No tengas miedo de
perderte...
El tiempo pasa tan despacio en Sildavia.
No hay desiertos, no hay falsa pasión.
Un nuevo destino para el ocio.
Errante en busca de un lugar.
Pregunta primero a tu imaginación.
Sildavia no se halla en los mapas…
Así que, a golpe de ratón, dibujo mi ruta, mi propia Sildavia,
un mundo feliz alejado lo más posible del mundo que me rodea, al más puro
estilo “My way”, lo más cañero posible, más cerca de Nina Hagen que de Nina
Simone, esas son mis rutas, y como no podía ser de otra manera, también esta.
En esta ruta iba a conectar caminos que he recorrido
recientemente; el parque fluvial del Turia, el barranco del Carraixet y las
ramblas, tanto Primera como Castellana y Artaj, pero todos formado parte de
otras rutas, así que me dije ¿porqué no unir todos estos “ríos” en una ruta?
además son los principales causantes de la riada del 57, así que algo de
historia sí que tienen. La ruta no es complicada pero los más de 100 Km. de
pedaleo al final se dejaron notar. Vamos a verla en detalle.
El río sigue
ofreciendo postales increíbles día a día, da igual el día, la hora, la estación
en la que pases, el clima, todo le afecta y lo transforma para ofrecer
diferentes caras de una misma moneda: olores, colores, brillos, matices, fauna,
flora; destellos y pinceladas de un cuadro inacabado e inacabable, siempre
cambiante sobre un mismo tema.
No deja de sorprender en sí mismo. A las 8 de la
mañana encuentro poca gente en un día que amanece fresco pero que cuando se
eleve el sol el calor se dejará notar, así que ya sin los ropajes de invierno
pero con unas mallas y doble camiseta larga para esta primera parte de la ruta.
El plácido y casi solitario paseo se acaba en el parque de cabecera donde ya
empiezo a encontrarme con más gente que recorre los caminos, luego los jardines
del
Turia a su paso por el centro de Valencia, menos abarrotados que hace unas semanas pero también con mucha gente, aunque aquí es lo normal.
Turia a su paso por el centro de Valencia, menos abarrotados que hace unas semanas pero también con mucha gente, aunque aquí es lo normal.
Este paseo es
extraordinario pues aúna la monumentalidad de los puentes y los monumentos a
pie de calle con la frondosidad arbórea del propio jardín.
Y al final la
monumental ciudad de las Artes y las Ciencias. Dejando a un lado el ruinoso
tema económico y la nefasta gestión de este espacio, su contemplación y un
paseo por este escenario es algo increíble, algo futurista transportado a
nuestros días. Además ahora hay unas figuras arquitectónicas dedicadas a los
planetas que aún dota de más surrealismo a este espacio; me viene a la cabeza
la canción de Aviador Dro, Nestor el Ciborg. Pero allí junto a tanta modernidad
sub vive una estructura de un pasado casi olvidado: la casa de compuertas de la
acequia del Oro.
Esto me recuerda que tengo pendiente una ruta por este mismo
camino para ver detalladamente los elementos de riego en el cauce del río. Tras
llegar al final del camino junto al río (aunque técnicamente, si cruzo al otro
lado aún puedo continuar junto al río hasta las vías del tren, pero por este
lado no), subo hasta el carril bici que pasa por delante de la entrada al
Oceanográfico. Este carril bici llega hasta el barrio de Nazaret, bordeándolo hasta
el puente de Astilleros.
Aquí es donde moría el río, donde entregaba su vida al mar antes del plan
sur, antes de desterrar al río por su crimen del 57, antes de que definitivamente
nos olvidáramos de él. Esta última parte del viejo cauce fue durante muchos
años una zona industrial con muchos productos altamente contaminantes, y aunque
ya hace tiempo que se hizo la limpieza de estos suelos, aún no se ha procedido
a abrir este tramo uniéndolo al jardín del Turia, por lo que este jardín sigue
inacabado. Ya veo algunos tramos del antiguo circuito urbano de F1, tampoco
hablaremos de gastos, sobrecostes, pelotazos, etc. Tras cruzar el puente de
Astilleros el carril bici desaparece, apáñatelas para conectar con el carril
bici que sigue por el puerto de la Américas Cup. Aquí fuera es de color rojo y
dentro del puerto hay tramos que es azul y otros que es verde. Ya se podrían
poner de acuerdo y unificar, de una vez por todas, el color de los carriles
bici y no pintar de ese mismo color las separaciones de las glorietas o
rotondas, pero no, aquí somos así de chulos ¡qué pasa! Sigo por encima de la
acera hasta la avenida del puerto.
Allí, frente al edificio del reloj espero a
que el semáforo se ponga verde para adentrarme en el recinto portuario. Allí
donde antes estuvieron los tornos para entrar en las instalaciones del puerto
durante la celebración de la Copa América. Cruzo por el tinglado nº2 para
acercarme al mar y ver la parte de atrás del edificio del reloj así como la
entrada a la Marina y las bases de los distintos equipos que compitieron en la
Copa América. Otro espacio de esplendor arrasado por la crisis y por la mala
gestión de estos espacios. Pero hoy no es momento para hablar de estos temas,
cosa que cada vez me interesa menos, hablar de estos temas me refiero. Paseo
junto al mar admirando las modernas construcciones e internándome en bicicleta
por el trazado de la F1, compartiendo espacio físico aunque no temporal con Ferraris,
Mercedes y demás bólidos y con pilotos como Fernando Alonso, Vettel o
Shumacher. Llego hasta el puente levadizo que se encuentra cerrado.
Llego
hasta el muro de separación del puerto con la playa de la Malvarrosa. Allí a
31Km. de casa almuerzo mirando al mar, a la playa, que se prepara para la
inundación de gente ansiosa por tomar el sol que, poco a poco, a lo largo de
los días, irá acercándose como una marabunta a reclamar su porción de cáncer de
piel bajo un sol abrasador durante los días de verano. El mar, ajeno a todos
los cambios habidos y por haber en esta Valencia que ha reclamado un lugar en
el mapa en los últimos años y que deberá pagar en los próximos, sigue batiendo
con cansada parsimonia contra una orilla cambiante, contra una playa que ya no
guarda sus barcas en la arena y que sigue cambiando el horizonte que antes eran
sus casitas de pescadores por negocios de restauración y ocio junto a un paseo
que es la envidia de media Europa. Por él me encamino rumbo norte hacia el
Barranco del Carraixet. Al final del paseo marítimo que une las playas de la
Malvarrosa en Valencia con la Patacona en Alboraya, tomo el camino junto al
camping y al fin llego al barranco.
Lo cruzo por el puente para tener una
preciosa vista de la ermita del Peixets y los cormoranes en la barrera que
limitan la entrada de agua marina en la desembocadura del barranco o “riu sec”.
Remonto el Carraixet que en época de lluvias en un autentico río ya que drena
la parte sur de la sierra Calderona, de ahí que en la riada trajera tanta agua.
El camino no presenta dificultad salvo en los pasos donde se cruza con: primero
la carretera de salida norte de Alboraya, la CV-311, segundo las vías del metro,
tercero, ya en Almàssera, la carretera entre Almàssera y Tabernes Blanques, cuarto,
la carretera entre Alfara del Patriarca y Vinalesa, que hay que transitar unos
100 metros, quinto la carretera entre Bétera y Náquera que hay que cruzar.
Parece muy complicado pero no lo es tanto. La primera dificultad tiene un stop
al final del camino y un paso de peatones; con precaución y dejándose ver y
controlando que los coches vayan a respetar nuestro paso no tiene dificultad,
ya al otro lado seguimos por carril bici hasta retomar el camino. Luego llega
lo de la vía, los trenes no pasan con tanta frecuencia como para que esto
suponga un problema siempre que crucemos con cabeza y con la consiguiente
precaución, hay que salvar un quitamiedos para llegar otra vez al camino que se
adentra paralelo al barranco al sur del pueblo de Almàssera. Allí llegamos a
otro cruce como el de la carretera de antes, aunque aquí no tenemos paso de peatones
y hay que extremar más si cabe la precaución. Al otro lado del puente la ermita
de los desamparados. El camino sigue trazando una curva hacia el norte que nos
lleva hacia Bonrepos, hacemos la rotonda con poquísimo tráfico y seguimos con
el cauce a nuestra izquierda, aunque al otro lado también hay camino. Sigo
hacia Vinalesa por un camino muy llano y polvoriento en el que algún coche que
pasa levanta una polvareda de proporciones bíblicas que casi obliga a parar
hasta que se asiente la nube.
En el punto donde se junta el encauzado barranco
de los Frailes hay una bonita vista del viejo molino de Alfara. Poco después el
sifón por donde la Real Acequia de Moncada cruza el barranco del Carraixet.
Toca ahora incorporarse a la carretera hacia la izquierda, para salir un
centenar de metros más allá a la derecha por un camino casi dentro del mismo
barranco. Si aún no estamos dentro de él lo estaremos poco más adelante ya que
a partir de aquí vamos a adentrarnos en el fondo del barranco, recorriendo en
estos siguientes Kms. la parte más fea del recorrido. Los cantos rodados serán
la tónica del siguiente tramo. Eso y el paso junto a escombros de obra y
desechos varios. No llega a parecer un basurero pero sí un vertedero, así como
una parte bastante descuidada del camino. Rodar incómodo entre pedruscos y un
paisaje de pobre vegetación y cañar. Esta zona será, imagino, intransitable
tras época de lluvias ya que hay que rodar por dentro del cauce. Luego el
camino cruza el barranco, dejándolo a la derecha de la marcha y subiendo hacia
una ladera para tenerlo en perspectiva.
Pasa una zona de fondo rocoso donde el
agua queda atrapada en pequeñas pozas que se evaporarán con el calor pero que
serán un oasis para la fauna de la zona. Estoy cerca de San Isidro de Benageber
y el cauce está a punto de virar a la izquierda rumbo oeste y abandonar esta
pronunciada marcha hacia el norte que llevaba. Paso bajo la CV-315 y después
bajo la A-7 dejando atrás la parte más fea de la ruta, bueno casi. Varios vados
cruzan el cauce y se ve agua en alguno de ellos, quizá fruto de las últimas
lluvias o de aportes de acequias u otros vertidos. Sin descartar que sea fruto
de los aportes de dos barrancos que se unen desde el norte y que confluyen
prácticamente en el mismo sitio: los barrancos de Náquera primero y de Porta
Coeli después. Dejo atrás un desvío que a la izquierda me llevaría hacia la
Torre Bofilla, una torre defensiva y los restos de una alquería Islámica cerca
de Bétera. Luego, siguiendo el track que tengo marcado salgo del cauce y me adentro en el P.I. para
volver a la orilla del barranco en un paseo absurdo que no sé bien por qué lo
tracé así. Al final del polígono cruzo a la orilla norte del barranco y por un
camino asfaltado entre naranjos llego hasta la entrada a otro polígono. Aquí
desvío a la izquierda intentando encontrar un camino por el barranco para
cruzar bajo la carretera de Bétera a Náquera. Donde teóricamente está el camino
una maraña de arbustos invade la entrada y dificulta su localización, por lo
que sigo una pseudo senda que se adentra en el barranco hasta que finalmente se
difumina entre los pedruscos y las zarzas, hasta imposibilitarme el paso. Tengo
que volver atrás hasta el asfalto y continuar a la izquierda hasta el muro de
una antigua masía.
Encuentro en el interior, vista por encima del muro, la
fachada de lo que parece una iglesia o algo así, a juzgar por la campana y los
pináculos góticos que adornan sus cuatro vértices, todo ello muy tapado por la
gran pinada que rodea al edificio. Giro a la izquierda y ya sobre la carretera
de Náquera veo la entrada a esta finca. Toca cruzar la carretera con toda la
precaución del mundo pues el tráfico es intenso y rápido, a pesar de ser una
carretera señalada con intenso tráfico ciclista. No estaría de más que esta
carreteras que tienen tanto tráfico ciclista tuvieran un carril bici, si no
cabe al margen de la carretera se debería pintar media calzada de rojo como un
carril bici, de esta manera los coches, al tener que circular casi por encima
de un carril bici tenderían a respetarnos más, aunque fuera por aquello de
estar compartiendo un mismo espacio, creo que podría ser una idea interesante,
pero vamos a seguir pedaleando. Una vez al otro lado y sin llegar a tomar el
puente, tomo un camino a la derecha que baja hasta el cauce. Tomo el mismo
barranco pero este cambia la denominación, es ahora el barranco de Olocau. Allí
veo que se ha habilitado una zona como campo de tiro con arco. Sigo pegado al
barranco para ver, al frente y al otro lado, la fachada amarilla con ventanas
verdes de la Masía del Olivar, una masía reconvertida en salón de
celebraciones.
Un poco más adelante salta a la vista entre la pinada la torre
de la Masía del Carmen con el viejo molino como testigo de otra época. Toca ahora
separarse del curso del barranco un poco. Paso junto a la urbanización junto a
la base militar de Bétera. Veo por la parte de atrás una iglesia que dejaré al
otro lado de la valla que me cierra el paso para una siguiente ruta en que me
acerque a ver esta edificación. Sigo adelante pero buscando los caminos que van
girando a la izquierda para llevarme, entre naranjos, junto al barranco seco de
Olocau. Lo retomaré nuevamente para cruzarlo y girar a la derecha remontando su
cauce que se volverá a alejar a mi derecha. El camino de Alcublas me hará pasar
junto a una explotación ganadera con las vacas al otro lado de la valla. El
intenso olor de ganado, tan olvidado en las grandes ciudades me recuerda a mi
infancia cuando visitaba el pueblo de mi padre. No era un olor agradable en
aquel entonces pero la nostalgia y la melancolía me hacen que no sea
desagradable ahora. Me trasporta y me sumerge en un mundo diferente, tan
distinto del actual que parece mentira. Sin este mundo rural de animales y
olores no sería posible este mundo tan tecnológico que vivimos. Dependemos del
primero para comer y seguir adelante entre gigas de información y mega pixeles
de pantallas que miramos con tanta intensidad que se nos olvida mirar a donde
pisamos, veo a diario a muchos “chafamierdas” tan abstraídos de la realidad que
parecen (o son) zombis tecnológicos, siempre en contacto con todo el mundo
menos con quien tienes delante. Seguro que lo que están mirando no es realmente
tan importante, qué será de nosotros cuando realmente lo sea. Sigo el camino, a
la entrada de la urbanización izquierda
y luego derecha. Entro brevemente en el curso del barranco para ver como a él
se une otro barranco, el de Pedralvilla que recoge sus aguas desde las mismas
puertas de Tristán, de Peñas Altas, del Montemayor.
El curso se oculta tras la
muralla de naranjos que ya ofrece su flor y aroma de azahar en muchos lugares,
este aroma se intensificará en las próximas semanas para convertirse en un
espectáculo maravilloso que nos hará disfrutar al máximo de los paseos por el
campo. Es una pena no sacarle más partido a esta gran ofrenda de la naturaleza,
a la altura si no más que el valle del Jerte, el aroma es incomparable. No
pretendo crear una rivalidad absurda pero allí han sabido explotar muy bien ese
elemento tan característico con unas buenas rutas turísticas y aquí no, cuando
la extensión es mucho mayor. Tras esto me acerco a la pirotecnia que hay junto
al barranco y sigo el camino adelante dejándola a mi derecha al otro lado.
El
camino desemboca en otro que tomaré a la derecha hasta el barranco; del que
saldré unos metros más allá en una pronunciada rampa destrozada por los efectos
del arrastre del agua. Será el último contacto con el barranco del Carraixet-Olocau
que seguirá hacia el norte, recogiendo las aguas que bajarán junto a la
carretera de Llíria-Olocau-Marines Viejo-Gátova, la CV-25, desde su punto más
alto coincidiendo con la separación provincial con Castellón. Mientras, yo
pongo rumbo noroeste. Paso la carretera de Llíria-Olocau junto al pueblo de
Marines nuevo, resultado de la reubicación de este pueblo cuando en la riada del
57 la crecida del barranco arrasó medio pueblo y este se dividió para ocupar la
zona plana al pie de las montañas y a mitad de camino de Llíria. Paso por la
urbanización el Romeral camino a la siguiente rambla, barranco o río de la
ruta: la rambla Primera o Escarihuela. Esta recoge las aguas de las montañas
entre Alcublas y Gátova, una amplísima zona de montaña con numerosos barrancos
que al final van a drenar en este.
No será fácil seguir su curso pues, entre
curvas, cultivos, puentes y demás, tendré primero que meterme en el propio
barranco por un camino que se aleja de él, ante lo cual decido continuar por
una senda muy desdibujada que me obliga a pedalear por un autentico pedregal.
Llego a otro camino a la izquierda que viene a morir al barranco y salgo por él
para hacer la curva y volver a meterme en el barranco, para cruzarlo a la vista
de un puente. Remonto ya al otro lado, giro a la izquierda y paso por el puente
sobre la carretera, luego el primer camino a la derecha me lleva hasta una
granja con tejado rojo, otro giro a la izquierda para rodear el campo de tiro y
buscar una salida a la derecha que vuelve a bajar hacia el barranco. Ya decía
que no es un tramo fácil del camino, solo de contarlo me estoy mareando, sobre
el terreno es un verdadero laberinto difícil de seguir sin las precisas
indicaciones del GPS, pero aún no se ha acabado.
Vuelvo a cruzar el barranco en
la unión de este con otro que está perfectamente encauzado, remonto y lo sigo
hasta poder cruzar al lado sur del barranco y buscar una carretera que baje
nuevamente hacia la rambla.
Más zigzag del camino que me han acercando poco a
poco hacia la CV-35 junto al nuevo hospital en obras, tan abandonado que cuando
se ponga nuevamente en marcha será viejo. Buscando una paso a la autovía rodeo
todo el hospital, cruzo por un puente y vuelvo hacia el cauce. Ya he perdido la
cuenta de las veces que lo he cruzado, me he alejado de él y he vuelto a
divisarlo. Así llego a la CV-376 de Llíria a Pedralba, una vez cruzada la
carretera, sigo por el camino que surge casi de frente paralelo al barranco,
este camino se aleja poco a poco de esta rambla y ya no volveré a buscar un
acercamiento, me despido de la rambla Primera y pongo rumbo hacia la última de
las ramblas del día de hoy; la rambla Castellana. Esta rambla se divide un poco
más arriba de Domeño, siguiendo, la rambla Castellana hacia el oeste antes de
subir hacia el norte por Villar del Arzobispo y pasar a ser la rambla Aceña; en
cambio la parte que sigue más hacia al norte pasa por Casinos y sigue hacia
Artaj de donde toma la denominación, antes de esto viene desde Andilla con este
mismo nombre, bajando las aguas desde las últimas estribaciones de las sierras
de Jabalambre y el Toro.
Antes de encontrar esta rambla pasaré entre más y más
campos de naranjos antes de llegar a la parte de atrás del Mas de Panxa, una
explotación de naranjos con una gran masía en el centro. Llego hasta otra
carretera, la de Benaguacil-Pedralba, giro a la izquierda y luego derecha para
bajar hasta la gran rambla que ya recorrí en las rutas: http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2010/12/riba-roja-casinos-escalinata.html y http://bikepedalvalencia.blogspot.com.es/2014/01/riba-roja-la-sena-torre-seca-casinos.html
Hoy solo
recorreré los últimos metros antes de que esta llegue a desembocar en el río
Turia justo después de la gravera.
Remonto también un poco el río para
encontrar el puente de tubos por el que pasar a este lado y remontar hacia el
camino de la Pea y por él llegar hasta el camino del parque fluvial del Turia,
que hoy recorreré integro, ahora llegando hasta Riba Roja y esta mañana desde
Riba Roja hasta el parque de Cabecera y luego todo el jardín del Turia hasta el
Oceanográfico.
Llego a casa contento de haber terminado una ruta que sabía
larga y que me había dado algunos problemas de planificación para encontrar
caminos cercanos a las ramblas. Una cosa son los mapas y otra es encontrarte
allí con caminos que no están o con otros caminos con los que no habías
contado. Solo queda plasmar en el blog lo acontecido en esta bonita ruta por un
paisaje de agua, seco en este momento pero que tanta agua ha transportado a lo
largo de los siglos y sobre todo aquel trágico 14 de octubre de 1957.
Track de la ruta: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6483525
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