacio a la derecha, por lo que toda la pintura roja es para las bicis. 

Lo dicho, el paraíso para moverse en bicicleta entre estos pueblos de La Vall de Segó. Pero no podía ser tan bueno… llego a la rotonda de entrada a Faura, sigo por el carril bici a la derecha de la carretera y veo que este se convierte otra vez en un “arcenbici”. En la anterior ruta por La Vall de Segó: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2013/04/almarda-vall-de-sego.html  en la rotonda de Quartell, junto al Molí Nou, también hay un muro que separa el carril bici de la carretera, hoy me doy cuenta de que ese muro de separación es solo en las entradas a las rotonda donde los ciclistas somos desviados hacia el interior para no tener que compartir el espacio de la rotonda con los coches, y eso me llevo, aquel día, al error de pensar que todo este carril bici era así. Pero bueno, algo es algo; si en coche no sabemos como tomar una rotonda pues súmale a eso una bici que encima va más despacio, “paabersematao”. Bueno pues eso, sigo por el “arcenbici” que es mejor que nada, y al menos este es muy ancho y libre de arbustos que invaden el espacio, para pasar por Quartell en dirección a Quart de les Valls, donde en la rotonda junto a la ermita se acaba la pintura roja y hasta el arcén en algunos tramos de esta pequeña carretera por la que ahora continúo. La suerte es que hay poquísimo tráfico. 

Llego a una entrada de camino sobre el barranc de la Font con unas bonitas vistas sobre los restos de un antiguo molino de viento en lo alto de la colina tras los campos de naranjos y los motores para bombeo del agua de riego. La carretera, que es la que va dirección Segorbe empieza a picar hacia arriba, de forma suave pero constante. Serán menos de 3Km. de asfalto pero ya estoy deseando tocar la blanda y polvorienta tierra de los caminos. Ahora mismo daría mi reino por un charco, por el polvo blanco del riíto o por la arcilla roja de Les Rodanes…Lo bueno de esta carreterita es la bonita pinada que la envuelve a un lado y otro. Poco después llego al desvío a la derecha hacia Alfara. Lo tomo y enseguida dejo el asfalto para coger un camino de tierra también a la derecha, será por poco tiempo ya que este vuelve al asfalto, pero será mi primer contacto con los caminos y las montañas. Otra vez sobre el negro pavimento me deslizo entre toboganes y un mar de naranjos que saturan el ambiente del colosal aroma de azahar. No puedo más que cerrar los ojos y aspirar con fuerza, con avaricia, antes de que este grandioso espectáculo se pase ante los rigores del tórrido verano que engordará las naranjas pero nos privará de este regalo para el olfato. 

Al fondo las cumbres de Espadán cierran la frontera norte de mi campo de visión, al oeste es la Calderona la reina de las cumbres. Decido que este es un buen sitio para parar a almorzar. Tras el ágape continúo camino para cruzar la carretera de Vall d’Uixo a Alfara. Aquí ya tengo las señales del campamento de Escales. El camino asfaltado remonta el curso del barranco de la font de Escales que más tarde, poco antes de llegar a Vall d’Uixo, se convertirá en el río Belcaire. Hasta el campamento no hay pérdida. 

Una enorme pinada es la entrada al área recreativa. Unas mesas bajo la pinada y una zona de juego, unos paelleros, aseos, pilas para fregar y el refugio cubierto vallado y cerrado... Me decepciona bastante el sitio, al menos un sitio cubierto para protegerse de una tormenta no estaría mal, pero alguien ha decidido que es mejor tenerlo cerrado. Tampoco veo ninguna fuente y los fregaderos no es el lugar más apetecible para beber agua. En fin, no es que esté mal este paraje pero esperaba otra cosa, y las expectativas de cada uno son de cada cual, a veces se cumplen y otras no. Sigo el camino que poco después deja el asfalto para encontrarse con la rojiza tierra. Una pronunciada curva a la derecha me pone ante una parte del camino que cruza el barranco. 

Las lluvias de las últimas semanas siguen bajando y anegan el camino que, en este punto cubre por encima de los pedales y me mojará los pies, con lo que empiezo la subida a la montaña con los pies fresquitos. Tras el charco un desvío: a la izquierda el camino continúa por el barranco, con más agua anegando el paso, ese camino se dirige, pasando por la font de Escales, hacia la Dehesa de Soneja, que en principio es la ruta de mañana, pero que no haré ya que tengo que repetir este monótono camino hasta y desde aquí ida y vuelta, la planificaré de otra manera y la dejaré para otro día. El camino de la derecha es el que tomo para comenzar la subida. Conforme gano altura gano perspectiva sobre las montañas que dejo atrás. Un poco después el camino vuelve a encontrar el asfalto entre la pinada. Siguiendo el curso del barranco y con bonitas vistas de la Calderona a mis espaldas voy subiendo entre la pinada. 

Llego a la parte más alta de esta zona de la ruta junto a un viejo aljibe que queda a la izquierda del camino, ante mí una pronunciada bajada. Me dejo caer para comprobar con emoción lo divertida que es esta parte de la ruta. Camino estrecho, asfalto, curveo constante junto al barranco que ahora crece al lado derecho del camino; badenes que cortan el camino y ponen sus saltos al servicio de la emoción, de la velocidad y de la sonrisa en la cara en un tramo de inesperada y tremenda diversión. 

Paso junto a una zona de arboleda protegida; unos enormes y preciosos alcornoques se muestran junto al camino, son de los pocos ejemplares que hay por la zona, un tipo de arboleda mucho más adaptada a esta zona climática en que vivimos pero que está en grave retroceso, entre otros factores, por su lento crecimiento después de fuegos devastadores, de los que desgraciadamente somos testigos de primera mano en más ocasiones de las estrictamente necesarias, aunque su corteza exterior – el corcho- sea su primera barrera antiincendios. Otro de los factores es la moda de los tapones de plástico para el vino; nada mejor para un producto natural que taparlo con otro producto natural. 

Ya abajo en el valle, paso junto a algunas cuevas en las paredes que se asoman a la carretera, me voy acercando a la carretera CV-230 para llegar por ella a Alfondeguilla. Antes otra agradable sorpresa de la ruta: el acueducto de Alfondeguilla. No lo tenía programado en la visita de hoy pues desconocía su existencia, pero es una agradabilísima sorpresa encontrar esta majestuosa obra de ingeniería hidráulica en un estado aparentemente bueno de conservación. Bajo hasta el mismo cauce del barranco para ver este precioso acueducto desde todos los ángulos. 

El agua, que aunque poca, fluye por el torrente, ayuda a poner una imagen imborrable en mi retina y en mi memoria digital.
Poco después llego al pueblo y giro a la izquierda para encarar la subida al calvario. La ermita del Santísimo Cristo se protege tras la cerrada fila de cipreses cual centinelas inmutables. 

El calvario serpentea y ofrece bonitas vistas de las que sacar partido a la cámara. Desde arriba el pueblo se muestra a sus pies entre los huecos que dejan los centinelas. Un cuidado y bonito entorno que merece esta visita por las ermitas que nos muestran una parte del legado cultural que atesoramos en nuestras tierras. Toca bajar, dirigirse hacia el centro del pueblo y pasar por la iglesia de San Bartolomé, de ahí hacia el barranco que se adentra directamente en la Sierra de Espadán, y que trae sus aguas hacia el río Belcaire. Luego pasaré por el lavadero, casi escondido en un bajo, en un pequeño callejón con unas escaleras que lo conectan con la calle de arriba. Por fuera nada muestra lo que allí se esconde. 

Bajo el techo de esta planta baja el agua corre por la pila, y los trastos, probablemente del ayuntamiento o de las peñas, encuentran un lugar donde esperar su uso. Mientras tanto el lavadero sigue estando ahí para que se le de el uso por el que existe, aunque por el camino, y en un entorno poco agraciado, haya perdido parte de su dignidad. Sigo la calle adelante para llegar a la plaza detrás de la iglesia. Desde aquí la iglesia es mucho más bonita que por la parte delantera. 

Los tejados a distintos niveles del edificio y la mayor altura respecto a la calle, junto con la armonía de los colores, la hacen parecer mucho más grande de lo que es. Sigo el curso del barranco y bajo hacia donde este se junta con el otro barranco y se convierten en el barranco de San José que pasa justo por delante de las cuevas y recibe sus aguas subterráneas. Ya no queda otra mas que meterme en la carretera y bajar hacia la Vall d’Uixo. Por el camino me encontraré con grandiosos cortados en la montaña desde el pico del Pipa. 

También hay por aquí algún sitio donde hay huellas fosilizadas de dinosaurios pero o no están señalizadas o no las he visto. Desde una curva de la carretera veo la ermita de La Sagrada Familia, o de San José, es el primer sitio al que llegaré. 

La ermita está adosada al centro de información y con los arcos y bajo la pinada forman un bonito conjunto digno de visitar. Al final de la plaza hay una pasarela metálica que lleva hasta el yacimiento íbero que allí se conserva. 

Desde aquí hay unas vistas soberbias sobre toda la ciudad con el mar al fondo. En la montaña de la derecha espera mi siguiente objetivo: la ermita de San Antonio Abad, estudio desde aquí la fuerte pendiente con la que me voy a enfrentar en breve. Vuelvo a la carretera y bajo hacia el pueblo, en la rotonda las señales no dejan lugar a la duda y pronto encuentro el enorme parking, junto al barranco de San José y la entrada a la turística zona de las cuevas. Yo sigo de frente cruzando el cauce para toparme con una portentosa subida hacia la ermita. Pronto el camino se hace asfalto e inmediatamente me encuentro con las rampas que me temía ante la llegada del asfalto. Llego a una bifurcación y tomo a la derecha; lo que no sabía es que el camino que sigue recto y luego a la derecha también llega hasta la ermita, así que tomo el camino difícil. Otra bifurcación, voy a la izquierda y el camino se acaba para hacerse senda entre rocas que me obliga a bajar de la bici y subir a cuestas con ella los últimos 30 metros. 

La vieja ermita parece recortada en una cartulina y expuesta ante el cielo, deliciosamente adornada con un marco de llamativo color amarillo, en contraste con el pulcro blanco del resto del edificio. No hay mucho más que ver pero lo que hay es digno de una visita por la delicadeza que transmite. Hago todo el camino de bajada hasta el puente visitando primero esta parte del cauce para tener una perspectiva del entorno de las cuevas. 

Veo la desembocadura del río subterráneo de la gruta de San José abocando sus aguas al encauzado barranco. Luego cruzo por un puente y me adentro en una especie de gran bazar al servicio del turista: tiendas y restaurantes se suceden en los pocos metros que hay hasta la entrada a las cuevas. Visto esto retrocedo y voy, junto al barranco, por un carril bici hacia el pueblo. 

Poco antes del viaducto que cruza el cauce bajo a orillas de este y paso bajo el puente para subir por una calle y girar a la izquierda hacia los acueductos, uno romano y otro medieval mucho más pequeño y que está bajo este. 

Estos acueductos sirvieron como fuerza motriz para un par de molinos que ahora, ya en desuso, se desintegran. Ahora toca callejear para ir al encuentro de la siguiente ermita, la del Cristo del Calvario, adosada a una iglesia de más reciente construcción. La siguiente parada será después de adentrarme en el pueblo y buscar el centro. Paso por la plaza del circo, junto a ella se levantan los muros del convento de Santa Clara, pero un error en la lectura del waypoint me hará pasarme de largo y seguir hacia la monumental iglesia de la Asunción. 

Por una calle perpendicular me dirijo hacia el este para encontrar la ermita de San Vicente Ferrer. 

La fachada es de una sobriedad abrumadora pero, en el lateral, tiene tres enormes cuadros de azulejo, y otro en la parte trasera, que me recuerdan mucho la fenomenal obra que hizo mi hermano para el pueblo de mi padre hace más de 30 años y que aún se conserva en el peirón a la entrada de Royuela.

He visitado 4 de las 5 ermitas de la población, no está mal el botín. No tiene nada que ver con la religiosidad o con que sea muy devoto, tiene que ver con la estética, con la historia, con tradiciones y monumentos que merece la pena ver cuando visitas algún sitio; Una casona monumental, un ayuntamiento digno de verse, una fuente emblemática, una plaza, un castillo o torre, o muralla, o lavadero, pero no una finca de 5 pisos como el 99% de los edificios de un pueblo. Una antigua y estrecha calle con casas restauradas y manteniendo una estética, portales, dinteles o ventanas enrejadas, frontispicios, peirones o miliarios, o vértices geodésicos que prometen buenas panorámicas, lagunas, cuevas, barrancos, árboles monumentales o… por eso, entre otras cosas, visito muchas iglesias y ermitas, y ya de paso todo lo que se ponga a tiro.
  
Salgo del pueblo, sigo en dirección este y cruzo una, dos, tres, cuatro y hasta cinco rotondas siempre saliendo por la que queda al frente, o siguiendo la señal que vaya en dirección a la N-340, ojo porque las dos últimas rotondas, las más grandes, son las de entrada y salida de la A7 y tanto el tráfico como la velocidad de los coches se incrementa. Tras la última rotonda veremos a la derecha la enorme balsa Belcaire encaramada en lo alto del terraplén que la sustenta. Un poco después tomo un camino a la derecha que cruza el río Belcaire, después un bifurcación de caminos junto a unas bases de placas solares. Un camino a la derecha sube hasta las montañas que separan los términos de Vall d’Uixo y Xilxes, sé que desde arriba la vista de la enorme balsa y La Vall al fondo bajo el pico del Pipa es impresionante, pero no tengo ganas de subir y bajar por el mismo sitio, y continuar me obligaría a dar un rodeo considerable, así que tomo el camino de enfrente, despreciando también el que gira a la izquierda. Por esta camino llego a la cantera que se va comiendo poco a poco la montaña y haciendo cada vez más pequeño el término municipal de Xilxes; de las 4 montañas que tenía el pueblo ya solo les quedan 3. Se vende el alma al diablo y luego, cuando de las canteras ya han sacado todo lo que podían, ahí se queda la herida, necrosándose y supurando polvo y fealdad, deteriorando visual y paisajísticamente el entorno por los siglos de los siglos, un espacio perdido para siempre del que no se sacará ningún provecho. Ahí giro a la izquierda dejando la cantera a mis espaldas, donde no puedo verla. El camino sigue para pasar primero la nacional, con mucho cuidado, y luego la vía del tren y la autopista por pasos subterráneos. Solapo la ruta con la de ayer justo antes de llegar a la bifurcación que hoy tomo a la izquierda y medio kilómetro después a la derecha para seguir todo recto hasta el mirador elevado sobre el mar que tanto me gustó ayer en la playa de Chilches.

Llego justo a hora de comer. Me acomodo en el banco redondo y repongo fuerzas acompañado del sonido de las olas rompiendo en los pilares que se hunden en el mar y en las rocas a escasos metros. A pesar del sol el airecito es húmedo y fresco e invita a comer rápido y seguir dando pedales. Después de la comida regreso al paseo marítimo, dejo el mar a mi izquierda y voy, como decía la canción, “camino camino, cami camino…del sur” ¿Alguien recuerda la canción? ¿si, no? Reto musical. Voy lentamente buscando un bar para tomarme un café con hielo, esto además, me hace ir despacio y degustando el antiguo sabor que dejan en la memoria las casitas de pescadores de antaño. Esas casas sencillas con sus terracitas barridas por la brisa marina, cuando los terrenos en la costa no valían ni la arena que empujaba el viento, antes de que la costa fuera el gran lujo oriental que todo el mundo quiere, antes de que esos macro intereses económicos fueran la semilla de los difíciles tiempos que ahora vivimos. No hay ningún sitio donde tomar café así que acelero un poco el paso y ya lo tomaré en casa. Sigo la huella que dejé ayer pero hoy en dirección contraria. En muchos tramos hago el mismo camino salvo pequeñas incursiones hacia el interior pero sin alejarme más de unos metros del mar. 

No será hasta cruzar la gola de Almenara cuando ya me internaré por dentro del pueblo, o de la urbanización Barrio-Mar para ir a buscar la rotonda de Casablanca frente al camping. Tomo el camí de Serratella hacia la izquierda, junto al canal que llega hasta la gola de Queralt. 

Una vez allí me acerco a las casas de Queralt y luego, por la Av. Europa, hasta casa para estirar las piernas y tomar un buen café con hielo bien dulce.


Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=4476966

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