La ruta de hoy me llevaba hasta una
ciudad que hacía tiempo quería conocer con mayor detalle. Y es que Xátiva es
una joya para conocerla en profundidad, con calma, saboreando su complejo
entramado de calles con sus mil y un detalles… y casi siempre con la vista de
su soberbio castillo vigilando nuestros pasos. Pero ese pequeño paseo será la
parte final de la ruta. De inicio salgo de casa con el coche cargado pasadas
las 08.30 h. de la mañana, no me doy mucha prisa pues la ruta es corta y tendré
tiempo de sobra. Aparco en la calle al norte de la plaza de toros y rápidamente
me pongo a pedalear dirección este, saliendo del pueblo en busca de la
carretera hacia Genovés. Llego a una rotonda y ya sobre la carretera vuelvo
hacia el pueblo y tomo un camino a la izquierda en fuerte pendiente, cortita
pero que sirve de desayuno de lo que vendrá más tarde. Desde la rotonda también
podría haber seguido las indicaciones de La Cova Negra, que al fin y al cabo es
el lugar al que me dirijo y que se une al camino que yo voy a coger medio Km.
más adelante. El camino que sigo, otra vez dirección este, transcurre bajo
palio arbóreo, una frondosa pinada que da sombra al camino y refresca el
ambiente en lo que ya se presume un caluroso día de verano.
Conforme avanzo, a
la izquierda, se perfila la silueta del Puig, una solitaria elevación de casi
200 metros en medio de una planicie en la que parece haber sido dejada por
descuido.
El camino pasa junto a un arco del acueducto y poco después comienza
a virar al sur, bordeando la montaña y saliendo al sol. Primer vistazo al río
Albaida, o más bien a la frondosidad de cañaveral y arboleda que lo acompaña.
El camino llega hasta la puerta de una finca que prohíbe el paso hacia una casa
que queda a la izquierda. Justo tras la puerta hay un camino a la derecha que
se interna en la pinada y es el que hay que tomar. Poco a poco el camino se va
estrechado y este se convierte en una amplia senda que permite perfectamente el paso con la bici,
eso sí, algunas piedras del camino obligan a tener los 5 sentidos alerta pues
la caída hacia la izquierda desde la altura de la bici no encontraría suelo en
el que pisar y el fondo del barranco está unos metros por debajo, así que
precaución al rodar y a parar para mirar el paisaje, que por cierto es una
maravilla. A partir de aquí es una zona que tiene cierta similitud con el parque fluvial del Turia, aunque solo sea por el agua y porque el camino acompaña a un río, la vegetación, los paisajes, sea lo que sea, los conocedores del primero no podemos dejar de encontrar "parecidos razonables".
Pronto veo al fondo Les
Arcadetes d’Alboy y me entran las ansias de estar ya allí. No tardo en
llegar para hacer las fotos desde todos los ángulos puesto que he de cruzar por
debajo en dos ocasiones para seguir camino.
En la parte sur un panel
interpretativo de la ruta 4 y una fuente de agua fresquita. Sigo el camino
pegado al muro y luego el camino que continúa a la izquierda entre chalets.
Giro a la izquierda y al fondo una pequeña pinada en la que unos escalones
obligan a bajar de la bici para seguir la senda. A la derecha sale un camino
que al final, a la izquierda, va a parar al mismo sitio que por la senda; una
pequeña explanada antes de salvar el barranco del Quadrado por una pasarela de
madera e iniciar la senda de l’estret de les Aigües.
El sendero, ya pegado al río Albaida, es una
verdadera maravilla, tanto en su ejecución y mantenimiento como en los paisajes
que aloja, así como algunos “respiralls” del viejo canal que llevaba las aguas
desde Bellús hasta Xátiva. A excepción de los cuatro escalones de antes ni un
solo problema más. La pared de la derecha pronto empieza a mostrar grutas y
oquedades hasta llegar a la Cueva Negra.
Una cueva de importancia arqueológica
que estuvo habitada por nuestros antepasados hace más de 40.000 años,
aprovechando, para la caza y su subsistencia, los flujos de animales por este
paso natural entre las montañas, que hoy denominamos l’estret de les Aigües. Una
rápida visita hasta la verja que cierra la cueva y continúo adelante pedaleando
en la altura que gana la senda al río y que deja preciosas estampas en la
retina digital. Así llego hasta el viejo Molí Guarner, hoy totalmente
restaurado y habilitado como albergue.
Allí hay una zona con bancos junto al
río y con la colosal silueta de l’Aventador desafiando a los montañeros que se
atreven en su vía ferrata. Pero mi desafío es otro y solo llevo un cuarto de la
ruta, aun así hago la parada programada para el almuerzo para poder disfrutar
de la espectacular pared rocosa que se alza al otro lado del río y de la
tranquilidad que se respira en esta área.
Tras el bocata vuelvo al sillín, toca
cruzar el río por un puente junto al molino. Pronto se deja ver la Cueva Negra
como un agujero en el tiempo en mitad de la montaña. Busco una senda pegada a
la corriente del río, un tramo un tanto molesto por la abundante vegetación que
crece sin control y que parece querer engullir la senda.
Esta deja bonitas
imágenes del río en sombra bajo la imponte arboleda que crece en sus orillas.
Paso junto a un pequeño puente que une las dos orillas y que supongo que
llevará hasta la senda que recorría antes para llegar a la cueva y que volveré
a recorrer en el camino de vuelta. Ya incorporado al asfalto remonto hasta
Alboy, una pedanía de Genovés, lo cruzo y salgo del pueblo junto al apeadero
del tren; al otro lado de las vías una pequeña área de recreo junto al lavadero
que toma el agua de la Font de Sant Joan.
Tras la foto sigo adelante para
llegar a Genovés y visitar la ermita del Santísimo Cristo del Calvario antes de
salir del pueblo entre cultivos e incorporarme a la carretera CV-610, que es el
único paso para cruzar la Serra de la Creu, que sería una continuación de la
Serra Grossa al este de l’estret de les Aigües. No me gusta la carretera pero,
al menos en este tramo, entre el arcén y el 2º carril en sentido ascendente no
voy a tener a los coches justo encima, al menos hasta que se acabe el doble
carril poco antes de coronar. Bloqueo todo y pongo un ritmo alegre para
quitarme este tramo cuanto antes, pero mi ritmo es el que es y es lo máximo que
puedo dar, así que me resigno a estar un buen rato en la carretera subiendo, que
ya se acabará. Nada más coronar y sin tiempo a disfrutar de la bajada, un
camino a la derecha me devuelve al territorio biker en un camino en perfecto
estado que se adentra en una gran pinada, suerte que aún nos queda algún
bosquecillo al que agarrarnos. En este tránsito hacia el oeste dominan el
horizonte visual las sierras del
Benicadell y más allá Mariola, engullendo en sus faldas la Filosa; lo mismo
ocurre algo más al este con Aitana, que mimetiza en este caso a la Serrella y
la serra Almudaina. También veré algún retazo del embalse de Bellús, por
supuesto. Llego a un enorme depósito de agua con una fuente a sus pies, bueno
es saberlo y bien que puede venir, sobre todo en días calurosos. El camino se
ve cortado con una cadena, pero un paso lateral facilita el paso a caminantes y
ciclistas. Terreno bastante más bacheado hasta llegar a una portentosa y
estrecha rampa de cemento rayado. Pongo toda la fuerza, hasta la de voluntad en
cada pedalada, para ir subiendo, pero pronto veré que el esfuerzo es inútil
ante una puerta de hierro que cierra el paso al recinto de la ermita de La
Solana de Benigánim. Una cuerda hace girar una campana a modo de timbre, aunque
un cartel indica de la necesidad de avisar antes de visitar. La llamada cae en
saco roto y tras una breve espera, que me viene bien para recuperar pulsaciones
tras la subida, retrocedo hasta pasar el depósito y tomar un camino a la
derecha que me dejará unas lejanas vistas de la ermita asomada a un balcón
rocoso que domina la boscosa montaña.
Las vistas desde allí deben ser
increíbles, con toda la Vall d’Albaida a sus pies. Inicio una rápida y
vertiginosa bajada por un terreno más irregular de lo que parece, sobre todo a
la salida de las curvas y con la velocidad, la grava acumulada me da algún que
otro toque de atención que la bici corrige con el trabajo de las suspensiones y
los frenos. Sigo bajando hasta encontrar el asfalto y girar a la derecha otra
vez en camino de tierra, que me lleva hasta la vía del tren; sin paso a nivel
ni nada hay que bajar de la bici y cruzar con precaución. Ya al otro lado
izquierda y sigo bajando hasta encontrar una senda que sigue pegada al lado
izquierdo del río. La senda, bien definida, no presenta ningún problema para
rodar, solo un pero cuando hay que cruzar una rambla que desemboca al río justo
con el pueblo de Bellús enfrente. 4 pasos para salvar el desnivel y seguir hacia la presa. La salida de la presa no
presenta unas aguas ni muy claras ni con un olor agradable así que no me paro y
sigo para subir hasta la presa y cruzarla al otro lado del río.
Allí hay un
mirador sobre el embalse que presenta un preocupante estado de reserva de
agua. Bonitas vistas con las mismas
montañas que veía antes pero a ras de agua. Vuelvo a cruzar la carretera sobre
la presa para bajar a la parte baja de la misma y tomar el camino hacia Bellús
junto al río. Un mirador se asoma sobre las estancadas aguas aquí abajo y el
olor y el color de las aguas que se vierten no son lo que había venido a ver,
aun así un grupo de grandes peces espera en la pequeña corriente para
alimentarse ¿tendrán 3 ojos o algo así? No me para mucho a averiguarlo y sigo
camino. Pista ancha con el río corriendo a mi derecha. Tomo el camino que me
indica el GPS y giro a la izquierda adentrándome entre campos de cultivos y
llegar a Bellús, donde entro por la parte de atrás de la ermita, luego sigo
recto para pasar entre el palacio de los Bellvís y la iglesia parroquial,
llegar al final de la calle y girar a la derecha en busca del lavadero,
restaurado pero cerrado y seco.
Acabo de bordear el pueblo para llegar hasta el
parque donde está la ermita, verla por la parte de delante y salir por donde he
entrado, encontrando el camino del río y siguiendo el curso de este. Tras
cruzar una rambla giro pronunciado a la derecha y tomo el camino de arriba
entre unas granjas abandonadas, el de abajo va a un viejo y abandonado molino.
Sigo el camino y tras una pronunciada bajada llego a la senda de l’estret de
les Aigües para recorrer la parte que, en
propiedad, da nombre al lugar hasta la zona de recreo del molino
Guarner.
La peña l’Aventador al otro lado del río es un desafío a la gravedad,
en este lado otra serie de cuevas menores surcan el escarpado final de la Serra
Grossa. El río tampoco es ajeno al espectáculo y muestra una presa rota y su viejo
azud así como un río de colores que inunda al primero.
Un maravilloso espectáculo digno de admirar. Llego al molino y repito
el trayecto hasta Les Arcadetes pero en sentido contrario. No dejo de
maravillarme de este singular trayecto de inmensa belleza. Cruzo bajo el arco
para tomar el camino de la izquierda en fuerte pendiente. Parecía que esta se
acababa tras la curva, pero continúa y ya es un muro de asfalto delante de mí.
Ligerísimos descansillos preceden a rampas descomunales y esto no tiene pinta
de ir a mejor, ¿esto no se acaba nunca? Sobre el mapa no parecía tanto pero…
Tras los chalets se abre una ventana hacia la Serra de Vernissa, y sobre ella
el castillo.
Es un espectáculo grandioso que tengo que ver con calma desde el
alto de esta pared. Allí tomo un poco de resuello mientras observo el panorama.
La bajada hacia el barranco es tan portentosa como la subida, una locura de
velocidad por un asfalto que agarra, doy fe con el frenazo que tengo que pegar
para evitar chocar contra un perro que duerme a la sombra pero en mitad de la
carretera. Cruzado el barranco otro muro ante mí, quizá con menos rampones pero
más largo.
Este me deja en la N-340 justo enfrente de la ermita de Bisquert,
junto a ella paso para llegar a la parte trasera y seguir el camino hasta la
carretera, y siempre de bajada cruzar un puente y salir a la izquierda con
precaución que no venga ningún coche. El camino, primero de tierra y luego en
fuerte rampa de asfalto, me deja en la parte trasera de la ermita del Calvario
Alto.
Una preciosa ermita de piedra que para rematar su porte está situada en
una ubicación privilegiada, dominando toda Xátiva desde el oeste y con unas
vistas espectaculares del castillo y la muralla. Tras las vistas toca bajar el
calvario, y lo es. De tan estrecho en las curvas y además con un escalón en
todas ellas, es casi imposible bajarlo sin arriesgarse a una dura caída, así
que me deslizo por los tramos rectos para poner pie a tierra en cada curva y
así llegar al final sobre la carretera nacional. Allí mismo, tras la curva de
180º a la derecha, la fuente de los 25 caños que visito para echar un trago y
rellenar la camel antes de iniciar la subida al castillo. Tomo la calle de la
izquierda al bajar del calvario y me adentro por una estrecha calle, luego
derecha y al final de esta, entre dos casas, un pasadizo que lleva hasta el
camino que sube junto a la muralla.
El camino visto desde la ermita parece lo
que no es. Aparte del porcentaje el firme no es de cemento sino de machaca
suelta, lo que hace imposible no solo ciclarlo sino imaginarlo. Este tramo es
una tortura bajo el sol, empujando la bici y andando con un calzado nada
adecuado para esto, por lo menos las vistas son espectaculares.
La parte final cede en porcentaje y al poco mejora el
camino hasta la parte de atrás de la ermita de San José y Santa Bárbara. Allí
se abre un mirador junto al monumento a la pelota.
Las vistas son
espectaculares sobre todo el valle hasta Llosa de Ranes y el monte de Santa Ana
coronando al norte. Abajo, la ciudad se rinde a la grandeza de la Seu,
construida en el emplazamiento de la antigua mezquita. Toca comenzar la última
subida del día. Con todo, la subida no es tan dura como había esperado, y es
que después de las dos paredes que he subido antes en el Bisquert esta subida
es pan comido. Muy constante, pero sin rampas rompedoras, puedo poner un ritmo
y mantenerlo sin tener que quemar la musculatura. Las vistas se van
sobre dimensionando, tanto hacia arriba como hacia abajo.
Dejo atrás el desvío
hacia la nevera, paso junto a la muralla y acabo de subir para entrar bajo el
arco en el recinto del castillo.
Una auténtica preciosidad declarado como una de las 7 maravillas de la Comunidad Valenciana. Asomado al mirador Xátiva es un ondulado mar de tejados con la Seu como
puntiagudo arrecife. No visito más del castillo por no poder dejar la bici, así
que unas fotos y un recuerdo imborrable en la memoria y me dispongo a bajar
para llegar al centro de la ciudad y recorrer sus estrechas calles. Bajo tranquilo
pues las cercanas curvas obligan a frenar y no dejan coger mucha velocidad, así
que no voy a arriesgar tontamente y me limito a disfrutar del frescor que proporciona
el aire en la cara ante el tremendo calor del día. Llegado a la ermita giro a
la izquierda para pasar junto a unas excavaciones arqueológicas a la derecha y
un poco después otra ermita, esta vez la de Sant Feliu, del siglo XIII. El cansancio,
sobre todo por el inclemente calor, ya empieza a pasar factura y tengo más prisa
en acabar la ruta que otra cosa, y aún me queda por visitar el centro de la
ciudad que tiene mucho que ver pero que serán visitas rápidas, Xátiva no se
puede visitar de esta manera, pero esta será la primera piedra de una futura
visita más calmada. Sigo el descenso, me adentro en la población y giro a la
derecha para circular entre estrechas callejas hasta llegar a la plaza del
mercado, con sus casas porticadas y el campanario rematando la postal.
Hacia allí
voy para llegar a la colosal plaza y disfrutar de la vista de la colegiata y el
hospital, uno enfrente del otro y rivalizando en belleza y formas.
Un breve
recorrido por la plaza para ver en detalle estos dos auténticos colosos de la
arquitectura urbana y continúo pedaleando hacia la parte trasera de la Seu en
dirección a la salida del pueblo por el este. Antes de salir un pequeño desvío
a la izquierda hasta la cercana plaza de San Pedro en la que se asientan,
también una frente al otro, la iglesia de San Pedro y el convento de San
Onofre.
Ya solo queda llegar a la carretera, y desde el jardín del beso hacer
unas fotos de la fuente de los 25 caños y del precioso lavadero que se adentra
en el parque como si no tuviera fin.
Recorrida la reconfortante frondosidad y
frescor que destila este precioso parque, salgo a la rotonda junto a la moderna
plaza de toros para ir en busca del coche y dar por finalizada una ruta que es “pure
delicatesen” tanto por el recorrido, que tiene un poco de todo, con subidas muy
exigentes para ponernos a prueba, como, sobre todo, por el espectacular paisaje
y monumentos que nos brinda en toda la ruta. Vuelvo a casa repasando la ruta y
poniendo el radar para localizar otras rutas que pronto pondré en marcha.
Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=7062034
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