Tras dos semanas de parón volvía a Calles para iniciar otra
ruta memorable. Conocía gran parte del recorrido y tan solo una pequeña zona me
quedaba por explorar, pero el resultado ha sido una ruta espectacular en todos
los sentidos. Voy a desgranarla.
Agosto y sus calores no suelen perdonar, pero esta vez
alguien ha tenido un poco de compasión (quizá demasiada en algún momento) pues
la climatología se ha portado tan de maravilla, que incluso he llegado a sentir algo de frío en la parte alta de la ruta.
Desayuno en la terraza viendo un cielo cubierto pero que
intenta librarse de las nubes como yo de las legañas mañaneras. Durante los
estiramientos ya asoma algún rayito de sol entre la gris cubierta celeste. Y me
pongo en marcha mientras pienso que me va a caer la del pulpo.
El camino de la
bodega hacia Chelva, ya conocido va picando para arriba y me pone a sudar de lo
lindo mientras observo mi primer reto del día en las montañas cercanas. Llego
al desvío hacia Chelva y giro a la izquierda para bajar la cuesta del muerto y
llegar hasta puente Barraquena, cruzar, y comenzar la brutal subida del Tiñoso:
casi 5Km. a más del 9% de media, eso es un puerto de 1ª en toda regla. No en
vano le tenía tanto respeto a esta subida que ya hacía tiempo que no
enfrentaba. En la última salida ataqué la otra rampa mortal de la zona: la
subida hacia la compostadora y luego el camino del Herrero desde Calles. Pero
eso ya está en la anterior crónica. Ahora tocaba sudar esta subida. Los
chorretones no se hacen esperar y ya me corren por la cara a la primera de
cambios. La camiseta ya no puede disipar más sudor y se me pega al cuerpo
completamente empapada. Comienza la selección natural. Al final solo quedaremos
los más fuertes: la montaña y yo. Todo bloqueado en la bici y todo puesto al
servicio de la subida. Las ruedas patinando en algún punto donde la gravilla se
acumula y un poco más de potencia en la pedalada las hace girar sin agarre.
Como siempre me voy apoyando en las incomparables vistas que ofrece esta
subida.
Pronto llego a mi particular balcón sobre la subida y paro otra vez a
hacer la foto. Siempre la misma, siempre diferente, siempre sorprendente y
llena de magia. Los zigzags del camino se confunden con la cuesta del muerto,
que hoy era bajada, pero que en cualquiera de los dos sentidos puede ser del
muerto. Sigo a ritmo, encontrando sensaciones en las piernas que me dicen que
estoy bien, el pulso y la respiración controlada me anima a seguir con este
ritmo pausado pero tan persistente como la propia subida. Aún me queda un buen
rato para pasar al otro lado de la montaña. Allí veré como el Turia se encajona
viniendo del embalse de Benageber, allí también veré las abandonadas casas del
Collado Estrecho, aquellas ruinas que quedan tan cerca y tan lejos, pues hay
que bordear al montaña para llegar hasta ellas. Allí también estaré cerca de la
cumbre, y la altitud y el viento, y un día nublado, muy nublado ahora mismo, y
todo empapado de sudor, serán una combinación muy a tener en cuenta. Por
momentos no me hubiera venido mal una manguita (y ya me estoy imaginando a más
de uno descojonado y llamándome friolero), pero no la había y había que seguir.
Miro atrás para ver el blanco pilón del V.G. allá arriba de la montaña. Ya
estoy arriba, aún queda algo por subir pero el grueso de la subida ya está
hecho. Mis sensaciones, en cuanto a cansancio se refiere, no tienen nada que
ver con aquella primera subida en la que aquí parado se me nublaba la vista y
el corazón casi se salía por la boca. Qué lejos queda aquello.
Continúo camino
para entrar en el altiplano. Alti sí, de plano nada pues los siguientes Km. son
de continuos repechos, cortos pero duros y que hacen que el camino aún no haya
dejado de subir. Paso el desvío del Collado Estrecho que me llevaría al caserío
abandonado, en otro tobogán que no haría más que añadir desnivel y distancia a
la ruta.
Sigo hacia el Collado Cortina, a la derecha bajaría hacia el camino de
Barchel y el embalse de Benageber, ya subí por este camino pedregoso una vez y
no guardo buen recuerdo de su dureza. Hoy seguiré la pista principal en otro de
los repechos duros de este tramo de camino. A la izquierda los imponentes
barrancos que se dirigen hacia el Turia, cerca de las casas de Tuesa. Luego el
collado del Mas de Alonso y el desvío, a la izquierda, hacia el cerro del Águila.
Sigo el camino principal anticipando, mentalmente, el final de esta subida al
llegar al desvío de los Visos. Toca ahora bajar hacia el collado de Nieva y el
cruce de caminos: a la derecha hacia Benageber, a la izquierda hacia Chera, La Capitana y Calles,
izquierda y sigo bajando. El paisaje cambia por completo. Paso, de una zona de
vegetación rala y algunos pinos sobrevivientes, a una zona con una densa pinada
en el barranco del Mas de Cervera. Tras unas curvas de herradura llega a la
derecha el desvío hacia fuente Chelva. Tendré que cruzar el cauce, hoy seco,
del barranco. El exuberante pinar es una gozada para los sentidos. Todo se
apacigua aquí dentro, los sonidos, la respiración, el pulso, y también el
viento, que ya no me enfría. Avanzo hacia la fuente donde tengo previsto
almorzar.
El paraje es sencillo y tranquilo, aunque queda un poco pobre al
estar muy encajonado entre el camino y el barranco, y sobre todo cerca del
vallado “electrificado” que rodea la finca de la casa de La Capitana para que no se
salga el ganado. De todas formas tomo asiento, en una piedra cerca de la
fuente, y disfruto del merecido almuerzo con la tranquilidad que atesora este
lugar. Una vez comprobado que no he dejado huella de mi presencia en el
entorno, continúo en suave subida hacia el barranco de la Zarza. Allí el camino
gira a la derecha para evitar el barranco y continúa paralelo a él hasta su
nacimiento junto a los corrales de Ricardo. El camino pronto se empina y me
pone nuevamente a sudar. Preciosas vistas del interior del bosque desde la
altitud que voy tomando. Sigo el GR7 que viene por este camino desde los
chorros de Barchel por los Visos y continúa hasta la rambla del Reatillo. La
subida tiene tramos de dureza, más por la gravilla suelta que dificulta el
agarre que por la pendiente en sí que ya es considerable, pero a ritmo se puede
subir. Poco a poco voy ganando la distancia que me separa del alto junto al
abandonado corral. Hoy no hago parada aquí arriba y me lanzo a la bajada con
más precaución de la deseada, el camino está realmente mal, con mucha grava
gruesa en todo el camino, y las ruedas patinan que da gusto. Así que tirando de
freno para atar en corto los caballos, voy bajando hasta la pinada de abajo. En
el cruce a la izquierda y luego a la derecha en busca del Reatillo.
Antes me
interno en el bosque por una senda que me hace hollar la pinocha que alfombra
el suelo bajo los árboles, para tatuar estas montañas en mi alma con gena roja
del camino rociada con sudor, cicatrices a golpe de pedal para dejar huella
imborrable en mi piel y en la suya. El espectáculo es indescriptible; solo la
sensación de estar rodeado de una belleza tan frágil, me abruma y me obliga a
parar para contemplar con calma esta serenidad silenciosa. Viene a mi mente la
brutal monstruosidad del incendio de Andilla que pude ver de primera mano. Así
que intento grabar a fondo estos momentos, este lugar, este tiempo de armonía
con la naturaleza. Llego al camino de la rambla del Reatillo y bajo hasta la Hoya del Rayo.
La fuente está
seca, igual que la rambla. En lugar de volver atrás por el camino me interno en
un páramo de tierra seca y cardos, hasta una pequeña senda que me devuelve al
camino en dirección a Villar de Tejas. Aquí los cultivos cambian y las vides se
hacen hueco entre los campos de cereales. La aldea del Cerrito queda un poco
separada de Villar y no llego a tomar el desvío que me adentra en ella. A la
entrada de Villar un abandonado lavadero, luego, a los pocos metros encuentro
la fuente y el actual lavadero.
La fresca agua invita a saciar la sed y de paso
rellenar la camel para el camino de vuelta. Me interno en el pueblo, paso por
la puerta de la iglesia y salgo por la carretera de Requena. A la salida de la
aldea hay una vista magnífica de todo el valle del Reatillo, del bosque y de la
sierra de la Atalaya
a la izquierda y de la sierra Picochera a la derecha.
Continúo para encontrar
el abandonado Mas de Cholla en una curva de la carretera. Justo antes de las
casas está, a la izquierda, el camino que tomaré después de ver los restos de
estas casas. Usadas como pajar y leñera, las casas aún tienen algún uso, pero
todo el conjunto está en lamentable estado de ruina y abandono. Lástima porque
el conjunto presenta una solemnidad digna de sobrevivir al paso del tiempo.
Tras las fotos tomo el camino que me baja hacia la rambla del Reatillo. Bajada
suave pero rápida entre más cultivos de vid y campos de cereales ya segados.
Junto al puente hay, mejor dicho, había, unas pozas entre las rocas en las que
tenía previsto, si el día era caluroso, haberme dado un pequeño chapuzón para
refrescarme del calor. Pero el sombrío día, aunque ya comienza a despertar
“Lorenzo”, unido a las pozas secas, abortan este amago de baño. Remonto el
curso del río girando a la izquierda tras el puente, a la derecha subiría hacia
el 5 Pinos y pico Ropé. Enseguida giro a la derecha para adentrarme nuevamente
en el bosque hacia la fuente de la Mata. De
la fuente no encuentro ni rastro. Llego a un desvío y lo tomo a la izquierda. Poco
después el camino se desdibuja entre los árboles, pero con la ayuda del GPS me
volveré a poner sobre la pista.
Llegado a la cañada junto a una enorme arboleda,
no encuentro el paso hacia el camino del Mas del Pinar por lo que vuelvo a
adentrarme en el bosque para tomar el camino de esta mañana junto a un depósito
contra incendios. Desde aquí hasta casa todo camino conocido. Primero encaro la
subida junto al abandonado Mas del Pinar. El conjunto de casas, como pasa con
los corrales de Ricardo, unos metros más arriba, son un juguete en manos de los
elementos.
Pocos metros después llego arriba, un último vistazo al soberbio valle y ya solo me queda bajar hasta
Lapuente Alta. 13Km. de trepidante bajada, sobre todo a partir de las casas de
Valero que serán el lugar elegido para hacer la pausa de la comida.
Esta
primera parte de bajada es por un bosque más cerrado y tupido pero con mejor
firme. En el cruce de las casas de Valero paro bajo los pinos a comer el
segundo de los bocatas. Un breve descanso y me lanzo hacia abajo cogiendo buena
velocidad.
No es para volverse loco pero se disfruta de un buen rato sin dar
pedales y de notar el viento en la cara. Varios tramos se han limpiado a ambos
lados del camino para hacer de cortafuego y despejar las cunetas.
La pena es
que si se limpia el bosque pero no se recogen las ramas cortadas, se consigue
el efecto contrario al deseado, a no ser que lo que se quiera es un polvorín
junto al camino. Llego rápido abajo, junto al río Turia, que me deja la última
foto del día.
Me queda el último esfuerzo en la subida hacia el radio faro.
3Km. de asfalto con unas vistas fascinantes bajo el tórrido sol de agosto que
ahora ya ha salido a por todas. Desde el alto del radio faro a Calles se baje
en un tiro. En definitiva una ruta que conocía en gran parte pero que me ha
dejado una inmejorable sensación. Subidas muy exigentes y bajadas suaves pero
divertidas, combinado todo con unos paisajes espectaculares y soberbios. Las
pinceladas arquitectónicas también merecen un vistazo detallado, pero las
sensaciones vividas dentro del bosque son joyas de imborrable recuerdo que
atesoraré siempre. Solo me queda brindar con una cerveza por la ruta recorrida.
A su salud.
TRACK DE LA RUTA:http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=3176133
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